REPORTAJE A DEAN REED A SU PASO POR BUENOS AIRES
LOS TROVADORES NO PROTESTAN
El ex vaquero, atleta, meteorólogo y polémico cantor logró, por fin, ingresar a la Argentina. A los 35 años, con una docena de películas y centenares de canciones a cuesta, habló de sus proyectos y de su mensaje de amor

Dean Reed
En la medianoche del próximo 24 de diciembre, las pantallas televisivas de la República Federal Alemana proyectarán —como estreno y símbolo de los vientos pacificadores que campean en Europa— 'La vida de un vagabundo', la primera coproducción cinematográfica realizada por ambas Alemanias. El elenco, donde actúan germanos del Este, el Oeste y también polacos, está encabezado por el cantante norteamericano Dean Reed. La elección no fue casual: el polémico vate reside en Berlín Oriental junto a su segunda esposa Wiebke Dorndeck, una maestra de Leipzig. Es que Reed no sólo debe su fama a bucólicos temas discográficos como Nuestro amor verdadero o films comerciales del tipo de Adiós Sabala y Buckardo, sino también a sus composiciones contestonas y a frecuentes críticas al gobierno de la Casa Blanca, a lo que se agrega cierta simpatía por la Unión Soviética, país en el que dos de sus long play vendieron más de 4 millones de ejemplares.
Longilíneo, con un jopo que resalta su melena rubia y una sonrisa que envidiaría más de un candidato a la presidencia de los Estados Unidos Dean Reed recaló, a fines de noviembre, en la ciudad de Buenos Aires. "Volví, igual que Perón", fue lo primero que dijo en perfecto castellano al redactor de Siete Días que lo entrevistó horas después de su llegada y lo despidió el jueves pasado, cuando culminó su breve visita. La frase, salvando las distancias, sintetizaba el rosario de dificultades que el cantautor enfrentó para entrar en la Argentina durante los últimos gobiernos militares. Entre 1961 y 1965 había efectuado viajes a nuestro país sin encontrar tropiezos; durante la presidencia de Arturo Illia permaneció casi un año en la Argentina y conoció Bariloche ("la belleza de esos parajes es incomparable para mí, que conozco tres continentes", confiesa), sin sospechar que sería el preludio de un largo peregrinar. En 1969 llegó al aeropuerto de Ezeiza, pero sólo para ser obligado a cambiar de avión y salir del país: se lo consideraba "subversivo". El fiasco se repitió en 1970 y 1971. En este último año entró clandestinamente desde Uruguay, lo que le valió una sanción más severa: pasó 3 semanas detenido en el penal de Villa Devoto.
"En mis comienzos —confiesa— sólo cantaba para pagar mis estudios de meteorología, hasta que decidí ir a conocer Hollywood: una semana después la suerte quiso que conociera a un editor musical con quien firmé contrato para cantar y actuar durante 7 años". Hasta ese entonces, su biografía apenas lo revelaba como un ansioso deportista: hijo de un profesor de matemáticas y una empleada, fue durante un par de años vaquero profesional en los alrededores de Denver, su ciudad natal. En 1956 —tenía 18 años— triunfó en la maratón de los Estados Unidos y sus aptitudes atléticas posibilitaron que dos años después lograra un meritorio cuarto puesto en los campeonatos gimnásticos universitarios. Aún hoy, aprovecha las mañanas para realizar ejercicios de gimnasia, lo que le permite ufanarse de no haber utilizado dobles en ninguna de las 14 películas que rodó.

¿CANTANTE POLITIZADO O POLITICO CANTOR?
"¿Dónde está Chile?" El interrogante, sorpresivo para todo aquel que desconozca las confusas informaciones geográficas de muchos norteamericanos, lo planteó Dean Reed en 1961, cuando un directivo del sello grabador para el que trabajaba le informó que en "ese país, que parece ser sudamericano, tus discos encabezan el ranking de ventas". En ese momento comenzaron las giras de Dean en las que "fui advirtiendo —dice— las grandes injusticias que oprimían a los pueblos de esta parte del continente"
Así logró trasformarse en uno de los símbolos de la juventud rebelde, junto con la actriz Jane Fonda, la profesora negra Ángela Davis y la cantante Joan Baez.
También existen quienes reprochan a Dean el mantener en su repertorio acarameladas composiciones románticas., "No soy un cantante de protesta —explica él— sino de amor. Ocurre que hay distintos tipos de amor: a mi mujer, a mi hija Ramona Guevara (llamada así por el Che), a la Humanidad. Y cuando uno vive en donde hay injusticias, debe protestar. Además, no puedo ser revolucionario 24 horas al día; como tampoco puedo hacer el amor 24 horas por día. ¡Ojalá pudiera hacer el amor todo el día! Mi vida está dividida entre todas esas actividades".
Eso, claro, no es un impedimento para que la occidentalizada juventud soviética lo aclame con fervor similar al de las latinas o sajonas. "Pero mi imagen, afortunadamente, ha cambiado: ya no vienen a gritar mil chicas sin saber por qué, quizás porque ya tengo 35 años —bromea—, sino hombres y trabajadores maduros. Y eso se debe a que también el público del mundo ha cambiado en los últimos 10 años".
El vate también se muestra comprensivo hacia los hippies: "todas las etapas son importantes; los niños se caen muchas veces antes de aprender a caminar —metaforiza—, hasta que finalmente alcanzan su objetivo. Hoy ya existen los yippies, que son una especie de hippies politizados. Es un paso adelante".
Dean refuta las acusaciones que lo sindican como un acaudalado ...yador; aunque se niega férreamente a publicitar cuánto dinero gana anualmente, afirma no tener ninguna propiedad y usar los dólares "exclusivamente en beneficio de mi hija y de mi causa, porque los artistas somos, por lo general, privilegiados en las sociedades en las que vivimos. Todos dicen que el Kremlin me da miles de rublos... ¡Ojalá fuera cierto! Los únicos que me pagan para cantar son los capitalistas. Y, al cobrar, yo puedo trabajar gratis en favor de mis ideales varios meses por año".
Eso, obviamente, no le impide tener completa su agenda para 1974: en estos días comenzará a rodar Kit and Co. una coproducción checo-germanooriental-soviética, mientras se apronta a escribir el guión de Armónica, una película que narrará "una verdadera historia sobre los indios de América del Norte durante el siglo pasado".
Y, aunque asegura que volverá a la Argentina con su esposa en los carnavales de 1975, no puede evitar lanzar chispeantes miradas a las pimpantes, desabrigadas jovencitas que transitan la porteñísima calle Florida. "No es para menos —intenta justificarse—, yo vengo de Europa donde es invierno y todas las chicas están cubiertas hasta los tobillos. Y aquí como es verano... en fin todo es muy distinto".
Revista Siete Días Ilustrados
17/12/1973

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