Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

JOHNNY TEDESCO, EX INTEGRANTE DEL FAMOSO "CLUB DEL CLAN", FUE HACE DIEZ AÑOS UN IDOLO INDISCUTIDO DE LA JUVENTUD. MARCO UNA EPOCA, UN ESTILO. DESPUES VINO EL SILENCIO. Y NOSOTROS NOS PREGUNTAMOS: ¿QUE SERA DE SU VIDA? POR ESO FUIMOS A VERLO. HOY JOHNNY TIENE 28 AÑOS, UNA LINDA FAMILIA, Y SOBRE SU CARRERA NOS DIJO: "EL EXITO SE ME DIO DEMASIADO RAPIDO Y FACIL, Y YO NO ESTABA PREPARADO PARA RECIBIRLO. HOY HE MADURADO Y NO HARIA NINGUN TIPO DE CONCESION. YA NO ME INTERESA SER UNA ESTRELLA. AHORA QUIERO SER UN CANTANTE." SE CALIFICA CON GRAN SEVERIDAD Y AFIRMA QUE VOLVERA A ESTUDIAR CANTO SI ES NECESARIO. ASPIRA A TENER CALIDAD.

Si, el Club del Clan. ¿Quién no se acuerda? Palito Ortega, Violeta Rivas, Nicky Jones, Lalo Fransen, Rocky Pontoni y él, Johnny Tedesco. Toda una época, un éxito televisivo. El ''furor" de nuevaoleros y de las contorsiones no menos furiosas del rock. El delirio de los adolescentes. Hará de esto diez o doce años. A lo mejor menos.
Él, Johnny Tedesco, con su inacabable e inagotable colección de pulóveres estrepitosos y raros, su pelo rubio sobre la cara, sus ojos celestes enormes, su sonrisa permanente, sus tonadas pegadizas, sus contorsiones frente a las cámaras. Pero más que nada los suéteres. Se los tejían las admiradoras. Se los regalaban las admiradoras. Cuanto más extraños y llamativos, mejor. Ganó fortunas. Se compró tres autos, dos casas, otras cosas que no se anima a declarar. El éxito vertiginoso y sin posibilidad de detenerse, en otras palabras.
Hace de esto, ya lo dije, diez o doce años. A lo mejor, menos. Después, ya se sabe. El clan se disolvió, cada uno siguió con mayor o menor suerte su camino solitario. Un día Johnny se hartó de tanta monotonía y se fue a recorrer países, Cuando volvió decidió reiniciar su carrera. Tuvo que hacer algunas concesiones. Perder el Tedesco, por ejemplo. Ser Johnny, a secas, porque según su representante de turno el Tedesco no sonaba "bien". Es decir, tuvo que perder lo único verdadero de su nombre: Tedesco, que es el apellido de su madre Pero no fue la única mentira: tuvo que aparecer como soltero, play boy, amante del vértigo automovilístico y de las cosas exquisitas y refinadas. Sin embargo él ya estaba casado. Se había casado antes de los 18 años, previa autorización de los padres, con Mirta Julia Lotito, de su misma edad. Había nacido un niño, también: Adrián Fabio. La mentira de la nueva imagen no sirvió para nada. No funcionó. Y a partir de ese momento, el silencio. Un silencio interrumpido quizá muy débilmente por dos o tres presentaciones en el interior o en clubes de barrio. Por algún disco con poca suerte.
Y punto, Hace de esto diez o doce años, ya lo dije.
Y hoy, nuevamente él. Nada en especial. Nada. Pero sí una pregunta siempre interesante: ¿Qué es de su vida?
No vamos a hacer una nota nostálgica, ni melancólica, ni mucho menos retrospectiva. O a lo mejor sí, a lo mejor resulta eso. Pero nosotros fuimos a hacer una nota. Y punto. Johnny Tedesco, hoy, Johnny Tedesco en 1973, con 28 años, una hija más y todo ese silencio, ¿qué piensa? ¿Cómo asimiló el ocaso? ¿Cómo analizaría su pasado y su presente? ¿Qué aprendió? ¿Qué piensa de sus ex compañeros del Club del Clan que siguieron con el éxito y hoy siguen siendo figuras con nombre y apellido propios? ¿Qué piensa de su futuro?
Ayer, el estrépito más estrepitoso, las tapas de las revistas, el delirio. Y hoy el silencio, también "estrepitoso".
No más el Johnny Tedesco triunfador-sin-barreras-ni-límites.
Hoy será —aunque sólo sea por un momento— Alberto Felipe Soria Tedesco. Curiosa figura. Extraña y sorprendente figura. Vamos a ella.
Ante todo, la casa. Sigue siendo exactamente la misma, en Villa Crespo, Aráoz al 400. Un dúplex —quinto y sexto piso— comprado en su época de esplendor. Tengo a mi lado una nota que "Gente" le hizo en el año 1967, y la descripción de la casa podría recortarla y pegarla exactamente aquí. Alfombras de "pared a pared", pelouche en los sillones, las puertas, las paredes, las mesas, las escaleras; mesas de mármol, troncos alimentados con gas en el medio de una de esas mesas de mármol, paredes trabajadas en relieves color cobre, y murales. Se lo dije: "Me parece estar en la casa de un divo de Hollywood de los años cuarenta". Nunca estuve en la casa de tal divo. Pero fui al cine y leí revistas a todo color, ya se sabe. El hecho es que en medio de esta escenografía en cinemascope está él, Johnny Tedesco. Pantalones a rayas bordó y negras, suéter también a rayas, aunque ya no tan estridente, zapatos con plata forma y taco, la misma sonrisa, los mismos inmensos ojos, el pelo no tan largo ni tan sobre la cara, su mujer y sus dos encantadores niños. Adrián ya tiene nueve años Andrea va por los tres. Difícilmente se siente. Prefiere hablar de pie, caminar, acercarse de vez en cuando a la estufa para calentarse las manos. Hay buen café, una terraza por donde entra el poco sol de esta mañana de dos grados o quizás menos.
—No le voy a echar las culpas a nadie. No puedo hacerlo. Cada uno hace su destino de la manera que le parece más conveniente o que le dan sus posibilidades. En todo caso, la culpa es de Johnny
Tedesco, o de Alberto Felipe Soria Tedesco...
—¿Es lo mismo?
—No, no es lo mismo. Empecemos por la imagen de soltero, de triunfador, de seguro de sí mismo. Yo siempre fui un ''adulto prematuro", y jamás pude estar solo. Antes era mi madre o mi padre. Ahora es mi mujer. Sigo sin poder vivir sin mi familia. Por eso jamás pude llegar a negar mi matrimonio. Estoy muy orgulloso de mi familia. Mi vida ahora es mi casa y mi trabajo... cuando consigo. Pero si pudiera estar las veinticuatro horas del día en mi casa, lo haría.
—¿De qué vivís ahora?
—De alguna presentación, de algún disco. Pronto voy a presentarme en un nuevo café-concert. Mi mujer, que es maestra, volvió a trabajar. Somos muy felices, fijate vos. Y los únicos problemas que hemos tenido fueron por cuestiones económicas.
—¿Tenés ganas de hablar de los motivos por los cuales hoy no seguís siendo éxito?
—Sí, claro que tengo ganas. Si he madurado. Si ya dejaron de interesarme algunas cosas, por ejemplo la apariencia, y me empezaron a gustar otras, como ser los amigos y la cultura. Informarme, informarme de todo lo que pueda. Sí, tengo ganas de hablar de eso. Pero voy a ser muy duro en el juicio conmigo mismo.
—¿Cómo te calificarías como cantante, como intérprete?
—De uno a diez me calificaría con cinco puntos. Sigo haciendo cosas, componiendo, pero el resultado, al final, es siempre el mismo: cinco puntos. No puedo salir de ahí.
Mirta Julia Lotito, su mujer, interviene: "Pero si día a día estás progresando. Si te lo dicen todos. ¿Por qué sos tan severo con vos mismo. . .?"
—Si progresara día a día, como vos decís —agrega Johnny—, hoy estaría por lo menos en siete puntos. Pero no. Sigo en cinco. Yo te doy las gracias de cualquier manera... Pero vos sos mi mujer...
—¿Qué creés que te falta para superar esos cinco puntos? ¿0 creés que ya no hay ninguna posibilidad, en cuyo caso te dedicarías a otra cosa?
—Mirá, me falta depurar la cuestión vocal mía, extender más los registros de voz, volver a estudiar canto, por ejemplo, y hacer foniatría. Pero soy muy vago o tengo miedo de tomar iniciativas. Eso por un lado. Por el otro, tendría que perder mis miedos, mis inseguridades. No sé los motivos de esa inseguridad, pero me suele suceder antes de grabar, antes de presentarme ante el público, incluso cuando estoy ensayando. Ahora bien: arriba de un escenario me vuelvo a sentir ganador o dominador. Cuando la orquesta arranca, todo cambia. Durante toda su carrera Johnny Tedesco impactó por su presencia, por todo lo que hacía sobre un escenario. Impactó más en vivo que en toda su trayectoria de discos. Te voy a contar algo. Cuando había que imponer un disco en el extranjero, Centroamérica, ponele como ejemplo, se mandaban de acá las placas. Pero no pasaba nada. No se vendía ni una. Pero viajaba yo. me hacían notas en las revistas, me presentaba en vivo, y mataba. Después, nada otra vez. No es eso lo que quiero. Porque acá viene Serrat y mata. Pero se va Serrat y sigue matando. Sus discos se siguen vendiendo. Lo mismo pasa con Frank Sinatra, Mercedes Sosa, Andy Wiliams, Charles Aznavour. Vos los ves sobre un escenario, ves que se mueven bien, que cantan bien, te parecen fantásticos. Y cuando volvés a tu casa te siguen pareciendo bien. Musicalmente, te quiero decir. Te sigue sonando bien lo que cantaron. Conmigo no ocurre lo mismo. Yo grabo todos los shows que hago. Cuándo estoy en el escenario, me parece fantástico, me digo a mí mismo: "Hoy estuviste mejor que nunca, Johnny". Pero al día siguiente, cuando escucho lo que grabé, me quiero morir: sigo en los cinco puntos.
—¿Qué harás?
—Empezar de cero. Lecciones de canto otra vez, y foniatría. Música no, porque música sé. Aprendí el saxo y la guitarra. Además, organizarme más.
—Ahora, ¿harías alguna concesión de tipo publicitario? ¿Quiero decir, lo de los suéteres estrepitosos, la soltería, la imagen de play boy. . .?
—Yo antes era una estrella. Las cosas me fueron desbordando. Todo me resultó muy fácil y nunca me detuve a pensar en el porqué de mi éxito. Quizá eso fue muy perjudicial para mí. Sí, antes era una estrella. Pero ahora quiero ser un cantante. Ahora no haría ninguna concesión aunque me lo pidieran. Ahora llegaría simplemente con lo que hago espontáneamente v con la calidad de mi música. Aunque de la calidad, como te dije. tendríamos que hablar largo y tendido..
—Entonces, si no hay calidad, ¿por qué lo hacés?
—Porque compongo una música espontánea que divierte. Porque sé que mi música no es depurada, pero cuando me presento en vivo gusto. Porque esto me entusiasma, además. Pero sé que no hago cosas de calidad. Me esfuerzo, me rompo todo. Pero nada. Mirá, para grabar el tema "Dejé de ser adolescente" lo preparé con el arreglador quince días antes. El día que íbamos a grabar pedí ocho horas. Me dijeron que estábamos locos si queríamos ocho horas para un solo tema. Pero Phonogram me las dio. Grabé. Y cuando escuché lo que grabé, tenía ganas de llorar. Claro, no se lo podía decir a la compañía, porque si no me mataban. ..
Sincero, lúcido, honesto. Buena plataforma para cualquier lanzamiento.
—Ya que vos te calificás a vos mismo con tanta rigidez, ¿cómo calificarías a otros cantantes?
—¿A cuáles?
—A los que vos quieras.
—Bueno, a Sandro lo calificaría con ocho puntos. Sandro tiene éxito por la tremenda personalidad sobre un escenario, porque ha hecho un progreso de locos en cuanto a interpretación, porque es un luchador infatigable, porque es una de las pocas personas que saben decir a través de un disco. Pero por sobre todo porque es luchador. Me alegro de su éxito. De verdad, me da una gran alegría. Pero "me da" ocho puntos.
—¿Y Palito?
—Es un éxito, creo, porque supo y sabe encarar su actividad artística muy organizadamente. Lo califico con tres puntos.
—¿Alguien más?
—Sí, Favio. Favio es muy personal. Me gusta Favio. Lo escucho y siento placer. Yo, en cambio, no me distingo. Me falta personalidad. Me falta pujanza. Por eso admiro a la gente que la tiene.
—¿Tu infancia?
—Nací en Villa Urquiza, en la calle Mariano Acha. Lindo barrio. Mis padres eran obreros. Los dos. Yo soy hijo único. A los nueve años trabajé barriendo y llevando frutas. Después pasé a una tintorería, después a una carnicería, después a un taller mecánico. Sí, el primario lo terminé. Pero estando en el taller me pareció que mi vocación era la mecánica: entré a un industrial. Fue un error. Duré un año. Desde muy chico me gustaba bailar. A los 13 años bailé en Canal 7 con el ballet de Celia Queirós. Yo hacía de collita. Después estuve con Beatriz Ferrari. Después, a los 15 años, además de bailar empecé a cantar. ¿Sabés qué hacía? Imitaba a Elvis Presley. Pero lo imitaba desfachatadamente. Hasta las patillas me había dejado: me movía igual que él, me vestía como él. Un día alguien me dejó en la portería de Canal 7 una tarjeta: era Ricardo Mejía, director artístico de RCA Víctor. Me presenté, grabé un primer tema, gustó, se vendieron 150.000 placas, y a partir de entonces, todo lo que vos sabés: "Escala Musical", "La cantina de la Guardia Nueva", "El club del Clan", "Sábados continuados" y "Bienvenido, sábado". La popularidad y el éxito por obra y gracia del Espíritu Santo. Así de fácil...
—¿Cómo conciliaste tu matrimonio, tu vida de hogar, con ese éxito?
—Mi mujer me ha tenido una paciencia infinita. Cuando me casé estaba en la cresta de la ola. Quise pasar inadvertido, pero todo el mundo armó bulla alrededor de ese matrimonio. Al otro día de casarnos me tuve que ir a Perú. Claro, la llevé a Mirta. Pero no tuvimos luna de miel. Después vino Adrián y las cosas se fueron postergando. Por eso ahora queremos volvemos a casar, antes de que venga otro niño. Queremos hacer un viaje de diez días, solos. Pero hace más de dos años que lo estamos postergando. Pero soy feliz, quiero que lo digas. Tremendamente feliz con mi familia. ¡Mirá qué par de hijos tengo...!
La casa, otra vez. Nos lleva al primer piso. Al cuarto donde guarda sus rifles, sus arcos, sus piezas de caza. Es un apasionado por la caza. "Este antílope es de la estancia de Hoffman, en Santa Fe", nos dice. O "Este ciervo axis es de lo de Bordeu, y este otro de lo de Álzaga".
Cinco o seis rifles con mira telescópica están prolijamente ordenados en una vitrina donde también hay varios frasquitos: de esencia de pino, de esencia de manzanas. "Es que los animales huyen del olor humano, entonces tenés que ponerte esto debajo de los zapatos, en la espalda, detrás de las orejas." Nos muestra también un traje tipo mameluco que compró en Estados Unidos para cazar. Varias ramas verdes y marrones ofician de camouflage. "Pero ahora no cazo más con rifle. Ahora utilizo estos arcos". San Martin de los Andes es su zona preferida. "Hace ya dos años que no voy. El próximo, veré. . ." Mirta lo acompaña siempre en estas correrías. "Pero llego hasta donde llega el auto, porque caminar por los cerros no es cosa agradable... Adrián también me ha acompañado".
Está su madre, también. Nélida Tedesco. que viene a cuidar a los niños cuando Mirta sale a trabajar, y que ahora, por el olor, debe estar cocinando una salsa fenomenal. "Mi madre cocina como los dioses —dice Johnny—. ¿Sabés en qué forma como yo? Como mil huérfanos... Mi mujer también cocina muy bien..."
Se entusiasma, se mueve, salta. Sigue teniendo aspecto de adolescente.
—Antes era mucho más introvertido. No triste sino quieto, tranquilo. Ahora trato de ser extravertido, pero como me siento muy falso, "corto", paro la cosa y vuelvo a lo mismo. ..
Así de claro, así de honesto, así de sincero es Johnny Tedesco. Sobre todo, así de honesto. Porque él podría haberme dicho cosas muy distintas. No sería una novedad. Me podría haber dicho que piensa empezar con todo, que lo que pasa es que tuvo muy mala suerte, que le faltó un buen promotor, que en sus giras sigue teniendo éxito, y todas esas cosas. Pero no. Me dijo: "A nadie le puedo echar la culpa de todo lo que me pasó". Y también me dijo algo más. Me dijo: "Insisto, pero sigo en cinco puntos".
De un hombre que se analiza con tanta crueldad, con tal falta de piedad, con tanta lucidez, es posible, sí, esperar cosas.
Porque no se engaña: sabe dónde está parado, y a partir de ahí empezará a caminar. Pero a los 28 años no lo hará dubitativamente. Lo hará con toda la seguridad que —aunque él lo niegue, aunque él lo ignore— sólo puede tener un hombre que no tiene lástima de sí mismo.
Lo esperamos. De verdad, lo esperamos con esos anhelados diez puntos a cuestas.
RENEE SALLAS
Fotos: RICARDO ALFIERI (h)
Revista Gente y la actualidad
16.08.1973

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba