HIPPIES La salvación no es para todos
El Ejército de Salvación y
la pieza musical (hippie) "Hair" protagonizan
amplio duelo en las calles de París. Esto ha
redundado en un éxito de taquilla. Todo comenzó
cuando Gilbert Abadie, comandante de los
salvacionistas franceses, expresó: "Mucha gente
canta «Adelante Soldados de Cristo». Pero nadie
quiere vivirlo". Abadie, que sí vive de sus
himnos, encabezó, una noche del pasado diciembre,
a un pelotón de sus tropas, rumbo al teatro de la
Porte Saint Martin. Los "soldados", vestidos de
civil, irrumpieron entre un público
preferentemente burgués, que había pagado su
entrada a razón de diez dólares por persona (más
los gastos de agencia), para ver el último
escándalo importado de Norteamérica. Muy pronto,
mientras se representaba un episodio pseudo
religioso, en el que se simulaba un crucifijo, el
comandante Abadie hizo uso de una bocina,
exigiendo que se detuviera el show. En cuanto a
sus partidarios montaron al escenario para
exhortar a los actores y al público, desde luego
que en forma moralizante. Bill Combs, uno de los
miembros del contingente de negros americanos que
constituyen el grupo principal de la troupe en
París, recuerda el incidente con entusiasmo.
No esperaron a danzar "Creo que todos deben
expresar lo que sienten dentro de sí" —manifestó
Combs—. Cuando subieron extendimos nuestros brazos
en torno de ellos y nos pusimos a danzar. Algunos
se sumaron a la danza, hasta que otros exclamaron:
¡Eh!, no hemos venido aquí a bailar". El
comandante Abadie niega que sus tropas
fraternizaran hasta ese punto. De todos modos,
después de dar a conocer sus objeciones,
abandonaron pacíficamente el escenario, aunque, de
tiempo en tiempo, siempre que quieren iniciar una
colecta, las escuadras vuelven al teatro para
vocear su indignación desde el foso. Enero es
normalmente un mes flojo para el teatro y este año
se vieron butacas vacías en todos los
espectáculos, excepto en "Hair". En el Saint
Martin, el vestíbulo está repleto una hora antes
de que se alce el telón y los respetables
ciudadanos se lancen sobre las butacas, no
numeradas. Salvo una minoría de gente joven, la
totalidad del público está compuesta por la misma
gente que normalmente frecuenta los teatros de
bulevar, donde los actores nunca se desvisten y
cuyo tema es siempre la cornudez. Bernard
Régnier, el joven gerente del Saint Martin,
reconoció que la cruzada del Ejército de Salvación
le había proporcionado una amplia publicidad
gratuita. Agitando un cigarro de 1,50 dólar sobre
el vasto escritorio cubierto de contratos y
planillas de seguridad social, dijo que al mismo
tiempo estaba algo preocupado. —Me temo —dijo—
que atraiga a la clase de gente que no deseamos,
un público que puede venir en busca de cochinadas.
Saldrán desengañados. Después de todo, éste no es,
en realidad, un show picante.
Éxito
increíble Esas posibles equivocaciones no son
lo que preocupa al sereno aunque vivaz comandante,
un personaje calvo, retacón, que se mueve sin
cesar tras otro escritorio vasto y atiborrado, y
que expresó al cronista: "El éxito increíble de
nuestra publicidad demuestra que la juventud no
está corrompida. El movimiento de resistencia ha
avivado el celo de nuestra gente. No apuntamos a
"Hair" porque fuese el peor show de la ciudad,
sino porque se estaba representando en uno de
nuestros teatros principales. Nuestra acción no
estuvo encaminada a clausurarlo, sino a alertar al
público. Lo hemos logrado más allá de todo cuanto
esperaba". El comandante exhibe el ejemplar de
una revista extraída de un cajón, muestra su
portada y la vuelve a guardar. "Nuestro verdadero
blanco es esta escalada de la pornografía. He
recibido centenares de cartas de padres
angustiados ante el peligro de que sus hijos
caigan en un ambiente en donde todo es permitido."
El comandante Abadie pide que la ley sea
implacable con "Hair", obra a la que describe como
"una ola de profanación y obscenidad". —"No hay
censura —agrega— que prohíba un show que tira por
la borda 40.000 años de civilización para retornar
a las cavernas." Preguntado si la situación era
tan seria como para reclamar una acción ilegal,
tal como la que él había realizado, respondió con
firmeza: "Yo lo creo así". Los extremistas de
ambos bandos están de acuerdo en repudiarse.
Cuando las autoridades de las iglesias católica y
protestante y del Ejército de Salvación realizaron
una asamblea ecuménica en contra de la
pornografía, el pasado lunes, un grupo de jóvenes
infiltrados entonó canciones obscenas y slogans
del mismo tenor. Un hippie se quitó los pantalones
y un miembro del Ejército de Salvación empujó a un
rebelde fuera del escenario. Una banda de
católicos de izquierda lanzó gritos en favor de la
paz y la libertad y en contra de los buenos
modales. "¡Yo soy libre en Jesús! —respondió el
comandante Abadie—. No tengo que desnudarme para
ser libre." Imponiendo su voz por sobre el
tumulto, fue deletreando el título "Hair" del
siguiente modo: H por hipócrita, A por abominable,
I por impío, R por repugnante. Tuvo muy buena
taquilla el Saint Martín. Pero dejó sembrada la
semilla de la violencia. Cuando 150 soldados del
Ejército de Salvación marcaron el paso en la
matinée de otra función, llevando pancartas tales
como "Las publicaciones pornográficas a la
hoguera", alrededor de 30 jóvenes extremistas los
saludaron con gestos obscenos. Después los jóvenes
se abalanzaron hacia las puertas del teatro
creando un nuevo tumulto, exigiendo que el show
fuera gratis para todos. Hay una escena de
"Hair" en la cual dos supuestos policías proclaman
que el público queda bajo arresto por complicidad
con la pornografía. Esta vez el empresario llamó a
policías verdaderos, quienes expulsaron a los
intrusos. Pero el partido "hippie" se cobró
venganza. Cuando Abadie y sus huestes utilizaron
el Palais de la Mutualité para realizar un mitin
por la dignidad del hombre, con asistencia del
obispo auxiliar de París, monseñor Pezeril, y
algunos viejos ex diputados, irritados jóvenes
avanzaron hacia el foso, cantaron la hitleriana
"Horst Vessel Lied" e hicieron el saludo nazi.
Algunos oradores recibieron vasos de agua en la
cara y otros —simplemente— escupitajos. La batalla
de la pornografía recién ha comenzado.
PANORAMA. FEBRERO 10, 1970
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"Creo que todos deben expresar lo
que sienten dentro de sí" —manifestó
Combs—. Cuando subieron extendimos
nuestros brazos en torno de ellos y
nos pusimos a danzar. Algunos se
sumaron a la danza, hasta que otros
exclamaron: ¡Eh!, no hemos venido aquí
a bailar".
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