Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Vietnam
MUY LEJOS DE GINEBRA
La opinión pública mundial se muestra escéptica en cuanto a la proximidad de la paz en Vietnam. Johnson sigue repitiendo: "No nos desmoralizaremos, no cederemos"

Cuando el general Dayan, que no se asusta por nada, estuvo a principios del año pasado en Vietnam, comentó: "He visto el infierno". Nunca fueron tan verídicas sus palabras como desde el comienzo de la ofensiva Vietcong en todo Survietnam. Sin embargo, durante la semana pasada, el infierno estaba "estabilizado": se seguía combatiendo en Hue, en Saigón, en otras pocas ciudades survietnamitas, mientras el cerco norvietnamita en torno de la base de Khe-Sanh se afianzaba. Y aunque los padecimientos de la población civil seguían configurando uno de los cuadros más horrorosos que se recuerde con respecto a cualquier guerra conocida hasta hoy, los sucesos de mayor trascendencia no ocurrían en el teatro de las acciones bélicas, sino en los EE.UU. y en muchísimas capitales de todo el mundo.
Por una parte se desarrollaban frenéticas tratativas de paz. El incansable U Thant, después de haber conferenciado en Nueva Delhi con Indira Ghandi Aprovechando la iniciación de las reuniones de la UNCTAD para el desarrollo del Tercer Mundo), voló a Moscú, mientras el "Pravda" señalaba que los puntos exigidos por Hanoi para sentarse a la mesa de negociaciones eran "justos y claros". Luego, U Thant se dirigió a Londres, cuando Wilson acababa de regresar de Washington después de respaldar la posición de Johnson en la guerra de Vietnam, ignorando una encuesta según la cual un sesenta y dos por ciento de los británicos está en contra, y pasando por alto la petición firmada por más de cien congresales laboristas que exigía desolidarizarse totalmente de la política estadounidense en la antigua Indochina. Resultado: la URSS dejaba traslucir que no deseaba una derrota completa de los EE.UU. en Vietnam (pensando tal vez en China), pero afirmaba la presencia del Frente de Liberación Nacional, o sea el Vietcong, como una fuerza política genuinamente survietnamita con la cual era preciso contar para cualquier salida pacífica. A su vez, Wilson, con inexplicable optimismo, aseguraba que la solución debía ser política y no militar y que la brecha que separaba a Hanoi de Washington no era muy ancha...
En cuanto a LBJ, se declaraba dispuesto a ir "mañana mismo" a Ginebra si Hanoi daba claras y serias pruebas de quererlo; simultáneamente, disponía el envío de diez mil reservistas más al teatro de la guerra . Curiosamente, al mencionar a Ginebra como posible lugar de negociaciones de paz, Johnson olvidaba que los EE.UU. se habían negado a ratificar el Pacto de Ginebra de 1954, que puso fin a la Guerra de Indochina, y en cambio apoyaron durante nueve años cruciales al funesto trío de Diem, su hermano Nhu y su cuñada, la célebre madame Nhu. Aunque se hubiese hecho saber que un emisario no estadounidense con mandato de Washington se hallaba en Hanoi "conversando", el escepticismo en cuanto a la proximidad de la paz era general en los medios bien informados y en la opinión pública mundial. Sobre todo porque una última encuesta Harris señaló un significativo aumento de estadounidenses que apoyan la política exterior de Johnson.
"No nos desmoralizaremos, no cederemos", repitió varias veces LBJ mientras afirmaba su voluntad de lograr un acuerdo. No le preocupa el aislamiento mundial de los EE. UU. que tanto aflige al columnista Walter Lippman, ni el hecho subrayado por "Le Monde", "The New York Times" y el "Asahi Shimbum", de Japón, de que el Vietcong es nacionalista —antes que comunista— y como tal debe ser encarado si se quiere una solución política.
Tampoco le preocupa a LBJ el creciente flujo de compatriotas desertores, entre ellos un desertor "frustrado" que resultó ser hijo de un general de los EE.UU. LBJ trabaja con grandes números y se siente seguro. En cambio sí le molestan las críticas periodísticas, a su entender, que confunden y desunen al país. La prensa, que se considera el cuarto poder básico de la democracia estadounidense, respondió con agrio rechazo, sosteniendo que el derecho de disentir es parte de la noción misma de libertad. Lippman llegó a decir que LBJ hacía un chantaje moral al asimilar el apoyo a su política exterior con una prueba de patriotismo.
Pero toda esta polémica se opacó frente a una noticia detonante: según el "Washington Post", el general Wheeler, jefe del Estado Mayor, habría sugerido que se usaran armas nucleares para salvar la base de Khe-Sanh si se hacía necesario. El mundo entero se estremeció; Wilson descartó la información diciendo que sería "una locura emplear en Vietnam armas atómicas", mientras el alarmado senador Fullbright iniciaba una investigación. El canciller de Suecia fue tajante: "Usar armas nucleares sería genocidio, lo mismo que hacer volar las represas del río Rojo, que son objetivos civiles y costarían un millón de vidas inocentes". LBJ desmintió la versión. Su rival Nixon se limitó a decir: "Hay que ganar la guerra".

Pie de fotos
-Prisioneros Vietcong en Saigón.
-Soldados de EE. UU. auxilian a un niño herido que llora al ser separado de su madre.
-Mujeres vietnamitas huyen aterradas del centro de Saigón.
-izq.: La mujer implora, mientras los rangers están alertas.

Revista Siete Días Ilustrados
20.08.1968

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