La repentina noticia
del asesinato del presidente Kennedy puso a dura
prueba al periodismo de todo el mundo. Nadie
estaba prevenido para un hecho de esta naturaleza,
y no faltaron hesitaciones sobre la manera en que
debía tratarse.
En distintas capitales
comienza recién ahora a analizarse la forma en que
actuó el periodismo. Y en todos los casos aparecen
aspectos desconocidos de la función de informar, o
graciosos, o contradictorios o, incluso,
dramáticos.
La primera reacción de
la prensa de los Estados Unidos fue la de creer en
las afirmaciones de la policía de Dallas sobre la
identidad del asesino. Esta seguridad se fue
diluyendo posteriormente, hasta que los diarios
más importantes de Washington y de Nueva York
comenzaron a formular preguntas candentes a las
autoridades. La primera reacción de la prensa
europea fue totalmente opuesta: no creyó en la
policía de Dallas, dando a entender más bien que
era posible que el crimen fuera el resultado de
una conspiración política.
Algo similar ocurrió
con las agencias internacionales de noticias. Las
dos grandes agencias norteamericanas, Associated
Press (AP) y United Press International (UPI)
siguieron paso por paso la información oficial que
emanaba de Dallas, tratando de quitar toda
referencia a la situación política interna de los
Estados Unidos. Tuvieron las dos, eso sí, el gran
mérito de una masiva e inmediata cobertura
informativa. Además, la UPI descolló en sus
servicios fotográficos. Por su parte, la más
importante competidora de las dos, la Agence
France Presse (AFP), que reaccionó más lentamente
en los primeros momentos, envió un corresponsal
especial a Dallas que hizo caso omiso de la
información oficial y pudo distribuir desde los
Estados Unidos las noticias más importantes sobre
el tema, resultado de su propia investigación.
Fueron surgiendo así las más importantes
contradicciones en que había incurrido la policía
de Dallas.
En Buenos Aires, la
noticia del asesinato de Kennedy llegó hacia las
15 horas y encontró a los dos más importantes
vespertinos con sus ediciones en máquina: La Razón
y El Siglo. Ambos pararon las máquinas — cosa
realmente excepcional— y lanzaron nuevas
ediciones. Esa fatídica tarde del viernes 22 de
noviembre se agotaron todos los diarios. Al día
siguiente, todos los matutinos de Buenos Aires
elevaron sustancialmente sus tiradas, casi en un
30 %, y también se agotaron.
En los dos primeros
días, cada diario se ajustó a las informaciones
que suministraban sus agencias noticiosas. Pero
pasados esos dos días, La Nación, cuya base es
siempre la AP, comenzó a hacer prevalecer en sus
páginas las informaciones de la Agence France
Presse, preferida por los lectores a la
información "lavada" (un tecnicismo periodístico)
que suministraban las empresas norteamericanas. La
opinión pública, en general, creyó desde el primer
momento que se había cometido un crimen político
inspirado por los grupos totalitarios de derecha,
y ese mismo sentido —si bien no lo afirmaba
expresamente— tenía la información de la AFP.
Ahora bien: donde
ocurrieron los hechos más curiosos fue en el campo
de las radiofotos. Se trata de un servicio muy
costoso, con el cual cuentan regularmente sólo dos
diarios: La Prensa, que las recibe de UPI, y La
Nación, que las recibe de AP. Pero a partir del
momento de la muerte de Kennedy, todos los diarios
solicitaron urgentemente radiofotos a cualquier
precio. La AFP intentó un servicio de emergencia,
recibido defectuosamente a través de Transradio
International, pero no logró satisfacer la gran
demanda. Las radiofotos fueron publicadas por
Clarín y El Mundo. Por su parte, los servicios de
UPI y AP son exclusivos, en cuanto a matutinos se
refiere, para La Prensa y La Nación
respectivamente.
Los diarios de la
tarde recurrieron al expediente de recortar las
radiofotos que eran publicadas en esos dos
matutinos, retocarlas un poco, y volver a
publicarlas. A raíz de que varias de esas
radiofotos tomadas de La Nación aparecieron en La
Razón, hubo una protesta del matutino dirigido por
Mitre a la AP, y ésta presentó, entonces, una
factura a la dirección de La Razón para intentar
cobrar el servicio. Algo mucho más curioso ocurrió
con UPI: una foto transmitida por esta agencia a
La Prensa (el asesinato de Oswald) apareció
sorpresivamente, el mismo día, en las páginas de
Clarín. Nadie logró explicar el misterio, y a
pedido de La Prensa, la UPI está realizando una
investigación.
Únicamente tres
diarios argentinos mantienen corresponsales en los
Estados Unidos: La Prensa, Clarín y La Nación.
Pero ninguno decidió que esos periodistas que
están actuando en Nueva York y Washington, se
dirigiera a Dallas. La explicación de dicha
pasividad la suministraban la semana pasada
algunos voceros de "los recorridos", es decir las
organizaciones que distribuyen los diarios en la
Capital y el Gran Buenos Aires. Estos voceros
estiman que, en los últimos tiempos, los diarios
"se han dejado estar", sin realizar ningún intento
de renovar o fortalecer los servicios
informativos. Piensan que quizás sea un resultado
de la época peronista, en que prácticamente había
una censura completa. Aunque comprueban que desde
1955 pasaron ya ocho años sin que se aprovechara
la libertad de prensa existente desde entonces. De
este mismo modo explican que habiéndose casi
duplicado la población de la Capital y el Gran
Buenos Aires en los últimos 20 años, se vendan en
total 300.000 ejemplares menos por día, sin que
pueda culparse a la televisión de este deterioro
en el consumo.
La noticia de la
muerte de Kennedy y las experiencias vividas por
el periodismo pueden producir, tanto en la
Argentina como en algunos otros países, una
importante revisión de métodos y renovación de los
servicios que se prestan al lector.
10 de diciembre de
1963
Primera plana
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