Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

La última muerte de Martin Bormann
Ya no queda ninguna duda. Se ha encontrado el cadáver. Bormann está muerto. Durante 27 años, fiscales y cazadores de sensacionalismos persiguieron por todo el mundo un fantasma: el del secretario de Adolf Hitler, el hombre más poderoso después del Führer. Aún después que la revista germana "Stern" hubiera demostrado, en 1965,que Bormann había muerto veinte años antes, y descubierto el lugar donde se lo enterró, las leyendas siguieron pululando. Unos lo daban corno oculto en Rusia actuando de espía soviético; otros en la Argentina, dilapidando la fortuna de los SS, tenebrosa organización paramilitar de los nazis. A fines del año pasado fueron desenterrados su cráneo (foto) y su esqueleto exactamente en el mismo lugar indicado por "Stern". La leyenda ha muerto definitivamente. Lo que sigue es un informe sobre el caso, preparado por Kai Hermann, en exclusividad para Siete Días

El pocero Willi Stein y su ayudante Jens Friese hacían su trabajo de rutina. Estaban cavando un pozo para una conexión de agua entre la estación Lehrter y la calle de los Inválidos, en Berlín-Moabit. Sólo había un detalle fuera de lo común: tenían instrucciones de avisar inmediatamente al ingeniero Manfred Schattke, de la Dirección de Obras, en caso de encontrar algún hueso.
El 7 de diciembre, alrededor de las 12.30, Willi Stein dio con su perforadora hidráulica, a un metro de profundidad, contra un objeto duro. El pocero pensó que era algún caño viejo. Llamó a su ayudante Friese, quien siguió cavando con la pala y dejó al descubierto un cráneo y huesos sueltos.
Stein se acordó de la extraña orden; paró el trabajo e hizo avisar a la Dirección de Obras sobre el hallazgo. Allí, Schattke comunicó la novedad a la Central de Policía de Berlín Occidental. A las 15.15, el comisario principal Werner Blank informaba al jefe de Policía, Klaus Hübner, del hallazgo del cráneo al lado de la estación Lehrter, en la cercanía de la morgue de la policía criminal. Los obreros Stein y Friese se extrañaron cuando aparecieron funcionarios de. la policía política para fotografiar los huesos. Juntamente con otro colega, Willi Harz, desenterraron luego otro esqueleto. Tenía la cabeza junto a los pies del otro despojo. Finalmente, los obreros colocaron su hallazgo en una canasta de plástico azul y lo pasaron por una ventana de la morgue. Allí el comisario Becker colgó en uno de los cráneos un papel con la siguiente inscripción: "Cadáver Nº 24, presumiblemente Bormann, Martin".
Cuando Jens Friese comprendió por qué su descubrimiento había causado tanto revuelo, tomó un largo trago de su botella de cerveza: "Yo creía que ése se estaba soleando en Sudamérica". Willi Harz, 65, estaba sorprendido: "¡Que uno se vaya a encontrar con el jefe en este estado...!',
Que el 7 de diciembre de 1972 hubieran encontrado a Martin Bormann, el más íntimo confidente de Hitler, a quien estaban rastreando por todo el mundo desde hacía más de 27 años, no era, por el momento, más que una suposición. Se apoyaba en un informe de la revista Stern del año 1965. El reportero Jochen von Lang había llegado, hace siete años, a la conclusión de que Bormann estaba muerto, después de investigaciones y entrevistas —que duraron meses— con todos los testigos oculares de los últimos días de la guerra. Sus restos fueron enterrados en el terreno de la antigua plaza de exposiciones, cerca de la estación Lehrter.
Pero faltaba la última prueba. Una excavación en un lugar descripto por un testigo, al lado de tres árboles, no había tenido éxito. La Fiscalía de Frankfurt dio, en consecuencia, orden de seguir buscando al fantasma Bormann por todo el mundo. Y nuevas leyendas enriquecieron a sus inventores, e hicieron elevar las tiradas de los diarios.
Cuando ahora el pocero Willi Stein dio con su perforadora sobre el cráneo, estaba apenas a veinte metros del lugar donde se había excavado siete años atrás.
En los 15 días que siguieron se fueron acumulando indicios, hasta llegar a la seguridad de que Stein había encontrado el cráneo de Bormann.
Stern había informado en 1965 que Bormann, durante su huida a Berlín, estaba junto al doctor Ludwig Stumpfegger, el último médico personal de Hitler. También, que se habían envenenado juntos y que fueron enterrados juntos. Stumpfegger medía 1,90 metro, y Bormann 1,68. Ya al comparar los huesos del muslo se hizo patente que los esqueletos pertenecían a una persona muy alta y a otra especialmente pequeña.
La identificación del médico y oficial de. la SS Stumpfegger no causó ningún problema adicional. La Fiscalía de Frankfurt poseía un cuadro dental del médico de Hitler archivado —lo mismo que los de todos los oficiales de la SS— en la Oficina de Seguridad del Reich. Aquel testimonio y la dentadura de uno de los cráneos hallados coincidían perfectamente.
De la dentadura de Bormann, en cambio, sólo existe un croquis hecho de memoria por el odontólogo de Hitler y de Bormann, profesor Hugo Johannes Blaschke, después de la guerra, prisionero ya de los americanos. También el croquis y la descripción de la dentadura de Bormann coincidían, pieza por pieza, con la del segundo cráneo, pero con una diferencia: la dentadura de éste tiene un puente en la mandíbula inferior, y Blaschke la había ubicado en la mandíbula superior. Como el dentista murió en 1957, sólo su técnico dental, Fritz Echtmann, podía aportar seguridades. Echtmann, 59, que había hecho el puente con las dos coronas para Bormann, fue traído a Berlín desde Bensheim.
El técnico fue rápido y seguro en su respuesta: "Sí, éstas son mis piezas". Echtmann dijo a Stern: "Todo coincide exactamente con el dibujo de Blaschke. Que él haya colocado equivocadamente la prótesis en la mandíbula superior, no es nada extraordinario tratándose de un simple dibujo hecho de memoria. Estoy completamente convencido que se trata de la dentadura de Bormann".
Otra evidencia fueron los restos que se encontraron en ambos cerebros, provenientes de las cápsulas de cianuro con las que Bormann y Stumpfegger se envenenaron. Y la certificación definitiva se obtuvo al constatarse que el cráneo de Bormann está deformado encima del hueco correspondiente al ojo derecho. Allí el confidente de Hitler tenía una cicatriz de un grave accidente automovilístico.
El fin del hombre, más poderoso después de Hitler, en los últimos años de la guerra, puede ser reconstruido, a través de los dichos de testigos, en forma completa y sin lagunas.

EL FIN DE UNA ELITE
Martin Bormann estaba el 1º de mayo de 1945, juntamente con los más íntimos del Führer, en el refugio de éste situado en el subsuelo de la cancillería del Reich. El dictador se había suicidado, el día anterior. Soldados del Ejército Rojo se encontraban a 200 metros del bunker. Mientras que a su alrededor las formaciones especiales de hombres y jóvenes aún peleaban para defenderlos, la élite nacionalsocialista pensaba en la huida o el suicidio.
A las 16.30 Bormann dio orden de preparar su salida. El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels anunció: "Está consumado". Había envenenado a sus seis hijos. Después invitó a Bormann y a algunas otras eminencias del refugio a beber una última taza de
café en común: "Quisiera que por una vez más estemos juntos como en nuestros tiempos de lucha".
Eran las 20 cuando Goebbels se despidió: "Nuestros hijos ya son angelitos, ahora los seguiremos nosotros". Martin Bormann se puso un oscuro sobretodo de cuero sobre su uniforme de general de la SS, y separó a los ocupantes del refugio en distintos grupos. Alrededor de las 22, el grupo de Bormann salió en dirección de la estación Friedrichstrasse. Llegaron hasta el puente de Weidendamm. Después del puente había una barrera de tanques en la que se seguía defendiendo el paso de Spree.
En las ruinas de las casas había soldados soviéticos que tiraban sin interrupción. Un pequeño cañón alemán respondió al fuego.
Uno más grande, que pasaba zigzagueando por las barreras, fue alcanzado y quedó allí. Un pequeño grupo de combate apoyado con tanques procuró pasar. Bormann quiso ocupar uno de los tanques. El comandante lo rechazó aduciendo que estaba lleno de heridos. Como consecuencia, Bormann trató de pasar con sus acompañantes bajo la protección del tanque. Traspuesto el puente de Weidendamm, el blindado fue alcanzado. Uno de los sobrevivientes, Kempka, ex chofer de Hitler, dijo más tarde: "Por donde iba Martin Bormann surgió de pronto una llamarada". Pensaba que, antes de perder él mismo el conocimiento, "Bormann había volado", y lo consideró muerto.
Sin embargo, otro testigo ocular, el entonces dirigente juvenil Artur Axmann, lo encontró un rato después ¡leso, en un refugio antibombas, junto con el médico Stumpfegger; también se hallaban allí el secretario de estado de propaganda, doctor Otto Naumann, e¡ ayudante de Goebbel, Schwägermann, y Wltzin, ayudante de Axmann.
En ese reducto los hombres discutieron sus destinos. Bormann quería ir a Plön para ponerse a disposición del almirante Donitz, sucesor de Hitler. Luego, se fue con el grupo nuevamente en dirección a la estación Friedrichstrasse. Allí subieron al andén. Bormann se sacó del uniforme, las insignias de su rango. A la cabeza del grupo, cruzó el puente Spree. Antes de la estación Lehrter, los balearon desde las casas vecinas. La estación ya estaba ocupada por rusos. Saltaron por encima de una verja de hierro, y desde un muro se dejaron caer a la calle. Allí fueron recibidos por una guardia rusa que estaba debajo del puente.
Uno de los soldados rojos dijo: "Hitler roto. Guerra terminada". Ofrecieron cigarrillos a los alemanes, a quienes evidentemente consideraban gente del pueblo. Bormann y Stumpfegger caminaron rápidamente hacia la Calle de los Inválidos. Los rusos gesticularon y les gritaron algo, pero finalmente dejaron que se fueran. Pero los fugitivos sólo llegaron hasta el puente, sobre las vías cercanas a la estación Lehrter. De todos lados surcaban disparos. Los dos hombres, inexpertos en la lucha ya no encontraron salida: mordieron sus cápsulas de cianuro.
Alrededor de las 4 de la madrugada, los rusos, que retenían a los demás miembros del grupo les dejaron ir. Axmann y su ayudante caminaron solos por la Calle de los inválidos en dirección Oeste hacia Moabit, y luego, al escuchar tanques, volvieron al puente de la estación Lehrter. Allí vieron dos cuerpos tendidos: Martin Bormann y el doctor Stumpfegger. A propósito de ello, Axmann dijo a Stern: "Un error está descartado: sus rostros eran claramente reconocibles. Estaban tendidos sobre la espalda. Los brazos y las piernas, algo extendidos. El declarante no encontró rastro alguno de heridas en ninguno de los cadáveres.
El otro testigo que vio a ambos muertos es Herbet Seidel. El entonces adolescente de 15 años iba, el 3 o 4 de mayo por la Calle de los Inválidos rumbo a la estación Lehrter. Del lado izquierdo del puente vio los despojos de un hombre pequeño y de otro, muy corpulento. Vestían sacos de oficial pero sin insignias. Faltaban los sobretodos, los pantalones y las botas.
Otro testigo que los vio poco después fue el mecánico Willy Stelse. Iba camino a su tarea en la fábrica Solex, cerca de la estación Lehrter. Al igual que Seidel, se extrañó de que los muertos parecían no tener heridas y llevaban ropa interior muy fina y evidentemente nueva.
En su lugar de trabajo apareció una de las prendas desaparecidas: el sobretodo de cuero. Lo llevaba un obrero francés que contó que lo había encontrado en el puente De los Inválidos: de uno de los bolsillos sacó un libro y se lo entregó al capataz Ott. Era el diario de Bormann. Ott lo llevó al militante comunista Kurt Kolander, quien se lo entregó al comando soviético. El diario está hoy en un archivo en Moscú y la última anotación acotaba: 1.5. Intento de fuga.

DOCUMENTOS SECRETOS A PEDIDO
El 8 de mayo de 1945 —día de la capitulación en toda Alemania y seis días después del fin de la lucha en Berlín— los soldados rusos pidieron a Albert Krumnow, empleado de la oficina de correos número 40, en la estación Lehrter, que trasladara y enterrara dos cadáveres —muy descompuestos— que estaban sobre el puente del ferrocarril sobre la Calle de los Inválidos. Krumnow colocó, junto con tres colegas, los dos cuerpos sobre una camilla de emergencia. Llevaron los restos hasta el terreno donde había estado el parque de exposiciones, cavaron una fosa, y arrojaron dentro a los muertos, en tal forma que la cabeza de uno quedó a los pies del otro.
En uno de los cadáveres encontraron el libro de ingresos del médico de la SS,Stumpfegger. El 14 de agosto de 1945, el .jefe del
correo de la estación Lehrter, Bemdt, escribió una carta a la señora Gertrud Stumpfegger: "Su esposo fue enterrado el 8 de mayo en el terreno de la antigua plaza de exposiciones".
Bormann estaba acusado en el proceso de Nürenberg como uno de los principales criminales de guerra, y por lo mismo debía ser tema permanente para la prensa mundial. Hasta la época de la aparición en Stern del artículo sobre la muerte de Bormann, en noviembre de 1965, se produjeron 57 versiones distintas sobre su paradero, ubicándolo en todas las regiones del mundo, desde Moscú hasta Ciudad del Cabo y desde Sydney hasta Lima. La mayoría de las leyendas reportaron a sus inventores mucho dinero. En todo el mundo fueron detenidos numerosos inocentes, todos presuntos Bormann. Finalmente, la Fiscalía de Frankfurt fijó una recompensa de 100 mil francos por la cabeza del condenado a muerte.
En diciembre de 1966 la policía brasileña detuvo al monje Rolf Sonnenburg, llamado Padre Adolfo. Todo su cuerpo estaba tatuado con cruces gamadas y signos de la SS. El monje era un perturbado mental. En mayo de 1967, a petición de la embajada alemana de Guatemala, la policía detuvo al campesino Juan Martínez como otro supuesto Bormann. En marzo de 1968, el cazador de Eichmann, Simón Wiesenthal, declaró que la presa nazi vivía como un "virrey del nacionalsocialismo" en Brasil.
En marzo de 1971, el juez de instrucción Horst von Glasenapp viajó a la isla danesa de Ronne, en la cual un médico decía haber visto al espectral .secretario de Hitler. Un habitante de la selva colombiana, Johann Hartmann, de 73 años, adquirió notoriedad mundial en marzo de 1972, cuando se lo tomó por el antiguo confidente del Führer.
Probablemente, el último Gran Golpe Bormann lo desencadenó un húngaro de origen, Ladislas Farago. Durante una semana, el diario inglés Daily Express dedicó a su imaginativa crónica titulares y fotos en primera plana: la historia giraba sobre la "increíble huida
del nazi fugitivo y su dramática vida con el tesoro de la SS a cuestas por toda Latinoamérica". El antiguo colaborador del servicio americano, y aplaudido autor de best-sellers, cobró como primera cuota por su fábula bormanniana 700 mil marcos. La tirada del Daily Express subió un diez por ciento. Diarios y revistas de todo el mundo, como el Daily News de New York, imprimieron también sus fantásticos relatos.
El día que se encontró en Berlín el esqueleto de Bormann, Farago llegó a Alemania para ofrecer asimismo a Stern sus investigaciones; por supuesto, reclamaba 80 mil marcos por las mismas.
Traía una maleta llena de documentos que supuestamente provenían del archivo del servicio secreto argentino. El antiguo acusador de los Estados Unidos en el proceso de Nürenberg, Robert M. W. Kempner, opinó después de revisar las actas en Frankfurt: "No pueden ser falsas. Son auténticas". Kempner pidió a las cuatro potencias triunfantes en 1945, por intermedio del embajador americano en Bonn, Martín Joseph Hillenbrand, que "los miembros del Consejo aliado en Berlín hagan nuevas averiguaciones".
Entretanto, Stern también recibió documentos desde Buenos Aires, y de la misma fuente que había utilizado Farago. Sólo costó unos pocos dólares conseguir esa "prueba": sobre las mismas hojas con membrete del servicio secreto que había presentado el húngaro, se aseguraba que nadie más ni nadie menos que el propio Farago "es idéntico con el buscado Bormann".
También otro hombre, cuya foto había presentado el Daily Express como la de Martin Bormann viviendo en la Argentina, fue encontrada por el corresponsal de la revista germana, Hero Buss: esta vez se trataba del maestro de escuela Rodolfo Nicolás Siri, notablemente parecido a Bormann, pero 20 años más joven.
El poeta de leyendas Farago, sin embargo, ya cerró contratos con grandes editoriales en todo el mundo. La editorial Hoffman & Campe, de Hamburgo, quiere publicar sus Cuentos de Bormann. Los derechos cinematográficos también ya están vendidos. La Paramount los compró y quiere llevar al celuloide un "Bormann a la Farago".
La justicia alemana no le podrá ayudar en el intento: el fiscal titular de Frankfurt, Joachim Richter, quien hace años tiene en sus manos la búsqueda de Bormann, cerrará definitivamente el expediente del antiguo jefe del Tercer Reich con la leyenda: "Martin Bormann, muerto el 2 de mayo de 1945".
Documentación: Jochen von Lang.
Siete Días Ilustrados 29.01.1973

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