Vascos Los retoños de Guernica
El lunes, al atardecer, 16
extremistas vascos aguardaban el fallo del
tribunal militar de Burgos. Otro grupo de
militantes había fracasado en su intento de
impedir el desarrollo del juicio con el secuestro
del cónsul alemán Eugene Beihl. Eso dos hechos
constituían el pico de rebelión más importante de
las últimas tres décadas para el pueblo más
antiguo de Europa, una historia plagada de aventuras y heroísmo. El informe que se incluye a
continuación resume los tramos más importantes de
esa búsqueda de la independencia.
"He
admirado siempre la conducta de los bonzos
budistas al inmolarse públicamente como protesta
frente a las injusticias a que está sometido su
pueblo; como he admirado a ese joven checo —Jan
Palach— que se inmoló como protesta contra la
ocupación de su país por las tropas soviéticas.
¿No seré capaz de realizar el mismo gesto? ¿Acaso
los vascos no tenemos el mismo motivo para
hacerlo?" Desde hace tres meses, los dos
millones de habitantes que pueblan las siete
provincias de Euzkadi hacen circular,
clandestinamente, las reflexiones de Joseba de
Elosegui Odriozola (55 años, casado, tres hijos),
el último mártir del nacionalismo vasco. "No
quiero matar a miles, ni a un solo Franco. Quiero
ver solamente el terror reflejado en sus ojos",
decía en su libro 'Quiero morir por algo'.
Durante meses, Elosegui planeó la forma de revivir
el fuego que consumió Guernica, en el ocaso del 26
de abril de 1937: era capitán de un batallón de
gudaris —soldado republicano vasco, del ejército
del gobierno autónomo de Euzkadi, durante la
guerra civil— que tenía su cuartel general en
Guernica, cuando la villa de 7 mil habitantes fue
bombardeada por la Legión Cóndor de la Luftwaffe.
"Perdón si trato de revivir la llama que destruyó
Guernica. Guernica representa para los vascos algo
más que un montón de piedras. Su destrucción
significó persecución, opresión. El hombre que
personifica todo ello estará allí, bajo mis
propios ojos...", escribió el 17 de setiembre, 24
horas antes de la inauguración del campeonato
mundial de paleta en el frontón Anoeta, de San
Sebastián. Al día siguiente, mientras
desfilaban las delegaciones, Joseba Elosegui se
envolvió en una bandera bicrucífera tricolor y
embebió sus ropas con nafta: "Gora Euzkadi
Azkatuta" (viva el país vasco), gritó mientras
saltaba, convertido en una tea, sobre la cancha de
pelota, ante los ojos horrorizados del caudillo
Francisco Franco. Después del bombardeo de
Guernica, Elosegui —prisionero de los franquistas
y más tarde de los alemanes— atravesó 44 veces los
Pirineos en misiones de resistencia a favor de los
aliados, durante la II Guerra Mundial; pero su
primer acto de protesta pública se realizó el 18
de julio de 1946, el aniversario de la victoria de
Franco. En la torre de la iglesia del Buen
Pastor, en San Sebastián, Elosegui enarboló un
paño rojo atravesado por una cruz vertical blanca
y otra cruz verde manzana en diagonal: la bandera
de Euzkadi, que no flameaba en territorio español
desde el jueves 26 de agosto, cuando los últimos
defensores de Bilbao capitularon ante el general
italiano Mancini. Ese día también se evaporó el
sueño de autonomía que habían vislumbrado el 7 de
octubre de 1936, cuando los apoderados de los
municipios vascos se congregaron en la Sala de
Juntas de Guernica para proclamar presidente del
gobierno autónomo de Euzkadi al abogado José
Antonio de Aguirre y Lecube: "Ante Dios humillado,
en pie sobre la tierra vasca, con el recuerdo de
los antepasados, bajo el árbol de Vizcaya, juro
cumplir fielmente mi mandato", leyó Aguirre (32
años), hincado a los pies del roble de 77 años que
representa una historia de libertad que algunos
etnólogos suelen remontar hasta el período
paleolítico inferior. Por razones políticas, en
los instantes iniciales de la guerra civil, el
gobierno republicano había accedido a reconocer el
estatuto de 1839 que concedía la autonomía del
país vasco, perdida en 1905. La proclamación
simbólica de la República Vasca —vinculada en
federación a España— se había producido en la
noche del 14 de abril de 1931, pocas horas después
de establecerse el gobierno republicano. 485 de
los 549 municipios que integran las provincias
vascas de Vizcaya, Alava, Guipúzcoa y Navarra
adhirieron al manifiesto presentado el 17 de abril
de 1937 para que se reconociera la autonomía de la
República Vasca "sobre las bases del gobierno
propio y de Federación con los otros Estados de la
península ibérica". El motor de esa iniciativa
fue el Partido Nacionalista Vasco, fundado por
Sabino de Arana Goiri, que pretendía la
recuperación de los Fueros o privilegios locales
de Vizcaya, Guipúzcoa o Alava, perdidos después de
las guerras carlistas, el establecimiento de un
sistema educacional y servicio estatal bilingüe
—en español y en éuscaro—, control sobre ingresos
y fondos públicos y, finalmente, fidelidad a la
Iglesia Católica. No en vano su lema proclamaba
Jaungoikua eta legi zarra (Dios y leyes viejas);
es decir, fe cristiana y libertad vasca. La
victoria constitucional española se aseguró con la
incorporación del Partido Nacionalista Vasco al
Frente Popular, una maniobra política de Aguirre
para asegurarse la autonomía de las 4 provincias
vascas de España, que contaban con el respaldo de
los tres Estados vascos franceses: Luburdi,
Benarra y Zuberoa. Ese roble de Guernica de 77
años que hace 7 lustros enmarcó el juramento del
presidente Aguirre, actualmente está enfermo; sin
embargo, los tradicionalistas vascos han reservado
un retoño para que ocupe su lugar. Ocurre así
desde hace siglos. Una difundida leyenda sostiene
que cuando muera ese roble desaparecerá el país
vasco y se extinguirán sus tradiciones. Por eso es
que sus retoños crecen en la mayoría de las
ciudades del mundo. Sin embargo, la enfermedad
que consume al roble —milagrosamente intacto,
después del bombardeo a Guernica— parece reflejar
la crisis que atraviesa el pueblo más viejo de
Europa. Desde la capitulación de Bilbao, algunos
historiadores sostienen que la historia de la
rebelión debe dividirse en tres ciclos: • La
década del terror (1939-1949), marcada por el
exilio de unos 150 mil vascos españoles que
buscaron refugio en las provincias vascofrancesas
en el otro extremo de los Pirineos para huir de
las persecuciones y fusilamientos. En esa época,
Aguirre estableció el gobierno vasco en el exilio
en una fastuosa mansión del 11, Avenue Marceau,
un petit hotel ubicado a pocos pasos del Arco de
Triunfo. Ese edificio, durante la II Guerra
Mundial, fue ocupado por los requetés falangistas
que acompañaron a las tropas alemanas que ocuparon
París. • El exilio de la sangre (1949-1959) fue
una década signada por la emigración de 300 a 400
mil españoles —entre ellos un 20 por ciento de
vascos— hacia las mejores condiciones de vida que
prometían los países europeos y latinoamericanos
después de la II Guerra Mundial. "Esta experiencia
sirvió para abrir los ojos, despertar y efectuar
comparaciones con la realidad europea", recuerda
el escritor y periodista Pedro de Basaldúa, editor
del diario Euzko Deya (La Voz de los Vascos), que
aparece mensualmente en Buenos Aires, y delegado
en la Argentina del gobierno vasco en el exilio
que funciona en el 34 de la rué Singer, de París.
Durante la guerra civil, Basaldúa fue secretario
privado del presidente Aguirre, función que siguió
desempeñando en París hasta la invasión nazi. Fue
durante la segunda década, precisamente, cuando se
advirtieron los primeros indicios de rebelión
contra el gobierno de Madrid: surgieron algunos
imitadores de Elosegui que enarbolaban banderas
vascas durante las celebraciones nacionales,
algunas inscripciones murales y la reorganización
de los cuadros juveniles agrupados en los grupos
Euzko Gastedi, simiente de la organización ETA. La
liberalización del régimen, cuando abrió las
puertas al turismo, contribuyó en parte al
resurgimiento del Partido Nacionalista Vasco. •
La resurrección (1960-1970) fue una década
dedicada al resurgimiento del sentimiento
nacionalista vasco entre los jóvenes que han
olvidado la guerra. "Emocionalmente, el país vasco
es más vasco hoy que cuando eran poder y
gobierno", se ufanó recientemente en París el
presidente de los vascos en el exilio, doctor
Jesús María Leizaola (ministro de Guerra del
gobierno de Euzkadi durante la guerra civil);
junto a él colaboran el vicepresidente, doctor
José de Rezóla (secretario de Defensa del gobierno
éuscaro) y el ex diputado del PNV, Manuel de
Irujo, ministro de Justicia del gobierno
republicano, en representación del país vasco.
"Ahora, en la clandestinidad, los militantes
vascos tienen conciencia de la acción; pero corren
el peligro de desviaciones ideológicas por el
sistema en que deben desarrollar su acción",
reconoció Pedro de Basaldúa. Seguramente tenía
razón. Euzkadi Ta Azkatsasuna (ETA), el ala
izquierda del movimiento nacionalista vasco, es
una escisión de los grupos juveniles Euzko
Gastedi, agrupados en el Partido Nacionalista
Vasco. Otra expulsión dentro del ETA permitió
formar el grupo extremista que 10 días atrás raptó
al cónsul alemán en San Sebastián, Eugene Beihl.
Las acciones de ETA (siglas de país vasco y
libertad) parecen infladas por la publicidad
oficial, que lo transformó en vanguardia de la
rebelión vasca; pero, en realidad, sus acciones
directas son de escasa importancia. Su bautismo de
fuego fue la voladura de un tren, cerca de San
Sebastián, en julio de 1961, y poco después
participaron en algunos asaltos bancarios para
recaudar fondos destinados a subvencionar sus
actividades clandestinas. Para marcar las
diferencias ideológicas que existen entre el
Partido Nacionalista Vasco y los militantes de
ETA, el gobierno en el exilio suele señalar las
distancias que marcan los slogans de ambas
organizaciones: mientras el PNV proclama "Dios y
país vasco", ETA desdeña el cristianismo
tradicional de ese pueblo religioso, buen bebedor
y enemigo del juramento que habita las montañosas
costas sud-orientales del golfo de Vizcaya. El
lema de ETA es "país vasco y libertad". El
vasco, sostiene la tradición, está siempre del
lado de la libertad de clases, del compañerismo y
de la lealtad, del humanitarismo en los azares de
la guerra, y le desagrada luchar por cualquier
doctrina extremista y violenta: independiente y
capaz, íntegro, sencillo y terco, es reacio a
hacerse propaganda y crédulo para la publicidad
del enemigo. Algunos historiadores, como el
periodista británico George L. Steer —que convivió
con los vascos durante la guerra civil—, sostienen
que no tiene sentido para ellos la idea de la
lucha de clases, de un capitalismo o de un
proletariado agresivos, un fenómeno que se explica
porque nunca ha pasado por el sistema feudal. El
PNV aún proclama su apego a la tradición del
mayorazgo. ETA, sin embargo, "ha dejado de ser
un movimiento de tendencias diversas para
convertirse progresivamente en un partido de
tendencia claramente marxista-leninista. (...)
Nosotros, socialistas, no estamos de acuerdo en
puntos esenciales de la doctrina
marxista-leninista, tanto de ideario filosófico
como de táctica política, y, en consecuencia,
hemos decidido abandonar la organización ETA",
advirtieron el 14 de abril de 1967 los dirigentes
José María Aguirre Bilbao, José Luis Álvarez
Emparanza, José M. Benito del Valle y Xavier Imaz.
A pesar de las diferencias ideológicas que pueden
tener con ETA, un discreto sondeo realizado por el
gobierno vasco en París demostró que el 80 de la
población ve en ETA una bandera política y la
respalda. Los activos militantes de ETA
alcanzarían, en este momento, a unos 200 jóvenes
divididos en alas ideológicas divergentes.
Estos grupos son, probablemente, los responsables
de la muerte del jefe de la policía política de
San Sebastián, Melitón Manzanas, un ex integrante
de la Gestapo que dirigía las operaciones de
torturas en Guipúzcoa, denunciadas por tres altos
jerarcas de la Iglesia en 1968, poco antes de su
muerte. Aun cuando el asesinato de Manzanas
constituye el cargo principal contra los 16
nacionalistas juzgados en Burgos, algunos testigos
narraron frente al tribunal las frecuentes
rencillas públicas del jefe policial por diversos
asuntos de faldas. De todos modos, los grupos
más activos de ETA —conducidos por ideólogos
marxistas— no pueden ocultar su participación en
una cadena de atentados terroristas desencadenados
a partir de 1967 para luchar por un estado
marxista vasco, una política que entra en colisión
con los principios del PNV. "En Burgos no se juzga
a 16 nacionalistas, sino que es un juicio contra
el pueblo vasco", denunció Pedro de Basaldúa pocos
días atrás, cuando los secuestradores de Eugene
Beihl no habían conseguido su propósito de impedir
el funcionamiento del tribunal militar de Burgos.
Es que los vascos suelen atribuir una inquina
particular a Franco contra las aspiraciones
autonómicas de los habitantes de Euzkadi: para
muchos, el juicio parece una reedición del
bombardeo a Guernica, destinado a mancillar la
tradición de un pueblo que apenas se siente
ibérico. Su puntal en la lucha es, precisamente,
su diferencia tipológica frente a quienes lo
asedian y tratan de desnaturalizarla: su vieja
lengua con orígenes autóctonos, enraizados en la
prehistoria de Europa, sus costumbres respecto a
la tenencia de la tierra y al gobierno local, sus
canciones melancólicas y sus deportes homéricos,
su sencillez frente a la arrogancia española.
Acaso por ese motivo nunca han dejado de marcar
sus diferencias con los habitantes de la península
distribuidos al sur del Ebro. Según el periodista
británico George L. Steer, autor del libro El
árbol de Guernica, los vascos son trabajadores y
los españoles perezosos. Los vascos son todos de
origen campesino y los españoles quisieran ser
todos caballeros. Para los españoles, los vascos
son todos brutos y bestias; para los vascos, los
españoles son intrigantes, charlatanes y parásitos
políticos que viven del producto de la industria
de otros pueblos. 16 de diciembre de 1970 -
CONFIRMADO
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"He admirado siempre la conducta
de los bonzos budistas al inmolarse
públicamente como protesta frente a
las injusticias a que está sometido su
pueblo; como he admirado a ese joven
checo —Jan Palach— que se inmoló como
protesta contra la ocupación de su
país por las tropas soviéticas. ¿No
seré capaz de realizar el mismo gesto?
¿Acaso los vascos no tenemos el mismo
motivo para hacerlo?"
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