Estragos raciales en Estados Unidos
En las barriadas negras de muchas ciudades de los EE.UU. comenzó un verano violento. Con piedras, palos y hogueras se desahoga la frustración de una raza cuyos progresos siempre son demasiado lentos: el 28% de los jóvenes negros no halla trabajo y decrecen las posibilidades de una educación universitaria

Disturbios raciales en USA
La bala le dio justo en el centro de la espalda y el fugitivo cayó muerto. Tenía 19 años, era negro; desocupado y presuntamente culpable de hurto. El que lo mató era un policía blanco: eso bastó para que estallase un gigantesco motín qua durante tres días convirtió al barrio negro de Tampa en un infierno. Casi al mismo tiempo, en Cincinatti, comenzaron demostraciones pacíficas para protestar contra la pena de muerte impuesta a un negro que había atropellado a una blanca y al que se imputaba —sin pruebas concluyentes— haber matado a cinco mujeres a lo largo del último año. Uno de los manifestantes fue detenido, y de inmediato las consignas de no-violencia se olvidaron: durante cuatro días llovieron piedras y palos y florecieron incendios que causaron daños por más de un millón de dólares. También en Prattville, Los Ángeles, Michigan, Boston y Dayton los barrios negros entraron en ebullición, con motivo o sin él. Como en los últimos años, la llegada del verano fue celebrada con el pavoroso ritual de la ira negra desencadenada.
Es que el verano saca a la calle a los negros que se asfixian en el hacinamiento de sus cuartos. El vaho del asfalto recalentado se mezcla con el vértigo de los resentimientos que la romería callejera permite exhibir y agigantar. En ese clima de alta tensión emotiva, cualquier chispa basta para prender la hoguera. Hay quienes azuzan la ira masiva: extremistas como los musulmanes negros y los "diáconos" de Sims, que hacen del odio al blanco un acto de fe, que no quieren del blanco ni siquiera justicia, pues le han declarado una guerra total y sin cuartel. Pero hay otros que no eran extremistas hace un tiempo y ahora han optado por las acciones radicales. Son todos los que se agrupan al grito de "Poder negro", un slogan a menudo mal interpretado, pues significa solamente que los negros deben gobernar en aquellas localidades en donde son mayoría, y no, como temen muchos blancos, que se apoderarán de los Estados Unidos para tiranizar a la mayoría que no es de color.

LA VOZ DE LA FUERZA
Un ejemplo de la radicalización de muchos líderes negros lo constituye Stokely Carmichael, quien acaba de decir —pese a pertenecer al grupo de los "estudiantes no-violentos"—: "Es inútil razonar con la agresión racista. Usaremos medios contundentes para obtener nuestros derechos. Si los comerciantes blancos que no quieren de nosotros ven que sus negocios son dinamitados cada Viernes o Sábado, tendrán que decidirse a aceptarnos como clientes". Carmichael no cree en los métodos de James Meredith; que realiza su tercera marcha pacífica en el corazón de Mississippi: "Lo único que Meredith obtiene así —dice Carmichael— es tener los pies ensangrentados, los oídos enfermos con las pullas y los insultos constantes de los blancos, y tal vez el cuerpo horadado con una bala racista, como ya le ocurrió en otra marcha." Carmichael. cita el caso de Martín Luther King, Premio Nobel, que ha sido condenado a multa y a prisión por una marcha
pacífica realizada en 1963, en Alabama: "La Suprema Corte de Justicia ha ratificado el fallo, señalando que, cuando fue prohibida la marcha por el Estado de Alabama, King la prosiguió en vez de haber apelado el fallo estatal. ¿Hasta cuándo deberemos perdernos en los laberintos legales, soportando todo indefinidamente? La única voz que los blancos escuchan, es la de la fuerza". Nada más cierto. Solamente no existen los tortuosos laberintos para enviar a los soldados "de color" a Vietnam.

VALVULAS DE ESCAPE
La comunidad blanca, ante el auge de los motines y las apelaciones a la violencia, fija sus ojos alarmados en los veintidós millones de conciudadanos negros y se pregunta el por qué de esos estallidos caóticos que no logran otro objetivo más que )a destrucción. Después de la Segunda Guerra Mundial, la situación de los negros ha ido mejorando bastante en el plano legal y hasta en el logro efectivo de la integración en aspectos importantes de la vida comunitaria. Ciudadanos de color llegan a puestos públicos que antes les estaban vedados: el último ejemplo, y resonante, es el de Thurgood Marshall, nieto de esclavos, nombrado hace dos semanas como Procurador General de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos. Los blancos subrayan estos ejemplos y hasta los más honestos confiesan no entender qué sucede con los estragos raciales.
El que sí lo entiende es el senador negro Edward Brooke, un moderado que considera totalmente erróneo el camino de la violencia: "La larga espera de los negros ha corroído su capacidad de creer en la estrategia pacífica. Ellos advierten cuánto cuesta obtener una ley justa y cómo esa ley se cumple luego sólo a medias o directamente es violada con otras argucias legales. El fallo contra Luther King, campeón del pacifismo, que irá a la cárcel por el delito de haber marchado en Alabama, aumenta la desconfianza negra. Ya dudan de obtener alguna vez plena justicia y miran con escepticismo nuestras instituciones: son el 11 por ciento de la población, pero los representantes negros en el Congreso constituyen apenas el 1 por ciento. Cada vez son más numerosos los que creen en la salida de tomar por la fuerza lo que no se les da. En cuanto a estos desdichados motines, son válvulas de escape para el desaliento".

EL DURO PAN DE LOS NEGROS
Los datos justifican la protesta negra. En junio de 1965 la tasa de desempleo era de 4,1 por ciento para los blancos y de 8,3 por ciento para los negros; en junio del año pasado el desnivel creció dando una tasa del 3,5 por ciento para los blancos y de 9 por ciento para
los negros. Como sus oportunidades de capacitación son muy inferiores a las que tienen los blancos, el 28 por ciento de los jóvenes negros carece de trabajo. Los pocos que tienen estudios universitarios suelen no encontrar empleos acordes con sus títulos. Desde hace quince años, invariablemente, el ingreso promedio de los jefes de familia negros es la mitad que el correspondiente a los jefes de familia blancos. Los alquileres son altos y las viviendas, malas: un metro cuadrado de las viejas ratoneras de Harlem vale tanto como uno de los modernos edificios de Sutton Place. En el ghetto negro de Watts el pan vale 22 centavos y en Beverly Hills, paraíso de estrellas y millonarios, vale sólo 10 centavos. La condición negra es dura, y la paciencia negra es limitada.
Se están llevando a cabo proyectos para entretener útilmente a los jóvenes desocupados negros; la policía blanca está siendo entrenada para usar más de la psicología que del garrota. Pero son solo paliativos. La única salida seria integrar de una vez a los negros en la "sociedad de bienestar", convirtiéndolos a ellos también en ciudadanos de primera clase que tienen a su alcance la oportunidad de buena vivienda, buena educación y buen empleo, y que asumen sus derechos políticos sin retaceos de ninguna clase. Mientras esto no ocurra, seguirán habiendo veranos violentos en toda la extensión de los Estados Unidos.
Revista Siete Días Ilustrados
18/07/1967
Disturbios raciales en USA
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