Polémicas
¿Debe morir Sirhan?
   

"Hemos decidido la pena de muerte", leyó Alice Nasmikawa, secretaria del juzgado de Los Ángeles, Estados Unidos, ante la atestada sala tribunalicia. El murmullo de los concurrentes obligó a la empleada a repetir la sentencia. En la tarde del miércoles 23 de abril, y luego de dieciséis semanas de proceso, Sirhan Bishara Sirhan (23), inmigrante jordano, asesino del senador Robert Francis Kennedy, escuchó sin inmutarse la decisión del jurado; la cámara de gas sería su destino. Cuando el juez de la Corte Superior, Herbert Walker, verificó la determinación del jurado, interrogando personalmente a los siete hombres y a las cinco mujeres que lo componían, todos contestaron afirmativamente, pero algunos lo hicieron titubeando y con la cabeza vergonzosamente gacha. Sirhan, en tanto, encendió un cigarrillo y miró sonriendo al doctor Russell Parson, uno de sus abogados defensores. La voz del fiscal John Howard atronó en el todavía alborotado recinto: "Hemos puesto fin a un caso de frío asesinato político", exclamó, mientras recogía el papelerío que desbordaba su escritorio; documentos; testimonios, fotografías que fueron presentados como pruebas del crimen y que, en definitiva, decidieron la suerte del joven inmigrante árabe. "Ni Jesucristo me hubiera salvado", exhaló Sirhan poniéndose de pie; fue una manera de justificar el fracaso de sus abogados. Sin embargo, la consumación de la pena puede ser retardada indefinidamente, por vía de la apelación ante la Cámara Federal y con el propósito de trasmutar la muerte en cadena perpetua.
"Insania mental", alegó la defensa durante el largo proceso; "crimen político", respondió reiteradamente el fiscal. De una u otra manera, ¿fue correcta la decisión del jurado? La pregunta, que anudó un reguero de polémicas en todo el mundo, también se propagó en la Argentina. SIETE DIAS, al consultar a los más disímiles exponentes de la vida de Buenos Aires, intentó diagramar la actitud de los argentinos frente al fallo dictado contra Sirhan.

PEDRO EUGENIO ARAMBURU
(65, dos hijos, teniente general (R) y ex presidente de la Nación)
En el caso de la condena de Sirhan creo que se ha cumplido con la ley; eso es importante. Personalmente, yo no puedo dar una opinión medida sobre el asunto, porque nunca me he dedicado al análisis de ese tipo de jurisprudencia.

BERNARDO BEIDERMAN
(50, cuatro hijos, abogado criminalista)
Si yo fuera abogado en los Estados Unidos trataría de hacer cumplir la ley del país. Claro que desde aquí me inclino por negarme a la pena de muerte, porque los fines de la condena no se consiguen con ese tipo de penas. Pero este asunto no puede ser tratado en tan pocas líneas, se trata de toda una teoría judicial que podrá ser rebatida en un espacio mayor.

EDUARDO BERGARA LEUMANN
(37, soltero, diseñador especializado en vestuarios de época, showman)
¿A Sirhan lo van a fusilar? ¡Ah, no! ¿Entonces lo mandan a la silla eléctrica? ¡Ah, tampoco! Seguro que es en la cámara de gas, ¿verdad? Si es así, debo pensar un momento antes de dar cualquier contestación. A ver, a ver, bueno, yo pienso que si ese hombre es un enfermo, hay que curarlo. El mal que hizo ya lo hizo y eso no tiene remedio. El hecho hay que tomarlo como la obra de un enfermo. De todos modos, nada de lo que se haga ahora servirá para remediar la muerte de Bob Kennedy.

ROBERT COCKS
(43, casado, periodista, director del Buenos Aires Herald)
Decididamente estoy en contra de la pena de muerte. Creo que semejante condena coincide con la tradición de violencia que caracteriza al pueblo norteamericano; allí, a la violencia se le responde con violencia. La pena de muerte no tiene sentido en una sociedad con tradición pacífica. Yo a Sirhan lo hubiera condenado a cadena perpetua, aunque eso es también excesivamente brutal. Lo que hay que hacer es crear una forma más humana para condenar al hombre por sus errores.

Rev. Padre CARLOS GANCHELLI
(48, capellán de la Cárcel de Caseros)
Esas son cosas que escapan a mi influencia, pero desde ya puedo anticipar que no estoy de acuerdo con la pena máxima, porque ésa es una determinación que los hombres no pueden tomar. La Iglesia Católica ya se ha expedido suficientemente sobre el tema. Me parece más lógico sentar
las bases de la pena indeterminada, un concepto carcelario que consiste en mantener detenido a un individuo hasta que las autoridades determinen la desaparición de las causas que provocaron su condena.

BEATRIZ GUIDO
(44, casada, escritora, Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores en 1954)
La pena de muerte es algo que me repugna, tanto como un mal libro. La verdad, que es tan oscura la discusión de si debe o no morir Sirhan que no merece siquiera tomarla en cuenta. Ante la opción, hubiera preferido una muerte pasional, un linchamiento, por ejemplo. Ahora, si me hubieran preguntado al día siguiente del asesinato de Bob Kennedy, exactamente a la hora del atardecer, hubiera respondido sin dudas que Sirhan debía morir; pero ahora, razonándolo mejor, caigo en la cuenta que detrás de la víctima están los victimarios encapuchados y con antifaz negro, varios hombres y una sociedad que sucumbe.

HORANGEL
(37, casado, astrólogo)
Nadie debe morir sino de muerte natural; la muerte creada por el hombre es una muerte intelectual, aunque simbolice a la justicia. Pero el mantenimiento del orden exige que se comprenda a cada país en la aplicación de sus leyes, y hay que aceptar que la pena de muerte no responde a una cuestión moral sino a un problema de trámite. Si yo hubiera sido integrante del jurado también lo habría condenado a la cámara de gas, porque estaría dentro del juego legal que caracteriza a la sociedad norteamericana. Aunque creo que si el propio Kennedy viviera lo habría perdonado.

LIBERTAD LEBLANC
(29, una hija, vedette)
No, no y no; yo no puedo admitir la pena de muerte en ningún caso. Es terrible pensar que un ser humano pueda eliminar a otro, aunque un honorable jurado así lo disponga. En este sentido coincido con la opinión de la Iglesia Católica, de la que soy feligresa. A la violencia no se le puede responder con violencia, sino con amor y tolerancia. En el caso concreto de Sirhan, y aunque me dolió muchísimo la muerte de Bob Kennedy, todo lo que haría es condenarlo a trabajo forzado, o, pensándolo mejor, a cadena perpetua.

TITA MERELLO
(58, soltera, actriz)
Pienso que los asesinos alevosos, aquellos que matan sin piedad y causan tanto dolor a la humanidad, merecen la pena de muerte, sobre todo en aquellos países donde hay rigor. Muchos consideran que la condena es suficiente, pero vemos, con dolor, que los asesinos entran a las cárceles por una puerta y salen por la otra. Los ideales políticos no se resuelven con el asesinato. ¿Qué daño produjo Kennedy? ¿Con qué se paga su muerte? Ni siquiera entiendo que haya defensores de su asesino. Me gusta que el hombre sea valiente y exponga la vida por sus ideas, pero si después hay que justificarlos diciendo que son enfermos mentales, drogadictos o productos de una situación traumática, ¿qué seguridad tiene la humanidad ante ese tipo de crímenes?

DANTE PANZERI
(51, casado, periodista deportivo)
Aunque el problema es complejo, en el caso específico de Sirhan, el asesino de Bob Kennedy, estoy de acuerdo con el fallo del jurado. La pena de muerte debe ser aplicada en aquellos casos en que el asesino comete su crimen con propósitos que van más allá del hecho delictivo; entonces el culpable debe ser eliminado. Los malos instintos de una sociedad se deben suprimir mediante el escarmiento y el temor. En este caso estoy de acuerdo con el criterio oriental del "ojo por ojo y diente por diente", pero aplicado como escarmiento y no como venganza social.

CARLOS HUMBERTO PERETTE
(54, soltero, abogado, ex vicepresidente de la Nación)
Cuando en el país se debatió el tema del terrorismo, recuerdo que en la Cámara de Diputados formé mi opinión. Soy totalmente contrario a la pena de muerte. En el caso concreto y específico del asesino de Robert Kennedy, me abstengo de dar mi interpretación, dado que eso hace a la naturaleza de los Estados Unidos. Opinar sobre este fallo jurídico seria cuestionar el status legal y soberano de ese país.

JUAN JOSE TACCONE
(38, casado, secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de la Capital Federal)
Creo que la pena de muerte no debe existir, ni aun en los casos de crímenes tremendos. La sociedad, en todos los casos, debe recuperar al individuo. Si se tratara de recuperar a Sirhan estoy seguro que la tarea daría buenos frutos. Y si Sirhan fuera readaptado, bien venido entonces a la sociedad, aunque en su pasado existiera la muerte de Bob Kennedy. Si no existiera la posibilidad de recuperación, creo que la pena máxima podría ser cadena perpetua.

Revista Siete Días Ilustrados
26.05.1969

Ir Arriba

 

Volver al índice
del sitio