Un poco
melancólicamente, Graciela Borges nos hace esta
confesión.
Está sentada en un
hermoso sillón, en el living de su espectacular
departamento del 8º piso en una moderna residencia
de la Avenida Figueroa Alcorta. Todo cuanto
integra ese ambiente —como el resto de su casa—,
trasciende confort, lujo, señorío buen gusto..
Descartamos que entre
las cosas que —ella afirma— alcanzó para ser
feliz, están el amor y el matrimonio... Por eso en
respuesta a sus palabras, le decimos:
—La comodidad de este
hogar, por ejemplo, y disponer de una hermosa
estancia donde pasar las horas destinadas al
descanso o a la evasión de la vida en Buenos Aires
¿son su felicidad?
—Más o menos ... Pero
la estancia pertenece también a la familia de mi
esposo.
—Que es una forma de
participar de ella...
—Sí, no podría ser de
otra manera; pero nada de esto es esencialmente lo
que importa.
Hay en sus palabras
cierta tristeza. Se refiere, claro está, a
situaciones que están ligadas a su carrera
artística, a sus inquietudes espirituales, a su
vivir cotidiano.
—Precisamente por
esto, muchas me tildan de lo que, en términos
vulgares, definen como "niña bien"; un tipo humano
que se quiere "clasificar" de esta manera, en el
casillero de los que desprecian al pueblo en que
viven; se refugian en una "torre de marfil" donde
lo único que cuenta es el afán por el lujo, las
comodidades y el bienestar o, egoístamente,
demuestran desdén por todo cuanto no sea exclusivo
para sí, y distinto a los demás...
—Es una imagen, ¿cómo
sabe que algunos la ubican en ella?
—Lo escuché algunas
veces, ¡Y no es así!
—¿Cómo es, entonces?
—Como toda mujer de mi
edad, que trabaja y se entrega a su vocación con
fervor. Ayer, por ejemplo —nos dice—, luego de un
día de mucha labor, tomé un breve descanso y,
luego, proseguí grabando actuaciones hasta cerca
de las 4 de la mañana... Llegué a mi casa y tras
beber una taza de té y comer cualquier cosa, me
acosté pasadas las 5 1/2 horas... Ya estoy
levantada, pronta a iniciar una nueva jornada y
son poco más de las 12 horas del día. .
— ¡Pero no siempre es
así!
—Claro que no. Otras
veces se suma a esta labor, la filmación de
películas. Solamente una gran vocación —agrega— le
impone a una persona dejar todo cuanto le rodea,
para ir, por ejemplo, de dos a tres meses a
trabajar en un país de Europa o de Centro América.
—Viajar es agradable
—comentamos.
—¿Agradable la vida en
hoteles luego de intensas horas de trabajo?...
—Se conocen otras
gentes, otras costumbres.
—Es una experiencia
humana interesante. También sirve para satisfacer
ansias espirituales. Pero yo le preguntaría a
todas las mujeres que como yo sienten cariño por
el hogar que han formado, si se someterían a esta
vida de "soledad entre la gente", a la distancia
de afectos que todas ellas ansían..., ¡y yo igual
que ellas!
Evidentemente
Graciela, que actualmente está realizando dos
programas en Canal 7, sacrifica cosas que le
agradan, que están en su sensibilidad y siente
íntimamente para "ser ella" en el cumplimiento de
su vocación...
Mira por el amplio
ventanal la perspectiva que muestra, no lejos, el
río y su mirada se pierde por sobre el paisaje
gris, mientras prosigue hablando:
—Como a todas las
muchachas de mi edad, me gusta concurrir a un
espectáculo. Me acerco a las carreras
automovilísticas porque Juan Manuel participa de
ellas. Su suerte, su esfuerzo y su pasión
deportiva las comparto, como él comparte mis
aspiraciones artísticas. Voy al cine, al teatro.
Hago lo que hacen todas ellas, normalmente, y si
tengo comodidades es porque también las soñé, como
las sueña cada joven en mi país. Por eso, también,
trabajo. Lo que me agrada y me rodea, también es
fruto de mi trabajo. Tengo la suerte de hacer lo
que me gusta, es cierto, pero para lograr esta
suerte, he luchado mucho, estudié, sacrifiqué y
sacrifico horas y, ¿por qué no decirlo?, renuncié
a muchas cosas que me halagan y a las que no todas
son capaces de renunciar. Me siento cerca del
pueblo al que pertenezco —agrega—, y soy feliz
viviendo donde he nacido, porque me siento
interpretada y porque trato de interpretar a cada
uno de los seres que me rodean, los conozca o no
personalmente...
Es evidente que
Graciela se ha sentido herida porque alguien, la
''encasilló" en eso de "niña bien":
—No lo soy —afirma—.
en el sentido que se intenta definir a una persona
con ese término. Tal vez —termina diciendo—, lo
digan porque me agradan los cuadros, los libros,
las cosas hermosas. Pero, ciertamente, ¿a quiénes
les desagrada un buen cuadro. un buen libro, un
momento de paz en contemplación de lo bello? —Hace
una pausa y agrega—: Hay millones de mujeres
jóvenes que sienten lo mismo que yo y luchan y
trabajan sin que a nadie se le ocurra que la
pasión por lo espiritual, las defina como "niñas
bien" en el sentido que se le quiere dar al
término...
Revista Radiolandia
11.10.1968
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