El último Film de Jayne Mansfield
Será un fantasma de
celuloide, una estremecedora aparición: Jayne
Mansfield, la vedette que reprodujo el trágico
destino de otras diosas de Hollywood al matarse en
un horrible accidente automovilístico el 29 de
junio pasado, vuelve a vivir gracias a la magia
del cine. "El Cuerpo", como se la llamó, quedó
decapitado en un camino a Nueva Orleáns. Su cabeza
de muñeca absurdamente agrandada y sonriente se
tronchó de un solo golpe: el del camión que
destripó al lujoso auto de la estrella,
destrozándola junto con su amante. Pero ahora, la
boca enorme vuelve a entreabrirse sensualmente en
"El mundo salvaje... salvaje... salvaje de Jayne
Mansfield", su film póstumo, estrenado en Mar del
Plata. La filmación quedó inconclusa a causa del
accidente, y las siete tomas finales debieron ser
cubiertas por una "doble": la actriz y modelo
sueca July Kastey. La película, rodada poco antes
de que el tremendo cono de sombra se abatiera
sobre Jayne, recorta además varios motivos de
asombro, invade un terreno colmado de enigmas y
suposiciones. Producida por Estudios "Pathe",
en eastmancolor y pantalla ancha, muestra por lo
pronto a una Jayne Mansfield insólita: se la ve
rodeada de sus hijos y de su ex marido Mike
Hargitay, aquel "Mister Universo" del que se
divorció en 1963. ¿Por qué ese retorno al pasado,
cuando estaba ya casada con el director teatral
Matt Cimber? El film descubre a "El Cuerpo" en sus
facetas humanas, sentimentales y más sinceras. Es
que Jayne quiso ser, antes que nada, una madre:
cuando su hijo Zoltan, de seis anos, sufrió
peligrosísimas heridas en un zoológico cerca de
Los Ángeles, ella se olvidó de su imagen
exuberante; no fue más la sexy que escandalizó a
Río de Janeiro y Venezuela, la dueña de un palacio
color carne en Beverly Hills y de una piscina en
forma de corazón: se dejó fotografiar despeinada y
sin maquillaje; por un tiempo hasta olvidó
teñirse: su "blonda" cabellera volvió a ser
trigueña. "El mundo salvaje... salvaje. .." es
descripto como un documental íntimo de Jayne
Mansfield; su acción trascurre en los Jugares más
caros a los sentimientos de la actriz: Nueva York,
Los Ángeles, Londres, París y Roma. Pero no se
detiene en los perfiles del paisaje; por el
contrario, el argumento relata, hechos e
incidentes de su vida, rescatando a una Jayne
sencilla y maternal. Cuando concluía la
filmación de "Mundo salvaje...", el propio Mickey
Hargitay formuló declaraciones que conmovieron a
todos los ámbitos: Jayne temía por su vida; la
película sería una suerte de testamento artístico,
una deuda a saldar con el mundo que hizo de ella
un exasperado símbolo de la femineidad. Quería que
la recordaran con afecto; ser una madre, antes que
una "diosa del sexo". Y Mike agregó: "Últimamente
Jayne se quejaba por su destino. No cesaba en sus
pronósticos lúgubres, en tristes augurios
confirmados luego por su muerte brutal." La
periodista Elsa Maxwell la definió alguna vez como
"una chiquilla asustada a la que le imponen
desayunarse con hombres". Una chiquilla que tuvo
su primer hijo a los dieciséis años y que a los
treinta y cuatro, poco antes de morir, fue acusada
por su hija —también de dieciséis años—: "Antes,
mi madre nos amaba. Pero Hollywood la trituró, no
es ya la misma." Con su último film, Jayne
Mansfield quiso desmentir el doloroso reproche.
Varios meses después de ser decapitada por la
tragedia de Nueva Orleans, sonríe sobre la
pantalla junto a sus hijos y a su esposo. Es, otra
vez, ella: sólo una madre. Pero —y éste es otro
secreto espectacular— Jayne tenía también una
personalidad "oculta" que contrariaba a la imagen
acuñada por las agencias publicitarias: una tarde,
un periodista de la revista "Esquire" llegó hasta
ella con la esperanza de obtener fotos y
declaraciones que alimentaran el mito. Pero, en
cambio, la encontró grabando... ¡un disco con las
mejores poesías de Lord Byron! En esa misma
oportunidad, la actriz se desahogó: "Yo no debería
quejarme; conquisté un éxito fulminante gracias a
mi belleza, me convertí en una reina del amor. Sin
embargo, todo este horrible equívoco trastornó mi
vida privada y destrozó mi felicidad. Y ahora debo
esconder mis aficiones literarias: Para una actriz
sexy, el cerebro siempre ha sido un órgano
molesto..." Su sueño íntimo era interpretar La
fierecilla domada, de Shakespeare. Leía
incansablemente al gran dramaturgo inglés; pero
esto también debía permanecer oculto, como un
hecho vergonzoso. Cuando se precipitó hacia la
muerte en una húmeda carretera de Estados Unidos,
Jayne Mansfield confirmó sus sombríos
presentimientos. Ahora, su último film la rescata
para la vida. Para una vida que la encarceló en el
éxito, en una lujosa y triste soledad. Revista
Siete Días Ilustrados 16.01.1968
Ir Arriba
|
Volver al índice
del sitio
A
siete meses de su trágica muerte, la
rutilante Jayne Mansfield agita a las
pantallas con su último film. Encarna
allí a la mujer que no pudo ser
sencilla, humana, maternal.
|
|