Bardem
Siete intentos por desnudar a España
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En 1955, el crítico francés Jacques Doniol - Valcroze —generalmente tan mesurado— escribió: "Bardem, solo, es todo el cine español." No parecía una definición exagerada para quien, ese año, había mostrado al público 'Muerte de un ciclista', obra que prometía un consistente porvenir. Han pasado ocho años, el cine español que Bardem y otros levantaron aún no llegó a una cúspide trascendente y el realizador de 'Muerte de un ciclista' ha visto apagarse el resplandor que en cierto momento se encendió al paso de sus films en Europa y América. Hoy, Doniol - Valcroze y otros críticos qué lo ensalzaron abominan de él.
Hace un mes su película 'Los inocentes', rodada en la Argentina en 1962, recibió el primer premio del Instituto Nacional de Cinematografía. Cuando se estrene, en las próximas semanas, habrá llegado el momento de ajustar el balance de lo que Juan Antonio Bardem, de 41 años, es en realidad: ¿un inspirado artesano o un creador? A esta altura de su vida y con nueve films detrás, debería ya estar fuera de la etapa de la búsqueda.
Los inocentes constituye un regreso a la esfera de Muerte de un ciclista: la burguesía atemorizada por un escándalo social. Sólo parecen haber cambiado las líneas argumentales y el país. Por lo tanto, en cierto modo parece haberse interrumpido el fresco de la sociedad española contemporánea que Bardem venía intentando, con fuertes oscilaciones, desde que dirigió en 1954 su primer film.
Hasta entonces había sido el hijo de dos cómicos de segunda fila, con dos años de infancia en América, alguna esporádica salida a escena y la ambición paterna de sustraerlo del monótono mundo del teatro. No lo lograron del todo: en tiempos de la guerra civil, Bardem hizo una experiencia como" "regisseur" y apuntador de un conjunto experimental creado para representar en los hospitales y los pueblos. Sin embargo, en 1943 ingresó en la carrera de ingeniero agrónomo y se recibió en 1948. En ese lustro se había operado un cambio de vocación; su escenario: el departamento de cine del Ministerio de Agricultura.
No fue fácil sentarse al lado de la cámara: Bardem escribió sobre el cine, para el cine, apiló guiones rechazados, vivió dando clases de matemáticas, retornó a su profesión. En 1952, un libreto suyo y de Berlanga, que realizó este último, Bienvenido, míster Marshall, empezó a decir en el extranjero que una corriente de renovación se ponía en marcha detrás de los Pirineos. Por fin, en 1954, Bardem dirigió Cómicos, una mirada intimista a los ambientes teatrales por los que galoparon su niñez y adolescencia.

España en el corazón
Cómicos fue un film balbuciente, golpeado —como buena parte de la obra de Bardem— por influencias apenas calladas; Antonioni, Bergman y Fellini estaban presentes en el arsenal del joven realizador. Estaba presente, también, un sorprendente oficio técnico que marcaría todas sus producciones posteriores. Desde entonces, Bardem buscará un reflejo no conformista de su España, a la que treinta años de cine habían deformado y olvidado.
Felices Pascuas (1954) intentó poner en términos de comedia la vida de la clase media madrileña y fracasó parcialmente. El triunfo sobrevendría poco después, cuando en el festival de Cannes de 1955 se concedió a Bardem uno de los premios más codiciados: el de la crítica internacional, por Muerte de un ciclista. En su falta de prejuicios, su rigurosa necesidad testimonial, esta película sobresaltó a los espectadores. Es, tal vez, el aporte más positivo de Bardem, aunque las influencias seguían atenaceándolo. Una anécdota: en Buenos Aires se estrenó Crónica de un amor (1950, primer film de Antonioni) después de Muerte. ..; un comentarista la menospreció, entre otras causas, porque veía en ella una copia de la película de Bardem. Obviamente, era al revés.
El fresco continuó en 1956 con 'Calle mayor', aguda visión de la vida en provincias, apoyada en el retrato estupendo de una mujer desvaída y melancólica que Betsy Blair interpretaba con maestría. En 1957, con La venganza, Bardem enfocó el problema de los trabajadores rurales, de los segadores "golondrinas"; pero se perdió en una anécdota demasiado romanesca.
Ya para entonces había lanzado su anatema contra el cine español: "Industrialmente raquítico-, estéticamente nulo; socialmente falso." Luego pasaría once días preso, aún no se sabe bien por qué. Como el trasfondo de sus películas, Barden es un polemista, un enemigo de la censura y los tapujos. Por eso extrañó que eligiera, para su film siguiente, temas de Valle Inclán. Sonatas (1959) tal vez no fue un escapismo, sino una manera de disfrazar, con los ropajes y costumbres de otra época, una realidad todavía vigente. El ciclo español se cierra, en 1960, con A las 5 de la tarde, extensa conversación sobre la dura trastienda del toreo, sobre el revés de su brillo y su fiesta. El tono crítico se mantenía, pero el resultado no satisfizo demasiado. Bardem aún estaba lejos de la obra perfecta.
Ocho películas en ocho años y una búsqueda no conformista mantienen el nombre de Bardem en la lenta y difícil renovación del cine español. Su venida a la Argentina para hacer Los inocentes indica, de paso, que esa renovación cuesta mucho: España está dedicada, ahora, a cobijar superproducciones (El Cid, Rey de Reyes, 55 días en Pekín); sólo cuando se distrae, Luis Buñuel enciende allí la mecha de su violencia y Ferrari filma El cochecito. Ocurre que no se distrae a menudo.
Revista Primera Plana
04.06.1963

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Ya para entonces había lanzado su anatema contra el cine español: "Industrialmente raquítico-, estéticamente nulo; socialmente falso." Luego pasaría once días preso, aún no se sabe bien por qué.
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