Judy Garland Nacer, como morir, no es cosa que
se haga de una sola vez
La gorda Baby Gumm se
alise el vestidito celeste, sólo un suave
movimiento de sus dedos rechonchos y sin uñas, y
después, alzando hacia atrás y adelante las
piernas arqueadas, se puso a cantar Dinah con una
voz estridente, ronca y frenética. Afuera, en
la marquesina del Oriental Theatre (Chicago), los
letreristas habían escrito mal su nombre, Francés
Glum y no Gumm, habían transformado su apellido de
chicle (gum) en algo que quería decir malhumor o
melancolía. Esa noche, 24 de diciembre de 1930,
Baby exigió al empresario, George Jessel, que la
llamara de otra manera, quizá Dinah, como la
canción de Harry Akst, o Judy, como su
fox-terrier. Jessel tiró al aire una moneda de 10
y salió cara, Judy. Luego abrió el New York Post
en la página teatral y subrayó con un lápiz rojo
el apellido del crítico Robert Garland. De esa
manera, la gorda Baby nació de nuevo. 8 años
después de haber abierto los ojos en Grand Rapids,
Minnesota, un 10 de junio soleado y tórrido.
Pero nacer, como morir, no es algo que se haga en
una sola vez o en dos: desde aquella víspera de
Navidad, Baby Garland se fue asfixiando de gloria
y de dinero, engordando y cantando y alegrándose
junto a Mickey Rooney o a Clark Gable, ansiosa de
tener todo y de saber todo, hurry-up, hurry-up,
como si quisiera quemarse de un golpe. Quizá
sin advertirlo, se casó también tres veces, y fue
madre otras tres, en medio de tormentas histéricas
e intoxicaciones de morfina. Llegó adonde no
pensaba, a tajearse el cuello con una hojita de
afeitar, en 1948; a trompearse febrilmente con dos
borrachos, en un sucio bar de Los Ángeles; a
entonar un mea culpa ante el cadáver de su madre
(enero de 1953), después de haberla insultado
públicamente. El hospital, el hospicio, las drogas
y el hospital nuevamente. La gorda Baby del
Oriental Theatre ya estaba carcomida por dentro a
los 30 años, suicida o histérica, sin otra pasión
que la del llanto o la muerte. Pero nadie nace
o muere de una sola vez. El 10 de agosto de 1961,
Judy Garland salió al escenario del Palladium, en
Londres, y cantó Please Do It Again, de Gershwin.
Era como otro ser, y no sólo por la voz, la voz
que ahora resonaba sinuosa, tierna e implorante,
sino también por esa mirada grave y oscura, en la
que podía leerse su largo descenso a los
infiernos. Cuando Judy calló, la sala empezó a
sacudirse en un estallido de aplausos.
Todos a cantar Baby quería que nevase cuando
ella nació, pero era verano, y "el sol parecía un
globo de calor sobre Gran Rapids". No pudo conocer
nunca su propio pueblo porque, en 1925, su padre,
Frank Gumm —un bailarín— y su madre, Ethel Milne
—una pianista— se marcharon a Lancaster.
California, y compraron un pequeño teatro. La
misma Baby ha contado que cantó allí por primera
vez, junto a sus hermanos Suzanne y Jimmy, a razón
de medio dólar por noche, no una sino cuatro veces
a la semana, con una resistencia de la que sólo
ella era capaz. Baby iba a la escuela un día sí
y otro no; prefería ponerse a cantar frente al
espejo durante las mañanas, o correr hasta la
tienda de Gus Edwards. en Chicago, para comprar un
halado de frambuesa. Los fines de semana eran "los
más terriblemente deliciosos en aquellos años". La
gorda Baby. enfundada en su vestidito celeste,
daba entonces funciones benéficas con Suzanne o
Jimmy, dólar y medio para la iglesia presbiteriana
de su barrio y un dólar más para la magra caja que
administraba mamá Ethel. Hasta que un verano,
en 1934, "un agente calvo de la Metro Goldwyn
Mayer me descubrió durante un viaje de recreo al
lago Tahoe, y terminó por arrastrarme a
Hollywood". Durante 1935 y 1936 la vida de Judy
está a oscuras. Iba a la escuela de la MGM por las
tardes, junto a Betty Jaynes y Lana Turner. sin
aprender mucho o poco: todo lo que hacía era
festejar los chistes de Mickey Rooney, o recibir
ardorosas cartas de Clark Gable, rosados papelitos
en los que ella leía: "Judy, eres mi actriz
predilecta". Algunos periodistas de Los
Ángeles
insinuaron después que la Metro retuvo fuertes
sumas en los contratos que Judy firmó desde 1937,
como "pago por el aprendizaje" recibido en esa
escuela. Nadie desmintió jamás la inculpación.
El primer film de Baby es una mediocre comedia
filmada en 1936 por Félix F. Feist. Se llamaba
Concierto al aire libre (Every Sunday Afternoon),
e incluía largos fragmentos de música popular
cantados por Judy y trozos de ópera italiana
entonados por Deanna Durbin. La fama cayó como un
relámpago sobre ella a partir de entonces: su voz
volvió a oírse en Pigskin Parade (1936, de David
Butler), Melodías de Broadway (1938, dirigida por
Roy del Ruth) y Los hombres no lloran
(Thoroughbreds Don't Cry, 1938, de Alfred Green).
Ese mismo año, Judy asoma como una nueva Mary
Pickford en Andy Hardy se enamora (Love Finds Andy
Hardy, de George B. Seitz); simultáneamente, la
MGM trata de exhibirla como arquetipo de la
felicidad americana en El mago de Oz (The Wizard
of Oz, 1939, de Victor Fleming). A esa altura
percibe unos cien mil dólares por film. Es mucho
dinero, más del que ella podría contar: impelida
por la abundancia, su madre alquila, en Los
Ángeles, una casa de 21 habitaciones, y hace
construir en el parque trasero una pileta
olímpica. Pero toda esa euforia es falsa, falsa
al menos para la explosiva Judy de 19 años, que
aún se roe las uñas y ruega a sus fanáticos que la
dejen en paz. Lo que quiere es independizarse, ser
de una buena vez ella misma. Tal vez por eso se
casa con el músico David Rose, "no porque lo
quisiera o lo dejase de querer, sino porque él
significaba un adiós a mi madre tiránica y a mi
infancia triste". El matrimonio duró 4 años, y
durante ellos Judy ascendió al tope de las
money-makers. Siguió prosperando como la dulzona
novia americana que siempre había detestado en
otros 4 films de la serie Andy Hardy, pero, a la
vez, encontró su potente estilo de cantante en
esas dos grandes obras de Bubsy Berkeley que
fueron Sabes on Broadway (1943, con Mickey
Rooney) y Mi chica y yo (For Me and My Gal, con
Gene Kelly). El verdadero triunfo llegó,
finalmente, en 1944, cuando Vincente Minelli
logró transformarla en una adolescente fragante y
briosa, la Esther Smith de Meet Me in St. Louis.
Toda la historia de la comedia musical está
impregnada de la pasión y la gracia con que Judy
Cantó allí Boy Next Door y Have Yourself A Merry
Little Christmas. La estrella Garland nació en ese
momento. Durante 7 años estuvo casada con
Minelli, 7 años tempestuosos que sirvieron —ha
dicho el realizador— "para que ella arruinase su
carrera y la mía". Después de filmar El reloj (The
Clock, 1945, de Minelli), El pirata (The Pirats,
1948, Minelli) y Easter Parade (1948, Charles
Walters), o quizá mientras las filmaba, Judy se
sumergió en el whisky y en las drogas, se atestó
de cremas y barras de chocolate, engordó 6 kilos y
terminó en el hospital de Los Ángeles, con un tajo
en el cuello, "un tajo que hubiera sido más
profundo y definitivo si no me hubiera faltado
valor". Solo 4 años de victoria antes de la
ruina, 4 largos años de locura vital antes de
enterrarse en los hospicios, en el alcohol y en el
letargo. A principios de 1950, Charles Walters la
arrancó de la catástrofe al incluirla en el
reparto de Summer Stock: allí Judy encarnaba a una
granjera empecinada en ser una estrella del canto,
y su voz se dejaba oír relajada, triste, casi
irónica cuando entonaba, con Gene Kelly, You
Wonderful You. ¿Pero para qué? La Baby Gumm del
vestidito celeste sólo quería ahora descender a
los infiernos, caer una vez y otra en los
hospitales, y levantarse apenas tres veces al año,
tres veces con una galera de felpa y un abrigo
floreado, para cantar en algún club de Las Vegas o
tomar un par de copas con su amigo Sinatra. Fue
quizá un día de esos cuando conoció al piloto Sid
Luft y se casó con él. Los viejos fanáticos de
Judy pensaron que estaba sana y salva en manos de
este hombre que le dio dos hijos y la liberó de
las drogas. Pero Judy recayó en el suicidio y en
el hospicio, se levantó y cayó de nuevo. La
sombra del triunfo alcanzó a rozarla una vez más,
en 1954, cuando George Cukor la eligió como
protagonista de su film Nace una estrella (A Star
is Born): el personaje de Judy se llamaba
nuevamente Esther, Esther Blodget: era el de una
muchacha que llega a Los Ángeles para cantar y
alcanzar la gloria. La voz de Judy se elevó en esa
obra hasta una altura que nadie en USA había
tocado dentro del género popular: resonaba intensa
y radiante en The Man That Got Away, o amorosa y
vivaz en Gotta Have Me Go With You. Pero eso no
era todo: Nace una estrella descubrió a Judy como
la más grande trágica del cine americano, como el
más sutil y fuerte talento interpretativo que
Hollywood conocía.
Renacer una vez más
Durante 5 años, la destruida Francés Gumm creció
dentro de sí misma, aprendió a prescindir de
hospitales y whiskies, y empezó nuevamente, como
si hubiera vuelto a ponerse el vestido celeste del
Oriental Theatre. Una vez al año, o quizá dos,
cantaba en Las Vegas o en el Dominion de Londres:
los críticos ingleses suelen recordar que su voz
iba envolviéndose en cada ocasión de un nuevo
magnetismo, apoderándose del público "hasta
retorcerlo en un escalofrío". A fines del 60,
Stanley Kramer la introdujo en el reparto de
Juicio en Nuremberg (Judgment at Nuremberg) y sacó
al aire todo su inmenso talento trágico; en el 62,
John Cassavetes la desperdició imperdonablemente
en Un niño espera (A Child is Waiting); ahora,
Ronald Neame ha procurado contar algo de su
historia, de su triunfo en el Palladium, de sus
sumersiones en el whisky y en la tristeza. La obra
se llama I Could Go On Singinq (Amarga es la
gloria), y toda la crítica británica ha estallado
en vítores para Judy. Es como si la pequeña y
triste Baby Gumm hubiera soplado sobre sus propias
cenizas y hubiese engendrado en ellas un cuerpo
nuevo. Nacer no es algo que se haga de una sola
vez, y Judy lo sabe más que nadie. Fero, Fénix o
no, su victoria consiste en haber renacido con
grandeza. 23 de julio de 1963 PRIMERA PLANA
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