Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Las separadas
Un tema tabú - el de las separaciones matrimoniales en la Argentina, donde no existe el divorcio - es analizado aquí con humor, con pasión, con dramatismo, por siete personalidades femeninas. La Cama, la Incompatibilidad, la Infidelidad y otros mitos de nuestra época, en una discusión apasionada, en la que se llegó a mordaces definiciones sobre el mundo masculino. Léala. Tendrá que tomar partido.

SIETE mujeres, otras tantas concepciones de la vida, del amor; otras tantas visiones del mundo contemporáneo, se reunieron —citadas por EXTRA— para aportar ideas y experiencias personales en torno de uno de los fenómenos sociales que más de cerca tocan la sensibilidad de los argentinos de ambos sexos. Ellas tenían la tarea de clarificar, desde la rica perspectiva que les brinda su condición de mujeres inteligentes, militantes —en una u otra profesión u oficio— de una manera, de un modo de ser liberado y auténtico. La mesa redonda estuvo vedada para hombres. El tema, las separaciones matrimoniales, así parecía exigirlo.

1. ¿Cuáles son las causas más comunes de separación matrimonial? ¿La falta o la presencia de hijos? ¿La ingerencia de los padres de los cónyuges? ¿La infidelidad?

La casualidad quiso que María Angélica Bosco (viuda, 49 años, novelista, escritora) fuese la primera en abrir el fuego:
—Hay algo que configura a mi juicio una de las causas fundamentales de desentendimiento, de infelicidad matrimonial. Me refiero a la incompatibilidad sexual que, de una manera mucho más frecuente de lo que se cree, se hace presente en la mayor parte de los casos de divorcio o separación que se producen no sólo en la Argentina, sino en todo el mundo.
La sola mención de "incompatibilidades sexuales" desató entre las presentes una ola de incomodidad, expresada en frases como "el amor no es solamente sexual", "la cama es importante, pero no es todo", etc. Impertérrita, sonriente, María Angélica Bosco, prosiguió:
—El matrimonio es una unión física y moral. Si la pareja está bien integrada desde el punto de vista sexual, en nada influyen las dificultades exteriores. Ni la falta o presencia de hijos, ni la ingerencia de los padres, ni siquiera la infidelidad, pueden perjudicar a una pareja bien integrada. Por otra parte, no creo que la presencia de hijos, por maravillosa que sea, sirva para fortificar una pareja. Y la infidelidad se produce siempre cuando entre el hombre y la mujer las cosas andan muy mal.
—Yo estoy completamente convencida de que es así —apoyó Laura Favio, 54 años, divorciada, tres hijos, uno de los cuales es Leonardo Favio, actor y director cinematográfico—. En cuanto al problema de los hijos, he notado que en muchas parejas desavenidas el hombre dice "no me divorcio porque pienso en los hijos". Esto siempre, o casi siempre, es mentira. Un hombre vive con una mujer sólo si hay cosas muy profundas, y a veces muy oscuras, que lo unen a ella. . .
—El matrimonio es otra de las instituciones formales que, por fortuna, tienden a desaparecer...
Elsa Jascalevlch (28 años, una hija) hizo detonar su respuesta, encendió tranquilamente un cigarrillo y recordó:
—Hace quince años, cuando alguien hablaba de una mujer que se había separado de su marido, yo imaginaba a una mujer pintarrajeada, fumando en una larga boquilla. Hoy, cualquier hija de vecino se anima a plantar a un marido inútil. Las relaciones hombre-mujer vencen poco a poco a todas las formas de la hipocresía.
Las "bombas", cierto sutil terrorismo verbal, no hacían más que empezar. Nacha Guevara (24 años, un hijo, casada en segundas nupcias con Norman Briski) dio un nuevo giro a la argumentación:
—Vivimos en una sociedad que actúa directamente en contra de todas o por lo menos de las mejores relaciones humanas. Es la acción de esa sociedad —a través de sus instituciones, sus prejuicios, su mezquindad esencial— lo que hace difícil la constitución de parejas duraderas. En cuanto a los motivos más comunes de separación, yo diría que son todos los que figuran en la pregunta, y muchísimos otros que no figuran allí. La falta de vivienda, la falta de educación adecuada, etc...
Lida Bianchi es socióloga y abogada. Tiene poco más de 35 años, pero su medida respuesta la coloca lejos de las participantes más jóvenes. Tal vez porque, como ella misma dice, su largo contacto con el dolor humano —allí, en su bufete de Lanús— la ha vuelto reflexiva y serena.
—Las mujeres de la generación de nuestras madres se aguantaron situaciones que, reducidas a su décima parte, motivan hoy una separación tajante y sin más trámite. Pero el divorcio, hoy y aquí, me interesa más como un problema de orden social que como problema de orden sicológico-individual. La institución familiar atraviesa por una situación de aguda crisis. Se acabó la familia "paternalista", se acabó la superioridad del hombre sobre la mujer. Ello motiva que, cuando una mujer no encuentra en su hombre la identidad de intereses profundos necesarios, no tema enfrentar una situación de divorcio. Hay algo completamente positivo en el divorcio. Y es que, tanto el hombre como la mujer, tienen hoy más exigencias. Exigen autenticidad y limpieza de sentimientos. De manera que no hay que asustarse, no hay que pensar en cataclismos morales si aumenta la tasa de divorcios. Ello es un síntoma dé que toda la familia se está reordenando, buscando nuevos equilibrios.
Quedaba un aspecto del tema que no había sido tocado por las participantes. En él hizo hincapié la señora Mariana de González Bergez (39 años, casada, una hija y un hijo).
—Hay algo de imponderable en la elección de una pareja. No es un tema en el que yo tenga demasiada experiencia: me casé hace ya muchos años, y sigo perfectamente enamorada de mi marido. Sin embargo, comprendo que mucha gente se equivoque, se deslumbre al casarse. Y, por supuesto, cuando "el otro" no responde a las expectativas, vienen los conflictos, la ingerencia de los familiares, la incomprensión y otras desgracias. Pero esto ocurre si ya se ha perdido lo esencial del matrimonio: el amor. Pura y simplemente, el amor. No hay ningún factor sociológico, o psicológico capaz de desunir a dos personas que se hayan encontrado a tiempo en la vida...
La doctora Nidia Neira de Domínguez tiene 30 años de edad y se ha casado hace uno. Psicóloga, ha puesto su profesión al servicio de una concepción clara y profunda de la relación matrimonial:
—Compartir una mesa, una cama, exige un alto grado de madurez personal a hombres y mujeres. La psicología profunda ha demostrado que, en cada caso de ruptura, puede observarse un serio desajuste emocional. Muchas parejas se separan contrariando sus propios deseos. A menudo, basta que uno solo de los miembros de la pareja no sea suficientemente maduro, para que ésta ,se resquebraje rápidamente. Entre nosotros se está poniendo en práctica una terapia que ha demostrado ya su eficacia en los Estados Unidos. Una pareja, como tal, es sometida al tratamiento psicoanalítico: ambos, ayudados por el psicoanalista, encuentran en muchos casos las razones profundas de sus desavenencias y, a menudo, logran vencerlas. En cuanto a la pregunta, concretamente, pienso que es la inmadurez el principal enemigo de la duración de un matrimonio.

TENER Y NO TENER
2. ¿Qué clases sociales son las más afectadas, las más propensas a incubar separaciones matrimoniales?

MARIA ANGELICA BOSCO.— La clase obrera, donde también existen conflictos matrimoniales, no es demasiado afecta a las separaciones: ambos cónyuges tienen que luchar juntos, duramente, para mantenerse. La clase media es inestable: lo son también sus matrimonios. Y la clase alta, que es la primera en liberarse de toda clase de prejuicios, resulta, en definitiva, la que hace un uso más frecuente del divorcio.
LAURA FAVIO—Vea, cuando se habla de separaciones matrimoniales, se alude, sin duda, a un aspecto de la búsqueda de la felicidad. Me dan lástima esas parejas de la clase alta que continúan unidas porque no pueden repartirse la estancia. . . Me gusta la gente que, como yo, ha enfrentado honradamente sus desacuerdos matrimoniales y los ha resuelto, para bien o para mal. Yo también creo que son las clases altas, sin embargo, las que más se divorcian: tienen facilidad para tratar con los abogados, tienen dinero para pagar, para emprender de nuevo la búsqueda de la felicidad. No los asusta, pues, el tabú de la separación.
ELSA JASCALEVICH. — En un pueblito de Córdoba, se otorga a las parejas casadas y divorciadas en el exterior, una llamada "libreta de familia". Es algo a lo que las clases altas recurren a menudo. En cambio, las clases media y baja, suelen no preocuparse mucho del asunto. Se separan y se "juntan" con otra persona. No hay estadística que pueda mensurarlas. Son, a mi juicio, la mayoría.
NACHA GUEVARA. — La clase obrera muestra un mayor sometimiento de la mujer con respecto del hombre. En la clase media, ese sometimiento desaparece: la mujer tiene conciencia de sus fuerzas. Otro tanto ocurre en la clase alta. De allí, entonces, que yo opine que es en estas últimas dos clases sociales donde mayor número de rupturas se produce.
LIDA BIANCHI. — La clase media es la que más se divorcia. Porque la clase alta tiene más en cuenta los problemas religiosos, y, sobre todo, los intereses materiales comunes. Por otra parte, un hombre de la clase alta puedo dejar de lado a ,su mujer —debido a los medios económicos de que dispone— y no preocuparse por la situación jurídica de divorcio. Por mi estudio —hace 14 años que ejerzo— pasan muchas más mujeres de clase media que de otras clases. La clase baja manifiesta un respeto mucho más profundo hacia las convenciones sociales —inventadas por los ricos— que las clases altas. Esta es mi experiencia concreta como abogada y como socióloga.
MARIANA DE GONZALEZ BERGEZ. — Las mujeres de la clase media han aprendido a ganarse la vida en la calle, a pelear con toda clase de gente. Y, por supuesto, han aprendido a no aguantar injusticias y a ser auténticas, sinceras consigo misma. Por eso son las que más se divorcian. Además, son las que, por su condición de trabajadoras, están en contacto con más tipos de hombres. Y —¡qué me lo digan a mí!— cuando una mujer conoce a un hombre nuevo, siempre lo compara con el que tiene en casa (entre paréntesis: hasta ahora, en la comparación, ha ganado siempre mi marido...).
DOCTORA DE DOMINGUEZ. — No creo en la existencia de las clases sociales. Creo que todas las señoras reunidas en esta mesa redonda estamos expuestas, de una u otra manera, al divorcio. El resto es silencio.

EL PROBLEMA DE LOS HIJOS
La mayoría casi absoluta de las participantes en la mesa redonda, son madres. Algunas tienen un testimonio ciertamente dramático que dar acerca de la maternidad, como Laura Favio. Todas, elevan la temperatura emotiva de la reunión al hablar de esta pregunta formulada por EXTRA:

8. ¿Qué es mejor para los hijos, la separación de los padres que no se entienden o el mantenimiento a ultranza de la unión conyugal?

MARIA ANGELICA BOSCO. — El final de un matrimonio es el final del amor entre un hombre y una mujer. Demasiado a menudo, los integrantes de la pareja comienzan a sentir odio por su cónyuge. Cuando hay hijos, obligarlos a vivir un clima de odio, es criminal. Tienen que separarse. Pero la separación debe ser bien fundada, no tiene que ser caprichosa o liviana.
LAURA FAVIO. — Envejecer juntos es algo que pocas parejas
pueden lograr. Y una pareja desunida no puede jamás disimular del todo sus sentimientos: siempre trasmitirá, de una u otra manera, ese desentendimiento a los hijos. Creo que lo mejor es una separación amigable, regimentada por la ley.
En medio de una vertiginosa confusión (volaban confesiones como la de Nacha Guevara: "Soy divorciada, me volví a casar y desde entonces mi hijo se ha transformado en otra persona más alegre, más segura. A los chicos hay que darles un padre, postizo o no") la defensa de mantener a todo trance la unión de la pareja fue asumida, inesperadamente, por la doctora Bianchi:
—En los traumas y dificultades de conducta de casi todos los niños, si se rastrea bien, se encuentra siempre a un adulto culpable: alguien que hizo o dejó de hacer algo por el chico. Por lo menos en los primeros años de vida, un niño exige en torno suyo a una pareja formada, estable. Si en esa etapa de su vida sus padres se desentienden, pues que se aguanten ellos. No debería haber separación de padres cuando los hijos no son lo suficientemente grandecitos como para soportar el golpe.

EL DIVORCIO
Una de las expectativas esenciales de la mesa redonda consistía en llegar a descubrir cuáles son los defectos que los hombres de las distintas clases sociales poseen, a juicio de sus más severos censores: las mujeres. Se preguntó, por ejemplo, cuál es el principal defecto que padecen los hombres de clase alta. Aunque diferentes entre sí, las respuestas coincidieron en lo esencial: "Los hombres, en general, poseen los defectos de la clase a que pertenecen. Los obreros menosprecian a la mujer; los hombres de clase media suelen someterse a la mujer, y los hombres de clase alta tienen con ellas un trato falso y formalista'' (Elsa Jascalevich). Más piadosas, Laura Favio y la doctora Domínguez fueron las vocea disidentes. La primera, porque "me he acostumbrado a ver a los hombres como hijos. Que se diviertan hablando mal de las mujeres, si quieren. Para mí, los hombres, de cualquier clase social, son sólo niños grandes". La psicóloga, porque se niega a ver defectos en las debilidades humanas: apenas si las califica de enfermedades susceptibles de ser combatidas.
De cualquier manera, quedaba pendiente el tema definitivo de la reunión. Este puede formularse en dos preguntas básicas, sobre cuya simplicidad las participantes pudieron desarrollar su pensamiento y, a menudo, sus sentimientos más ocultos:

4. La ley de divorcio, ¿beneficiaría solamente a un grupo de "separados" que aspira a casarse de nuevo, legalmente, o soluciona-ría un problema de orden social? y
5. ¿La familia, como institución, correría peligro de disolución con la sanción de la ley?
Un coro abrumador de argumentos, gestos y exclamaciones, sepultó cualquier duda sobre los resultados de la encuesta. Ni siquiera el catolicismo militante de María Angélica Bosco encontró inconveniente en dar su apoyo a la ley de divorcio. Vale la pena anotar aquí una reflexión de Mariana de González Bergez: "Casi todos los diputados están de acuerdo con la ley de divorcio. Algunos de ellos están divorciados una vez en el extranjero. Muchos, si se les pregunta individualmente, no dudan en apoyar esa ley. Pero en la Cámara se callan: temen que, si sus mujeres se enteran de su posición, les armen un escándalo bárbaro. La única manera de que Diputados apruebe o sancione el divorcio, es que los diputados voten en forma secreta".
Pero una mesa redonda compuesta exclusivamente por mujeres es un excelente caldo de cultivo para las sorpresas. La doctora Neira de Domínguez fue quien tomó una posición netamente anti-divorcista: "Me preocupa el hecho de que la sanción de la ley de divorcio en la Argentina, desate en ciertos núcleos de gente una seguidilla de divorcios, un verdadero caos que pondría en peligro la salud psíquica de muchísima gente. Temo un verdadero aluvión de casos en que un hombre o una mujer se casen, y vuelvan a casarse caprichosamente una, dos, diez veces seguidas. Esto es algo que la ley no puede prever, pero que a mí, particularmente, me alarma."

LAS CONCLUSIONES
Las conclusiones a que arribó —a veces por mayoría, a veces per unanimidad— la mesa redonda, resultan ciertamente sorprendentes. La infidelidad, tabú moderno, no fue considerada una de las causas importantes de divorcio. "Si mi marido tiene por ahí una aventurita, yo lo considero un llamado de atención: lo he estado descuidando un poco...", manifestó una participante que, arrepentida luego de su audacia, pidió que no se consignara su apellido. En cuanto a la infidelidad de la mujer, la tesis de María Angélica Bosco pareció resumir el pensamiento de todas las participantes. "Si en el hombre la infidelidad es apenas un traspié, en la mujer es el desastre. Esto demuestra que la mujer soporta aún una situación socialmente inferior al hombre".
Por abrumadora mayoría, la mesa decidió que la incompatibilidad sexual y la falta de educación adecuada al respecto, son la causa principal por la que se producen las separaciones en la Argentina. Aunque también incidan la pobreza, la inmadurez emocional de los cónyuges, la incompatibilidad de caracteres.
El punto más discutido de la noche fue el de la situación de la pareja desavenida que tiene hijos. La oposición de Lida Bianchi no impidió que la mayoría de las participantes se pronunciaran por un consejo: "que se separen".
En cuanto a la ley de divorcio, aunque la absoluta mayoría se pronunció por su sanción —"no haría más que legislar un hecho real"—, resulta interesante consignar que no hubo argumentos sólidos para responder a los temores de la doctora Domínguez, para quien la ley podría desatar una "seguidilla de divorcios". Y, menos aún, para una afirmación que resonó lúgubremente en el elegante recinto del Sindicato de Luz y Fuerza: "Todas las mujeres que nos hemos reunido aquí, esta noche, estamos expuestas al divorcio. A esta hora, nuestros maridos andan solos por la calle...".
Revista Extra
04-1966

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