Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Los ejércitos atómicos de hoy
LA era atómica fué oficialmente inaugurada una mañana del mes de mayo de 1945 en el desierto de Nueva México. En verdad, no fué más que la realización del sueño fantástico que haya tenido el hombre. Pocos pudieron darse cuenta en aquel tiempo del paso tan trascendental que se había dado. El mundo estaba acostumbrado al progreso técnico, pero no se hallaba preparado para un cambio tan radical. El despertar fué cruento y alarmante, los efectos de las bombas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki (¡dos bombas, 120.000 muertos!) hicieron palidecer a los mismos hombres de ciencia por el enorme poder desatada Hasta ese entonces, la potencia de los explosivos se calculaba en toneladas, pero a partir de 1945 hubo que admitir una nueva medida, el kilotón, equivalente a mil toneladas de explosivos corrientes. Así fué como se valuó en 20 Ktons. el poder de las bombas arrojadas sobre las ciudades japonesas. Más adelante, los nuevos progresos técnico-científicos, con su pasaje de la fisión (bomba "A") a la fusión nuclear ("bomba "H", introdujeron otra medida de pesadilla: el Megatón, equivalente a mil kilotones.
Es evidente que todo este progreso inusitado en materia de explosivos tendría que repercutir fuertemente en las fuerzas armadas, y en los encargados de su dirección, organización y conducción. Es así como vemos con frecuencia, en la prensa diaria, que en algunos países se anuncian grandes transformaciones en sus ejércitos para adaptarlos al nueve tipo de guerra.
Se habla de hacer más científicos a los cuadros de oficiales y suboficiales, de sustituir el número por la técnica y, todos los años, llaman la atención las curiosas oscilaciones de los presupuestos de guerra. Paralelamente, las revistas profesionales (militares) y aún aquellas que son de interés general traen concienzudos artículos sobre los problemas atómicos y la guerra del futuro. Es que estamos asistiendo a una revolución de análoga importancia a la que tuvo lugar en la Edad Media cuando apareció la artillería. Los estados mayores de todos los ejércitos modernos se han convencido de que deben volver a estudiar las estructuraciones de la organización militar actual, en función de las condiciones impuestas por el arma atómica.
La aparición del proyectil con carga atómica en el campo de batalla es un acontecimiento que trastorna los procedimientos de combate clásicos y, al mismo tiempo, obliga a modificar la composición y empleo de las unidades combatientes.
La potencia de destrucción masiva del explosivo nuclear, aniquilándolo todo en un radio de varias decenas de kilómetros, prohíbe en adelante toda concentración de tropas y toda estabilización en un frente estrecho. Si una División de hoy día fuera sorprendida por la artillería o aviación atómica modernas en una concentración como las acostumbradas durante la Segunda Guerra Mundial, seria totalmente aniquilada en un plazo breve. Es, pues, indispensable que las fuerzas combatientes sean ampliamente dispersadas. En una explicación sobre este problema dada no hace mucho tiempo, el mariscal Juin afirmó que "vamos encaminándonos hacia las batallas de los grandes intervalos". Pero no es con fuerzas enormemente desplegadas en el terreno como será posible atacar al enemigo y lograr la decisión.

CONSIDERACIONES TACTICAS
En la ofensiva, las doctrinas convencionales de todos los ejércitos admiten el principio del "Schwerpunkt" o centro de gravedad, que consiste en concentrar la mayor cantidad de medios disponibles en un sitio del frente, para lograr allí superar al defensor... Pero ¿qué sucedería si éste dispone de proyectiles atómicos y reconoce con anticipación la concentración enemiga? Conviene entonces, si se quiere aplicar el principio del "Schwerpunkt" en una guerra futura, extender al máximo los períodos de dispersión y reducir al mínimo los de concentración. Para obtener estos resultados será necesario que las tropas gocen de una movilidad táctica inaudita a fin de poder sorprender al enemigo sobre la elección del sitio donde se ejercerá el esfuerzo principal. Una vez iniciado el ataque y obtenidos los primeros éxitos, deberá volverse a un estado de dispersión tal que no justifique el empleo de las armas atómicas de la defensa. Pero como además el atacante dispondrá de proyectiles de carga nuclear, empleará a éstos para abrir la ansiada brecha por la que se volcarán los vehículos blindados para irrumpir en la profundidad adversaria. De esto se deduce que las armas atómicas que se empleen en la guerra de campaña no deben poseer los terribles efectos de varios megatones, sino de algunos kilotones; pues de lo contrario, las consecuencias de la contaminación radiactiva tornaría intransitables las zonas alcanzadas por la explosión.
Por otra parte, las tropas atacantes deberían situarse a tal distancia del punto atacado que el avance posterior carecería de sorpresa y ofrecería, a su vez, un "blanco atómico" a las armas de la defensa. A tal efecto, es bueno recordar que los proyectiles del cañón de 280 mm, denominado "atómico", poseen un poder equivalente de 15 a 20 kilotones (semejante al de las primeras bombas "A"), que permiten ser arrojados relativamente cercanos de las primeras olas de ataque (1.600 a 2.000 metros) siempre y cuando estos elementos dispongan de un blindaje protector contra los efectos primarios y remanentes de la explosión nuclear.
La táctica que impondrá, luego, una guerra atómica estará probablemente caracterizada por los movimientos casi continuos de fuerzas altamente motorizadas y blindadas, en maniobras de concentración y dispersión. Esta particularidad ha gravitado para que muchos competentes militares ingleses, franceses y norteamericanos hayan afirmado que las exigencias de la dispersión llevará a la necesidad de realizar las operaciones con pequeñas unidades, pero poderosamente armadas y de gran movilidad. El combate futuro podría caracterizarse entonces por una sucesión de pequeñas batallas antes que por el choque de masas, como antaño. Y en esas pequeñas y aisladas acciones vencerá el mejor adiestrado, es decir, vencerá la mejor infantería; de donde se deduce que el clásico infante, con su fusil y mochila tradicionales, reviste hoy la misma importancia que en 1914.
Resumiendo, la futura organización de las unidades militares, con vistas a un empleo en una guerra atómica, deberá tener en cuenta las características siguientes:
—capacidad para moverse rápidamente a campo traviesa;
—aptitud para ser aerotransportada:
—dispersión y radio de acción máximos;
—aptitud para combatir sin frente definido y sin apoyo en sus flancos;
—aptitud para emplear sus armas atómicas con premura contra los
objetivos terrestres situados en su zona de acción;
—aptitud para cooperar estrechamente con la aviación táctica, y
—contar con una infantería bien instruida, armada y de espíritu ofensivo.
Hasta ahora se han venido realizando múltiples maniobras con "situaciones atómicas" (maniobras: Javelot, francesa; Battle Royal, inglesa, y Desert Rock, norteamericana). No obstante, al no tener la sanción práctica de la guerra, todo se reduce a suposiciones y enseñanzas de carácter técnico potencial. De una cosa sí estamos seguros; en una próxima guerra se emplearán los llamados "proyectiles atómicos tácticos", según lo han determinado los generales integrantes del Consejo "Superior de la NATO. En la actualidad y en la mayoría de los ejércitos europeos existen manuales y reglamentos que indican a las tropas el procedimiento a seguir para utilizar o absorber los efectos atómicos de los proyectiles que se empleen en una futura contienda.

EFECTOS ATOMICOS EN LAS TROPAS
Sobre los efectos reales de las armas nucleares se han escrito muchos artículos y ensayos, pero en realidad muy pocos han encarado objetivamente cuáles son los "efectos militares" sobre un ejército en campaña. Por empezar, hay que reconocer que existen cuatro categorías de explosivos atómicos, considerados por su poder destructor:
—De poder ligero: carga equivalente a 10 Ktons.
—De poder mediano: carga equivalente a 20 Ktons.
—De poder pesado: carga equivalente a 40 Ktons.
—De poder superpesado: carga equivalente a 60 o más Ktons.
De todos ellos parece lógico suponer que el grupo de los ligeros y medianos sean les empleados por las armas terrestres tácticas, mientras los pesados y superpesados queden reservados para las armas terrestres de alcance operativo y la aviación táctica.
A esta altura de nuestras consideraciones es necesario saber que existen cuatro medios para lanzar los explosivos atómicos, a saber:
—Bombas de aviación;
—Proyectiles teledirigidos de gran alcance;
—Proyectiles cohetes de gran capacidad, sin teledirección;
—Proyectiles de artillería.
Debido a la enorme energía desarrollada por los explosivos construidos en base a la fusión nuclear (bomba "H' \ hasta 20 Megatones) es cuerdo apreciar que dichos proyectiles queden reservados como arma de intimidación estratégica para ser empleados en los bombardeos de la retaguardia y ciudades enemigas. De todas formas, los efectos de las armas atómicas tácticas son considerables y pueden ser apreciados por cuatro características hasta ahora conocidas, que son:
—Efectos explosivos: similares al de un explosivo ordinario, nada más que de poder más concentrado, y multiplicado por su mayor energía desarrollada.
—Efectos térmicos: de resultados muy destructores dentro del radio de acción eficaz térmico, que es muy grande (un proyectil de poder medio puede producir quemaduras de cierta importancia a 3 kilómetros de distancia. Aunque no instantáneos, desaparecen rápidamente.
—Efectos laminosas; desaparecen también rápidamente. Pueden dejar fuera de combate a mucha gente si la explosión los toma desprevenidos. Aún a 100 Km. te distancia, la vista humana puede ser dañada por la "bola de fuego", si no se llevan anteojos especiales.
—Efectos radiactivos: son los que realmente podemos considerar como nuevos. Están caracterizados por la permanencia. Su acción puede ser notablemente modificada por las condiciones atmosféricas, y no impedirán que gran parte del personal afectado pueda seguir combatiendo después mismo de la explosión. La radiación residual nunca destruye inmediata' mente, por lo tanto no puede contarse con sus efectos como algo decisivo, y siempre se puede dar el caso de que el adversario decida atravesar esas zonas con o sin protección. La dosis de radiactividad que un hombre admitiría puede clasificarse
como: Dosis de seguridad, hasta 25 roentgen, sin ningún peligro. Dosis "umbral de la acción", hasta 100 roentgen, en que empieza el peligro. Una tropa expuesta a esta dosis debe tomar posteriormente medidas protectoras (descanso y descontaminación).
Para estudiar los efectos de las armas atómicas sobre el material de campaña se realizaron recientemente algunas experiencias durante las maniobras yanquis "Desert Rock". Tres tanques Patton de 45 toneladas, un tanque M-24 de 15 toneladas y otros vehículos fueron situados sin tripulación a 500 metros de una torre donde explotarla una bomba de 20 Ktons. Uno de los tanques Patton, colocado en dirección oblicua a la torre, volcó completamente, habiéndole arrancado las dos orugas y una rueda propulsora, pero el motor no sufrió daño alguno. Otro tanque Patton, asentado en dirección frontal a la torre, fue lanzado hacia atrás unos 10 metros pero sólo sufrió algunos daños superficiales y pudo continuar su marcha por sus propios medios sin inconvenientes. El tercer Patton fué ubicado de costado y soportó la explosión sin moverse de su sitio Sin embargo, perdió la cadena del lado expuesto, pero una vez cambiada pudo continuar sus servicios. El tanque M-24 tuvo grandes desperfectos. La torre del cañón fué arrancada y lanzada a 300 metros y el chasis volcó. Un jeep y un camión fueran, "desintegrado»" no pudiendo encontrarse piezas identificabas de los mismos. Una lancha de desembarco ligeramente blindada y anfibia LVT, situada a 50 metros no dejó rastro alguno. La radiación no presentó problema alguno, pues el personal de recuperación pudo penetrar en la zona afectada a las siete horas de la explosión.
En resumen, el empleo de las armas nucleares en los futuros campos de batalla internacionales es una capacidad y posibilidad real con que deben contar los jefes militares contendientes. Esta circunstancia reviste tal importancia que hace imprescindible una urgente revisión de los reglamentos tácticos y una adaptación general de los planes de operaciones a las nuevas características de una guerra en la Era Atómica que estamos viviendo.
Martín CODONI
Revista Esto Es
23.02.1956

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