Lin Piao: El insurrecto errante
 

El 28 de julio la República Popular China reconoció, por primera vez en un año demasiado largo, que el brillante estratego y militar que fue el mariscal Lin Piao murió en un accidente, sobrevolando Mongolia. El vuelo no era más que un desesperado intento de alcanzar la URSS y conseguir el asilo político. Huía bajo la acusación de complotar contra el régimen y, en especial, de querer asesinar al presidente Mao Tse-tung. Lo sucede, en el Ministerio de Defensa, el ex mariscal Yeh Chiem-ying.
Este anciano militar de 71 años, miembro de la vieja guardia revolucionaria, parece representar de algún modo la contraparte del mariscal Lin. Sus métodos lo acercan más a la "diplomacia de ping-pong", necesaria en la etapa actual que vive China. Yeh Chiem-ying es jovial, sólido, seguro en sus afirmaciones. Amante del teatro y la buena mesa, prefiere el orden ante todo. Desde hace medio siglo este veterano juega un respetable segundo papel en la historia de China. Su breve y última aparición en público, tal vez quiera convencer al mundo de que la tragedia ha terminado. Por ahora.
El ex mariscal (los grados están abolidos desde los tiempos de la Revolución Cultural) es el flamante jefe del Ejército Popular de Liberación. El cargo quedó vacante luego de la deserción de Lin Piao. Con la desaparición de éste, también quedarán vacíos los puestos claves logrados en el Ejército durante las agitadas jornadas que protagonizaron los Guardias Rojos. Lo que sería imposible de imaginar, es que los cuadros militares lancen su anatema o el descrédito sobre el extinto.
Según los observadores occidentales, Lin Piao fue sólo un chivo emisario. Confirmar ahora oficialmente su muerte, atribuyéndola a la caída del avión a bordo del cual era el único gran dignatario (viajaba con su mujer y su hijo), es descargar en las estepas de Mongolia los pecados desercionistas y una visible advertencia. El escueto discurso que pronunció Yeh Chiem-ying, con su acento del Sur, en el banquete festejando el aniversario del Ejército Rojo, desde la misma tribuna en la que antes hablaba Lin Piao, confirmó de un solo golpe tres puntos con los cuales Chu En-lai necesita contar: Occidente, el Partido y el Ejército.
Con respecto al Occidente, no es de temer una rebelión relámpago del viejo mariscal: justamente, uno de los reproches que se le hacen a Lin. Esta política de apertura, obra de Chu y Mao, empuja a Yeh Chiem-ying a darse la mano con el diablo; es decir, por orden del presidente Mao, negoció con Chiang Kai-shek durante la guerra civil; en julio de 1971 acogió a Henry Kissinger en Pekín. En febrero, guió a Richard Nixon a través de la Ciudad Prohibida. En los hechos, el antiguo mariscal ha sido siempre un fiel seguidor de Chu En-lai, lo que aparentemente no le ocasiona grandes resistencias.
Su voz proclama, con más fuerza y seguridad que la empleada por Lin Piao, que es el Partido el que "manda al fusil": desde la desaparición de Lin, que había conseguido dominar los dos tercios de China con los militares, se ve cada vez menos a los miembros del Ejército en las fábricas y las oficinas.
Es un eclipse inquietante. Como paradoja, Yeh reafirma la fuerza del Ejército: Lin Piao no obtuvo tal cohesión. El nuevo ministro de Defensa es uno de los fundadores de la institución militar, uno de sus héroes, que supo imponer a sus generales la disciplina necesaria para que éstos dieran final a la segunda fase de la Revolución Cultural, una verdadera hazaña en alguien que exigía más armas y poder para el Ejército y, sin embargo, guardaba fidelidad total al Partido.
Un auspicioso retorno de generales irrumpió en el banquete del 31 de julio. La generosa docena de militares reaparecidos contaba en sus filas a Chen Tsai-tao, antiguo comandante en jefe de China central quien, reaccionando frente a los Guardias Rojos, arrestó en 1971 a los emisarios de Mao. Otros generales provocaron asombros: el ex jefe del Estado Mayor y los comandantes de aviación, que habían sido calificados como cómplices del complot de Lin Piao. Pero, visiblemente, éstos no están muertos, han dicho sus colegas: "Han podido autocriticarse tranquilamente, aquí mismo, en Pekín".
El banquete conmemorativo que ofreció Yeh, destinado a aplacar rumores, arrastra indudables compromisos. Sin embargo, es la unidad recobrada que Chu En-lai anhelaba mostrar: es la primera vez que se pueden ver tantos militares y hombres de Partido juntos, la primera vez después de un año que la prensa publica un texto nacido en la cumbre, que precisa prolijamente las relaciones entre Partido y Ejército, como si en la cumbre ya no existieran más divergencias. Como si las querellas se hubieran extinguido con Lin Piao.
"Porque él estaba casi solo en el avión —dice la versión oficial—, con su mujer y su hijo..." No hay más rival. Tal vez un hecho demasiado solitario para que se pueda saber, realmente, lo que aconteció. Los rusos afirman que ninguno de los pasajeros pasaba de los 45 años. Lin tenía 65. En enero de este año, Formosa dijo que Lin, en noviembre del 71, estaba aún detenido en Pekín, es decir, vivo.

VERTICALISMOS. Los análisis ideológicos efectuados en los últimos meses por Chu En Lai, además de los artículos doctrinarios aparecidos en la revista Remin Ribao (Bandera Roja), permiten un primer balance de los varios motivos que desembocaron en uno de los procesos más apasionantes de la historia contemporánea y, singularmente, del socialismo.
La caída y posterior desaparición de Lin Piao se inscribe como el último capítulo de la etapa iniciada con ese agitar de banderas escatológicas denominada Revolución Cultural, etapa que recibe un nuevo ropaje en los manipuleos de la diplomacia de ping-pong. En tan vasto margen, donde se mueven gigantescas fuerzas, China decidió su particular destino. De acuerdo a las interpretaciones que remiten los fenómenos históricos a casos de conciencia, la lucha entre Lin Piao y Mao Tse-tung sería la rivalidad suscitada por la voluntad de poder, un mero enfrentamiento entre cuadros dirigentes moviéndose con el típico engranaje político de las repúblicas bananeras.
Una parte de responsabilidad en esta visión apresurada la tienen las propias autoridades chinas, por el silencio que aisló el episodio de toda posible interpretación. Aparentemente; ya que si es difícil calificar la muerte de Lin Piao como de purga stalinista, un riesgo mayor es pensar que se trata de un fenómeno que escapa al análisis del método marxista, es decir, que todo sería el caótico desenlace de una noche de gatos pardos.
Para ubicar los personajes de esta tragedia es imprescindible reconstruir los hechos hasta donde éstos se pudieron codificar en Occidente. En 1959, el general Peng Teh-huai, ministro de Defensa, lanzó una grave requisitoria contra el gran salto hacia adelante, ideado para aumentar la producción industrial, que culminó en años de subconsumo.
El golpe iba dirigido nítidamente contra la conducción de Mao y el aparato superior del Partido, es decir, contra el llamado verticalismo partidario, que respondió rápidamente acusando a los críticos de desviacionismo prosoviético. fisto fue el punto de partida para la reorganización del partido. El general Peng Teh-huai fue liquidado pero el presidente Mao surgió algo debilitado de la puja, y debió ceder la jefatura del Estado a Liu Shiao-chi, cabeza visible de lo que se llamó el nuevo mandarinato de técnicos.
Cuando Peng Teh-huai fue destituido de su cargo de ministro de Defensa, en 1959, el comando de las Fuerzas Armadas chinas pasó a Lin Piao, que se había incorporado al entonces recientemente formado Partido Comunista chino, después de graduarse en la célebre Academia Militar de Wham-poa, a los 18 años de edad, y llegando a coronel del Kuomintang antes de cumplir los 20. Como líder de la Larga Marcha, Lin organizó la Universidad del Ejército Rojo Antijaponés del Noroeste, en Yenan, que atrajo a muchos estudiantes de las ciudades de la costa a la causa revolucionaria. Fue la Gran Marcha de 25 mil li (12 mil 500 kilómetros), la que quizá influyó sobre Lin Piao para que éste creyera que el Partido podía ser amonestado por el fusil. El enorme esfuerzo que significó la movilización del pueblo tras el objetivo de la liberación, era un buen acicate para que Lin arriesgara la teoría de que las ideas nacen de la acción (y nó que idea y acción jamás pueden estar separadas), tocándole al Partido la misión rectora de la acción que encarna el Ejército.

EJERCITO Y PARTIDO. Porque los análisis más socorridos sobre estos episodios tienden a considerar que la muerte de Lin Piao fue la resultante de la lucha entre el Ejército y el Partido. En realidad, la lucha fue entre revolución y contrarrevolución, y tanto el Partido como el Ejército se dividieron en dos trincheras bien definidas.
A lo largo de la revolución cultural, el ejército liderado por Lin Piao tomó una posición de vanguardia junto a la conducción política del general Chen Po-ta y los hombres que integrarían el movimiento de vanguardia revolucionaria 13 de Mayo. A fines del 69, se produjo un hecho que parece haber sido el preludio de la ruptura de esta alianza: Lin fue designado oficialmente sucesor de Mao Tse-tung, estableciéndose una modificación en el texto del artículo 11 de la Constitución. Se había introducido el principio de la sucesión electiva y hereditaria de la jefatura del Ejecutivo y el Partido, como señalaron ciertos críticos de izquierda europeos. Sin embargo, la nueva carta no fue jamás aprobada por el congreso partidario.
En los hechos, Lin Piao había ganado definitivamente la partida, aliándose aparentemente con Mao y Chu En-lai. El ministro de Defensa y jefe del Ejército consideró que había llegado el momento de desprenderse de los inquietantes generales que colaboraron con él en el acceso al poder. Esta acción determinó la caída de Chen Po-ta.
Pero el militarismo de Lin no le permitió admitir que el Ejército, pese a su fuerza, estaba penetrado hondamente por la ideología. La única forma de oponer resistencia a la tradicional superioridad del aparato partidario sobre el Ejército era sellar una sólida alianza con las vanguardias revolucionarias. Paradójicamente, Lin Piao disuelve el movimiento 13 de Mayo, es
decir, una virtual sentencia anticipada. Que se cumple cuando, nuevamente, el Partido comanda al fusil el día en que Lin muere con su familia sobre Mongolia.
Un combate entre las bases y un verticalismo de corte stalinista, como lo llaman ciertos sinólogos, sería la desaparición de Lin. Y esto no se da como el fruto subjetivo de conciencias mal impostadas ante la historia. Tanto en la URSS como en China, el estilo monolítico del poder acaso responde a las necesidades de pueblos que deben efectuar una rápida acumulación de capital para asegurar su desarrollo y defenderse. La muerte de Lin Piao sería un matiz en tan complicado engranaje.

Revista Panorama
10.08.1972

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Nuestro principio es: el Partido manda al fusil, y jamás permitiremos que el fusil mande al Partido. Mao Tse-tung, "Problemas de la guerra y de la estrategia".

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