DEAN REED QUIERE SER ARGENTINO
Se siente porteño, le gusta la calle, la gente que lo quiere. Tiene derecho a hablar pero calla. Vietnam, Santo Domingo, Rusia: ¿opinión prohibida? Su esperanza es que el hijo nazca aquí.
Por ANDRES CINQUGRANA - Fotos RUBEN VARONE

Le gusta el campo. Cuando entra en el Mercado de Hacienda respira hondo y se queda escuchando el concierto monocorde de los mugidos.
—Esta es mi vida... Yo me crié hasta los diecisiete años en un "ranch" de Colorado.. . Estudié meteorología después, más tarde, cuando fuimos a vivir a Los Ángeles. Para pagar mis estudios trabajaba como vaquero. Hacía domas de potros en rodeos. Por las noches cantaba canciones de "cow-boys" en lugares de diversión. Llegué sólo al tercer año de estudios.
Es norteamericano, se llama Dean Cyril Reed y desde hace siete meses está en la Argentina. Ahora va a adoptar nuestra ciudadanía. Está casado con "Patti" Reed. Le pregunto cuál es el apellido de ella.
—Reed... Ella se llama Patricia Reed. En mi país cuando una mujer se casa pierde para siempre su apellido de soltera. Ahora el apellido de ella es Reed, el mío.
Es conservador en muchos aspectos. Tiene una opinión muy concreta respecto del papel que juega la esposa dentro del matrimonio:
—Yo pienso que la mujer debe quedarse en casa cuidando los hijos...
"Patti" está embarazada. En dos oportunidades anteriores también lo estuvo pero la vida dijo "no" y perdió las criaturas.
—Esta vez también le fue un poco mal Cuando yo estaba afuera tuvo pérdidas. Hubo que internarla en el hospital. Por suerte pasó el mal momento. Vamos a tener un hijo argentino.
La palabra "argentino" le llena la boca, le llena los ojos de alegría.
—¿Por qué voy a tomar la ciudadanía argentina? Porque quiero de veras a este país... Sí, ya sé que muchos dicen eso. Yo sé que la mayoría de los extranjeros se siente en la obligación de elogiar a la Argentina, aunque no estén convencidos del todo... En mi caso te aseguro que no me siento extranjero. Aquí tengo amigos de verdad.
Dean Reed viajó hace poco tiempo a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Le gustó Rusia, su gente, su trabajo, su forma de ser. No es comunista. Sin embargo trascendió la noticia de que fue citado por personal policial para "investigarlo". Indudablemente un comunista hablando bien de los países socialistas es peligroso Dean Reed, sin serlo, es más peligroso aún: es un ídolo, tiene barras de "fans", de gente joven que escucha, que cree. Dean Reed, siendo extranjero, podría ser expulsado del país. Siendo argentino, no. Acaso se pueda decir que está "en capilla" hasta tanto le sea concedida —o no— la ciudadanía argentina. Uno tiene miedo de peguntarle, por ejemplo, si quiere nuestra ciudadanía porque en su país no puede expresar libremente sus ideas.
—No. No hay tal cosa. En los Estados Uniros uno puede decir lo que piensa. Hubo una época en que allá se veían fantasmas por todas partes. Pero ahora todo el mundo se dio cuenta de que los "cazadores de fantasmas" no veían claro... Llegaron a acusar de comunista al ex presidente Dwight Eisenhower...
—¿En Rusia no hay libertad de expresión?
—A mí me parece que sí. Por ejemplo, yo iba en un taxi, y de repente decía: "Quiero bajarme; quiero hablar con ese señor"- Y me bajaba y hablaba... Yo creo que los rusos quieren fundamentalmente la paz...
Paz es para Dean Reed una palabra fundamental. No. Una palabra, no: un concepto. Tampoco. Paz es para él una práctica ineludible. El no cumplió con el servicio militar de tres años que marca la ley estadounidense. La misma ley dice que si un ciudadano tiene motivos fundamentales para no ser soldado tiene el derecho de peticionar a las autoridades para ser relevado de la obligación. Dean Reed no fue soldado.
—Yo no habría podido jamás tomar un rifle y tirar contra un hermano... Todos los hombres del mundo son hermanos, son iguales. .. Negros y blancos. Judíos, católicos, budistas, protestantes... Todos iguales.
Tiene dos hermanos. Dale, el mayor, de 29 años, casado, con dos hijos, es científico. Vernon, el menor, de 22 años, hace tres semanas que fue dado de baja en el ejército. Era paracaidista. Su compañía fue enviada a Vietnam. Vernon no fue porque le faltaban quince días para terminar con su servicio.
—Un soldado termina por convertirse en una máquina de matar en un montón de odio. Porque para disparar sobre un hermano hay que tener mucho odio adentro.
La peonada del Mercado de Hacienda se le acerca. Alguien le da un mate. Después Dean monta a caballo y ayuda en la faena de arrear ganado de un corral a otro. Juega también un poco con los animales echando pie a tierra y toreando a mano limpia y a grito pelado. Tiene 26 años.
—¿Por qué querés que tu hijo sea argentino?
—Por amor.
Tiene un vocabulario reducido pero concreto. "Por amor". Basta. Se da cuenta de que lo entiendo. Sonríe y es como si me dijera "gracias".
Hace dos semanas llegó al país su madre, Ruth Reed (ella también perdió su apellido de soltera cuando se casó hace treinta años con Cyril Reed). "¿Tenés la intención de que se quede acá?"
—No. Por ahora, no. Mamá volverá a mi país dentro de diez o quince días. Vino para verme, para verla a Patti... Va a ser abuela por tercera vez. No..., mamá vuelve a Estados Unidos. Me gustaría que se quedara porque ella es gran compañía para mi mujer. La pobre Patricia no sabe hablar castellano. El mes que viene empieza a ir a una escuela para aprender... Es muy triste para una mujer quedarse todo el día sola en su casa sin poder hablar casi con nadie... Ella tenía muchas amigas allá en Los Ángeles.
Le preocupa mucho el futuro. Quiere tener una posición económica sólida.
—Mi sueño es tener una estancia con caballos, con vacas... La vida en el campo es sana física y moralmente... Los padres tienen que pensar mucho en los hijos que vendrán.
Dean Reed habla entusiasmado de todo lo que piensa hacer entre nosotros. Sin embargo en sus ojos se advierte un temor: el de no poder cumplir con sus proyectos. "¿Creés que pueden no otorgarte la ciudadanía?".
—No sé.
Y se calla.
Maneja su Porsche con propiedad, con dominio. Se siente un argentino más y saluda a los taximetreros que se cruzan con él y le dicen familiarmente: "¡Chau, 'Dinrí'! ¡Chau, pibe!"
—¿Dónde vas ahora?
—A mi casa, Patti está sola.
—¿La querés?
—Es mi mujer.
—No. Yo te pregunto si la querés.
—Si no la quisiera no sería mi mujer.
Le pregunto si está de acuerdo con la intervención de los Estados Unidos en Vietnam del Sur; le pregunto qué piensa de los "marines" en Santo Domingo; le pregunto si cree que Rusia, con sus 45 años de revolución, superó a los Estados Unidos, que ya llevan 200. Hago mal en preguntarle. Pero insisto. No me contesta. Tiene ganas de decir algo pero se calla. ¿Acaso tiene la boca amordazada? No. Eso sería negar la democracia argentina. ¿Entonces? No hay respuesta.
—Voy a sacar entradas en el Colón. Quiero llevarla a mi mamá.
El hijo va a nacer en diciembre. Toda su esperanza la sintetiza en cuatro palabras: "Quiero que sea argentino".
Revista Gente y la actualidad
09-09-1965

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