Serio, elegante, con
la voz bien compuesta, el locutor anuncia la
próxima pieza del recital: se trata de una
berceuse (canción de cuna) que el gran compositor
Johann Sebastián Mastropiero dedicara al hijo
ilegítimo de la condesa Shooot-Shot. Los músicos
aprestan sus instrumentos, pero surge un
inconveniente: uno de los instrumentistas no
entiende cómo se llama la composición que ha de
interpretar. "¿Mercedes?" "No, berceuse", le
indican. Alineados, tratan de superar el
incidente; pero él insiste en voz baja:
"Mercedes". A punto de perder la calma, uno de sus
compañeros sube la voz: "No, no, Mercedes no.
Berceuse, ber-ceuse, con eu francesa". El contumaz
ignaro practica por lo bajo. Ya se inicia la
ejecución cuando grita alborozado: "Meur-ceu-des".
Estalla el escándalo. Las risas suben hasta ser
alaridos que recorren la sala. Pero ellos, Les
Luthiers, ya están acostumbrados a guardar una
cómica seriedad aun cuando entre los espectadores
se estén reclutando las primeras apoplejías.
Desde hace diez años
—sus primeros intentos datan del verano de 1961—
el conjunto tuvo tiempo para diseñar una docena y
media de extraños instrumentos antes inexistentes,
profesionalizarse, soportar una segregación de
varios miembros, poner en escena cantatas, óperas
y espectáculos musicales diversos, actuar por
televisión, llenar dos o tres veces por semana el
café-concert La Cebolla, viajar a Punta del Este,
Rosario, Tucumán, La Plata y Mar del Plata,
componer nuevos temas y grabar un long-play:
Sonamos, pese a todo. Hicieron más que eso:
inventaron una nueva forma de humor desopilante,
detrás del cual se esconde —a pesar de sátiras y
caricaturas— una innegable solvencia musical; que
esa puñalada de risa dio en el blanco se demuestra
con sólo escuchar las reacciones del público: si
con eso no bastara, puede agregarse que uno de sus
espectáculos fue record absoluto de taquilla en el
Instituto Di Tella, y que otros dos se acercaron a
ese tope.
Desde principios de
enero, Les Luthiers están en Mar del Plata, en el
café-concert de Boulevard Marítimo y Viamonte.
SIETE DIAS no sólo fue la única publicación que
recordó festejar el décimo aniversario del
conjunto: también estuvo con ellos en Buenos Aires
a fines de diciembre y los acompañó luego a la
costa atlántica, revisando metódicamente la
historia del grupo. El informe producido resultó
un disparate: si se publica sin mejorarlo es una
forma de homenajear a sus desatinados
protagonistas.
ANATOMIA
El luthieris luthieris
(Buffon) es un animal gestáltico que se
caracteriza por sus horribles bramidos. Está
formado por cinco partes principales, aunque en
realidad son seis, y no se las podrían arreglar si
fueran menos de ocho:
• El órgano vocal está
constituido por un Marcos Mundstock (28, locutor
de radio y redactor publicitario), que si bien es
rubio y de ojos azules que reflejan la gloria del
cielo, nada tiene que ver con la pulpera de Santa
Lucia, aunque sí con una cierta vendedora de vodka
de Ekatherinoslav del siglo XVIII, a la que los
rudos cosacos llamaban —con sospechosa
familiaridad— simplemente Mariushka.
• Las frecuentes
purgas entre las filas de Les Luthiers son
provocadas por las hediondas pócimas de Carlos
Núñez (28, licenciado en Química y compositor de
música), quien se especializa en el
trotylacetiluro de nitroglicerina vuelta y vuelta,
en retorta de barro cocido, que le sale como para
volarse los dedos. Inútilmente Núñez bregó durante
años por sintetizar en laboratorio la piedra
filosofal: lo único que logró fue una especie de
cerámica vidriosa que cura las verrugas.
• Jorge Marona (22,
guitarrista, acompañó en varias series de
recitales a María Elena Walsh, Dina Roth y Carlos
Perciavalle) soporta un prestigio y buen nombre
que Les Luthiers se ocupan de echar por tierra
cada vez que aparecen en escena. En efecto, por
línea materna desciende directamente de Otto IV
Welff, fundador de la casa de los Güelfo y
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Dispuesto a reclamar para sí ese trono se dirigió
recientemente a las autoridades alemanas, pero
todo lo que consiguió fue un puesto de estafeta en
el correo de Baden-Baden. Renunció, claro.
• Por temor a que el
público se levante indignado en medio de la
función y reclame la devolución de su entrada, el
conjunto invita a cada espectador a firmar un
contrato de compra-venta de servicios, trámite que
pasa por las manos de Daniel Rabinovich (27,
escribano): gracias a la hábil redacción de las
cláusulas, el inocente que estampa su firma en el
sórdido documento queda comprometido, al cambio de
una copa de whisky, a abonar la entrada y encima
soportar los sonidos infernales que producen los
musicantes. Caso contrario (punto 5, aclaración B)
queda conchabado como galeote voluntario pero
irrecusable en la Trans Biafra Rowing Co.
• El quinteto actuante
se completa con Carlos López Puccio (24,
intérprete de viola da gamba en el conjunto Pro
Música de Rosario). A diferencia de los ya
nombrados, y de los tres que habrá que nombrar,
CLP no es locutor, ni publicitario, ni químico, ni
acompañante de cancionistas, ni escribano, ni
psicoanalista, ni arquitecto, sino tan sólo
músico, lo que explica el aspecto flaco y
hambreado que lo caracteriza.
• Además de los cinco
instrumentistas en escena, Les Luthiers reconocen
como miembros del conjunto al arquitecto Gerardo
Masana (33), ahora en situación de retiro activo,
quien diseñó la mayor parte de los instrumentos
informales utilizados por sus compañeros y también
fue el compositor de varios temas musicales (entre
ellos la canción bucólica El alegre cazador que
volvió del bosque con un fuerte dolor acá); al
médico psicoanalista Carlos Iraldi, que cuida la
salud mental y física de los instrumentos y se
ocupa de su reparación y mantenimiento, con lo
cual viene a ser el reluthier (luthier de, Les
Luthiers); y al asistente José Luis Barberis,
secretario técnico, administrativo, contable e
inmobiliario del conjunto, quien siempre tiene a
mano curitas, aspirinas, hilo de coser, una
sonrisa o bien una oportuna palmadita, y además es
inventor de un portafolios para llevar portafolios
adentro, de indudable utilidad para gente
atareada.,
FISIOLOGIA
Cada uno de los
luthiers tiene una función más o menos bien
delimitada: Carlos Núñez, por ejemplo, compone la
música junto con Jorge Marona y Gerardo Masana;
los textos son escritos por Marcos Mundstock,
quien también se ocupa de diseñar la puesta en
escena; las relaciones públicas del grupo, el rol
de representante y los contratos de actuación
corren por cuenta de Daniel Rabinovich.
Otra cosa es cuando se
juntan en escena: es el momento de fregar,
pellizcar o aporrear cuerdas y percusión, mientras
los responsables de los vientos se ponen rojos de
ira tratando de insuflar algún sonido en sus
repelentes aparatejos. Hay algunos instrumentos
razonables en el arsenal luthierense: guitarras,
flautas, bombo y un kazoo, especie de pito catalán
muy usado en Dirty Pale Face (Arkansas); lo
insólito es la manera en que ellos usan esta
artillería "normal": Jorge Marona, por ejemplo,
intenta desde 1967 un pizzicato de bombo que hasta
ahora (sólo le permitió torcerse dos dedos. De
todos modos, puesto que ellos son luthiers (en
francés: fabricantes de instrumentos), su mayor
orgullo son los instrumentos informales.
Marcos es quien tiene
a su cargo el gom-horn una manguera larguísima
rematada por una boquilla de trompeta en un
extremo y un embudo de querosén por el otro, a
manera de pabellón: el gom-horn no sólo suena,
también canta y habla, claro que en una jerigonza
indescifrable, pero la intención es buena.
Jorge se precia de ser
primer guitarrista solista del conjunto, pero
también se las tiene que ver con el
contrachitarrone da gamba (extraña mezcla de
guitarra y contrabajo, que se toca con arco), el
cello legüero (aparato inventado por Mandinga en
persona, en base a un bombo encordado, que también
se toca con arco o pizzicato), el kazoo (tiene la
apariencia de una cerradura con chimenea, y suena
feo) y el yerbomatófono (un mate partido al medio,
de tal manera que soplando por algún lado sale
algo parecido a un sonido por algún otro).
Carlos Núñez toca
piano, flauta y triángulo —es un virtuoso solista
de este último instrumento— y padece los albures
del tubófono parafínico cromático, suerte de
flauta de pan hecha con tubos de ensayo, la
máquina de tocar (microclavecín hecho con una
vieja máquina de escribir) y el omni (objeto
musical no identificado). El otro Carlos (López
Puccio) a veces comparte con Jorge las
responsabilidades del cello legüero, pero su papel
más destacado lo cumple como solista de latín, un
violín que tiene por caja una vieja y oxidada lata
de bizcochos, en cuyo dorso puede leerse —en
letras corroídas por el implacable paso del
tiempo— la inscripción "Este instrumento fue
construido en 1675 por el artesano Tito Fernández
por encargo de su mecenas, la viuda de Canale.
Contenido neto: 450 gramos".
Todos esos artefactos
juntos no logran producir ni la mitad del espanto
que causa el bass-pipe, en manos (y pulmones) de
Daniel, que en los ratos libres toca guitarra,
bombo, contrachitarrone da gamba y maracas.
Diseñado por el eximio experto en acústica Gerardo
Masana, el bass-pipe fue usado por primera vez por
Josué hacia el año 2300 a.C.: contra lo que narran
los conocedores de la Biblia, lo cierto es que
Josué estornudó mientras ejecutaba el bass-pipe
para alegría (?) de las tropas hebreas, provocando
un horrísono mugido que derribó la fortaleza de
Jericó. Mide unos 2,15 metros de largo, aúna no
menos de cuatro grandes tubos paralelos, y para
hacer posible su traslado cuenta con tren de
aterrizaje y frenos aerodinámicos.
FILOGENIA Y
EMBRIOLOGIA
Confusión inicial: La
acción a mediados del siglo XVI, en el castillo del duque Franticzek
Slamovir Kumbrachovski, en la Alta Moravia. Han
pasado dos años. Preocupado por la demora de su
criado Vaclav —que ha salido a comprar cigarrillos
en el mes de octubre y aún no ha regresado—, el
duque interpela al jefe de mayordomos, Tokos
Voglivka, quien le hace saber que el criado
desaparecido no es otro que Igor, hijo natural del
duque y de la cocinera Lola Nademlejnska, también
conocida como Lolita. Ciego de furor, el duque
entona la delicada aria "Sal de aquí, estúpido,
antes de que te mande moler a palos", y se retira
por el foro. Mientras tanto, en Verana, ajeno a
esos avatares, Igor recibe una carta anónima en la
que se le hace saber que su padre no es el humilde
luthier Giacomo Apicciafuoco, sino un remoto señor
feudal de la Alta Moravia, quien —despechado por
los celos que sentía a causa de la relación de la
cocinera con el cazador furtivo Smetacek Lubor
Kemr— lo hizo regalar a unos gitanos cuando aún
era un tierno niño. Igor canta, entonces, "Ay de
mí, desdichado, crudelísima suerte me ha deparado
Fortuna". Envuelto en un toallón violeta sale a la
calle consternado, y se cruza con el criado
Vaclav, quien aprovechó el descuido de su amo para
pedir asilo político en Verana. Aunque resulte
difícil de creer, el criado es antepasado directo
de Daniel Rabinovich, quien con el tiempo llegaría
a ingresar en el Coro de Ingeniería dirigido por
Virtú Maragno.
Génesis: Hacia 1961
forman parte del Coro de Ingeniería Marcos
Mundstock, Carlos Núñez y Daniel Rabinovich. Junto
con otros integrantes del Coro, los nombrados
prepararon varias bromas musicales para tocar
entre amigos, en las reuniones de los coreutas o
en encuentros con gente de otros coros. En ese año
empezaron a gestarse los temas atribuidos a Johann
Sebastián Freddy Mastropiero, un juglar imaginario
"hijo de padre italiano y madre". Al año
siguiente, el mismo grupo de bromistas preparó una
ópera, II figlio del pirata, llena de situaciones
absurdamente melodramáticas y con algunos chistes
subidos de tono en medio de textos solemnes. El
grupo empieza a consolidarse como tal, en parte
gracias a la incorporación de nuevos instrumentos
informales. En 1965, el Coro de Ingeniería viaja a
un festival universitario que se celebra en
Tucumán: cada coro ha preparado, aparte de sus
temas de ejecución pública, una serie de obras en
broma para la cena de clausura. El conjunto de
Ingeniería presenta una cantata estructurada según
los más severos cánones del género, pero que tiene
como texto el prospecto de un laxante enérgico: la
Cantata Laxatón tiene tal éxito que el grupo
decide profesionalizarse.
I Musicisti: El grupo
elige como nombre profesional el de un célebre
conjunto de cámara y lo altera levemente: con el
tiempo el público porteño confundirá los nombres
llamando I Musici a los personajes de esta
historia e I Musicisti al conjunto italiano. En
mayo de 1966 hacen su estreno profesional en el
sótano de la calle Lavalle del Centro de Artes y
Ciencias, con el show ¿Música? Sí, claro. El
periodista Mario Bohoslavsky los descubre y los
llena de denuestos en una nota titulada
introducción a la música repelente, que apareció
en otra revista, no en ésta; el público,
masoquista, comienza a sufrir con ellos en
cantidades cada vez mayores. Ya célebres en
septiembre de 1966, el Instituto Di Tella los
llama para representar Mens sana in corpore sano,
con guión de Carlos del Peral. Alcanzan casi 100
representaciones. En mayo de 1967, siempre en el
Di Tella, ponen en escena I. M. Y. L O. H. (I
Musicisti y las óperas históricas), que bate un
récord de taquilla: 70 representaciones a sala
completa, algo así como unos 14 mil espectadores.
Entre agosto y septiembre también graban una
cantata para publicitar las telas Finch.
Cariocinesis y
fragmentación: El 4 de septiembre de 1967, el
actual trovador Jorge Schusheim sufre una
descompostura de su brújula y en vez de dirigirse
a Punta del Este extravía el rumbo y va a parar a
México con varios de los musicistis. Los restantes
—Mundstock, Masana, Marona, Núñez y Rabinovich
(López Puccio se incorporó más tarde)— optan por
cambiar su denominación por la de Les Luthiers. El
viejo nombre de I Musicisti queda como patrimonio
de los miembros escindidos. Les Luthiers ponen en
escena L. L. cuentan la ópera, viajan durante el
verano a Uruguay, graban la banda de sonido de la
comedia Angelito el secuestrador (puesta en escena
por Leal Rey en el teatro Caminito) y se presentan
por televisión en el programa Todos somos mala
gente.
Crecimiento y
expansión: A la par de sus dotes musicales y
humorísticas, Les Luthiers cuentan para entonces
con un formidable entrenamiento escénico, que les
permite montar, en agosto de 1969, la ópera
psicoanalitica en solfa Blancanieves y los siete
pecados capitales, que alcanza 120 funciones.
Desde noviembre de ese año comienzan sus
actuaciones en el café-concert La Cebolla con el
actual espectáculo Querida condesa, que —con
algunas modificaciones— es el mismo que presentan
ahora en Mar del Plata. Poco antes de partir
grabaron el disco Sonamos, pese a todo, un recital
Mastropiero.
PRONOSTICO
Una de las ventajas
del periodismo es, la de poder conocer otro rostro
de los personajes, el que se usa en la calle, o en
el camarín, a veces bastante distante de la figura
artística que los divos muestran en escena. En el
caso de Les Luthiers, sin embargo, no existe tal
otra cara: el humor es para ellos un ejercicio
cotidiano. Dos o tres veces por semana suelen
encontrarse para ensayar, discutir innovaciones o
nuevos proyectos, a veces simplemente para estar
juntos. Es entonces cuando se suben los cinco en
el asiento delantero de un solo auto
—innecesariamente, puesto que casi todos cuentan
con su propio vehículo—, o suben con sus coches a
la vereda recorriéndola en ordenada fila india, o
con la mayor cortesía sacan la mano en las
esquinas doblando luego hacia el lado contrario al
indicado. A solas sacan a relucir sus apodos:
Marona es el Nene, López Puccio es Alfil y
Rabinovich es Le Pone.
Aunque en sus
profesiones paralelas se comportan con lógica
seriedad, les basta reunirse para que las
situaciones reideras empiecen a brotar, a veces a
pesar suyo: la mayor parte de los gags nacieron
debido a equívocos o improvisaciones en escena. La
manía de morcillear (esto es: introducir en el
texto frases o acciones no previstas en el guión)
suele tentar de risa a los propios compañeros del
gracioso. Fue lo que pasó cuando Daniel —que de
acuerdo con el guión debía irrumpir en unas
larguísimas improvisaciones con el bombo que
terminan por cansar a los demás músicos— llevado
por el entusiasmo de su repiquetear se pegó con la
baqueta un fuerte golpe en el abdomen; ahora, el
golpe quedó incorporado al espectáculo.
Más allá de las
sangrientas caricaturas musicales —que
frecuentemente tienen como blanco a la escuela
romántica—, Les Luthiers saben mostrar que son
buenos instrumentistas y excelentes cantantes.
Marona es un guitarrista de primera línea tanto en
sus recitales "serios" cuanto bromeando con Les
Luthiers; López Puccio como violinista, Rabinovich
en percusión, Núñez en el piano y Mundstock como
bajo-barítono tampoco son ningún chiste. Más bien
las cosas son al revés: porque conocen, entienden
y aman a la música es que pueden tomarse ciertas
confianzas con ella; porque tienen talento, ese
acto de amor en solfa puede ser compartido por su
público.
M. B.
Revista Siete Días
Ilustrados
18.01.1971
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