Había una vez una
negra que sólo tenía corazón y sonrisa. Bailaba y
cantaba todo el día para mantener a sus quince
hijos. Para verlos reír les compró un castillo y
un bosque, y lo sembró de poesía: juegos, flores,
un zoológico, una pileta y un teatro de títeres.
Todo lo que ganaba lo gastaba en juguetes y ropas
para sus hijos. Hasta que un día se acabó el
dinero, llegó el hambre y la mamá negra tuvo que
viajar 3 otras comarcas en busca de comida. Bailó
y cantó mejor que nunca, hasta agotarse. Así pudo
salvar a sus hijos, al castillo y al bosque. Este
cuento, sin embargo, no ha terminado.
A los 61 años,
Josefina Baker vive exclusivamente para ese reino
de amor y fantasía que fundó hace 14 años en
Milandes: 232 hectáreas en la Dordogna francesa,
un castillo medieval y mil millones de francos
viejos invertidos desde 1953 para mantener a 15
huerfanitos negros, blancos y amarillos, sus hijos
adoptivos. En los últimos meses el presupuesto se
fue agigantando. Los recursos se extinguieron y
hace pocas semanas Josefina tuvo que volar a
Londres para recaudar fondos. Sin embargo.
Josefina no se rendirá: "Nada ni nadie logrará
destruir mi única obra de arte", declaró a su
regreso de Inglaterra, rumbo a la "Ciudad del
Mundo", como bautizó a su villa dordognesa.
CHOCOLATE EN BROAOWAY
Tiene una vida de
leyenda que se inició en Saint Louis, Missouri, en
1906. Ambiente de plantaciones, algodón y tabaco.
Los recuerdos de su infancia son tenaces. "Éramos
vergonzosamente pobres. Papá nos había abandonado
y mamá tuvo que salir a trabajar. Nos moríamos de
hambre y frío". La pequeña Josefina se alimentaba
entonces con música. Eran los comienzos del jazz,
y el fraseo melancólico de las trompetas llegaba
hasta su cuarto helado, envuelto en algún blues o
en un frenético rag. A los diez años, ya está
sumergida en el delirio de las grandes bandas y el
"show boat": instala un teatro en el sótano de su
casa. Ella es al mismo tiempo directora,
escenógrafa, música y elenco. Muchachitos del
barrio negro sentados sobre viejos cajones son sus
primeros espectadores. Precio de la entrada: una
horquilla.
Dos años más tarde,
los cajones de cerveza se convierten en butacas:
un teatrillo de variedades la contrata para bailar
en una revista musical. Le pagan 9 dólares
semanales, "aunque siempre me regateaban dos
semanas". A los 16 años asume dos grandes
decisiones: se hace cortar el cabello, "lo más
duro que tenia en la cabeza", y abandona su
familia. Filadelfia será su primera escala. En el
Standard Teatro le prometen 10 dólares por semana.
Como en Saint Louis, rara vez le pagan. Había
gastado todo su dinero en el boleto ferroviario y
pensaba en un tapado abrigado como cosa
inaccesible. Tres días sin comer, durmiendo sobre
el banco de una plaza, en invierno. La rescató el
empresario de un Music Hall de Brooklyn para una
tournée por todo el país. Diez meses de gira y la
troupe retorna a Nueva York. Montan de inmediato
"Shuffle Along". una comedia musical que
permanecerá dos años en cartel (1923/24). Luego
vendrá el inolvidable "Chocolate Dandies", en
pleno Broadway. El sueldo de Josefina trepa,
vertiginoso: 125 dólares a la semana.
HEROE DE LA
RESISTENCIA
15 de setiembre de
1925. A bordo del "Berengania", paquebote de
lujo, una joven negra
de 19 años se tambalea de vértigo. El barco deja
Nueva York y se interna en un mar empurpurado por
el crepúsculo. Es su adiós a América. En Europa
deberá partir de la nada.
Cherburgo, París.
Primera impresión de la capital francesa: casas
grises, pequeñas, y tacos femeninos
desmesuradamente altos: "Era el hazmerreír de todo
el mundo —recuerda Josefina—. Me paseaba con un
vestido a cuadros con bolsillos, sostenido por dos
breteles y por encima una blusa también a cuadros,
medias cortas amarillas y zapatos sin tacos".
La revista negra
sacudió el teatro de los Campos Elíseos con el
estruendo de sus cobres y sus banjos. Todo París
bailaba el charleston importado por una muchacha
morena, casi desnuda, con un cinturón de plumas.
Su cachet sube a 1.000 dólares mensuales. Es el
delirio. Hombres y mujeres la idolatran y se
peinan como ella: pelo corto, a la brillantina. Es
la reina del Folies Bergére. Hasta los exigentes
críticos franceses sucumben: "No es una mujer,
tampoco una bailarina: ella es la música". Un
diario influyente la veía como "un saxofón en
movimiento: los sonidos de la orquesta parecen
brotar de su cuerpo de ébano". En adelante, "Venus
de ébano" sería su mote consagratorio. Toda Europa
la reclama. Entre 1928 y 1930 recorre 25 países:
será Giuseppina para los italianos: Kosefina para
los polacos; Bakerova para los rusos. En Estocolmo
la bautizan "El ángel de la raza negra".
Simultáneamente, la iglesia organiza
manifestaciones contra el "Demonio negro": la
herética que encarna a la lujuria. Josefina no
comprende: "Siempre he bailado sin pensar en el
bien ni en el mal. Sólo he pensado en mi danza,
leal, pura y libre"
Pronto llegará al
cine. Los productores olfatearon su veta y
comenzaron a imaginar libretos a su medida: Folies
du jour. La sirena del trópico, Zou-Zou, con Jean
Gabin, La princesa Tam-Tam. Sus películas son
ovacionadas en todo el mundo.
Una mañana de
setiembre de 1939 las sirenas anuncian la guerra.
Josefina quiere pagar su deuda con Francia:
convierte su casa de Rué Vesinet en alojamiento
para los refugiados y se alista como voluntaria en
el Servicio de Informaciones francés. Organiza
giras para animar a las tropas. Hace
contraespionaje mientras baila. Actúa en todos los
frentes. Su gesto le valdrá una medalla y la
Legión de Honor.
Vuelta a la vida
civil, se casa con Jo Bouillón, su director de
orquesta. Juntos, vuelven a recorrer el mundo. En
1953 regresan a Tokio con dos niños abandonados,
huérfanos de la guerra: un coreano y un japonés.
Es el comienzo de una nueva vocación, de su
cruzada de amor y poesía. Invierte una fortuna en
adquirir todas las propiedades anexas a su
castillo de Milandes y las convierte en paraíso
infantil. Contrata maestros, cocineras, mucamas.
pedagogos, médicos. Un ejército de paz para una
obra quijotesca, inédita. Cada tournée significará
nuevos pensionados para Milandes, la "Ciudad del
Mundo". Pronto llegarán a quince. Pronto, también,
las finanzas de Milandes entrarán en crisis.
Josefina Baker multiplicará su resistencia. Con su
sonrisa blanca, su música llena de ritmo, sus
caderas aún crepitantes. Josefina Baker seguirá
lanzando sus piernas y brazos de alambre sobre las
cabezas de su público. Como lo viene haciendo
desde hace 40 años. Aunque sepa que sus energías
se agotarán algún día. No le importa. Está
dispuesta a morir por su cuento de hadas.
Revista Siete Días
Ilustrados
15.08.1967
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