Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

ESTADOS UNIDOS
DIAS DE LUTO Y ODIO
Los motines que estallaron en EE. UU. luego de la muerte de L King abren un interrogante: ¿agravarán aún más la dramática crisis racial norteamericana o servirán para despabilar a los encargados de hallarle solución al viejo pleito?

Las mulas arrastraban el viejo carro pintado de verde, en donde había sido instalado el ataúd. Allí descansaba el cadáver de Martin Luther King, baleado a mansalva cinco días antes. Otros treinta y dos cadáveres —veintisiete negros y cinco blancos— lo acompañaban simbólicamente: eran las víctimas de los mo^ tínes desencadenados luego del crimen de Memphis, Las ciento cincuenta mil personas presentes en el sepelio no lloraron sólo al líder caldo, ni a los treinta y dos muertos en el alud de violencia. Con Martín Luther King se enterraba algo todavía más precioso: una esperanza para 200 millones de estadounidenses.
Hay lugares predestinados: la ciudad sureña de Memphis (700.000 habitantes, la mitad negros) cuenta con 16.000 miembros conocidos del Ku Klux Klan: un record que ningún otro pueblo del sur logra alcanzar. Los blancos incorporan el odio racial con la primera bocanada de aire que aspiran al nacer. No podía haber mejor escenario para el crimen.
El comienzo fue la huelga de los 1.300 recolectores de basura, negros en más de un 90 por ciento; exigían un aumento de sesenta centavos de dólar diarios, y el reconocimiento de su sindicato por la autoridad estatal. Martin Luther King decidió apoyar el reclamo de los basureros con una marcha pacífica, el 28 de marzo. Pero no tuvo en cuenta la agresividad de cierto grupo de negros, nucleados en un grupo "Violento" bajo el nombre de 'Los invasores', tomado de una popular serie de televisión. Ese puñado de jóvenes manifestantes comenzó a destrozar vidrieras y ventanas cuando fueron hostigados por una banda de racistas blancos: uno de los amotinados (un adolescente negro de 16 años) fue acribillado a balazos.
El lider de la no violencia se acongojó. Precisamente, estaba preparando para fines de abril una gigantesca demostración pacífica —la "marcha de los pobres"—, que terminaría en Washington. Martin Luther King había puesto grandes esperanzas en esa demostración. No quería reeditar simplemente el enorme éxito de la marcha antisegregacionista que el 28 de agosto de 1963 congregó a doscientas mil personas ante la Casa Blanca, con el beneplácito de John F. Kennedy. Ahora intentaba algo mucho más ambicioso.
La "marcha de los pobres" exigiría pacíficamente buena vivienda y trabajo digno para todos, Y al decir "todos", Martin Luther King implicaba no solo a los negros, que eran las principales víctimas de los "ghettos" norteamericanos, sino también a los numerosos blancos de muy bajo standard de vida. Intentaba así ir cerrando la brecha cada vez más honda que separaba a las dos razas. Si en la marcha de 1963 los blancos habían participado sólo como invitados, en la marcha de 1968 serían, ellos también, protagonistas.
Por eso decidió repetir el lunes 8 de abril la manifestación de Memphis, para tranquilizar a los negros y al país entero, demostrando que podía realizarla pacíficamente y que los altercados del 28 de marzo eran un lamentable accidente sin reedición. Acababa de llegar al hotel y se hallaba asomado ai balcón, cuando una bala surgió de la noche y le perforó la espina dorsal a la altura del cuello. Fue imposible salvarlo. Así acabaron 39 años de soñar con la justicia del cielo sobre la tierra.

EL DOLOR DE SER NEGRO
King nació en Atlanta, el 15 de enero de 1929, hijo de un pastor protestante de activa religiosidad y veterano militante en favor de los negros; recibió el mismo nombre de su padre: Martín Lutero.
Sus allegados recuerdan que era extremadamente sensible; dos veces intentó suicidarse de niño: una vez, cuando creyó muerta a su abuela, a quien adoraba, y otra, cuando la anciana murió realmente. Temperamento apto para sufrir, su voluntad y su inteligencia lo salvaron. Hizo brillantes estudios de teología y filosofía, y el descubrimiento de los libros de Thoreau, que preconizaba la desobediencia civil contra las órdenes injustas de los gobernantes, le abrió un camino de esperanzas que iluminó definitivamente su encuentro con el pensamiento de Gandhi.
En 1959, siendo pastor de Montgomery (Alabama) y ya casado con la atractiva soprano Coretta, que le daría cuatro hijos, dirigió personalmente el boicot contra los ómnibus donde se aplicaba el segregacionismo.
El boicot negro casi llevó a la ruina a la compañía y logró que se pusiera en práctica una ley federa! (incumplida) que prohibía la discriminación en los transportes interestatales. Menudearon entonces las demostraciones no violentas para obligar al sur de EE. UU. a que cumpliese la legislación antidiscriminatoria del gobierno federal. Martin Luther King había afirmado siempre que las técnicas no violentas daban una nueva dignidad y una fuerte autoestimación a quienes las practicaban. Su lema era: "El odio daña tanto a quien lo siente como a quien lo padece". La mayoría de los estadounidenses, y el mundo entero, se sintieron penetrados de admiración ante la fortaleza serena de esos negros limpiamente vestidos con sus ropas de domingo, que soportaban los palos, las injurias, las mordeduras de los perros y las descargas de las mismas picanas eléctricas que se usan con el ganado.
De 1960 a 1964 la influencia de Martin Luther King creció avasalladoramente, hasta tomar dimensiones mundiales. Muchas veces encarcelado, a menudo golpeado y siempre insultado por los racistas, mantuvo en alto la bandera de su empecinamiento. En 1963 logró el gran impacto de la marcha antisegregacionista sobre Washington, y en 1964 obtuvo el premio Nobel de la Paz. Pero Kennedy ya había sido asesinado, sólo tres meses después de haberse convertido en eí primer presidente de los Estados Unidos que habló por televisión a todo su pueblo en pro de los derechos de los negros. La sufrida minoría no pudo sino relacionar ambos hechos, y se sintió terriblemente desalentada. No se equivocaba, pues el crimen de Dallas pronosticaba el crimen de Memphis.

EL ERROR DE MARTIN LUTHER KING
Había nacido y vivido siempre en el Sur; allí surgió el Ku Klux Klan, la legislación Jim Crow ("Jim Cuervo", antinegra), la siniestra práctica de linchar negros por cualquier sospecha (el último linchamiento tuvo lugar en 1954, en Mississippi). Era lógico que King concentrase su acción en ese Sur "profundo" imaginando que, si triunfaba allí, triunfaría sobre todo el racismo.
No tuvo en cuenta un fenómeno demográfico: a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, se viene produciendo una migración ininterrumpida de negros desde el campo a las urbes, y desde el Sur a los estados que carecen de legislación segregacionista. Como consecuencia de esto, las principales ciudades (especialmente las que no están en el Sur) han visto proliferar los "ghettos" negros, mientras se manifiesta un éxodo blanco hacia la periferia urbana.
La táctica "no violenta" de Martin Luther King, necesariamente, debía ser exitosa en el Sur: allí los negros tienen raíces, tienen "historia", pueden recordar los años posteriores a la Guerra de Secesión, cuando gozaban de los derechos que el reflujo blanco "sureño" les quitó otra vez. Son hombres oprimidos, vejados, pero no entes marginales como los del "ghetto" urbano. En el Sur, con el apoyo de la legislación federal, los negros entienden concretamente por qué luchan, y saben que los sentimientos e ideas discriminatorias son oficialmente censurados por la mayoría blanca no sureña.
Desde 1965, Martin Luther King decidió trabajar en los "ghettos" urbanos, y después de sus impresionantes éxitos en el Sur, sólo cosechó fracaso tras fracaso. En el "ghetto", los negros son seres sin raíces, perdidos en una sociedad que les opone murallas invisibles, sin presentarles batalla, sin darles ningún asidero concreto contra el cual luchar. No hay leyes que abolir, no hay declaraciones racistas que denunciar: la igualdad es un dogma, aunque la central obrera de oficios, la AFL (cuyos obreros ganan bien gracias a su calificación), les cierre la puerta a los brazos negros por no estar calificados, y se ingenia a la vez para no admitirlos en sus escuelas de capacitación.
Cuando Luther King llegó al "ghetto" no encontró ovejas que conducir a la senda de la justicia por medio de la no violencia. Advirtió que muchos negros habían caído en el deterioro de la personalidad, consistente en "sentirse nadie" por no saber bien quiénes son. El ojo del blanco sureño da existencia al negro al mirarlo con odio; los ojos de los "otros" blancos lo ignoran, y así le quitan existencia real frente a sí mismo. Cuando King habló de "integración", no halló eco. Ya resonaban las voces de los extremistas, que al mito de la superioridad blanca, contraponían el mito de la superioridad negra. Se proponían tener todo lo que tienen los blancos, los mejores trabajos, las mejores casas, los mejores autos, pero "lejos" de los blancos. Tal vez, por encima de ellos. King se lamentó: "El Poder Negro recomienda no imitar absolutamente nada de la sociedad blanca, pero al predicar la violencia y la supremacía, remeda uno de los peores aspectos de la vida estadounidense, el más brutal y el más primitivo".
Por eso había planeado la "marcha de los pobres" que iniciaría la conciliación de blancos y negros. Por eso su muerte resulta tan frustrante. Stokely Carmichael, que fuera hace pocos años un activo "no violento" y hoy comanda el Poder Negro, afirmó: "Matando a Luther King, los Estados Unidos blancos, acaban de declarar la guerra a los Estados Unidos negros. Con King murió la última esperanza del hombre blanco. Ya no hay que luchar con leyes, sino en la calle, y con balas". Su lugarteniente de Filadelfia, Stanley Branch, gritó: "Levantad vuestro robusto puño, vuestro voluminoso y bello puño negro y con todas vuestras fuerzas aplicadlo a una garganta blanca". James Meredith, el primer negro que se graduó en una universidad blanca de Mississippi, el mismo que el año pasado, mientras rugían los motines urbanos, cumplía su marcha solitaria por los derechos civiles en el Sur, con los pies ensangrentados y una Biblia como única arma, después de la muerte de King exclamó: "Los puentes entre blancos y negros están cortados. Compraré un revólver para que mi hijo de ocho años aprenda a usarlo".

¿QUE HARAN LOS BLANCOS?
En el sepelio de King, el martes pasado, se congregaron todos ios
candidatos demócratas: el vicepresidente Humphrey, ya dispuesto a lanzar su postulación como sucesor dé LBJ; el senador Mac Carthy; Robert Kennedy, realzado por la presencia sobria e impactante de Jacqueline. En verdad, RFK había tomado la delantera. Apenas asesinaron al líder negro, fletó un avión especial para transportar a la viuda, Coretta King, que el día antes del entierro demostró su enorme entereza al ocupar el lugar de su marido en la marcha de los basureros de Memphis, la ciudad del crimen.
Puede haber cálculo electoralista de parte de los candidatos. Pero más allá de cualquier especulación, parecería que la conciencia de muchos blancos fue sacudida por el asesinato de Martin Luther King. Dos días después del sepelio, la Cámara de Representantes aprobó por 250 votos contra 171, un proyecto de ley que proscribe, en el ámbito federal, toda discriminación racial en el alquiler y venta de viviendas. Es sólo un paso más hacia la justicia, pero puede indicar un cambio de voluntad, y no un mero gesto de apaciguamiento ante los motines que estallaron en 121 ciudades de los EE. UU.
La inmensa mayoría de esos motines no configuraron una venganza
premeditada, no tuvieron jefes ni obedecieron a planes. Fueron estallidos de cólera que buscaron sólo la inmediata descarga destructiva. El Poder Negro fracasó: la marginalidad del "ghetto" se expresa en motines q impide organizar lo que ansian ios líderes de la violencia, la guerrilla urbana, que es una estrategia con plan y objetivos. El desorden fue la causa de que la mayor parte de las víctimas fueran negras; que casi todas las casas dañadas alojaran a negros y que un buen porcentaje de los comercios destruidos pertenecieran a negros. En la comunidad de color no existe una cohesión disciplinada; está fraccionada en grupos a veces muy dispares que se mantienen alejados entre sí. La comunidad blanca los teme irracionalmente; sería más lúcido que tuviera temor de sí misma ...
Existe un documento irrefutable que responsabiliza a los blancos de gran parte de los actuales desórdenes. La Comisión Nacional Asesora sobre los Desórdenes Civiles, creada por el presidente Johnson y dirigida por el gobernador de Illinois, Otto Kerner, y por el alcalde de Nueva York, John Lindsay, remitió a comienzos de marzo un informe de 250.000 palabras donde se dice: "Las instituciones blancas crearon y mantienen el ghetto. El racismo blanco es esencialmente responsable por la explosiva mezcla que se fue acumulando en las ciudades a partir de la Segunda Guerra Mundial". La Comisión recomienda crear dos millones de nuevos empleos en tres años; construir o remodelar seis millones de unidades de vivienda. Para cumplir estas y muchas otras recomendaciones urgentes, se necesitan 30.000 millones de dólares anuales: 5.000 millones más de lo que se gasta en Vietnam.
Johnson recibió agriamente el informe de la Comisión y pareció dispuesto a archivarlo por utópico. Ya el subsecretario del Tesoro, Joseph Barr, había parafraseado a Khruschev al asegurar: "Aun para una nación tan enormemente rica como los Estados Unidos, es imposible fabricar, a la vez, más cañones y más mantequilla". Si la muerte de Martin Luther King sirve para que el gobierno de los EE. UU. se decida a asumir las responsabilidades que implican las conclusiones del informe, no habrá sido una pérdida inútil. El crimen de Memphis es ya la mejor prueba de que, más que la estrategia asiática del Pentágono, importa la paz interior y la realización personal de toda la ciudadanía estadounidense.
ANGELIA MIREY
Revista Siete Días Ilustrados
16.04.1968

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