Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

RENUNCIAMIENTOS
ADIOS A LOS HABITOS
Con movimientos estudiados, se deslizó detrás de su escritorio. El rostro oval, enmarcado por gruesos anteojos de carey, apenas sonreía. Es un hombre alto, corpulento, de aspecto sano. De pronto gesticula, se expresa, casi agresivo. Mariano Narciso Castex Ocampo, 38, un individuo multifacético, tenía hasta hace una veintena de días otra particularidad: era sacerdote jesuita, un apostolado que persiguió durante 15 años, fiel a su entusiasmo.
Dos semanas atrás, algunas publicaciones periodísticas transcribieron, con sorna quizá, su antojadiza decisión: dejar los hábitos. Aunque nadie, presuntivamente, horadó los motivos, todos pretendieron explicarlo místicamente, sin entrar en detalles: "Lo hace para casarse", conjeturaron.
Mientras tanto, el propio Castex no descartó esa posibilidad, aunque prefirió evadir el tema: "Puedo casarme si se me da la dispensa. Estoy en la misma situación que cualquier soltero; pero por ahora no tengo a nadie en vista", sonrió, mientras exhalaba una voluta de humo.
En verdad, conocerlo es difícil. Comprometido casi siempre con la realidad política y científica del país, su vida transcurrió entre libros, claustros, conspiraciones, consultorios, púlpitos y viajes. Estudioso incesante, luchador incansable, no titubeó en recorrer, ansioso. el camino de la cultura.
Primera Plana lo entrevistó en forma exclusiva y logró —luego de dos horas que transcurrieron tensas, plenas de expectativas— conocer casi en su totalidad los devenires de su existencia. Este es el informe:
Nació en el barrio Norte, en Juncal al 1300. Su padre, Rafael Mariano Castex, "fallecido hace dos o tres años", fue un médico insigne, Rector de la Universidad de Buenos Aires entre 1930 y 1932 y profesor titular de Clínica Médica; la madre, en cambio, "sólo fue ama de casa, madre de familia". Era obvio, tuvieron una descendencia prolífera: Mariano es el tercero de los siete hermanos (cinco mujeres y un varón completan el grupo familiar).
Las primeras armas culturales las experimentó, rememora, a los cinco años: leía los tomos infantiles de la Colección Araluce, ediciones españolas de los clásicos griegos y latinos como "Eurípides", "La Odisea" o "La Ilíada". Más tarde la escuela primaria en el
Champagnat, donde alcanzó a hacer el primer año de Nacional, para después ingresar en el Sarmiento, donde se recibió de Bachiller. En 1954 se graduó en Montevideo, más precisamente en la Universidad de la República, como doctor en Medicina. Claro, los estudios los había comenzado en la Argentina, pero razones de índole política lo obligaron a exilarse. Se refiere, con cierto orgullo, a aquellas épocas. "En 1953 me metieron preso y durante octubre, noviembre y diciembre me procesaron en autos caratulados más o menos así: «Emilio del Corazón de Jesús Allende Posse y otros, atentado contra la vida del Excmo. Señor Presidente de la Nación y delitos contra la seguridad del Estado», pero en diciembre salí de la cárcel y me echaron de la Facultad y del Hospital de Clínicas. No tuve más remedio que tomarme el barco."

LAS RELACIONES PELIGROSAS
Una vez recibido, Castex traba amistad con la mayoría de los políticos y militares que, como él, estaban exilados en Uruguay. Socialistas, conservadores, radicales y otros mantienen con él conversaciones que determinan, en fin, que pueda nutrirse de las más diversas opiniones sobre la realidad nacional. Sin embargo, sigue manteniéndose en una posición semineutral que, indudablemente, lo beneficia: Halperín, Lattendorff ("gran amigo"), Santander, Rodríguez Araya, Baroja, Guaycochea y Urdapilleta se cuentan entre los más conspicuos. Esa conciencia camaleónica fue, seguramente, la que le permitió (una vez regresado, durante la revolución de 1955 ) actuar profesionalmente en ambos frentes: "En Córdoba, yo era médico en el sector peronista de la Escuela Técnica del Ejército; pero con los muchachos robamos una ambulancia y nos cambiamos al otro lado", refiere con algún gracejo. Para ese entonces, sin embargo, estaba casi separado de la vida política. Su viaje a Europa a principios de 1955 lo había decidido a eso; aunque ya era sacerdote se incorporó a la Orden Jesuita en mayo de aquel año. "Fue por voluntad propia —aclara—, como todos los actos de mi vida. Pero fundamentalmente me decidió mi férrea vocación."
Para disipar dudas, Castex confió primera plana: "Las relaciones que mantuve siempre con mis padres, hermanos y la sociedad en general, inclusive frente a las mujeres, fueron perfectamente normales. Además —se sinceró nadie toma los hábitos por despecho para olvidar ciertas situaciones que puedan haberle sucedido; ser sacerdote es un castigo ni un enclaustramiento.
Reitera, hasta el cansancio, que religión es un problema de índole vocacional, pero no excluye, de ninguna manera, la veta cultural, puramente científica: Humanidades, Filosofía Teología fueron carreras que estudió 10 años, profundizando hasta el cansancio. Primero lo hizo en Córdoba durante tres años, en el Instituto Humanidades Clásicas. En 1960 se licenció en Filosofía en el Colegio S. Miguel. A todo esto, en 1969, había revalidado su título de doctor en Medicina en la Universidad de Buenos Aires consiguiendo diploma de honor (9,... puntos de promedio).
Luego, ante el boom filosófico-científico producido por Teilhard de Chardin, también tomaría su posición: "Es un enorme aporte a la renovación del pensamiento científico-religioso. Nos ha puesto la piedra de una nueva era —calificó—, la ha arrojado ... y por lo tanto su impacto duele. Partiendo de Teilhard hay que mirar hacia adelante". Su pensamiento no le causó pocas dificultades dentro de la misma Compañía de Jesús: lo acusaban, sus enemigos, por supuesto, de ser más científico que jesuita. Para rebatirles, hace pocos meses organizó unas "Jornada de jesuitas científicos", donde debatió el problema del sacerdocio y la ciencias. Entonces, arreciaron aún más las críticas; pero Castex refutó: "El aporte de cada una puede expresarse con matices particulares, según el carisma personal. Los jesuitas científicos deseamos ser seriamente científicos en paridad con los laicos, sin privilegios eclesiásticos. Autónomos como hombres de ciencia, virtuosos como sacerdotes. Comprometidos con la realidad nacional, continental, mundial pero a nivel y modo académico; sin duda alguna".
Daba testimonio, con eso, a lo que había sido toda su vida. Distintos congresos internacionales de Medicina Interna, Zoología, Recursos Hídricos y Toxinología Animal lo contaron entre sus animosos disertantes (en algunas ocasiones, además, era enviado del Gobierno: amigo de Illia, viajó a Washington en 1966 para el cónclave de Toxinología Animal; y en 1967 también se lo designó representante de la Presidencia al Primer Congreso de la Cuenca del Plata, "a pesar de que yo no lo conocía a Onganía me nombró Asesor Científico en junio de 1967").

LA ENFERMEDAD DEL SACERDOTE
Entre 1961 y 1963 interrumpe sus estudios; se dedica, sin embargo, a la investigación científica en el Colegio de la Inmaculada Concepción. Según él mismo: "Cuando el instituto pasaba por su época de oro". Preocupado por los problemas de los peces venenosos destina horas y horas a los estudios. Empero, quizá fueran demasiadas: cae gravemente enfermo en 1964 y su peregrinar por los sanatorios se sucede hasta 1967. Afectado por una hemico-lectomía, sufre siete operaciones y pierde medio intestino grueso. Lo salvaron, afortunadamente, dos médicos a quienes le ofrece agradecimiento: Alejandro Pavlovsky y Jorge Manrique, hermano del actual Ministro. De todos modos, no ceja en su empeño por la experimentación científica: a pesar de la falta de recursos económicos ingresa en el Observatorio de Física Cósmica de San Miguel, donde "trabajaba desde las 6 de la mañana hasta las 11 de la noche". Entonces, algunos pensaron que no volvería a sus andadas políticas; pero se equivocaron. En realidad, nunca se alejó definitivamente, en virtud de su amistad con ciertos Gobernadores: el general Noceti Campos (interventor en Mendoza), Aldo Tessio (Santa Fe), Sylvestre Begnis (Santa Fe) y Contín (Entre Ríos) son los que se le acercaron por aquella época. "Es verdad, había una gran apertura política —reconoce—, lo que me permitía mantener excelentes relaciones con todo el mundo; eso era bueno."
La docencia universitaria, otra de sus pasiones, lo atrajo desde 1949. Desde entonces, estoicamente, la ejerció en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en el Liceo Nocturno Acevedo, de Montevideo, en la Universidad Católica de Córdoba —donde además fue el fundador—, en el Colegio de la Inmaculada Concepción, de Santa Fe, y en la Universidad del Salvador. En su curriculum, reunido en un cuadernillo que él mismo rotula Datos Generales, figuran cargos tales como médico residente del Hospital Nacional de Clínicas de Buenos Aires (1952-54), practicante mayor por concurso del Hospital Militar Central (1953). residente del Hospital Pasteur. de Montevideo (1955), Investigador en el departamento de Zoología en el Observatorio de Física Cósmica de San Miguel (1956-60), jefe del mismo departamento (1964-67) y presidente de la Comisión para Evaluación de los recursos naturales de aguas interiores, dependiente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación.
Ahora, al pedir la baja para su condición de sacerdote, cuenta en su haber un mérito mayor: el 8 de junio pasado, cuando cayó Onganía, intercedió ante el ex Presidente "para que no hubiera derramamiento de sangre". Conversaron, según define, "de sacerdote a primer magistrado". Claro, tenía, por otras razones, acceso a los altos círculos: no sólo era Asesor Científico de la Presidencia sino pope de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos, director del Observatorio y Subdirector del Instituto Latinoamericano de Fisiología y Reproducción y estaba, también, proyectando un Observatorio en La Rioja, apoyado por el Gobierno de Alemania Federal en la persona del Premier Willy Brandt, a su entender, toda una garantía.
Había viajado, inclusive, a la Unión Soviética; luego de permanecer un corto tiempo explicó: "Si bien existe un cierto dirigismo hay que admitir que hay libertad de discusión a nivel académico". Varios, aunque no lo tildaron de comunista en virtud de sus antecedentes (había discordado con esa teoría en 1953, cuando el recordado episodio del estudiante Bravo, en Medicina), lo acusaron nuevamente: "Está bien con Dios y con el Diablo", dijeron. Castex, igualmente, no lo creyó así: "Mi vida en general es un sacerdocio, lo fue siempre, cura o no". Ahora deja los hábitos. Amén.
PRIMERA PLANA Nº 416 • 19/1/71

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba