ASOMBROSAS PROPUESTAS URBANISTICAS DEL HIDROESCULTOR GYULA KOSICE
LA IMAGINACION A FLOR DE AGUA
Autor de un audaz proyecto para construir una ciudad en el espacio, que flotaría sobre un manto líquido, el original plástico argentino explica algunas de sus teorías e incursiona en el polémico mundo del arte de vanguardia

Sumergirse en el taller del argentino Gyula Kosice (49, dos hijas) es, en cierta manera, integrarse a su mundo mágico, deslumbrante. Un orbe donde todo es color y forma, movimiento y poesía; donde el agua, elemento dominante en sus obras, adquiere dimensiones fantásticas al serpentear estruendosamente entre módulos plásticos. "Mi mensaje es el regocijo —enfatizó el consagrado artista emergiendo de entre un océano de acrílicos y derramando una catarata de gestos—. Ese regocijo que se nota en la gente que visita mis exposiciones".
Enfundado en su remera, con su rostro de gladiador, de rasgos duros y cordiales a un mismo tiempo, El Maestro del Agua —como suele identificárselo a Kosice— recordó con nostalgia su revulsiva iniciación en el arte. "Fue allá por 1944, cuando en la revista Arturo, de la que fui cofundador, aparecieron los primeros fundamentos de lo que luego se llamó Arte Concreto-Invención y, que más tarde derivó en el Movimiento Madí". Polémico, combativo, este escultor infatigable es el principal precursor del arte cinético, a la vez que el creador indiscutido de la escultura hidráulica, donde agua es introducida como elemento esencial de la creación artística.
Pero las inquietudes de Kosice van más allá: junto a la escultura están presente sus trabajos como crítico de arte, como poeta y como controvertido urbanista. A él pertenece la idea de la ciudad hidroespacial que ha causado el asombro de los más empinados arquitectos locales.
Para conversar de este revolucionario proyecto y conocer más a fondo su obra y su peculiar concepción de! arte —a la que Kocise se ha mantenido fiel por más de treinta años—, Siete Días trepó hasta el segundo piso de Talcahuano al 200, donde el artista posee su amplio estudio. Lo que sigue son los tramos más sobresalientes de ese diálogo que se desarrolló por espacio de una hora.
—¿Cómo llegaste a concebir este tipo de escultura donde el agua es el elemento dominante de la creación artística?
—Bueno, derivé en esto a partir de ciertas formulaciones. De acuerdo con mi pensamiento, nosotros no tenemos ninguna tradición en lo que se dio en llamar arte de vanquardia y en el que, por otra parte, yo no creo. Pero lo importante, pienso, sería señalar en qué momento aparece en Buenos Aires, en 1944, la revista Arturo y el grupo Arte Concreto-Invención e, inmediatamente, el grupo de Arte Madí, donde se aglutinaren artistas argentinos y uruguayos. A partir de allí se crearon con condiciones muy especiales, es decir, totalmente históricas porque no teníamos dónde apoyarnos. Se trató, entonces, la creación de un objeto no representativo, o sea que no representara nada.
—¿Cómo es eso?
—Sí. Un objeto que tuviera en sí mismo su cualificación estética, que no copiara a la naturaleza, que no la imitara ni la deformara. Era, en todo sentido, una ruptura con el arte tradicional.
—¿Y de qué forma reaccionó el público ante esa actitud de ustedes?
—Decían que estábamos todos locos de remate, que eso no era arte e, injustamente, se nos cerraron las salas para no dejarnos exponer. Entonces nosotros recurrimos a algo insólito hasta ese momento en Buenos Aires, que era tomarnos de las manos en la calle Florida, poner nuestras obras sobre las rodillas y detener el tráfico. Por supuesto, la policía nos corría, pero, por otra parte, se habían creado condiciones diferenciadas de las que, hasta ese tiempo, hubo en el orden local.
—¿Y desde cuándo te volcaste a la escultura hidráulica, concretamente?
—Yo primero trabajé en madera, en bronce, en la talla directa,
en fin, en muchísimas cosas que me ayudaron a adquirir un cierto dominio de la materia. Pero fue, concretamente, a partir de 1950 cuando me entusiasmé mucho con agua; claro que al principio me costaba un poco de trabajo, no la podía modelar y se me escapaba de las manos, aunque parezca un absurdo. Entonces empecé a trabajar con el acrílico. Su transparencia me dio la posibilidad de mostrar el agua y satisfacer la necesidad personal y física de realizar objetos para una arquitectura con la cual, sin embargo, estoy en desacuerdo,
—¿Por qué?
—Porque estoy lleno de contradicciones, pero no me queda más remedio que asumirlas y, de alguna manera, sin falsear mi presente, tratar de imaginar una nueva forma de vida, es decir de proponer una arquitectura y un urbanismo hidroespacial que signifiquen una ruptura total con ese hábitat, con ese modus vivendi con el que, ya te dije, estoy en desacuerdo.
—Cuáles serían los fundamentos de ese urbanismo que proponés?
—Mirá, cuando yo tenía 22 años vislumbré la posibilidad de construir una arquitectura en el espacio. Hoy podemos imaginar algo más audaz aún: por ejemplo, ciudades enteras en suspensión en el espacio interplanetario mediante un sistema de urbanización hidráulico. Ahora bien, el hecho de que fuera de la órbita terrestre no exista gravitación, no es, por supuesto, un impedimento para lo que yo propongo, ya que estas ciudades reposarían sobre soportes producidos por la cristalización de vapores de agua en función de su poder energético; inclusive, ella misma serviría de combustible para poder trasladarlas a los lugares elegidos.
—¿Dentro de qué tiempo crees que se podría llevar a cabo ese proyecto?
—Pienso que dentro de muy poco. Ya en el Manifiesto Madi se habla de él, y está científicamente demostrado que es posible de realizar.
—¿Consideras que tu proyecto significa una liberación para el hombre moderno?
—Sí, por supuesto. La premisa fundamental es liberar al ser humano de todas las ataduras. Hasta hoy la arquitectura ha dependido del suelo y de las leyes de gravedad y condenan al hombre a vivir dentro de un espacio reducido (living, comedor, dormitorios, cocina, baño); en tanto que la arquitectura hidroespacial, al destruir todo intermediarismo, integrará el arte tácitamente al hábitat.
—¿Qué significado tiene para vos el arte?
—Mirá, yo voy llegando a los 50 años y cada vez creo menos en la experiencia. Por el contrario, creo en ciertas emisiones, en cierta condición del ser humano, creo, eso sí, en un arte vital. Pienso, además, que todavía no estamos identificados con el estilo de nuestro tiempo, sobre todo en lo referente a expresión artística. Hoy las experiencias son multifacéticas y, desde el impresionismo para adelante, han aparecido doscientas innovaciones probables en cuanto a expresión colectiva e individual; pero, no obstante, yo creo que de alguna manera vamos a desembocar no en un arte para todos, porque entonces aún estaría el sujeto, la aureola, el vedetismo y todo lo demás, sino en un arte de todos. Y ésa es mi proposición: un arte de todos, un arte que se disuelva en la vida.

Revista Siete Días Ilustrados
28.01.1974

Ir Arriba