Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

JULIO JORGE NELSON NO DESMIENTE SU PASION GARDELIANA. FUE EL PRIMER DISC-JOCKEY DEL ZORZAL. Y AHORA LE VA A DEDICAR "AL MOROCHO" UN LIBRO CON TAPAS DE ORO.

Para Julio Jorge Nelson el destino podría medirse por el paisaje que separa aquel empedrado de la infancia de la calle Triunvirato (hoy Corrientes) al 5400 del asfalto que hoy marca su "status" como habitante del Barrio Norte.
—Estos libros son los "Poemas completos de García Lorca" —recibe Julio Nelson al periodista en el hall—; este cuadro es de "Garrick", "El Fausto", de Goethe, "La vida de Galileo". Como ve, la letra G me acompaña ...
Curiosamente, el departamento de Peña al 2200, donde habita, tiene la forma de una G. Desde la pared un estilizado y sonriente Carlos Gardel, debido a la inspiración de Luis Mezzadra, asiste impertérrito a la entrevista. Sobre el marco superior del cuadro un brazo de bronce oculta una pequeña lámpara. Nelson oprime la perilla. El óleo recibe un color eléctrico. "Es por respeto —confiesa conmovido— que nos iluminamos mutuamente". Julio Isaac Rosofsky nació hace 53 años en la sala de primeros auxilios del teatro Opera. Su infancia se deslizó como la de casi todos los hijos de inmigrantes: en la escuela, en la calle, en el negocio (en este caso una zapatería).
—Soy el menor de tres hermanos —precisa Nelson—. A los doce años entre rabona y rabona me largué al centro. Mis amigos, mayores que yo, eran los muchachos de Carlos de la Púa: "De andar candombe y de mirar tristón, / el pañuelo orillero deschababa, / y las biabas las pedía el corazón".
Nelson parece refugiarse en los recuerdos, sorbiéndose los labios en una sonrisa continua:
—Era la época del zapato con taquito militar, que mi padre vendía. Algunos de la barra no tenían plata. Para demostrar fidelidad le robaba los "timbos" al viejo y los repartía. Resultado: a los quince años me echó de casa.
Nelson no cree en las predestinaciones; porque tal vez nunca de chico se había soñado a sí mismo como exegeta de la figura de Gardel. Descubriendo el interrogante a la pregunta inmediata, respira hondo.
—Sí. Conocí a Gardel. En la calle Frías y Atacama (hoy Luis María Drago) vivía el negro Ricardo, su primer guitarrista. El zorzal solía caer por allí a ensayar. Mezclado entre los purretes del barrio, me sentaba en la puerta del conventillo para oírlo cantar. Cuando "el Morocho" salía nos daba diez "guitas" a cada uno.
El destino natural del niño Julio nace allí. Desde entonces el morocho. del Abasto se le aparece como una repentina magia negra. Exhibe sus carpetas donde están pegados todos los recortes del morocho. También puede repetir de memoria todos sus tangos.
—Después de un largo camino —continúa Nelson— el año 1933 me pone frente a Gardel. Él actuaba esa noche en El Nacional. Roberto Miró, locutor encargado de anunciarlo, se enferma; yo lo reemplazo. Temblando con el libreto aguardo para salir a escena. En ese momento un joven vestido "al a dernier" me lo arranca de la mano: "De querusa, beni, dame el pelpa que lo necesito". Era Gardel!
La movilidad del rostro de Nelson cambia cuando se le pregunta el origen de su mote: "La viuda".
—Fue gracias a la inquietud periodística de Julián Centeya, responde. Este opinaba que mi programa "Yo conocí a Gardel" era lacrimógeno. Lo disculpo porque, aunque es un gran poeta, es víctima de su permanente histeria.
Igual queja deriva en seguida hacia otros autores. Casi sin justificarse se esmera en encontrar la palabra adecuada. "Unos fingidos".
—Todo lo que se escribió de Gardel —prosigue— son sólo recortes: "La vida de Carlos Gardel", por García Jiménez, es la biografía de Razzano escrita a "piacere". Las mentiras que relató Francisco Canaro en su libro "Bodas de Oro con el tango", publicado en 1956. "guarangadas". "El retrato de un ídolo", por Isabel María del Campo, repugna.
Al ver tantos textos de Gardel, Nelson no puede escapar a la fatalidad. Hace un año atrás decidió —sin ánimo de horrorizar a nadie— ser el autor del próximo libro "Lo que nunca se dijo de Gardel" con una tirada especial de diez ejemplares con tapa de oro. Desde el cuadro, la atenta mirada del morocho parece preguntar: ("¿Yo en encuadernación de lujo?"). Nelson comienza a reflexionar en voz alta:
—Tal vez, en el fondo, sea un dramaturgo frustrado. Pero volviendo a Carlitos, debe saber que Gardes (tal su verdadero apellido) era hijo natural de un vizconde de Toulouse. Su adolescencia fue la de todo muchacho en aquel Buenos Aires. Era el joven que intuía a la ciudad. El barrio Sur, Villa Ortúzar y Recoleta. El malevaje que entonces habitaba y donde Deferrari lo llevaba a cantar. Fue un ídolo cuya voz y temática interpretaron los deseos y sentimientos populares de su época. La prueba es que sus discos son escuchados no como piezas de museo sino con un vivo y creciente interés trasmitido de generación en generación.
Quizás los pormenores de la actitud de Nelson es cierta objeción a varios autores, entre ellos Sebrelli. La alusión al autor de "Buenos Aires, vida cotidiana y alienación", despertó en Julio Jorge el entusiasmo de proseguir.
—Mire, yo no creo que Sebrelli ataque a Gardel. Sólo trata de ubicar un tiempo. ¡Pero elegir de ejemplo justo a Carlitos! Si Sebrelli Se basa en el testimonio de Julio De Caro está errado. Porque la amistad de De Caro y Gardel fue menos que breve. En 1931 Julio se encontraba en París parafraseando el tango de Arolas: "Tirado por la vida de errante bohemio / estoy Buenos Aires anclado en París". Carlos se condolió y le "tiró un cable" llevándolo a filmar "Luces de Buenos Aires". Fue el único contacto entre De Caro y Gardel.
—¿Se considera usted un poco creador del mito Gardel ?
—Lo real es que siempre estoy unido a Gardel por un vínculo indisoluble: Gardel soy yo. Comencé pasando sus discos antes de su muerte. Fui y sigo siendo el primer disc-jockey gardeliano.
—¿ Existen cantantes que tratan de imitar a Gardel?
—Existen, existieron y existirán. Hugo del Carril, Deval; Roberto Quiroga, Jorge Vidal. Los nuevaoleros que pivotean sobre la psicosis colectiva y pertenecen menos al campo de la música que al de la publicidad. Además lo prueba que todos van al repertorio de Gardel.
Nelson afirma que la letra del tango nació en Carriego. Versos que en la segunda mitad del siglo aún seguían hablando del arrabal, del malevaje que la ley Sáenz Peña confinó a las vitrinas de museo, de las costureritas del "mal paso" que las grandes fábricas absorbieron sin la exigencia del diploma de corte y confección.
—Yo creo—piensa— que el tango se desembarazó del cabaret y del piringundín. Basta citar al magnífico escritor Ernesto Sábato. La revalorización franca y sin temor que se hace en estos últimos años del fenómeno tango, acaso el más notable y original que haya producido el Río de la Plata. Eso sin contar los pintores que interpretan al tango: Alonso, Basaldúa, Berni, Castagnino, Policastro, Torrallardona, Soldi, etcétera...
—Y de Borges, ¿qué opina?
—Extraordinario. Juzgue usted sus palabras: "El tango fue siempre «llorón»; lo estoy rescatando para una música nueva. «Tango que he visto bailar / entre un ocaso amarillo / por quienes eran campeones / de otro baile, el del cuchillo»".
Prestamente se dirige hacia la biblioteca. Los títulos, se suceden: "Fervor de Buenos Aires". "Luna de enfrente", "Evaristo Carriego", "El Aleph", "El hacedor". Sobre ellos, como tomados del lomo, el "Hombre de la esquina rosada", y "La comparsa", de Joaquín Gómez Bas.
Acariciando los tomos Nelson se pierde en laberínticos recuerdos, reaccionando minutos más tarde.
—¡Qué curioso! Borges, mencionado al Premio Nobel, relata una época de compadritos y cuchilleros. Los mismos que Sebrelli subestima. ¿Cuál de los dos estará en la realidad?
—¿Y Piazzolla?
—Es un gigante. Es la "intelligenzia" del tango. Ve al tango con anteojeras como a un cadáver que renace. Sufre el Ostracismo. Pero dentro de poco no lo para nadie.
En su santuario, el iconoclasta Nelson trata de perpetuar la primacía de Gardel repitiendo su locución para una mocedad que quizás no añore la música de la ciudad. Quizás porque después de 40 años de soñar con Gardel quede poco que decir.
JOSE DEZER
Revista Gente y la actualidad
4/11/1965

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