BOLIVIA
El testamento de Arguedas
A fines de la semana pasada, Antonio Arguedas —ex ministro de Gobierno de Bolivia, ex hombre de confianza del general-presidente Barrientos y, al mismo tiempo, alcanzador de una fotocopia del Diario del Che a Fidel Castro— era entrevistado (más de una hora) por Carlos M. García, colaborador de Panorama, en su refugio de la embajada de México en La Paz.
Antonio Arguedas

Dio ciertas respuestas, se reservó otras y —esencialmente— rompió un silencio tenazmente mantenido a lo largo de su asilo (desde el 30 de abril de 1969). Lo hizo así:
"No sé si me darán el salvoconducto (para México); eso está en la cabeza del general Ovando. Y cuando me lo den, tampoco sé cuánto duraré vivo en México. La CIA tiene muchas maneras de hacer que la gente desaparezca, y yo, no les convengo vivo a los norteamericanos." De esto, Arguedas algo debe saber. En 1968 se convirtió —durante días— en noticia mundial al asilarse en Chile y revelar que quien le había enviado a Fidel Castro una fotocopia del Diario del Che era él. De Chile viajó a Europa y a los Estados Unidos bajo custodia de los hombres de la CIA. Volvió a Bolivia. Donde reconoció pertenecer a los elencos de la CIA. Sobre el tema, dio detalles.
Arguedas practicó una deslumbrante carrera política —de suboficial mecánico en motores de la Fuerza Aérea a ministro en 2 años—, pero ese fulgor no oculta sus flagrantes contradicciones. Como hombre de confianza de Barrientos, fue implacable perseguidor de guerrilleros rurales y urbanos y jerarca de los torturadores que —entre junio y octubre de 1967— desbarataron la red urbana del Ejército Nacional de Liberación dirigido por el Che. Simultáneamente —y desde su ingreso al gobierno boliviano— mantenía viejas relaciones con el partido Comunista local. Al mismo tiempo, estableció contacto con quienes ese partido había abandonado y enviaba el Diario del Che a Cuba. Seguía, en el ínterin, siendo agente de la CIA.
Panorama: —¿Por qué se decidió a hablar, usted que nunca aceptó entrevistas desde que se asiló?
Arguedas: —A lo mejor, porque estoy haciendo mi testamento.
El hombre —fornido, de rostro irónico y ojos entrecerrados— sonríe. Hay penumbras en la sala de la embajada. Llegan, apagados, ecos de música folklórica.

El doble juego
Otra de las leyendas que se formó posteriormente fue la de que yo era muy amigo de Barrientos. La verdad no era así. En la Fuerza Aérea yo era un comunista conocido; usted puede preguntarle a cualquiera de los comandantes. Ellos sabían que yo era izquierdista (sic).
Indagación: en 1954, Jorge Kolle Cueto —dirigente del partido Comunista boliviano— presenta para su afiliación al partido a un joven y desconocido suboficial mecánico de la Fuerza Aérea: Antonio Arguedas. Recibe Inscripción en la célula Norte del P.C., participa de pintadas, hace pegatinas. Su actividad política creció con sus ascensos: subteniente destinado a radio-operador con destino en Trasportes Aéreos Militares (donde conoció a Barrientos, con quien empezó a volar), abogado en 1963 y capitán en ese entonces. Se dice ahora, en medios del P.C., que en los últimos tiempos del gobierno MNR del Mono Paz Estenssoro (1964) insistía en la acción armada para la toma del poder. Mario Monje y Jorge Kolle empezaron a llamarlo "El Loco". "El Loco", mientras tanto, trasportaba secretamente en sus vuelos el diario del partido, Unidad, para distribuirlo en las aldeas del Sudeste y dirigía una célula comunista dentro de la Fuerza.
Con Barrientos de vice-presidente (gobierno Paz), el sorpresivo Arguedas llega a diputado por el MNR. Con el golpe de Barrientos, a ministro.
P.: —Se ha dicho que lo aparentemente inexplicable de su regreso a Bolivia y del sobreseimiento de su proceso se debió a que su amistad con Barrientos involucraba el conocimiento de muchos secretos de éste en materia de negociados.
(Explicación: después de asilarse en Chile y viajar por Europa y los Estados Unidos, Arguedas regresa a La Paz, es procesado y sobreseído, vive reposadamente en casa. Indiferencia: a pesar de haber sido traicionado por Arguedas, el propio Barrientos lo protege. Versión: Barrientos protege a Argedas a la fuerza: el último tendría detalles de cómo el primero acumuló una fortuna de 200 millones de dólares desde 1964. Nueva versión: en abril de 1969, Barrientos muere en helicóptero y 24 horas después, Arguedas se desliza en la embajada mexicana con su libreta de tapas negras, una bolsa de viaje llena de tapes grabados y una lista de direcciones extranjeras en clave, la de amigos que, en el exterior, guardan su seguro de vida: la documentación probatoria de la actividad de la CIA en Bolivia y los países limítrofes, la nómina —eventualmente copiosa— de funcionarios, gobernantes y militares que integran los cuadros al servicio del espionaje norteamericano).
A.: —Yo vine a Bolivia e hice la denuncia (de las actividades de la CIA). Todos se sintieron profundamente desconcertados; no esperaban eso. Entonces me tuvieron encerrado en un calabozo unos 60 días. Barrientos nunca me vio. No querían el proceso público, a través del Congreso. Desde la celda, le hice una nota a mi esposa (yo sabía que me leían la correspondencia) diciéndole que lo lamentable era que iba a llegar un momento en que nadie iba a parar las cuestiones; que yo iba a denunciar los negociados y que tenía gran cantidad de grabaciones y documentos en el exterior, donde iban a quedar arruinados estos señores del gobierno. Y que el plazo era de 60 días. Barrientos se asustó y a los 59 días me hizo largar.
P.: Se ha dicho que su vinculación con la CIA obedeció en parte a una decisión del partido Comunista de instrumentarlo para interiorizarse del funcionamiento de la CIA en Bolivia.
A.: —No. Vea: en realidad, yo ayudé (al P.C.); tuve buenos contactos con el partido (comunista) toda mi vida. Pero llegó un momento en que por razones de tipo personal, un poco por espíritu de aventura, decidí ayudarlo a Barrientos. Yo sabía que Barrientos tenía algunas ambiciones. Un día, jugando al ajedrez, me pidió mi opinión sobre algunos problemas políticos y yo se la expresé. Después de un tiempo, Barrientos me pidió que lo ayudara. Entonces me dije: bien, lo ayudo a Barrientos en la conspiración. Finalmente ganamos.

Las fallas del juego
Curiosa situación, entonces, la de Arguedas: ex militante del partido Comunista y ministro del Interior de Barrientos, a cargo de la sangrienta represión a una izquierda que no excluía sus contactos con ella. Versión: en época represiva, el ministro Arguedas detiene su automóvil en una calle para avisarle a una amiga: "Dile a tu hermana que se esconda, está en una lista de la policía". En 1967, Arguedas colocó en su ministerio a un miembro de la juventud comunista boliviana —a pedido del partido— y el hecho tuvo inesperadas consecuencias para él.
P.: —¿Quién lo denunció como remitente del Diario del Che a Castro?
A.: Por una rara casualidad fue el hombre que estaba anotado en primer lugar en la libreta del comandante Guevara: el señor Ricardo Neiva Torrico. Yo lo creía un izquierdista, habíamos charlado... Neiva fue militante de la juventud comunista. Vino y lo nombré jefe de Servicios Técnicos del Ministerio; era un amigo y siempre me habló bien de la revolución.
P.; —¿Y él dedujo que usted había entregado el Diario?
A.: —No dedujo: yo le conté. Un día charlamos y me dijo: "¿Qué te parece lo que hizo Fidel al publicar el Diario?". "Muy bien", le dije. Y me dice: "El único que ha podido enviarlo eres tú". "Sí —le dije—. Yo lo mandé". "Te felicito, hermano —me dice—. Eres un revolucionario". Y nos despedimos como grandes amigos. Pero vino a los dos días y me dijo: "Tienes que darme 25.000 dólares, porque si no, yo aviso que tú has enviado el Diario. Entonces me sentí tan molesto. "Haz lo que quieras —le dije—. No me interesa este
cargo infame. Anda y cuéntaselo a Barrientos". Lo eché de mi oficina, pero a los diez minutos reaccioné y vi que había cometido un error. Llamé al teléfono de la CIA preguntando si él estaba y me contestaron que sí y que había charlado con Murray (Hugh, ejecutivo de CIA en La Paz, encargado de controlar personalmente al ministro del Interior). Ya había hecho la delación. Después llamé al jefe de la CIA y Neiva había estado con el jefe de la CIA, Llamé al despacho de Barrientos, y me dijeron que estaba conferenciando con el presidente en ese momento. Me fui a casa, le dije a mi esposa que tenía un problema político, que me iba del país y que cuidara a los niños, porque posiblemente yo no volvía nunca más.
Argedas también contó a Panorama cómo fue reclutado para la CIA: en un primer momento, fue subsecretario de Gobierno, pero a los 40 días —por presión de servicios de inteligencia— Barrientos lo invitaba a renunciar. Entonces:
A.: —Un día me encontré con el coronel Fox (Edward, coronel, alto jefe de la CIA). Le dije que la presión de ellos me había sacado del Ministerio. Fox me dijo: "Yo lo puedo relacionar con un señor que le arregle el problema, porque si no, usted está muerto políticamente". Me puso en contacto con Nicolás Leondiris (norteamericano de origen chileno) y con el jefe de la CIA en Bolivia, Lawrence Sternfield.
Fue interrogado (en Lima) y hubo consultas con Washington.
A.: —La respuesta de Washington fue que, de acuerdo a los tests y a sus análisis, se me invitara a que yo dirigiera un partido de izquierda. Que era el mejor servicio que yo podía prestar. Me plantearon volver a Bolivia y que tendría un presupuesto mensual de 10.000 dólares, inicialmente, para fundar un partido de izquierda, "peleándome" con ellos. Dije que no quería hacer ese papel, que lo único que aceptaba era volver al Ministerio de Gobierno y al Servicio de Inteligencia, a trabajar con éste. Cedieron.
Este es el hombre, La otra cara: "Durante cinco meses Arguedas estuvo arriesgando su vida", dijo en un discurso Fidel Castro. ¿Quién es Arguedas, realmente? ¿Qué fue? ¿Agente doble de la guerrilla? ¿Agente doble de la CIA? ¿Hasta dónde puede creerse en su sinceridad, en las versiones minuciosas, abrumadas de datos y de nombres que proporciona?
P.: —¿Cómo sacó de Bolivia el Diario del Che?
A.: —Me reservo la respuesta, por ahora.
P.; —Si llega a viajar a México y atenían allí contra su vida, ¿a quién lo atribuiría: a la CIA o al gobierno boliviano?
A.: —A la CIA. Por mucho que apareciera responsable el gobierno boliviano, yo sé hasta qué punto llega el poder de los gobiernos en América latina.
Revista Panorama
20.01.1970

 

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