Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Norman Briski: un tipo con bronca
Lo prevenimos. Este es un reportaje muy especial, algo que se nos ocurre una especie de "happening periodístico". Se encontraron Norman Briski y Leo Sala para cumplir con la experiencia de una nota.
Pero todo tomó un curso poco común... Se largaron los dos a hablar, a opinar y quizás hasta agredirse con un tema que todos utilizamos justamente para la agresión política. Más allá de las opiniones -buenas, malas, superficiales o no- éste es el reflejo fiel del encuentro de dos hombres adultos, hoy, aquí, en Buenos Aires. SEMANAA sólo cumple en este caso el papel de vehículo...¿Sirve?... ¿No sirve?... ¿Es útil? ¿Es deleznable? Sólo usted tiene la justa respuesta, su justa respuesta
por LEO SALA
Fotos: RICARDO MERKEL

Ya va media hora que estoy esperando a Norman Briski en el café de Montevideo y Alvear. Son las 5 y 1/2 y cuando hablé con él por teléfono quedamos en que nos íbamos a ver a las 5 en punto. Lo llamo: "Era a las 5, hoy ¿eh? —me dice—. Me confundí." —¿Qué hago —le digo—, ¿te sigo esperando? "Bueno... si me esperás estoy ahí a las 6". —Sí, por supuesto —digo yo.
A las seis llega con ojos redondos y azules, flaco y barbudo, no porque se deje la barba, tampoco porque no haya tenido tiempo de afeitarse y ni siquiera porque no le importe, sino, pienso, como una agresión inconsciente al periodismo, lo mismo que la otra de hacerme esperar una hora. Se lo digo:
—¿No te parece una agresión inconsciente, vos que te analizas, dejarme de seña una hora?
—¿Contra el periodismo?
—Sí.
—Sí, claro; consciente también. En la calle está el terror, las guerrillas y las torturas y el periodismo se ocupa de frivolidades.
—Macanudo, no nos ocupemos de frivolidades. Frente al establishment ¿qué posición tenés?
—La misma de los estudiantes franceses en el famoso mes de Mayo y la de muchos argentinos.
—¿Qué tipos de argentinos ..., me los podés nombrar?
—Los que se aguantarían el peso de Ser y los que saben que las instituciones sólo sirven para defenderse.
—Entre ese tipo de instituciones, ¿te molesta la del Parlamento?
—No, no me molestaría si representara un progreso, pero cada uno de los que se sentó allí representó, durante años, instituciones...
—¿Cuándo representaría un progreso volver al parlamentarismo?
—Si viniésemos de un gobierno de facto, por ejemplo. Si, me gustaría un Parlamento que reemplace un gobierno de facto. Esto representaría un progreso.
—Por todo lo que decís, esa cosa de que te molestan las instituciones, me da la impresión de que las dictaduras no te molestan. Y si no te molestan las dictaduras, ¿qué es lo que te molesta?
—La hipocresía de las instituciones, mejor dicho la de la gente, mejor dicho.... la de uno, porque saber que hay una clase colonizadora y una clase colonizada y no hacer nada, es lo que llamo una hipocresía institucionalizada... y decirlo en una revista será nada más que un objeto de consumo que esclarece bastante poco.
—Pará un poco. SEMANA GRAFICA quiere esclarecer al público acerca de quién sos vos, y creo que el objetivo se está cumpliendo, ¿no te parece? Fíjate que te estoy ofreciendo la oportunidad de que te deschaches a gusto y vos no la querés aprovechar. Varias veces ya me has dicho: "no pongas eso" o "saca lo otro".
—En este caso estoy satisfecho.
—Por supuesto —le digo entre un bocinazo largo que sube como un 9 que se va agrandando y dando vueltas hasta convertirse en un 6—; yo disiento con todas tus posiciones porque creo en la democracia y en las instituciones democráticas. ¿En qué creés vos?
—Sos un buen colonizador —me dice con una risa azul en los ojos.
—¿Y vos no? —pregunto yo, que estoy empezando a sospechar una buena nota, calentita, interesante y bien peleada—. ¿Vos no estás colonizado por el comunismo o las ideas dictatoriales?
—Se entiende que el poder en el socialismo está en manos del pueblo y, por tanto, no hay colonizados ni colonizadores, y también se entiende que si hay un socialismo que coloniza, entonces no es socialismo... Es otro imperialismo.
—Lo de Suecia, Noruega e Inglaterra es socialismo, sin dejar por eso de ser democracias ¿no te parece?
—Lo de Suecia no lo conozco, y lo de Israel, por ejemplo, no es socialismo ni para atrás ni para adelante. Es un microimperialismo. A mi me van a matar todos los judíos —agrega como comentario—. Eso es sionismo internacional.
—Vos sos judío ¿no?
—Sí, claro.
—Me parece que tenés un bollo en el coco —le digo yo agarrándome una confianza que no sé si él me está dando—. Lo que está socializado es del estado y, por consiguiente, los empleados, obreros y capataces trabajan para el estado, y como ese estado es democrático, trabajan para ellos.
—No, no, no —es su repetida negación, que leí tiñe los ojos de un azul más oscuro—; si el estado tiene un sistema capitalista los obreros trabajan para los capitalistas y estos le pagan un sueldo..., como a vos. ¿Quién es el que tiene el bollo en el coco?
—¿Y quién te dijo a vos que en Suecia o en Inglaterra el estado es absolutamente capitalista? Aquí es donde está el problema. Lo menos que se puede decir es que se trata de una economía mixta.
—Yo te dije que sobre Suecia no sabía, pero en Inglaterra desde ya, porque mientras el duque de Edimburgo se ocupa de sus caballos, los obreros, que son muchos, se rompen el lomo para ser el primer país de acero per cápita.
—Por supuesto, esas son las contradicciones de une sociedad mixta —digo yo pensando en lo que ha progresado desde el punto de vista social ese país en cien años (en 1850 hasta los niños trabajaban 15 horas por día, dormían en las fábricas, morían tuberculosos allí, no hay más que leer a Dickens para saberlo) y ello gracias a su sistema democrático de gobierno, pero no le digo nada porque ya se va el sol y tenemos que ir a la plaza al sacar las fotos que le hará Ricardo Merkel. En el camino escucho su último comentario:
—Qué mixta ni mixta... ca-pi-ta-lis-ta...
Mientras cruzamos la calle llena de autos y calor le pregunto sobre su reciente fracaso como autor, director y actor. Me contesta:
—No fue un fracaso..., fue el espectáculo más lindo que hice hasta ahora. No ha sido un éxito de público, pero para mi fue un éxito. El público se retrajo y, desde ese punto de vista, puede considerarse un fracaso. Pero ahora voy en gira a Rosario y Córdoba, después a otros lados, con el mismo espectáculo.
—¿Se te cae el pelo? —pregunto.
—Esas son preguntas idiotas. Son preguntas insidiosas para ver qué responde el producto, y yo tengo que responderlas como precio de la popularidad.
—¿Se te cae el pelo?
—Se me cayó. Ya no.
—¿Te sentís muy neurótico?
Utilizando el pretexto de que tiene que posar no contesta. Se toma su tiempo para pensarlo. Se lo digo.
—¿Me podrías hacer de nuevo la pregunta?
—¿Te sentís muy neurótico?
—¿Me podrías hacer de nuevo la pregunta? —insiste y se ríe azulmente con ojos cuadrados. Ahora me tomo yo mi tiempito para pensarlo y finalmente resuelvo seguir hasta que él pare.
—¿Te sentís muy neurótico?
Vuelve a posar, pone caras de maniático, de asombro, de pensar, de sorpresa.
—Te hago notar que te estás tomando mucho tiempo para pensarlo ¿eh?
—Me siento más bien pictórico —es su respuesta.
—¿De qué? ¿De neurosis?
—No, de piscis —es ahora su contestación.
—Si no te sentís neurótico ¿por qué vas al psicoanalista?
Ahora juega a la pelota. No contesta. Los chicos están encantados con él.
—Me encantan que m saquen fotos —dice.
Como yo estoy escribiendo le dice a Merkel:
—Ahí está, ya lo anota ¿ves?
—Te hago notar —le digo— que cada vez que te hago una pregunta te tomás tiempo para contestar.
—¿Y por qué crees que estoy neurótico?
—Se te nota.
—Yo no te digo a vos cómo se te nota la tuya. ¿Sabés en qué se te nota? En que el último pelo que tenés ahí atrás te lo pasas para adelante. ¡Dale River!... —le dice a uno de los chicos que juegan con él.
—¿Sos hincha de River?
—No, de Independiente.
—Bueno, ¿por qué vas al psico?
—Es lo que yo me pregunto —contesta.
—¿No lo querés decir?
—Si, sé por qué voy... pero lo que pasa es que es muy difícil aclarar lo que es una terapia. Es una terapia como cualquiera...
Merkel agarra su Nikon y sus rollos y se va. Nosotros volvemos al café.
—Contame un sueño.
—Sí, yo te voy a contar un sueño -—dice Norman—. Soñé que iba al zoológico con una nena de 7 años y otra de 1 y 1/2. En el zoológico vamos a ver al león. El león atrapa a la nena de 1 y 1/2 y se la come. La de 7 trata de sacarla cuando el león se la está comiendo y el león le arranca la pierna derecha. Entonces la gente grita: "El león tiene la culpa..., el león tiene la culpa".
—¿Se lo contaste al analista?
—No, todavía no.
—¿Se lo vas a contar?
—No sé.
—¿Tenés alguna idea acerca de la interpretación que le cabe a ese sueño?
—Sí, ¿qué culpa tiene el león?
—¿Alguna vez has hecho de león en mimo?
—No, pero me gustaría hacer el león. No en los zoológicos. ..
—¿Sabés que te parecés a un león de alguna manera?
—No sé. Siempre me pareció que me parecía a un pajarraco.
—En fin, ¿tenés tu propia interpretación?
Me da una interpretación de tipo político. Después me dice que es mejor que no la ponga y el asunto termina diciendo: "Poné que es mejor que se la imaginen los lectores".
—¿Tenés hijos?
—Sí, uno, que se llama Gastón y va a cumplir 3 años.
—¿Con quién estás casado?
—Con Marie Pascale.
—¿Francesa?
—Sí, de París.
—¿Vos no fumás, no?
—No. Es una cosa nociva y un sometimiento bestial al humo..., que no deja ver.
—Dicen que sos un "yoísta". ¿Sos un yoísta?
—Soy yoguista.
—También dicen que te peleas todo el tiempo con tus compañeros de trabajo, que les cortés parlamentos para que no estén mucho en escena... ¿Es cierto eso?
—Soy un excelente compañero de trabajo y ese tipo de preguntas, más que responder a un afán de verdad, responden a una forma envidiosa —de envidia oculta— al éxito. Es lo mismo que la del fracaso. Si soy un fracaso ¿por qué me hacen la nota?
—El hecho de que hayas fracasado en una no quiere decir que vos, como persona y como actor, seas un fracaso. Además... ¿por qué no una nota a un fracasado?
—Sí —es su respuesta—, hasta el fracaso puede ser un producto de consumo.
Aquí es donde me dice que le gustaría ver la nota antes de su publicación, y yo le digo que sí, que estoy de acuerdo. Me parece que está dentro de las reglas del juego limpio, pero le digo:
—Ojo ¿eh? Te espero aquí desde las 5 menos cuarto hasta las cinco menos cinco, diez minutos, si no venís me las pico. Hoy te esperé una hora porque ese es mi trabajo, era mi interés. Ahora es el tuyo.
No vino. Lo esperé hasta las 5 y 10. Después se queja del periodismo. No he cambiado una coma de esta nota pero supongamos que —tal como él lo suponía, puesto que por algo pide leerla antes de su publicación— yo hubiese querido escracharlo deformando toda la conversación, ¿qué diablos podría él alegar en su defensa? En el fondo, lo que pienso es que hace bien en ir al psicoanalista, puesto que esto no es más que una autoagresión. También se puede, es cierto, pensar que lo que hizo fue asegurarse de que yo no le iba a enmendar sus declaraciones, puesto que él las iba a leer; no vale: nunca lo hago, pero ... por lo que piensa del periodismo podría haberlo hecho ¿no?.
Revista Semana Gráfica
4/12/1970

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