Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

¿Puede un artista tener ideas políticas?

Claro, empieza el terrorismo mental. El miedo a pensar. Entonces ideamos una reunión sobre un tema: ¿se pueden tener ideas políticas en el ambiente artístico o es un riesgo que supone quedarse sin trabajo? Blackie, Lautaro Murúa, Hugo del Carril, Duilio Marzio, Estela Molly, Hugo Moser, sirvieron al testimonio buscado. Algunos en mesa redonda, áspera, conmovida. Otros en "téte á téte" personal. Vale la pena meterse en este tema.

POCO después de producida la revolución de 1955, se estrenó en una sala céntrica, en la calle Lavalle, un film —largamente esperado por el público— cuyo protagonista era Luis Sandrini. Como se sabe, las postrimerías del 55 se caracterizaron por una generalizada "caza de brujas", traducida al dramático lenguaje nacional de entonces como "la caza del peronista". En el hall del cine que exhibía exitosamente el film de Sandrini, aparecieron volantes con inscripciones amenazantes: "No vea esta película. Sandrini es peronista". Los propietarios del cine recibieron cientos de amenazas telefónicas, se los amenazaba con dinamitar la sala.
Hace pocos meses, el diario "La Razón" informaba, en su pagina dedicada al cine y a la televisión, que la actriz Virginia Lago —premio a la mejor actriz del cine nacional en 1964 por su actuación en "La sentencia"— había sido excluida de los programas del canal 13, debido a sus presuntas ideas políticas: "Se dice que es comunista"
Lautaro Murúa fue consagrado por la crítica internacional como uno de los narradores cinematográficos de mayor talento producido por el cine nacional en sus últimas décadas. También, claro, como uno de los más audaces: "Shunko" y "Alias Gardelito" juzgaban temas más o menos inquietantes y la denuncia de la injusticia social campeaba en ellos. No ha vuelto a dirigir cine. Para colmo, su nombre ha aparecido en las listas de FAEDA.
También hay otros ejemplos: Libertad Lamarque que se fue del país durante el régimen peronista porque su carrera artística se hacía imposible aquí.
Todos estos antecedentes, refrescados por el tono abiertamente macartista y delatar con que las ya célebres solicitadas de la Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas se han referido a algunos actores y actrices argentinos, plantean un interrogante que tiene mucho que ver con lo que sucede hoy y aquí, en materia de libertades públicas, de clima de convivencia alcanzado por la comunidad.
Nos reunimos con Blackie, Hugo Moser, Estela Molly y Andrés Turnes. Otras primeras figuras del ambiente artístico participaron de distintas maneras en la encuesta: Lautaro Murúa, Hugo del Carril, Duilio Marzio. La reunión fue presidida por Bernardo Neustadt y comenzó con alguna violencia:
HUGO MOSER. — Con la revolución de 1955 nace el odio y la división entre los argentinos. La división tajante entre peronistas y antiperonistas. Personalmente, nunca fui peronista. Antes del 55 yo era empleado, y mis compañeros manifestaban una gran indiferencia política. Eso sí: si había que ir a un acto en Plaza Mayo, iban. Hoy, en cambio, no existe ninguna presión del gobierno sobre los actores, en cuanto a las ideas políticas de éstos. En cambio, sospecho que es el público el que no está preparado para que sus artistas favoritos manifiesten ideas políticas.
EXTRA. — ¿Y Hugo del Carril?
MOSER. — Hugo es un ídolo popular de un nivel muy especial. Tal vez sea uno de los pocos que —merced a un enorme prestigio ganado como cantor, como actor, como director de cine y no como político— pueden tener ideales políticos concretos y expresarlos en todas las ocasiones. Quiero recordarles, también, que las discriminaciones políticas entre los actores tuvieron vigencia en el país sólo durante el régimen peronista: nadie puede olvidar la persecución que sufrieron Blackie, María Rosa Gallo, Libertad Lamarque, Delia Garcés, Camilo D'apassano y tantos otros.
ESTELA MOLLY. — En mi experiencia, no hay discriminación política entre los actores. Todos los que figuran en la lista de FAEDA trabajan normalmente en televisión, en cine o en teatro. Pero también pienso, que puestos en la posición que el peronismo colocó a los actores —adherirse al régimen o resignarse a no trabajar más— sería difícil que muchos no volvieran a bajar la cabeza. Yo soy joven: tengo derecho a plantearme a mí misma esa posibilidad. Y estoy segura de que yo no rendiría homenaje a régimen alguno para asegurarme de seguir trabajando. Inclusive, creo que me animaría a ponerme en contra de los productores...
BLACKIE. — No hay que engañarse: los actores en su inmensa mayoría, no tienen ideales políticos definidos. Yo admiro profundamente a la gente valiente, a la que es capaz de definirse defendiendo sus convicciones. Pero me parece natural que no hayan dado muchos ejemplos de dignidad durante el régimen peronista. Las excepciones son conocidas por todos. También son conocidos quienes apoyaron el régimen de Perón sin que mediara especulación alguna, los peronistas convencidos de entonces que siguen siéndolo hoy. Ninguno de estos dos extremos tiene representantes muy numerosos: la mayoría optó y me atrevo a decir que optará en circunstancias parecidas, por la prescindencia y la complicidad.
EXTRA. — Usted, Turnes, que es un actor joven, ¿cómo vive la política? Si tuviese ideas políticas concretos, ¿se animaría a proclamarlas? ¿O temería que ellas perjudicaran su carrera?
ANDRES TURNES. — No estoy adherido a partido político alguno: en eso, entro perfectamente en el esquema trazado por Blackie. Pero la política me interesa profundamente. Claro que, a los 28 años y con una carrera artística que debo construir desde su base, día a día, mis preferencias políticas se expresan, necesariamente, en la elección de las obras que represento. Y para asegurarme un público, hay que hacer concesiones, lo mismo que en política. Los que luchan por mantenerse firmes en sus convicciones tanto políticas como estéticas —si sus posiciones no son compartidas por los productores, directores, etc., esto es, si su ideología no es de alguna manera la "oficial"— suelen ser destrozados. Vea, lo que yo opino es que los jóvenes actores, los que recién empiezan, necesitan ejemplos de los maduros y consagrados. Necesitamos gente capaz de tomar actitudes, de reírse de la censura, de reírse de un programa de televisión, si es necesario, para mantener sus convicciones.
EXTRA. — Usted cree, entonces, que muchos actores consagrados ocultan sus ideas políticas a fin de no ver perjudicadas sus carreras?
TURNER. — Sí, seguro. Todos hacen concesiones
BLACKIE. — ¡Qué joven es este chico! A los 28 años, usted parece no saber todavía que la televisión es una industria y que su ideología necesariamente responde a los intereses de sus propietarios. Y en televisión hay un solo propietario: el Estado.

LOS QUE SE JUEGAN
A esta altura de la discusión, Bernardo Neustadt recordó que, en los Estados Unidos, Frank Sinatra y su clan pueden poner en juego la inmensa popularidad que manejan para apoyar la candidatura de Kennedy, pero que Larry Parks desapareció de las pantallas, cuando el macartismo, al descubrírsele vinculaciones no muy claras con organizaciones de izquierda. "En nuestro país —preguntó— ¿Qué sucede cuando un artista proclama su ideología política?"
La pregunta movilizó una serie de sentimientos encontrados en los presentes: gritos desde "Les pasa lo que a Pedro Maratea, que no trabaja más en ningún lado", hasta "Los gobiernos cambian pero los obsecuentes siempre quedan", proporcionaron una respuesta no ordenada pero sí significativa.
—George Murphy, ex bailarín y actor, puede ser en los Estados Unidos candidato a gobernador por California. Es decir, puede participar activamente en política, sin desmedro de su fama. Pero Charles Chaplin no puede negarse a declarar en una comisión inquisitorial: lo expulsan de Estados Unidos. Aquí, en nuestro país, se da un curioso paralelismo con esta situación. Mientras Bonardo (demoprogresista) y Zelmar Gueñol (Socialista democrático) pueden proclamar sus ideas, ser candidatos, etc., tenemos por otra lado que Hugo del Carril sufre variadas presiones por ser peronista.
Virginia Lago...
MOSER. — Eso e una mentira completa. Virginia Lago no fue sancionada en canal 13 por problemas ideológicos, sino por una serie de desencuentros de orden profesional.
BLACKIE. — Ocurre que Bonardo y Gueñol pueden hacer política porque representan s partidos muy minoritarios, sin caudal electoral.
TURNES. — Ser demoprogresista o socialista democrático es un mero chiste. Aquí las opciones son bien claras: peronistas o antiperonistas. En una época, durante diez años, ser antiperonista significaba para un actor renunciar a su carrera. Hoy, declararse peronista —a no ser que uno sea Hugo del Carril— significa también cortarse todo posibilidad. Lo mismo digo en cuanto a las derechas y las izquierdas...
NEUSTADT. — Entonces qué sucede: ¿Este es un país con miedo? ¿O con prejuicios?
De un coro de voces alteradas, objetivamente puede rescatarse una respuesta:
— Las dos cosas ...
Estela Molly logró imponerse luego, para narrar con vigorosa autenticidad su situación personal frente al medio:
—Aparentemente, no me ha sido negado nada por el medio. Soy consciente de que mi nombre es moderadamente popular, dicen que soy linda, pronto, tendré un departamento, comprado con lo que gano en la televisión. Eso, quiero decirlo francamente, no me basta. Soy una actriz, quiero expresarme como actriz, como ser humano. La política me interesa, aunque vivo una dolorosa indefinición: ninguna organización política de las que existen en el país expresa mis sentimientos, mi modo de ver la realidad. El único camino que puedo seguir para no traicionarme es el de volcar a través del teatro mis inquietudes. Quiero tener un teatro propio y hacer allí las obras que más me interesan, que digan cosas útiles a los demás y a mí misma, que expresen mi modo de ver la vida...
BLAKIE. — Con lo que le costó el auto, tal vez hubiese podido alquilar un teatro y hacer lo que quiere hacer. No se engañe, Estela: en este país mucha gente quiere hacer cosas buenas, hasta heroicas. Pero nadie renuncia a vivir bien, nadie se resigna a viajar en colectivo... Usted parece una de ellas.
ESTELA. — Tal vez tenga razón, pero lo cierto es que en mi programa de vida no figura el ser una actriz de comedia toda la vida. No siempre voy a hacer teleteatros. Al contrario, la popularidad que gane en ese medio, el dinero que gane, me servirá para decir lo que quiero decir, para trabajar en obras de envergaduras. Es mi forma de tener ideas y de expresarlas. Pero tampoco renuncio a comprometerme políticamente alguna vez, cuando esté profundamente convencida de algo.
Y vuelvo a repetir algo: yo no sería de esos que agachan la cabeza,
que aceptan ser sumisos o serviles con tal de seguir trabajando.

OTRAS RESPUESTAS
Conviene ya, a fin de aclarar el decurso de la investigación, recurrir al testimonio de un hombre que ha concitado sobre si las iras de mucha gente: nunca tanta — por cierto— como la que sigue fervorosamente su actividad artística: Hugo del Carril.
—Preguntarme a mí, justamente a mí, si un artista puede tener ideas políticas y proclamarlas, es algo bastante incomprensible. Soy peronista, soy un defensor decidido y convencido del justicialismo, de las banderas populares de justicia social. Pero mi caso es distinto al de la generalidad: soy peronista y nadie ha podido hacerme renegar de mis ideales, pese a la multitud de trabas, discriminaciones, incluso cárcel, que he soportado a lo largo de estos años.
—¿Se siente usted proscripto en la vida artística nacional?
—De ninguna manera. El público no me ha abandonado, yo no abandonaré a mi público. Por otra parte, los que son verdaderamente unos marginados son los capaces de utilizar precarias ventajas políticas, para perseguir a la gente decente. No niego que algunos obsecuentes hayan podido sacar partido del apoyo oficial bajo Perón, y hoy sean decididos y encarnizados perseguidores de quienes como yo, no ocultaron jamás su pensamiento político. Hoy y aquí no se puede proclamar la ideología política del peronismo sin pagar un alto precio por ello.
Es un precio que siempre estoy dispuesto a pagar: es el precio de la dignidad humana.

Otra personalidad del cine nacional que ha concitado en su torno un halo de "macartismo" trasnochado, es Lautaro Murúa.
—Creo que un artista debe tener ideas políticas y defenderlas con la misma valentía —con mayor, si es posible— que un ciudadano común. Se que proclamar un cierto tipo de ideología —las que se salen del marco de las capas "bienpensantes"— pueden inhibir a un artista. En la práctica, desagrada a algunos círculos que se toquen ciertos temas, que se planteen ciertos problemas de orden social. Las clases sociales que tienen el poder exhiben una significativa hipersensibilidad a este respecto. Por otra parte es un fenómeno que se repite en toda Latinoamérica: nosotros estamos dentro de la misma olla.
Generalmente, el pensamiento de quienes tienen en sus manos los mecanismos del poder en la cinematografía, tiende a esconder la cabeza como el avestruz frente a los problemas más agudos de la comunidad: siempre piensa que "no es oportuno" plantear esos problemas...

Presidente de la Asociación de Actores, Duilio Marzio difiere radicalmente con sus colegas Del Carril y Murúa:
—Hay gente que dice que en la Argentina hay discriminaciones políticas pero yo no conozco ningún caso concreto. Un actor debe tener, como hombre, ideas políticas, ya lo creo. No le afecta en absoluto, en cuanto a su carera profesional. Hay muchos que figuran en las "listas negras", señalados como peronistas o comunistas, y, sin embargo, trabajan normalmente. En cine tampoco hay trabas debidas a las posiciones políticos de los cineastas. Vea, sino, lo que ocurrió con una película fuerte, como "Paula cautiva". En cambio, en el régimen peronista sí que hubo discriminaciones...

ALGUNAS CONCLUSIONES
Todo hace pensar que la discriminación política entre los actores argentinos se manifiesta mas al nivel de la autocensura que de las presiones directas de los productores, de los poderes de Estado, o de los gustos del público. Es cierto que, salvo contadas excepciones, los artistas argentinos se manifiestan generalmente indiferentes en materia política. Los casos de discriminación, persecución, encarcelamiento de artistas, se repiten periódicamente, sin embargo. El director de orquesta Osvaldo Pugliese, reconocido militante comunista, actúa normalmente en televisión. Hugo del Carril, de cuya identidad con el peronismo nadie duda, es una verdadera potencia económico-artística en el panorama nacional. Dos ejemplos para un clima que —más allá de la indiferencia política general de los artistas— habla de un hecho susceptible de crear las mejores esperanzas: el público elige a sus ídolos con prescindencia de su ideología, pero admite tácitamente esta dicotomía: Pugliese es un músico popular por excelencia, y es un político adherido a una tendencia minúscula, irrepresentativa del panorama político nacional. Hugo del Carril es respetado y admirado por todos los sectores políticos del público.
Todo esto tiene un signo: el de la convivencia. Los argentinos quieren convivir. Algunos factores extraños de irritación —buen ejemplo de esto son las "denuncias" de FAEDA— se empeñan en oscurecer el panorama. Un empeño que el tiempo, la creciente cultura de nuestro pueblo y la inexorable dirección en que camina la historia, terminarán por sepultar en el osario común del olvido.

Revista Extra
04/1966

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