DESPUÉS DE FRANCO ¿QUÉ?
En las animadas tertulias de la noche madrileña, una misma incógnita aparece cada vez con más frecuencia. La sucesión del anciano Caudillo, aquel militar inflexible y astuto que supo reunir bajo una férrea disciplina a todas las fuerzas de la derecha española, que hace veintinueve años iniciaron una guerra sin cuartel contra la efímera experiencia republicana, preocupa a la mayoría de los españoles. Monárquicos y republicanos se preparan para una lucha de la que habrá de salir el hombre que pueda tomar las riendas de un país altivo y de honda raigambre católica, donde la democracia ha sido casi siempre una exótica planta de invernadero.
Dictador Francisco Franco

Doña Amparo se levantó con trabajo del reclinatorio donde había estado rezando, y caminando lentamente salió de la iglesia en penumbra. El sol de primavera que inundaba las calles de Madrid la hizo detenerse deslumbrada en la puerta. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, vio que pasaba algo nuevo. Desde el fondo de la avenida se derramaba una muchedumbre joven agitando carteles y gritando estribillos antifranquistas. Eran los estudiantes de la Ciudad Universitaria que protestaban nuevamente por el monopolio falangista sobre el Sindicato Universitario, la única organización gremial estudiantil. Gritos, corridas, gases lacrimógenos y el ruido de algunas vidrieras al romperse. Doña Amparo, asustada, se envolvió en su mantilla negra y volvió a entrar en el templo. Pensaba con espanto en los días en que los "rojos", allá por 1936, eran los dueños de Madrid y la gente "bien" como ella, esperaban temblando todas las noches la visita de "la secreta".
Sin embargo, aquella manifestación tan imprevista no tenía tanto de "roja". Entre los estudiantes había sin duda algunos comunistas y socialistas, pero muchos de aquellos muchachos que protestaban contra el régimen eran hijos de tranquilos burgueses, buenos católicos ellos mismos, que aspiran a una mayor libertad para ellos y para España, sometida desde hace veintiséis años a una autocracia más o menos férrea.

Aunque revoleen las trancas
Hace pocos años, una demostración de protesta en el centro de Madrid, fuera que la organizaran los universitarios o las Hijas de María, habría encontrado la misma dosis indiscriminada de palos, tiros y detenciones. Esta vez la reacción fue más moderada que durante las manifestaciones universitarias de 1956. Los mismos falangistas reconocieron la necesidad de una oposición orgánica dentro del Sindicato Universitario, y el Ministerio de Información sacó un apaciguado comentario acerca de la "creciente responsabilidad" de los estudiantes y sus deseos de incorporarse a una época de cambios. Los años transcurridos desde el fin de la guerra civil han apagado el tétrico recuerdo de aquella contienda. Un 60 por ciento de la actual población española no la conoció, porque no había nacido todavía o porque era muy joven para entenderla. Ese 60 por ciento en cambio ha vivido todos los años de régimen franquista y no puede decirse que lo ama. Algunos lo aceptan quizás como un mal necesario para una nación donde la democracia era algo así como una exótica planta de invernadero, importada de los climas más amables del resto de Europa. Pero la mayoría se resiste a una dictadura paternalista que recién ahora comienza a aflojar sus riendas. El padre de uno de los jóvenes, al contemplar las magulladuras que su hijo había recibido en una de las grescas callejeras, le aconsejó simplemente:
"Cuando llegues a casa, le dices a tu madre que te caíste en las escaleras. Pero quédate junto a tus compañeros aunque los guardias revoleen las trancas. Ya eres hombre y un hombre debe defender sus derechos."
En el turbulento norte, en las minas asturianas y las fábricas y astilleros de Bilbao, una perpetua reserva de resentimiento y rebeldía agita de vez en cuando a los obreros. Por el momento las demandas son por mejores salarios y condiciones de trabajo. La rígida estructura vertical de los sindicatos españoles no permitiría exigencias de otra naturaleza. Pero las huelgas son pan comido para los aguerridos asturianos, y la acción clandestina de la UGT (Unión General de Trabajadores) socialista y de los anarquistas de la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores, persiste silenciosamente, sumada a la acción de los pocos comunistas infiltrados en los' gremios.
Estudiantes y obreros son sin duda dos sectores críticos de la sociedad española, síntomas contradictorios de una aparente calma. Solo exigen mayor libertad y mejor nivel de vida. Resta por verse en qué medida puede el régimen actual satisfacerlos.

La invasión de los turistas
Ha pasado ya un cuarto de siglo desde el fin de la guerra de España, Victoriosas las fuerzas de la derecha, la península se aisló tras los muros de; una autocracia implacable. Ejército, Iglesia y Falange eran los tres pilares del régimen y, o se estaba con ellos o contra ellos. Pero, especialmente desde hace diez años, la perspectiva española comenzó a modificarse, impactada fundamentalmente por el establecimiento de varias bases norteamericanas y por el boom económico del resto de Europa. En la actualidad, España tiene más de 31 millones de habitantes, su producto nacional se ha elevado a 16.300 millones de dólares y el ingreso anual per cápita es de un promedio de 520 dólares.
Todos los años, 15 millones de turistas ávidos de sol invaden las planicies y costas ibéricas con su bagaje de camisas estruendosas, bikinis brevísimas, anteojos ahumados, cámaras fotográficas... , y divisas, abundantes y suculentas divisas que van a reforzar las reservas nacionales de oro que en 1964 ascendían a 1.150 millones de dólares. El Plan de Desarrollo iniciado en 1963 trata simultáneamente de acentuar el progreso económico, fomentando el desarrollo industrial y mejorando la deficitaria situación agrícola, estrangulada por los estériles latifundios que abundan en Andalucía y la improductiva distribución mini-fundiaria de Galicia. Por otra parte, los salarios más elevados han creado una demanda que supera las posibilidades de oferta de la producción, acentuándose una espiral inflacionaria que de no frenarse a tiempo podría perjudicar seriamente la economía española. El cambio ministerial de julio pasado debe interpretarse justamente como una medida destinada a combatir la amenaza inflacionaria. Los nuevos ministros, entre los que figuran Laureano López Rodó (artífice del Plan de Desarrollo), Faustino García Moncó y Federico Silva, son hombres jóvenes, de notoria experiencia y preparación, verdaderos tecnócratas a quienes solo preocupa concretar sus planes.

El reino sin rey
En este mes de octubre el régimen que nació con el alzamiento antirrepublicano de 1936 cumple veintinueve años. El 4 de diciembre próximo el Caudillo tendrá 73 años. Y aunque la longevidad de estadistas como De Gaulle o Mao Tse-tung desmienten la duda, en los cafés y en las tascas madrileñas, en los corrillos de la Bolsa y aun en las principales cancillerías del mundo, la pregunta sigue siendo la misma: después de Franco, ¿qué?
Aunque el plebiscito del 6 de julio de 1947 convirtió formalmente a España en una monarquía, han pasado dieciocho años y el trono dorado del Palacio de Oriente sigue esperando al monarca que lo ocupe. Con su característica astucia, Franco elaboró una Ley de Sucesión que permite mantener indefinidamente la actual situación de "reino sin rey". El real candidato, además de ser español, varón, profesar la religión católica y tener más de 30 años de edad, deberá jurar fidelidad a las leyes fundamentales y a los principios del Movimiento Nacional, organización donde quedaron fundidas la Falange y otros grupos políticos de derecha. Si Franco o el Consejo de Regencia que le suceda encuentran que el pretendiente no reúne todas estas condiciones, España podrá permanecer sin monarca hasta la extinción del último de los Borbones.
Los monárquicos españoles siguen divididos como en el siglo pasado en carlistas, que apoyan a Carlos Hugo De Borbón-Parma (y que representan a los elementos más reaccionarios del país) y los partidarios de Juan Carlos, hijo del conde de Barcelona y nieto del último rey de España, Alfonso XIII. Juan Carlos ha recibido su educación en España y es para muchos monárquicos el personaje más aceptable para el trono. Entre quienes lo apoyan figuran Alonso Vega, ministro del Interior y comandante de los 80.000 hombres de la guardia civil y la policía, el hábil y diplomático ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, y la poderosa organización católica laica del Opus Dei. Pero "Juanito el Bobo", como le llaman algunos compatriotas socarrones, parece no tener mucha pasta para rey. Sus giras por el interior de España solo han conseguido moderadas y corteses manifestaciones de adhesión, pero ninguna de auténtico entusiasmo.
Existe también un grupo de monárquicos liberales, partidarios de un parlamentarismo controlado en el que se impondría obligatoriamente el bipartidismo político, para quienes resulta más apropiada la figura del conde de Barcelona, Don Juan. Aunque no cuentan prácticamente con ningún apoyo militar, participan de sus ideas personajes influyentes, como el ministro del exterior Fernando María Castiella y el arzobispo de Málaga Ángel Herrera Oria.

Uniformes y sotanas
Previendo la posibilidad de un interregno, y la cada vez más notable indiferencia de los españoles por la monarquía, Franco ha designado como vicepresidente del gobierno al capitán general Agustín Muñoz Grande. Pero este militar austero, al que le encanta ir los domingos por la mañana a cambiar estampillas con otros filatelistas en una plaza de Madrid, ha quedado prácticamente radiado de la escena política por una grave dolencia renal. Últimamente ha comenzado a circular el nombre del ministro de Marina, almirante Pedro Nieto Antúnez, quien es amigo íntimo del Caudillo.
Hay muchos españoles que creen ver en Antúnez al representante más cotizado de toda una tendencia "nasserista" que sostiene que el régimen debe tener una orientación revolucionaria de acuerdo con los viejos principios de la Falange, hoy bastante olvidados. Esta mezcla de "despotismo ilustrado" y demagogia sindicalista no ve con simpatía la solución monárquica y cree en cambio en la posibilidad de un fuerte sistema presidencialista. Y es una solución que no solo seduce a los falangistas "de izquierda" sino también a algunos militares.
Es evidente que las Fuerzas Armadas tendrán un papel decisivo en España en los próximos años. Los altos jefes se encuentran comprometidos sin duda con una determinada estructura política y con ciertos juegos de intereses poderosos, pero nadie puede prever cuál será la reacción de la oficialidad joven, especialmente ante una situación tan mercurial como será la que se produzca al desaparecer Franco de la escena política.
La Iglesia española, por su parte, que perdió a casi 8.000 religiosos, entre ellos doce obispos, durante la guerra civil, ha aprendido la lección y sabe que no puede confiar ciento por ciento en la fidelidad de la población; a pesar del monopolio casi absoluto que ejerce sobre la educación en España. La gran mayoría del clero joven y del clero rural, especialmente en Vasconia y Cataluña, está compuesta por sacerdotes rebeldes que se oponen tenazmente a una jerarquía eclesiástica conservadora. Las últimas sesiones del Concilio Vaticano sirvieron para comprobar hasta qué punto el catolicismo español se había alejado de la corriente general de aggiornamento desatada por Juan XXIII. Los sacerdotes se acercan cada vez más a los obreros y campesinos, aleccionados quizás por el ejemplo de Italia de posguerra. Después de 1945, la excesiva amistad del Vaticano con el gobierno fascista y con los monárquicos, fue una de las razones del enorme crecimiento del partido comunista italiano, que se convirtió en el más poderoso fuera de la
Cortina de Hierro.

Los nietos de Don Quijote
Muchos se preguntan qué ha sido de los vencidos, de aquellos que perdieron la partida en 1939 y que, como verdaderos nietos de Don Quijote, no se cansan de luchar contra los molinos de viento. Su idealismo obcecado se madura a la espera de un funeral: el de Franco. Y cuando el Caudillo muera, o se retire definitivamente a cuarteles de invierno, saldrán de las catacumbas. Pero, como todos los que han pasado mucho tiempo en la oscuridad, es posible que les pase lo mismo que a la doña Amparo de nuestra historia y no sepan muy bien dónde se encuentran. Nadie, ni siquiera los militares, desean una nueva dictadura. La mutación hacia un futuro democrático no será quizás teatral. Todo dependerá de la inteligencia y el tacto de los hombres que tomen, en ese momento, el timón de la nave española.
Desde su sede en París, el gobierno republicano en el exilio mantiene contactos permanentes con la resistencia política organizada dentro de España. Aunque la división ideológica entre los grupos antifranquistas sigue conspirando contra cualquier acción efectiva, hay señales de que las discusiones bizantinas están por terminar en beneficio del futuro político de todos.
Un ejemplo de esta nueva actitud es la fusión de tres grupos demócrata cristianos, el derechista de Gil Robles; uno más moderado de Ruiz Jiménez, y un tercero directamente izquierdista dirigido por Giménez Fernández, en la Unión de la Democracia Cristiana, la que tendrá seguramente una posición de primera línea en próximos gobiernos españoles. Respecto a la opción monarquía o república, los demócratas cristianos han respondido del mismo modo que los socialistas; que solo el pueblo español, en un voto libre, podrá decidirlo.
En cuanto a los socialistas y a los comunistas, es difícil determinar con exactitud su participación en lo que podría llamarse la vida política clandestina de España. Es evidente, sin embargo, su presencia entre los intelectuales, los estudiantes y los obreros de las ciudades. Desde Toulouse, en el sur de Francia, el Partido Socialista español centraliza las actividades de sus secretos partidarios dentro de la península.
También dentro del gobierno pueden observarse dos tendencias en pugna. Se trata de la vieja guardia de militares y falangistas temerosos de cualquier cambio que amenace sus privilegios y que lucha contra el sector "progresista". Este parece haber ganado algunas batallas sancionando un conjunto de leyes que, aunque bastante aguadas, restituyen en algo^ las libertades de prensa, de asociación y de culto de las que España gozó en muy breves períodos de su historia.

La historia se repite
"No debemos olvidar que la historia no repite los hechos pero repite los ciclos" declaró a Panorama una de las principales figuras del gobierno de la República Española en el exilio. "Cuando cayó la monarquía en 1931 fue debido a que, como ahora, los estudiantes y los obreros estuvieron juntos en la acción. Y además el padre que tiene un hijo estudiante y a quien la policía golpea en la puerta, por más franquista que sea comienza a protestar. Lo que le pasó en 1931 a la monarquía puede volver a pasar hoy.
"Hace ocho años los estudiantes lucharon solos. Hoy los acompañan profesores eminentes como López Aranguren y Tierno Galván, quienes han sido sancionados. En este mes de octubre, cuando recién vuelven a comenzar las clases y los exámenes todavía parecen lejanos, todos los motines, todas las grescas y las insurrecciones son perfectamente posibles.
"Pero, suceda lo que sucediere, estoy seguro que quienes crean que el cambio en España va a depender de una monarquía, están totalmente equivocados."
—¿Y después? ¿Cuando Franco haya dejado la escena?
—Volveremos para educar a toda esa juventud que no ha escuchado jamás la prédica republicana.
—Pero la situación en España ha mejorado mucho gracias al turismo y al dinero que envían desde Europa los miles de obreros españoles emigrados. ¿No le parece que el bienestar hace a la gente más conformista y asegura la continuidad del régimen?
—Al contrario. Toda esta "prosperidad" es un arma de dos filos. Yo creo que las épocas de miseria son mejores para Franco. No olvide usted que el hombre que está diariamente angustiado por dar de comer a sus hijos no tiene tiempo para ocuparse de política. Por otro lado todos esos obreros que van a trabajar fuera de España por un año o dos, a Francia, a Suiza, a Alemania, vuelven tremendamente politizados, acostumbrados a los regímenes democráticos de aquellos países. Ya ve usted cuál es el peligro para Franco.

El cuarto deseo
Lentamente, España cambia. En la vieja calle de Alcalá, los rascacielos y las oficinas de los poderosos bancos españoles y de las empresas extranjeras, van desplazando poco a poco a los innumerables cafés que la hacían tan típica. Aquellos cafés donde los toreros charlaban, los intelectuales liberales discutían, los poetas soñaban y los generales conspiraban, cada uno en su tertulia. Hasta la intocable institución de la siesta se hace cada vez más vulnerable al nuevo ritmo que sacude a Madrid y a España entera, esa meseta áspera y rebelde, tajeada del resto de Europa por los Pirineos y orientada hacia África y hacia el mar por su geografía y por su orgullo. Casi a traición, lo extranjero se ha metido en lo español y ha cambiado todo, desde el modo de cortejar a una muchacha hasta las ventas en los supermercados.
Monárquico o republicano, el futuro español deberá tener en cuenta a numerosas fuerzas jóvenes y a los rescoldos de viejos rencores que requerirán la habilidad de un auténtico estadista para manejarlos. Cuenta una vieja leyenda que cuando Dios creó al mundo, le permitió a los españoles el privilegio de escoger tres cosas. Entonces pidieron tener el clima más variado, los vinos y las comidas más deliciosas y las más hermosas mujeres. Y Dios se las concedió. No pasó mucho tiempo cuando de nuevo estaban los españoles ante el Padre Eterno con una nueva solicitud. Esta vez querían un buen gobierno. Pero Dios los sacó con cajas destempladas diciéndoles que ya habían tenido bastante.
Y desde entonces puede decirse que los españoles siguen buscando a alguien que satisfaga aquel cuarto pedido. Y es difícil que encuentren al hombre o a los hombres apropiados. En España están de más los grises. O se es blanco o se es negro. Sus gentes son capaces de gran crueldad y se divierten viendo como un hombre y un toro juegan a la muerte en medio de la arena. Pero son también las personas más amables, más cálidas y más alegres de toda Europa. Fueron españoles los que dieron al catolicismo su mayor poderío y extensión, y fueron españoles también los que en la guerra civil quemaron iglesias y asesinaron religiosos con una furia digna de los sarracenos. Muchos de ellos son terriblemente pobres, algunos viven casi al borde de la inanición en las chozas miserables de los pueblos pastores de Extremadura, pero hasta el más harapiento tiene siempre a flor de piel la puntillosa conciencia de su honor con la misma intensidad que un aristócrata.
España nunca conoció realmente la vigencia de un régimen democrático. La experiencia republicana fue demasiado breve y quedó bien pronto sumergida en el caos de rencores que fue la guerra civil. Después, una autocracia de hierro que sobrevivió a los mismos dictadores fascistas que la apocaron, envolvió en un silencio ominoso a los españoles. Y sin embargo, es difícil encontrar en España un "hombre masa". Por más oprimidos y privados de libertad que estuvieran, , los españoles han sabido conservar un feroz individualismo contra el que en última instancia se estrellará cualquier dictadura.
David Deferrari
Revista Panorama
octubre 1965

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