Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

El país
Nuevos factores se preparan a actuar

En la entrevista mantenida por directivos de la CGT con otros de la Confederación General Económica, los líderes sindicales ratificaron su decisión, la semana última, de llegar hasta el fondo en su Plan de Lucha. En realidad, fue una reiteración de numerosas declaraciones anteriores, pero, al mismo tiempo, formularon algunas aclaraciones interpretativas: llegar 'al fondo' significa que el gobierno no sólo debe anunciar algunas medidas, sino además crear en su seno la dinámica y los instrumentos para que esas medidas puedan llevarse a cabo. En lo que categóricamente no cree la CGT, es que el gobierno, con su actual conformación y con los hombres que en este momento lo integran, esté en condiciones de llevar adelante incluso las medidas positivas que esté dispuesto a anunciar. La CGT teme que un acuerdo destinado al fracaso obligue a un nuevo Plan de Lucha dentro de unos meses.
Quedaría así aclarado un punto esencial de la controversia, ya que todo lo que solicita la CGT está contenido en la plataforma de la UCR del Pueblo, y algunas de estas medidas ya fueron tomadas (control de cambios, emisión, ley del salario mínimo, control de precios) : y sin embargo pareciera que ninguna de las iniciativas juega papel alguno en la vida nacional.
Es posible así que en el curso de esta semana, la Confederación General Económica, por pedido de la CGT (y por un pedido más reservado del gobierno), intente elaborar alguna mecánica que asegure a las medidas la dinámica necesaria para su aplicación.
Pero quedará siempre el factor hombres de gobierno. Y en este sentido, la semana pasada parecía desbordar también en las Fuerzas Armadas el deseo de que el gobierno introduzca nuevos elementos de conducción para salir de la crisis en que el país parece haberse sumergido a pesar de la cantidad de iniciativas asumidas por el gobierno y, a pesar también, de que en el campo privado se nota una seria recuperación económica.
Una reunión de altos oficiales de Aeronáutica realizada en la base de Morón discutió seriamente estos problemas, mientras que en el Ejército se analizaba con detenimiento la ley de ministerios para ubicar con exactitud, y dentro de la legalidad institucional, las funciones que corresponden al secretario de Guerra. Se llegó así a la conclusión de que el secretario de Guerra es un miembro político del gobierno y, por lo tanto, está dentro de sus atribuciones fijar posición sobre todas las medidas oficiales y la política general del Ejecutivo. Es posible, por lo tanto, que al retorno del comandante en jefe, general Onganía, de su viaje al exterior, y al retorno del ministro de Defensa, el secretario de Guerra esté en condiciones de solicitar una reunión formal del gabinete —en los ocho meses de gobierno hubo solamente una reunión informal el 25 de mayo—, y en esa reunión preguntar al equipo económico y al ministerio social sobre la situación actual en sus respectivas esferas y la política futura que se piensa realizar para resolver la aguda crisis que vive el país.
Este interrogatorio del secretario de Guerra probablemente afecte seriamente la tesis del gobierno de que la paz social puede venir únicamente del diálogo, diálogo en el cual intentó primero comprometer al Ejército, y en el cual ahora ha logrado comprometer a la Iglesia Católica, sin que tuvieran resultado las gestiones del cardenal Caggiano, y dejando en la masa de trabajadores una sensación de desilusión reflejada en el comunicado del viernes último en el cual la CGT desautoriza las gestiones que se puedan realizar en su nombre.
En esta ofensiva, programada para ser realizada por el secretario de Guerra dentro del gobierno, seguramente se reserva un importante papel al ministro de Defensa. Quizás en previsión de este hecho, el equipo que actualmente conduce en el gobierno tanto la política económica como la social (encabezado por el vicepresidente Perette y con la aprobación de Ricardo Balbín) intentó neutralizar y casi llevar a la renuncia al ministro de Defensa, La mecánica seguida para ello fue curiosa: se produjo un serio embate por la vía del vicepresidente, del secretario de Energía y Combustibles, Antulio Pozzio, y del ministro de Educación y Justicia, Alconada Aramburú, para ocupar en forma inmediata y sin más trámites, las áreas que trabajan las compañías petroleras cuyos contratos fueron anulados. Las compañías afectadas en este caso serían en su mayoría norteamericanas, las que en estos momentos siguen cooperando con YPF sobre la base de que su litigio con el gobierno se encuentra radicado en la justicia argentina. Al tomar esta medida fuera del ámbito jurídico, la repercusión en Estados Unidos hubiera sido seguramente de tal magnitud que habría llevado al fracaso la misión del ministro Suárez en ese país. El presidente de YPF, Facundo Suárez, así lo expresó en una reunión de ministros donde se intentó decretar la ocupación de las áreas, y de este modo quedó revelada la maniobra, y neutralizada.
Simultáneamente, el presidente Illia, ante un pedido de que las áreas petroleras fueran ocupadas el 20 de junio, Día de la Bandera, expresó que la bandera nacional pertenecía a todos los argentinos, incluso a quienes no coinciden con la política del gobierno, por lo cual no se podía utilizar ese símbolo para representar una medida discutida por una parte del país. A su vez, en la reunión del bloque de senadores de la UCRP con Facundo Suárez, éste respondió a las exigencias de ocupación inmediata formuladas por el senador Bassi, sosteniendo que las áreas son operadas bajo el control de funcionarios de YPF y que eso constituía suficiente garantía de defensa de la soberanía hasta que concluyeran estudios serios, y no improvisados, para la ocupación plena de las áreas petroleras.
Para los observadores que la semana última devoraban en Buenos Aires todas las noticias, informaciones y versiones, parecía segura una cosa: algo tiene que ocurrir que defina la situación en un sentido o en otro. Pero no pensaban tanto en que se firmara la paz social entre el gobierno y la CGT: parecían referirse más a la necesidad de que el gobierno fije un estilo de conducción que impida el rápido deterioro que avanza inexorable sobre el país y que puede determinar condiciones peligrosas para el proceso electoral que se iniciará muy en breve. Un triunfo masivo del peronismo en las elecciones de marzo próximo, fácil de predecir si continúa el clima actual, trastornaría toda la realidad argentina hasta un punto realmente crítico. Esto, en caso de que la situación preelectoral permita llegar hasta las elecciones en forma normal.
Nadie se atrevía a formular predicciones, pero una pesada angustia e inquietud envolvía a todos los sectores, y desde todos lados (justicialismo, Mir, Fuerzas Armadas, Alsogaray, Udelpa, Balbín) nuevas fuerzas parecían lanzarse a la vorágine de las mutuas acusaciones, de las recriminaciones, ante los fantasmas que a ocho meses de gobierno parecen haber anulado toda esperanza de convivencia. Evidentemente, el simple diálogo no parece constituir sustituto suficiente a un plan de gobierno y a un gobierno eficaz, moderno y coherente.

Radios
La oposición busca vías de expresión
El 10 de mayo de 1960, en una mesa redonda que Radio Rivadavia organizó y transmitió desde el salón "La Argentina", en Buenos Aires, el entonces diputado Carlos Perette expresó: "Considero que no puede seguir el país con un monopolio estatal de radio y televisión, y que le permite actualmente tener al Estado en su poder 38 emisoras y el único canal de televisión. Y que solamente existen, por licitaciones legítimas, limpias y claras, en poder de la actividad privada 17 emisoras. (...) El país reclama que se rompa ese monopolio, que el Estado conceda a manos privadas el ejercicio de la radio y la televisión. Esa es una conclusión a la cual tenemos que llegar."
Y un par de años antes, cuando se consideraba en la Cámara de Diputados un pedido de informes de la UCRP sobre Radiodifusión, el 2 de setiembre de 1958, Carlos Perette sostuvo que "las radios no deben ser el eco del gobierno" ( ver La Prensa, del 3 de setiembre de 1958).
Por curioso que parezca, actualmente son otros diputados y políticos, no de la UCR del Pueblo, quienes se muestran desesperados por romper el monopolio de los servicios oficiales de radio, y encontrar una abertura por la cual hacer oír sus ideas. Pero, mediante el sistema de reportajes, las radios oficiales difunden con inusitada frecuencia las opiniones de los políticos u hombres públicos que sostienen una posición favorable al gobierno, y dejan a un lado el interrogatorio a quienes comulgan en otra posición. Por ejemplo, los últimos reporteados en Radio Belgrano (que pertenece a la cadena oficial) fueron: el vicepresidente Perette, los diputados radicales del Pueblo, Arturo Mor Roig, Luis Bobillo, Raúl Alfonsín, Antonio Tróccoli, Isidro Balbi y Alberto Maglietti. Al margen de eso, dos diputados de otros sectores que generalmente coinciden con el oficialismo: Jorge Almada, del conservadorismo, y Luis Amura, independiente, que antes actuó en UDELPA.
En otro caso, en La gente un programa semanal de reportajes de Canal 7, que dirige el locutor Augusto Bonardo, aparecieron Juan Palmero, Adolfo Silenzi de Stagni, Femando Solá, Facundo Suárez, Eugenio Blanco y Ricardo Balbín: en todos los casos, Bonardo promueve declaraciones coincidentes con la línea oficial y contra quienes opinan de modo distinto del gobierno.
La semana pasada, algunos redactores de PRIMERA PLANA intentaron descubrir la mecánica operativa de este control que se ejerce sobre la radio y la televisión oficiales. Algunos funcionarios de la cadena oficial expresaron que en muchos casos se debe a que los conductores de las radios y del Canal 7 prefieren seguir esa política por temor a ser exonerados de sus cargos. Sin embargo, amén de ese hecho plausible, existen otras circunstancias. Se pudo saber que en la Casa de Gobierno funciona un grupo de acción psicológica integrado por el subsecretario del Interior, doctor Luis Vesco; el secretario interino de Prensa, doctor Luis Caeiro; el periodista Martín Cires Yrigoyen; el señor Carlos A. Infante, de Radio Rivadavia, y el capitán (R) Antonio Revuelto, ex jefe del Servicio de Informaciones Navales y actual director de Telam, agencia noticiosa dependiente de la decretaría de Informaciones de Estado (SIDE). Desde aquí surgen iniciativas que luego son canalizadas por la señorita Nélida Baigorria, bajo cuyo control (y el del señor Vicente Chas Madariaga) se encuentran las radios oficiales y el Canal 7 de televisión.
En los primeros momentos del Plan de Lucha, desde el ministerio del Interior, presumiblemente originada la idea en ese equipo de acción psicológica, se envió a los informativos de las radios oficiales una información sobre la posibilidad de que el gobierno se propusiera anular la Ley de Asociaciones Profesionales. Esta versión, difundida masivamente —el director del informativo de Radio Splendid fue el único que se negó a hacerlo—, buscaba atemorizar a los directivos de la CGT.
Otros hechos de la misma naturaleza tendieron a crear la idea de que el Plan de Lucha de la CGT era fomentado por las compañías petroleras cuyos contratos fueron anulados, y otras versiones querían originar una división en el Ejercito, mediante referencias a posibles enfrentamientos entre sus generales. La versión militar alcanzó tal magnitud, que por un momento el país creyó que el general Lanusse había sido arrestado: el operativo así desatado abría para el gobierno una nueva posibilidad de alcanzar su postergado deseo de reincorporar a los oficiales colorados en situación de retiro.
Por último, hacia fines de la semana pasada parecía que el gobierno también había logrado copar la agencia noticiosa Telpress. Amenazando con anularle los contratos que esa entidad mantiene con las radios oficiales, presionó lo suficiente como para hacer perder a Telpress su carácter de agencia independiente.
Es así posible que, muy pronto, en el recinto de la Cámara de Diputados se alce una voz opositora para reclamar al gobierno lo mismo que reclamaba el diputado Perette al gobierno de Arturo Frondizi.
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Debates
Respuestas audaces para estudiantes implacables

En la semana pasada, el comodoro retirado Juan José Güiraldes, quien desde su paso por la presidencia de Aerolíneas Argentinas tiene amplia experiencia como alto ejecutivo, aconsejó a una enorme empresa recurrir a la convocatoria de acreedores. "La convocatoria de acreedores —explicó Güiraldes— es el recurso idóneo para evitar llegar a la quiebra; el síndico asume el control de la sociedad, y los intereses de los acreedores quedan a resguardo ante el descalabro." Lo insólito del planteo es que la gran empresa así aconsejada por Güiraldes tiene domicilio legal en la primera cuadra de la calle Balcarce, en Buenos Aires, y se denomina Gobierno Nacional.
Güiraldes ya había insinuado antes de ahora que el país respiraría aliviado si el gobierno de Arturo Illia le ofreciera el homenaje de su renuncia. En un debate repleto de aguijonazos, cumplido hace pocos días por el Centro de Estudiantes Entrerrianos, en La Plata, el comodoro completó su idea: sugirió que, para evitar el desemboque
en una dictadura o el estallido del caos, sería necesario —luego de la remoción del actual elenco oficial— realizar un referéndum en condiciones tales que permita la coincidencia de amplios sectores por encima de las diferencias de clase, para afianzar a un gobierno sólido y ejecutivo.
El debate fue por momentos brillante y por momentos confuso; de las afirmaciones de Güiraldes, de las opiniones implícitas en las preguntas de los estudiantes y de las conclusiones que los mismos muchachos de pronto espetaban a modo de casi discursos, se pudo extraer el siguiente esquema, en el cual casi todos parecían coincidir.
• El cargo básico contra el actual gobierno es de inoperancia. Esto no sería grave si la situación nacional fuera plácida, bucólica; como, en cambio, la situación es cada día más explosiva (ese mismo día, mientras Güiraldes discutía con los estudiantes de La Plata, los desocupados de Berisso intentaban una "marcha del hambre", que fue impedida por la policía: ver página 22), la inoperancia sólo sirve para permitir que se irriten las zonas de fricción entre los distintos sectores de la comunidad argentina. Así, los obreros se lanzan contra los empresarios y ocupan las fabricas, aunque su verdadera lucha es contra el gobierno y aunque los industriales, oscilando entre la quiebra y la contracción del mercado, son también otro de los sectores más castigados por la inoperancia oficial. De este modo, el liberalísimo laissez faire, laissez passer de Illia se convierte en dejar hacer, tal vez, el golpe de ultraderecha, o dejar pasar, tal vez, las últimas oportunidades de impedir que en la Argentina las masas queden maniatadas por el comunismo.
• Esto sucede, según idea de Güiraldes —completada a gritos a veces, en aparente discrepancia, por los estudiantes—, porque el gobierno actual no es en modo alguno representativo de una coalición de sectores sociales con intereses comunes —por ejemplo, un interés común, un mutuo beneficio real en asegurar la vigencia de una "democracia de plena participación", según definición del comodoro—, sino el efecto, intrínsecamente endeble, de una forzada coincidencia en el Colegio Electoral.
• Como remedio, antes de que se llegue a tener que elegir entre la insurrección comunista o el golpe de ultraderecha, Güiraldes propone el alejamiento del equipo de Illia y la consolidación de un frente social capaz de reflejar su poder en la Casa Rosada.
• Las preguntas de los estudiantes convergieron, a esta altura de la discusión, en un punto en torno del cual Güiraldes estaba obligado a poseer información especial: ¿Por qué fracasó la intentona de frente nacional en los últimos comicios? La respuesta del comodoro fue bastante franca: "La conducción política nacional y la propia del Frente —dijo— no estuvieron a la altura de las circunstancias, y cayeron en la trampa. Pesaron demasiado, muy negativamente, mentalidades estrechas, prisioneras de esquemas rígidos, sin confianza en el pueblo y temerosas de su intervención activa. Pero lo verdaderamente grave fue la aceptación cada vez más sumisa del concepto viabilidad: frente a los candidatos representativos aparecieron los viables, que al convertirse en adversarios internos fueron hábilmente aprovechados polla reacción para desnaturalizar, quitarle autenticidad al Frente."

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Zavala Ortiz
Conferencia de prensa sin definiciones

Varias veces anunciada y postergada, la conferencia de prensa del doctor Miguel Ángel Zavala Ortiz —que se llevó a cabo, finalmente, la semana pasada— parecía ser la ocasión propicia para una aquilatada definición de la política exterior argentina, la cual, en siete meses de gobierno constitucional, no logró sino intrigar a todos los observadores diplomáticos radicados en Buenos Aires. El ministro de Relaciones Exteriores subrayó la importancia de que todo país tenga una política exterior clara y convincente; pero después de leer sus declaraciones, algunos de esos observadores confesaron en privado que siguen sin comprender.
Las declaraciones versaron, en su mayor parte, sobre la no desdeñable pero rutinaria actividad desplegada en relación con los países limítrofes.
Esta preferencia del doctor Zavala Ortiz por los asuntos menudos presupone su tesis de que "es primordial la posibilidad de concretar la unidad de nuestro hemisferio", objetivo tan ambicioso que no necesita defensa. Pero el doctor Zavala Ortiz sabe que ese objetivo no está al alcance de un gobierno como el del presidente Illia, voluntaria y prudentemente contraído a tareas que derivan de la prosaica realidad. La desproporción entre la acción desplegada y la filosofía que se invoca es —según algunos de sus colaboradores— característica del temperamento de Zavala Ortiz.
En todo caso, sus colegas, los otros ministros, se habrán preguntado cómo es posible que el gobierno persiga — sin que ellos lo sepan— la finalidad histórica de "concretar la unidad de nuestro hemisferio".
No hay duda de que "se ha demostrado la decisión de solucionar los problemas pendientes" con los países limítrofes, aunque cabe tener en cuenta que siempre habrá problemas pendientes y que siempre se debe tratar de solucionarlos. Sin embargo, es obvió que en estos siete meses no ha ocurrido nada realmente nuevo en las relaciones entre la Argentina y sus vecinos.
• En los círculos oficiales de La Paz se indicaba recientemente a un enviado especial de PRIMERA PLANA la desazón del gobierno boliviano ante la "atonía" del Palacio San Martín, que no parece comprender las perspectivas abiertas por el desarrollo agrario en el oriente de ese país ni la importancia de los yacimientos metalúrgicos de Mutún —los más ricos del mundo—para cualquier proyecto de complementación industrial en el Cono Sur del continente.
• Los parlamentarios chilenos que recientemente visitaron la Argentina para sostener conversaciones extraoficiales sobre el problema de límites admitieron, con toda honradez, que "esta iniciativa no podía ser más inoportuna", por ser 1964 un año electoral en Chile. Era utópico pensar que los distinguidos visitantes podían encuadrarse en la realidad, tratándose de políticos que deben atender a sus compromisos partidarios antes que a las exhortaciones fraternales del doctor Zavala Ortiz. Quiérase o no, la cuestión de Río Encuentro (Palena para ellos) forma parte de la campaña electoral chilena.
• En cuanto al Paraguay, fue patente la inoperancia argentina cuando las conversaciones Goulart-Stroessner acerca del proyecto hidroeléctrico de Sete Quedas, que modificaría el equilibrio geopolítico de América latina. Esa actitud se tornó aún más insistente cuando la caída de Goulart produjo un vacío político en el país guaraní, que no ha sido aprovechado hasta hoy. Fue un militar (el general Rosas) quien debió, recientemente, visitar Asunción para expresar el interés de su país por la cooperación con el Paraguay. Obviamente, el general Stroessner no podía olvidar los largos años que el doctor Zavala Ortiz consagró a luchar y conspirar contra "la dictadura paraguaya". El ejército argentino debió llenar este vacío de la Cancillería.
• Ante la crisis brasileña, la cancillería argentina se ha mantenido igualmente impávida, desdeñando la necesidad de ponerse rápidamente en contacto con las nuevas autoridades para reajustar la política común ante los asuntos del continente y el mundo. En el palacio San Martín es visible el desconcierto con que se sigue la evolución del Brasil.
Lo que más ha llamado la atención, sin embargo, es la ausencia de toda formulación dirigida a los grandes centros financieros internacionales. En un momento en que su gobierno prepara un plan de desarrollo que, por confesión explícita, no podría llevarse a cabo sin afluencia de capitales públicos y privados, el canciller no ha creído necesario explicar cuál es la posición argentina ante problemas como el del Sudeste Asiático —donde existe un foco de guerra que preocupa a todos los gobiernos occidentales— o el de Cuba, en vísperas de una grave decisión del sistema interamericano.
También en este punto es otro miembro del gobierno el que comprende la necesidad de ofrecer garantías adecuadas a las potencias cuyo auxilio requiere la Argentina. El ministro de Defensa, doctor Leopoldo Suárez, viajó a los Estados Unidos después de haberse firmado un acuerdo militar —cuyo texto no se ha divulgado— y declaró su propósito de "conversar sobre los aspectos políticos" incluidos en ese acuerdo. Suárez habló en la tribuna de la Junta Interamericana de Defensa. "La Argentina —dijo— es independiente, pero no neutral en la lucha ideológica que divide al mundo." Entre tanto, el doctor Zavala Ortiz espera con impaciencia la visita del presidente de Gaulle, quien sostiene que la lucha entre Washington y Moscú no es ideológica, sino un simple antagonismo entre grandes potencias, que debería ser indiferente al resto del mundo, al que propone una tercera posición acaudillada por Francia. Aparentemente, el canciller argentino cree en las perspectivas de esa tercera posición. Y esta vez coincide con las últimas instrucciones de Perón.
Conocidas las declaraciones de Zavala Ortiz, los círculos económicos dudaban, la semana pasada, de que los centros financieros estén mejor dispuestos que antes a apuntalar el plan quinquenal en elaboración. "¿Cuál es la política exterior argentina? —preguntaban—. No hay ninguna."

16 de Junio de 1964
PRIMERA PLANA

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