Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

hombres y las mujeres que he conocido:
MAXIMO GORKI
Especial para Caras y Caretas". Por PITIGRILLI

EL portero del hotel Quisisana, de Capri, hacía colección de autógrafos. Acababa de terminar la primera guerra mundial, y al abrirse de nuevo las fronteras, desde todos los países bajaba un sinnúmero de gente para gozar del "mar caliente", sueño e ideal de los pueblos del norte.
En el álbum de los autógrafos del portero del hotel, que no era un ecléctico, las firmas de Anatole France y de Frégoli se hallaban mezcladas con frases de desconocidos. Pensamientos de esta laya: "¡Ah, Capri, qué maravilla!" O si no: "Capri, maravilla de las maravillas." O bien: "Si existe una maravilla, es Capri." Estos visitantes no se habían devanado los sesos, y habían empleado escuetamente la palabra a guisa de muletilla, y que sirve tanto para alabar la belleza de Cleopatra como para encarecer un cuadro de Van Gogh, una botella de marsala, un par de zapatos, un verso de la '"Divina Comedia" o una cancioneta napolitana.
El señor ruso al cual el portero tendió la pluma bañada de tinta y su álbum abierto, echó, antes de firmar, una ojeada a las tonterías que habían escrito aquellos desconocidos, y luego, con desgano, firmó: ''Alejo Maximovich Pechkov".
—Pero usted ¿no es Máximo Gorki? —preguntó el portero.
—Sí, pero no querrá usted que ponga yo mi firma al lado del nombre de estas sosas señoritas y de estos imbéciles. Firmo con mi nombre porque con éste me conocen las policías, el fisco y los tribunales, los que en Rusia me han causado algún disgusto. Máximo Gorki no puede poner su firma en esta abominable miscelánea.
Casi todos los inviernos lo encontraba en Capri, la mayor parte de las veces solo, o acompañado momentáneamente, de mujeres de las cuales no lograba deshacerse. Solía verse con Axel Munthe, se citaba con Chaliapin, hablaba de buena gana con Spadaro, el hombre más fotografiado del mundo, el característico viejecito de barba blanca y de su infaltable pipa, inmortalizado por las postales ilustradas, y que a su vez ha añadido una nota viva a la isla hecha famosa por el emperador Tiberio.
Había aprendido Gorki el italiano hablando con el pueblo; hablaba el italiano barbarizado de los marineros, con los cuales se entretenía en largas conversaciones, haciéndose llevar en bote a la Gruta Azul, y pidiéndoles, cuando se encontraban mar afuera, que le dejasen maniobrar personalmente las velas. En una ocasión no fué solo. Estaba con él su compañera María Andreievna, quien lo cuidaba como a un niño enfermo y rebelde
—¡Qué tos tienes, Máximo! —le dijo—. Sabes que el médico te ha prohibido fumar. ¿Por qué fumas?
—Y tú ¿por qué vives? —le contestó el escritor.
Nacido en Nijni Novgarod de padres pobres, quedó tempranamente huérfano. Aprendió a leer en la Biblia del abuelo, pero para substraerse a los estudios emprendió una cantidad de oficios sin pararse en ninguno: hizo de zapatero de grabador, de pintor de imágenes sagradas, peón de cocina, de vagabundo. Dicho con otras palabras, leyó directamente en el gran libro de la vida. Se encaró espontáneamente con los primeros libros, cuando, grumete en un barco, encontró obras de Dumas y de Gogol, libros que fueron para él el "tolle et lege" que poniendo bajo los ojos de San Agustín las palabras de San Pablo decidieron su conversión. Gorki se convirtió a la literatura. Desembarcado en Kazán fué en busca de una escuela gratuita, pero no las había. Reanudó su vida errante, haciendo de mozo de cordel, de guarda ferroviario, vendedor de bebidas, mientras iba recogiendo impresiones sobre personajes que más adelante debía describir y que apellidaba "los hijos del judío errante", es decir, los vagabundos.
Chaliapin era su más viejo amigo; los dos, cuando muchachos, habían pedido entrar como coristas en la "Opera" de Kazán; pero ¡vaya con los caprichos del destino!: Gorki, que iba a ser escritor, fué admitido en el coro; y Chaliapin, que debía ser el más famoso bajo del mundo, fué afrentosamente descalificado. Pero si la comisión examinadora fué injusta para con Chaliapin, no lo fué respecto a Gorki, el cual poseía una hermosa voz y hubiera llegado a ser un excelente cantante si una pulmonía que hizo presa en él durante un invierno en las orillas heladas del Neva no le hubiese transformado sus gorjeos en una fastidiosa ronquera.
Aconsejado por un estudiante comenzó a escribir en 1892, Adoptó el seudónimo de Gorki, que significa "amargo", palabra de desafío a la sociedad. Un año después el escritor Korolenko lo reveló como novelista, y en breve tiempo se hizo célebre. Célebre como novelista, mas no como poeta. Un año antes Máximo Gorki, entonces vendedor ambulante en Nijni Novgorod, le había hecho leer unos versos, y la contestación fué:
—Son feos. Escriba usted en prosa.
Si en sus escritos se advertía un tono áspero y mordaz, lo era aun más y despiadado en la conversación. A un político que en su presencia exaltaba la libertad de la cual se gozaba en Francia, le contestó:
—Sí, es verdad. No existe país que cuente con menos esclavos y más siervos.
Durante una velada en la casa de un escritor, en Moscú, se hablaba acerca de la misión del intelectual, y Máximo Gorki sentenció:
—El intelectual es un hombre que en todo momento de su vida está dispuesto a ponerse en primera fila, desnudo el pecho, para defender la libertad y sacrificarle la vida.
Cuando Chaliapin logró salir de la Rusia bolchevica, dió un concierto en un teatro de París a favor de los niños de los rusos blancos prófugos en Francia, acto que fué considerado por Lenin como rasgo de solidaridad para con la desaparecida política burguesa.
Dos meses después Gorki lo aguardó en Capri, y en lugar de esperarlo, como solía, en el desembarcadero, le fue al encuentro en un bote hasta el barco, para demostrarle que más que la política y todas las ideologías, aun las propias, admiraba el sentido cristiano de la humanidad.
Revista Caras y Caretas
06/1954

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba