Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

NINÍ
Hace treinta años que Niní Marshall vive veinte vidas diferentes. En ella palpitan Cándida, Catita, Mónica, Belarmina y todos los otros personajes que le dieron pasaporte universal al éxito. Su vitalidad desbordante la impulsa a trabajar y viajar sin descanso: "Tengo alma de valija'

Maria Esther Traverso es una mujercita sensible, nerviosa, dicharachera, que haría enloquecer a cualquier psicoanalista: tiene 20 personalidades, todas ellas diferentes. Además es millonaria," pero se resiste a comprar un auto: prefiere el taxi. Detesta la bebida y el cigarrillo, adora a los animales y le apasionan los viajes. Desde hace más de 30 años es el hazmerreír de millones de argentinos, y en 1966 sus múltiples personalidades arrasaron los ratings televisivos (45, en Sábados Circulares). Pero Niní Marshall, el seudónimo de este "monstruo sagrado" de nuestro mundo artístico, prefiere no salir de su hermética humildad: "soy sólo una señora de su casa que se hace la graciosa".
"Nací en San Telmo. En la calle Defensa, frente a la iglesia San Francisco. Tuve una infancia muy feliz porque era como ahora: un monito, una imitadora implacable. Desde muy chica comencé a escribir melodramones y los representaba. Era morisquetera." Será por eso que no le iba muy bien en el colegio, y a los tropezones llegó a recibirse de bachiller en el Liceo Nº 1. Pero desde mucho antes tenía un oficio poco conocido: periodista. Escribía comentarios radiales con el sobrenombre de Mitzi en la revista Sintonía, hasta que en 1937 debutó en Radio El Mundo como cantante internacional. Una catástrofe económica en su familia la empujó a trabajar, quedando trunca su vocación de estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue su primera gran desilusión.
Por aquel entonces, en los pasillos de Radio El Mundo, durante los entreactos, Niní ensayaba el personaje que la consagraría: Cándida, un fresco mordaz sobre la imagen de Francisca, la sirvienta gallega. El personaje gustó y muy pronto lo lanzó ante los micrófonos. "Era una voz que se metía por todos lados". Para los productores cinematográficos era negocio seguro. Tanto que en 1939 filmó su primera película: Mujeres que trabajan, dirigida por Manuel Romero. Le siguen Cándida, con Augusto Codecá, el mismo año; Hay que educar a Niní (1940); Yo quiero ser bataclana (1941). Ya era famosa.
"Los libretos siempre los escribí yo. La interpretación los completa. Por eso nunca los quise editar. Además, no tengo veleidades de escritora." Su galería inagotable siguió enriqueciéndose: Belarmina, la criadita pícara; Mónica Vedoya Hueyo de Picos Pardo Sunset Crostón, la falsa pituca; Loli, la reina del cuplé; la inefable Catita, una muchacha de barrio metereta, chismosa, mal hablada; todos encontraron el afecto del público, aquí y en México, Perú, Brasil, España. Los mexicanos la retuvieron cuatro años, y no se resignan a perderla. "Si vuelvo, me secuestran otra vez."
Una sola vez le fue mal: en 1946 debutó en teatro, con la obra Un lío de millones, dirigida por Narciso Ibáñez Menta. El fracaso fue estrepitoso y a las pocas semanas bajó de cartel. De ahí tal vez su aversión al teatro: "Me da pereza ensayar todos los días, tener un horario; yo no puedo inspirarme a sueldo".
¿Cuál es el secreto de esta mujer infatigable, que se despierta a las 8 de la mañana y escribe hasta e! mediodía, sentada en la cama; o que sale de compras "para mis personajes"? "Es simple —sostiene Niní—. El secreto de mi vida son mis personajes, todos ellos tomados de la vida real. Aunque yo los deformo y caricaturizo, permanecen como ejemplos cotidianos. Además los critico, por eso no me olvidan". Tampoco los olvidó el Instituto de Filología de la Universidad de La Plata, quien decidió grabar para sus archivos la totalidad de sus personajes, como "testimonio vital de una época".
Niní no se da tregua en su trabajo, y muchas veces debe rechazar contratos, como cuando Tinayre le ofreció protagonizar "Hello, Dolly", antes que a Libertad Lamarque. "Me gusta trabajar, pero lo hago cuando quiero. Tengo alma de valija; mi proyecto inmediato es ir a Europa".
La segunda pasión de Niní es la pintura, Su único hobby: "Cuando tengo algún rato libre, agarro la paleta y los pinceles y ensucio una tela en blanco. Mis trabajos no tienen importancia, por supuesto, pero jamás me pierdo una exposición: Castagnino, Spilimbergo, Shurjin, son mis preferidos. ¿Le Parc? Sí, me deslumbró, pero no lo entiendo".
Desde su debut radial en 1937 (curiosamente, todavía le deben los 3 meses de sueldo) ganó mucho dinero: se le fue todo en viajes, en su quinta millonaria de Moreno, en la de Punta del Este, en la casona de Guido y Parera y en su piso de Paraná al 1200. "Ahora vendí todo —aclara— inclusive los perros, gatos, caballos, monos y cabras que tenía en Moreno. Necesitaba dinero para seguir viajando. Sólo me quedé con mi departamento".
Cuando le preguntan por su marido, contesta: "Bien, gracias". Sobre la edad de su hija, responde: "Está trabajando en métodos modernos de enseñanza de inglés". Niní elude hábilmente toda posible inmersión en su vida privada. "¿Mi edad? No, no quiero dar mi edad; ya he dado mucho al público."
Treinta y tres películas en 28 años, diez premios, sus triunfales "Teatralerías" por televisión, y las constantes giras por todo el mundo, no logran apaciguar sus ímpetus.
¿Está cansada, Niní, de tanto trabajo? ¿No piensa retirarse? "Mientras el público no se canse. . . Eso sí, cuando me dé cuenta de que debo retirarme, me retiro. No quiero asistir a mis propios funerales. . ."
Revista Siete Días Ilustrados
10.10.1967

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba