EL PRINCIPIO
Dionisio Llanca se
levantó tarde el sábado 27. Ciertas circunstancias
lo llevarían, en los días que siguieron, a
enfundarse en un traje azul con chaleco y colgarse
del cuello un corbatón de colores (tantos
periodistas, tanta gente, tantas fotos, le
despertaron un súbito pudor), Pero ese mediodía se
puso unos pantalones viejos, una camisa y una
campera negra. Ambuló por la casa modesta pintada
de verde y por la calle Chubut, un ancho río de
tierra dormido a diez minutos del centro de Bahía
Blanca.
Habló del tiempo, del
trabajo, de cosas estrictamente reales y
cotidianas con su tío Enrique Ruiz. Almorzó y se
acostó a dormir la siesta porque tenía que manejar
toda la noche. Se despertó cerca de las seis de la
tarde y se instaló frente al televisor. Vio, sin
demasiado entusiasmo, un capítulo de la serie
Ladrón sin destino. Es importante recordar que esa
serie es policial, realista, directa y sin
elementos fantásticos. A las diez de la noche
comió con su tío. El menú: un bife, una ensalada y
dos vasos de Cepita, una bebida sin alcohol. Unos
minutos después de la medianoche Llanca se puso la
campera, se despidió del tío y subió al camión (un
Dodge 600), cargado de materiales de construcción
que debía llevar a Río Gallegos en un monótono
viaje de dos días.
Después de doce años
en el volante, el ojo se acostumbra. Aún en la
penumbra de la calle, Llanca descubrió que la goma
trasera derecha estaba baja. Estuvo a punto de
cambiarla, pero decidió partir. Cuando puso en
marcha el motor eran las doce y media. Había
empezado el domingo 28.
EL HOMBRE
Dionisio Llanca es un
hombre sin misterio. Tiene 25 años, maneja
camiones desde los 14, el fútbol no le interesa
(aunque a veces se preocupa por el destino de Boca
Juniors), es soltero —una vez tuvo una novia y
entonces, tiempos felices, se hizo tatuar en el
brazo izquierdo dos corazones atravesados por una
flecha— y vive con sus padres en Ingeniero
Jacobacci, un pueblo de Río Negro, donde nació el
17 de octubre de 1948. El padre de Llanca es
ferroviario y la madre vive entre un fogón
caliente y los doce hijos que trajo al mundo. Los
mejores recuerdos de Dionisio Llanca (además de la
novia que ya no tiene) están también tatuados en
su brazo izquierdo: son los de su servicio
militar, y han quedado apretados en una leyenda
azul que dice Batallón Logístico de Montaña 6,
Zapala, 1969-1970. Gana, con el camión de !a
empresa Transporte Comercial Automotor de Río
Negro, unos 100 mil pesos mensuales. Piensa que es
poco, y como quiere comprarle una casa a la madre
está decidido a cambiar de oficio. "Total
—medita—, yo sé hacer un poco de todo".
Duerme poco. Le bastan
cuatro o cinco horas. Y muy pocas veces recuerda
lo que sueña.
AQUELLO
El camión empezó a
bambolear sobre la ruta 3. La goma estaba
pinchada, no había nada que hacerle.
Dionisio Llanca se
arrepintió de no haberla cambiado en la estación
de servicio Esso de la calle Don Bosco, donde
había parado a la una menos cuarto para cargar
nafta. Ahora tendría que bajarse en la banquina
oscura y desolada, aguantarse el frío de la
madrugada —ya era la una y cuarto— y manotear
herramientas y tornillos sin nadie que le diera
una mano.
A partir de ahora es
imprescindible transcribir, palabra por palabra,
punto por punto, el relato de Dionisio Llanca.
Atención.
"Frené el camión en la
banquina, me bajé, saqué el gato y las
herramientas y empecé a cambiar la goma. La ruta
estaba desierta. De pronto, el camino se iluminó
con una intensa luz amarilla que parecía estar a
unos dos mil metros. Me llamó la atención, pero
por el color pensé que eran los faros de un
Peugeot y seguí con mi trabajo. Pasaron unos
segundos. Yo estaba de espalda a la luz, pero se
hizo tan fuerte que iluminó todo el campo. Y ya no
era amarilla, sino azulada, parecida a la de un
soldador eléctrico. Traté de levantarme, pero no
tenía fuerzas. Me había invadido una cosa rara,
una especie de desgano, y las piernas no me
respondían. Estaba de rodillas. A pesar del gran
decaimiento atiné a darme vuelta y mirar hacia la
arboleda que estaba a un costado del camino.
Entonces vi una cosa grande, con forma de plato,
suspendida en el aire, a unos siete metros de
altura, y tres personas a mis espaldas que me
miraban fijamente. Otra vez traté de levantarme,
pero no pude. El decaimiento era total, y me di
cuenta de que ni siquiera podía hablar. Las tres
personas estuvieron mirándome un largo rato. Tal
vez cinco minutos. Eran dos hombres y una mujer.
La mujer estaba en el medio de los dos hombres. Me
di cuenta de que era mujer por la forma del pecho
y por el pelo largo y rubio que le llegaba hasta
la mitad de la espalda. Los hombres también eran
rubios y estaban peinados para atrás. Los tres
tenían más o menos la misma altura, un metro
setenta o setenta y cinco, y vestían de la misma
manera. Buzos enterizos color gris plomo muy
ajustados al cuerpo, botas tres cuartos color
amarillo, como el de las gamuzas de lustrar
zapatos, y guantes largos, hasta la mitad del
brazo, del mismo color. No tenían cinturones, ni
armas, ni cascos, ni nada más. Las caras eran como
las nuestras, pero tenían frente muy despejada y
ojos alargados, como los de los japoneses, y un
poco saltones. Hablaban entre ellos en un lenguaje
imposible de entender. No tenia vocales y sonaba
como..., como una radio mal sintonizada, con
chillidos y zumbidos. Uno de ellos me agarró del
cuello de la campera y me levantó con firmeza pero
sin violencia. Intenté hablar, pero la voz no me
salió. Mientras e| que me había levantado me
sostenía, el otro me puso un aparato en la base
del dedo índice de la mano izquierda. Miré bien el
aparato. Se parecía a una afeitadora a pilas y
tenia una canaleta. Me lo aplicaron unos segundos.
No me dolió. Cuando lo retiraron tenia dos gotas
de sangre en el dedo. Creo que me desmayé, porque
no recuerdo más nada..."
EL DESPERTAR
Dionisio Llanca se
despertó a una hora imposible de precisar. De
acuerdo con una serie de sucesos y testimonios
posteriores, esa hora debe haber estado entre las
dos y las tres de la madrugada del domingo. Cuando
abrió los ojos estaba tirado junto a unos vagones,
dentro de los corrales de la Sociedad Rural de
Bahía Blanca, exactamente a nueve kilómetros
seiscientos metros del punto donde le sucedió
aquello. Caminó sin rumbo. No recordaba nada. Ni
su nombre, ni el episodio, ni el camión, ni su
domicilio. Estaba mareado y tenia frío. Empezó a
caminar hacia la ruta, guiado por las luces de los
vehículos. Recién el martes 30. cuando se despertó
en una cama del Hospital Municipal de Bahía
Blanca, recordó todo y se estremeció. Su ropa
estaba intacta, doblada en los barrotes de la
cama. Sintió ganas de fumar y de saber, por
ejemplo, qué hora era. Entonces descubrió que le
faltaba el reloj, el encendedor y los cigarrillos,
que siempre protegía con una cigarrera de metal.
Sin embargo, en e| bolsillo del pantalón estaban
los 150 mil pesos que llevaba al salir. Preguntó
por su camión, que le preocupaba más que el plato
volador y los extraños seres. Le dijeron que la
policía lo había encontrado estacionado sobre la
banquina, en Villa Bordeu, a unos dieciocho
kilómetros del centro de Bahía Blanca, con el gato
puesto y una goma lista para ser cambiada. En la
guantera, intactos, estaban los documentos.
LOS PASOS PERDIDOS
En la hoja 103 del
libro de entradas de la guardia del Hospital
Municipal se lee:
Nombre: N.N. Lugar del
accidente: ruta 3, detrás de El Cholo. Causa: Dice
que una luz muy fuerte lo encegueció, que era un
plato volador, y no recuerda más. Vio dos hombres
y una mujer muy rubios. Lesiones: traumatismo de
cráneo, frente temporal derecho con amnesia total.
Todavía es un misterio
todo lo que ocurrió entre el minuto en que
Dionisio Llanca despertó junto a los vagones, a
casi diez kilómetros del lugar donde tuvo el
encuentro alucinante, y el momento en que lo
atendió Ricardo Smirnoff, traumatólogo y médico
forense. Su testimonio es decisivo:
"Soy médico forense.
Los sábados y domingos tengo guardias rotativas.
El domingo 28, a eso de las nueve y media de la
mañana, me llamó por teléfono la doctora
Altaparro, que trabaja en el Hospital Español, y
me dijo que tenía un caso algo curioso. Llegué al
hospital a las diez y cuarto y me encontré con un
hombre de 25 ó 26 años de edad (luego calculé bien
los años por las fechas de los tatuajes que tiene
en e| brazo izquierdo), que padecía amnesia total
retrógrada, es decir, que había olvidado los datos
del pasado. No sabia quién era, adonde había
nacido, quiénes eran sus padres. Lloraba
continuamente y preguntaba en qué pueblo estaba.
La doctora me dijo que un hombre lo había dejado
en el hospital después de encontrarlo vagando por
el centro de la ciudad como un autómata y
preguntándole a todos los que encontraba adonde
había un puesto policial. Al principio pensé que
lo había atropellado un auto en la ruta. Lo
revisé. Aparentemente no tenía lesiones. Pero al
llegar a la cabeza y acercarle la mano a la frente
—sin llegar a tocarlo, atienda bien, sin llegar a
tocarlo—, se echó hacia atrás instintivamente,
como quien se protege de algo que va a producirle
dolor. Sin embargo, en esa zona no tenía
escoriaciones, ni hematomas, ni promontorio (el
clásico chichón), ni quemaduras. Lo definí como
«un dolor exquisito parieto-temporal derecho».
Después lo hice fichar en la policía —por si se
trataba de un accidentado o de un fugitivo— y lo
hice internar en el Hospital Municipal por un
posible traumatismo de cráneo. Desde luego, un
golpe puede provocar amnesia parcial o total. Pero
me pregunto: ¿qué clase de golpe puede producir
amnesia total sin dejar una sola marca? En esto de
los platos voladores hay dos caminos: creer o no
creer. Yo no creo. Pero tengo que reconocer que el
caso Dionisio Llanca es muy extraño, muy
extraño..."
VIERNES 2, MEDIODIA
El viernes 2,
exactamente al mediodía —cuando Dionisio Llanca
recién planeaba su viaje a Río Gallegos—, seis
técnicos de la Marina de Guerra trabajaban en la
torre de control de la base aeronaval Comandante
Espora, en Bahía Blanca, durante un operativo de
ejercicios aéreos a cargo de una escuadrilla de
aviones militares. De pronto vieron suspendido a
unos cuatro mil metros, de altura un punto de
intensa luminosidad. El objeto estuvo allí
durante veinte minutos. Ese tiempo permitió a los
técnicos observarlo con prismáticos y otros
aparatos ópticos de la torre de control. Mientras
algunos lo miraban otros comprobaron un hecho
notable: a esa hora y por ese lugar no estaba
previsto el paso de ningún satélite artificial ni
había sido lanzado ningún globo senda. Al cabo de
esos veinte minutos el objeto empezó a moverse
lentamente y desapareció luego a gran velocidad,
una velocidad que
calculada por el radar
fue calificada como muy superior a la de cualquier
objeto terrestre conocido. El episodio fue
registrado en el libro de novedades de la base
como "fenómeno O.V.N.I.", y su aparición llevó
otra vez a primer plano un episodio sucedido días
antes en el mismo lugar, al que no se le dio
ninguna difusión: dos aviones militares intentaron
perseguir a un punto luminoso similar, pero no
pudieron hacerlo a causa del mal tiempo. (De los
diarios).
LOS SI Y LOS NO
Hemos relatado un
hecho. La historia del camionero Dionisio Llanca y
su encuentro con un O.V.N.I. y tres seres
extraños, presuntamente extraterrestres. La simple
enunciación del suceso genera escepticismo, burla,
indiferencia. Pero Virgilio, en la Cuarta Égloga,
escribió: "Ya una nueva raza está siendo enviada
desde los cielos", y dijo Pascal que "El que duda
y no investiga se torna no sólo infeliz sino
también injusto". Por lo tanto (y considerando que
el enigma de los platos voladores, al fin y al
cabo, ha reunido 55.000 testimonios y unas 300
fotografías), es imprescindible investigar. O, por
lo menos, responder preguntas. Adelante.
P.: ¿Miente Dionisio
Llanca?
R.: Dionisio Llanca no
parece mentir. Todos los hechos (lo que hizo e|
sábado, su comida, el programa de televisión que
vio) fueron comprobados. Su amnesia está
comprobada por médicos y asentada en los libros
del hospital. Pero, sobre todo, Dionisio Llanca no
tiene motivos para mentir: este episodio lo
mantiene en un constante estado de angustia. Ha
confesado que de noche sueña con el plato y con
los tres seres. Tiene miedo de volver a
encontrarlos.
P.: ¿Se beneficia
Dionisio Llanca con esta mentira?
R.: Todo lo contrario.
Dionisio Llanca, mientras vagaba amnésico por la
madrugada de Bahía Blanca, no buscó un canal de
televisión, ni una radio, ni un diario. Buscó un
puesto de policía y encontró un hospital. Esto
hace suponer que el protagonista no buscaba
notoriedad. A diferencia de otros testigos de
platos voladores, Dionisio Llanca no ha pedido un
solo peso por prestarse a reportajes n¡ a
interrogatorios. Y por culpa de ellos ha perdido
preciosos días de trabajo que ya no podrá
recuperar. Además, para él, un hombre apocado e
introvertido que sólo espera la hora de llegar a
su casa y ver a sus padres, esta avalancha de
preguntas y de fotografías debe parecerse al
infierno. Enfundado en su traje azul, apretado por
su chaleco, Dionisio Llanca es un personaje casi
patético. En la puerta de un restaurante nos dijo,
con lágrimas en los ojos: "Por qué todo esto tuvo
que pasarme a mí, por qué?"
P.: ¿Es loco Dionisio
Llanca?
R.: Según los médicos,
Dionisio Llanca parece normal. Sin embargo, esto
no es definitivo. Dentro de una semana será
sometido a pruebas de hipnosis y de Penthotal
(droga de la verdad). Recién entonces se podrá
asegurar si ha mentido. Otra serie de pruebas
determinará si Dionisio Llanca padece alguna
alteración mental.
P.: ¿Qué puntos flojos
hay en el relato de Dionisio Llanca?
R.: Algunos. Pero
también con su réplica. Por ejemplo, resulta
extraño que sólo Dionisio Llanca haya visto esa
luz intensa que iluminaba todo e| campo. Sin
embargo hay que considerar que la ruta 3, a esa
hora, no es muy transitada. Que en los alrededores
del sitio donde sucedió aquello hay solamente un
frigorífico (a esa hora sin actividad) y un
depósito de combustible de YPF custodiado por
serenos que montan guardia en el interior y que no
ven desde su puesto toda la ruta. Resulta extraño
que Dionisio Llanca haya caminado (en estado de
profunda confusión mental) casi nueve kilómetros
hasta la ciudad Pero también es posible que algún
automovilista lo haya levantado y para no
comprometerse lo haya dejad0 después en alguna
calle céntrica. Llanca, afectado por una amnesia
total, puede haber olvidado ese episodio aun
cuando el martes siguiente recordó casi todos los
hechos.
P.: ¿Es Dionisio
Llanca un bromista, un fabulador?
R.: Dionisio Llanca es
un hombre simple, casi primitivo. A lo largo de
casi dos días de charla con nosotros reflejó
angustia y no ensayó siquiera una sonrisa. El
sentido del humor está muy lejos de sus
características. Uno de los médicos lo definió
como "un inocente". Por otra parte, semejante
fábula requeriría un conocimiento previo de
algunas cuestiones relacionadas con el fenómeno
O.V.N.I., cuestiones que Dionisio Llanca ignora
desde el principio hasta el final Cuando le
preguntamos qué sabía de los platos voladores (y
se lo preguntamos muchas veces y hasta en forma
tramposa para hacerlo caer) contestó: "Nada, no me
interesa el tema". Y en realidad son muy pocos los
temas que le interesan a Dionisio Llanca, con
excepción de su pueblo, sus padres y su trabajo.
Deliberadamente hemos
dejado para el final un prediagnóstico del
psiquiatra Eduardo Mata, un veterano fiscal de
testigos del fenómeno O.V.N.I.:
"He buscado por todas
partes y me ha sido difícil encuadrar el caso de
Dionisio Llanca. Me atrevo a arriesgar, como
explicación, el síndrome de Korsakov, un síndrome
confusional en el que predominan la amnesia de
fijación, la tabulación y los falsos
reconocimientos, y a la cual se asocia una
polineuritis que puede también no estar presente.
Sin embargo —aunque todavía no he examinado a
fondo al testigo—, creo que su primitivismo, su
simpleza, su constante preocupación por las cosas
cotidianas (el trabajo, el camión, la goma
pinchada) antes que por el extraordinario suceso
que narra, lo invalidan como un fabulador. Creo
que a Dionisio Llanca le pasó algo tremendo esa
noche. Algo fantástico y terrible. Y que el shock
psicológico que sufrió a| ver "eso" le pudo haber
producido más tarde el síndrome de Korsakov..."
"Eso", hayan sido o no
seres rubios con mamelucos gris plomo, está
todavía clavado en los ojos y en el cerebro de
Dionisio Llanca, que lleva días sin comer ni
dormir. Y que ahora sí, definitivamente, quiere
cambiar de oficio. Para no tener que volver nunca
más de noche a la ruta 3, llena de viento y de
silencio y de arboledas y de cables de alta
tensión donde —oyó decir hace poco— los visitantes
de galaxias lejanas roban energía para hacer andar
a sus platos y asustar a los hombres.
*.*.*.*.*
UN OVNI SOBRE LA BASE
ESPORA
Héctor Benítez tiene
31 años, es casado y padre de dos hijos y vive en
el 2311 de la calle Castelar, en Bahía Blanca.
Desde 1969 es técnico radarista de la torre de
control de la Base Aeronaval Comandante Espora. El
viernes 2 de noviembre a las 11.50 estaba de turno
en la torre junto a otros cinco compañeros, uno de
los cuales es piloto civil. De pronto, exactamente
a esa hora, oyó que sus compañeros hablaban de "un
punto luminoso en el cielo". Tomó unos grandes
prismáticos que siempre están en la torre y bajó
rápidamente las escaleras. Este es su relato:
"Pude ver en el cielo, a una altura muy difícil de
calcular a ojo, una circunferencia blanca o
plateada que se mantenía suspendida y
completamente inmóvil. La superficie no era del
todo regular, y alcancé a distinguir en ella unos
puntos oscuros similares a las ventanillas de una
aeronave. Desgraciadamente, no había en ese
momento ningún avión en vuelo, de modo que no pude
calcular la altura a la que se encontraba el
extraño objeto. Tampoco pude precisar su tamaño,
pero era más o menos similar al de un Boeing 737
que volara a 9.000 metros de altura. Pensé que
podría tratarse de un globo, pero sucede que los
globos sonda no permanecen suspendidos de ese modo
en el cielo. Por otra parte, en ese momento
soplaba un viento norte bastante fuerte: si
hubiera sido un globo, éste se habría movido en
forma notoria. También descarté la posibilidad de
que se tratara de un satélite artificial. A veces,
desde nuestra base, se ve el satélite Nimbus, que
da una vuelta a la Tierra cada 114 minutos y a una
altura de 20 kilómetros en dirección Norte-Sur.
Por supuesto tampoco se trataba de un avión: esos
aparatos, que vuelan a 900 kilómetros por hora y a
una altura de 9.000 metros, se identifican a
simple vista por su movimiento de traslación.
Después de 15 minutos de estar completamente
inmóvil, cuando eran exactamente las 12.05 de un
día claro y despejado, el plato se desplazó a
enorme velocidad en dirección Sur-Sudeste y
desapareció de mi vista. Desde luego, lo ideal
hubiera sido seguirlo con el radar, pero sucede
que no tuvimos tiempo de que el radar entrara "en
régimen". Para detectar ese tipo de objetos
hubiéramos necesitado más de 15 minutos antes de
entrar en régimen. De acuerdo con mi observación y
con las características del plato no dudo en
denominarlo OVNI. Y lo mismo dicen
mis otros cinco compañeros, uno de los cuales es
piloto. Es la primera vez que me toca ver un OVNI,
pero siempre creí en ellos. No sé qué son, de
dónde vienen, quiénes los manejan y mucho menos
qué se proponen. Pero lo que ya no se puede negar
es que existen y nos observan atentamente. .."
Por su parte, el
capitán de fragata Emilio Darnet, de la base
Espora, no quiso abrir juicio sobre el fenómeno
—que consta anotado en el libro de guardia como
"Fenómeno OVNI"—, pero señaló que ya se ha
iniciado una investigación sobre el episodio.
Este episodio sucedió
el viernes 2 al mediodía. El domingo siguiente, en
la primera hora de la madrugada, el camionero
Dionisio Llanca vivió —dice— su fantástica
experiencia. Si Llanca no miente. . . ¿Qué
relación hay entre el Objeto Volador no
Identificado de la base Espora y el plato y los
extraños seres que vio el camionero? ¿Y por qué la
avalancha de OVNI ha elegido Bahía Blanca como
objetivo?
*.*.*.*.*
"ES PROBABLE QUE
EXISTA VIDA EXTRATERRESTRE"
Carlos Varsavsky es
doctor en astronomía, profesor de física teórica
en la Facultad de Ciencias Exactas de la
Universidad de Buenos Aires, y autor de varios
libros de su especialidad. El caso de Bahía Blanca
—como todos los casos de Fenómenos O. V. N. I.—
plantea, fundamentalmente, el mayor de los enigmas
de nuestro tiempo: ¿Estamos solos en el Universo,
o hay vida inteligente más allá de nuestro
planeta? Le hicimos esta pregunta a Varsavsky.
Esta es su respuesta.
"Es muy probable que
exista vida extra terrestre, sobre todo fuera del
sistema planetario. Es decir, a una distancia que
oscila entre los diez y los cien años luz. Hay que
tener en cuenta que una galaxia tiene cien mil
años luz y que un año luz equivale a setecientas
mil veces la distancia entre la Tierra y el Sol.
Así, diez o cien años luz, en relación a la
galaxia, es muy poca cosa.
Hay razones para
suponer la existencia de vida extraterrestre. Una
de las principales es la posible existencia de
otros cuerpos fríos —planetas como el nuestro— que
giren alrededor de estrellas como el Sol. Todo
esto está en relación con las teorías de la
formación de las estrellas. Si hay tantos planetas
y tantas estrellas, se puede suponer correctamente
que haya condiciones y circunstancias de vida
también en otros lugares de la galaxia. Además, no
hay que olvidar que la Tierra tuvo tres mil
millones de años de existencia sin vida
inteligente, vida humana.
Si existen seres
extraterrestres inteligentes, la forma más simple
para comunicarse con ellos es recibir y mandar
señales de radio. Las señales de radio
viajan a la velocidad de la luz, llegan más rápido
que otro tipo de señales, y para grandes
distancias la tecnología necesaria ya está
resuelta y es mucho más simple que mandar, por
ejemplo, un cohete.
Además, la física es
un conocimiento acumulativo de fenómenos no
reproducibles. Eso quiere decir que otras
civilizaciones que estudiaran el mundo que las
rodea estarían en condiciones de captar o enviar
señales antes que otro tipo de mensajes. En la
actualidad en la Tierra estamos en condiciones de
enviar señales pero no podemos enviar un cohete a
otra estrella. Entonces, cuando planteamos la
comunicación con otros seres del sistema de la
galaxia, resulta que es más fácil recibir que
enviar. En consecuencia, existen en muchos países
receptores de radioastronomía apuntando a aquellas
estrellas que se supone tienen posibilidades de
vida, como puede ser el caso de Alfa Centauro.
En 1959 un
radioastrónomo de Estados Unidos puso una antena
para recibir mensajes extraterrestres, pero el
proyecto no dio resultado al no continuarse.
En 1964 se captó una
radiofuente extraterrestre que tuvo mucha fama.
Fue la denominada CTA 102. Fue la primera vez que
se anunció públicamente este tipo de captación.
Tenia una intensidad variable, es decir, una
amplitud de onda modulada. Las señales de radio se
generan en forma natural en muchos casos. Se
conoce su origen. Y una de las características de
todas las ondas naturales extraterrestres, hasta
1964, era su constancia. Al aparecer una onda
variable que cambiaba después de un largo período
(a veces tardaba semanas en cambiar) se creyó que
esa onda seria la emisión de un ser extraterrestre
inteligente. Pero después de un tiempo se
descubrió que era un nuevo tipo de emisión de onda
natural.
En 1968, en Cambridge,
Inglaterra, se detectó una emisión que variaba en
menos de un segundo. Prácticamente era una pulsión
del tipo del sistema Morse, con ritmos variables.
También se creyó entonces que sería una emisión no
natural, ya que un ser inteligente, para
diferenciarse de lo natural del universo, debe
hacer variaciones, cambios. Cuando esos cambios
son sistemáticos alcanzan significado de un
código, como el sistema Morse. Es decir, un
lenguaje. Pero también se descubrió que se trataba
de una onda natural.
Lo que ocurre es que
esas señales son emisiones de fenómenos naturales
pero aún desconocidos en nuestro planeta. Las
ondas de 1968 eran producidas por un cuerpo
celeste llamado Pufsar, justamente por el tipo de
emisión. Es un fenómeno físico que no se puede
reproducir en un laboratorio. Lo podemos imaginar,
nada más.
En este tipo de
fenómenos no hay que apresurarse. Hay que esperar
que los científicos (como los que trabajan en el
Instituto Argentino de Radioastronomía, que
cuentan con dos antenas de treinta metros de
diámetro y excelentes receptores) digan su última
palabra. La imaginación debe volar y buscar lo
desconocido, sobre todo para lograr que lo
misterioso, l0 extraterrestre, pueda ser
comprendido y conocido por todos. Hay vida en
otros planetas. Tardaremos en descubrirla, pero lo
lograremos".
Revista Gente y la
actualidad
08/11/1973
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