Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

PIANISTAS
DISPAREN SOBRE ZULUETA
Nacido hace 38 años, el vasquito de ''Lomas de Zamora cursó el bachillerato en el Colegio Nacional de Adrogué. Cada vez que había una fiesta, lo llamaban para acompañar al coro con el piano. Trataba de que los ensayos fueran en horas de química y física; un profesor de esta última materia le dijo un día: "Alumno Jorge Zulueta, usted es un desastre. Pero está destinado a la música. Le perdono el aplazo y le pongo un siete".
Más tarde, siendo un adelantado estudiante de piano, nunca logró entender ciertas zonas prohibidas. Por ejemplo, la diferencia entre consonancia y disonancia. "Después de ejecutar correctamente una sonata de Mozart, por ejemplo —recuerda—, yo concluía con un acorde falso, disonante, y me gustaba. Para mí, la disonancia era tan lícita como la consonancia, y nunca pude concebir su exclusión". Ello explica, quizá, las ulteriores elecciones de su repertorio, siempre aggiornato a las más renovadoras tendencias. La puesta al día responde a las exigencias de un auditorio universal; como otros años, a principios de febrero, Zulueta iniciará una gira por Europa y las tres Américas. La alarmante escasez de trabajo en el ámbito local lo llevará a prolongar su tour durante casi seis meses.

TECNICOS, SALCHICHAS, CATEDRALES
Arrancará por la ciudad alemana de Saarbrücken. Grabará un programa Debussy-Ravel para la radio. Las cintas y programaciones, allí, se preparan con uno y dos años de anticipación: "Este programa —calcula el pianista— tal vez sea irradiado a fines de 1973". En la estación de Saarbrücken, como en otras radiodifusoras germánicas, la precisión con que se trabaja alcanza niveles increíbles. Mientras el artista toca, 6 ó 7 técnicos controlan desde la cabina. Uno de ellos lee música perfectamente, y sigue la ejecución partitura en mano. En cualquier momento, detienen la grabación y le dicen al instrumentista: "Hay un pequeño chirrido en el pedal que está molestando". Cortan, pero el ejecutante no vuelve a empezar; sigue desde donde paró. Completado el concierto, se va, y los técnicos compaginan las distintas partes con exactitud infinitesimal, como si se hubiera grabado de corrido.
Después, Zulueta se trasladará a Regensburg, la antigua Ratisbona. Es una ciudad sobre el Danubio, a hora y media de Munich, que encanta al pianista argentino: "Me fascina su construcción —exclama—. sus catedrales, su antigüedad, que ya pasó los 2.000 años. Tuvo la suerte de quedar intacta; es una de las pocas poblaciones que no fueron destruidas por la guerra". Aquí ofrecerá un recital Henry Cowell, compositor norteamericano desaparecido hace 4 ó 5 años; fue el introductor del 'ton-cluster', técnica que consiste en ejecutar varias notas sucesivas, mediante el puño, el antebrazo o el codo.
Jorge Zulueta está familiarizado con Alemania, donde recibió parte de su formación. Su disciplina le resulta cómoda; su comida, grata. A propósito, recuerda algunas costumbres: "Hay una comidita que se ingiere a eso de las 10 y media u once —cuenta—, y que ellos llaman el segundo desayuno. Consiste en un gran vaso de cerveza (a la que denominan el "pan líquido"), acompañado de una fuentecita con una docena de salchichas extrañas. Son como unos chorizos pequeños, delgados, de color blanco. Cuando los probé, me parecieron riquísimos, pero apenas si pude llegar hasta el octavo. Mis compañeros lugareños, en cambio, acababan con la docena y pedían otra fuente, con su respectivo vaso de cerveza. Una hora y media más tarde viene el almuerzo; allá es más liviano que aquí. Yo solía almorzar con una porción (o dos) de Apfelstrudel (postre de manzana), nada empalagoso, y un vaso de la infaltable 'bier' ".
En su gira 1972, de Alemania irá a París. Responderá así a una invitación del Gobierno francés. En las 6 semanas de permanencia no dará ningún concierto; visitará, en cambio, los archivos del Conservatorio (le interesa revisar los originales de Erik Satie, conocerá a los compositores galos más jóvenes, y se llegará hasta Ciboure, un pueblito en la frontera vasca, donde nació Maurice Ravel.
El mes de abril traerá sus complicaciones, no será tan halagüeño en inspecciones personales. Repetirá el ciclo Debussy-Ravel en Madrid, para universitarios. Luego, en Barcelona, Lisboa y en la misma capital española, hará escuchar una serie de 3 compositores alemanes contemporáneos, entre los que está incluido Mauricio Kagel, un argentino residente en Berlín que —para los europeos— pasa por 'tedesco'. Los otros autores son Karlheinz Stockhausen y Dieter Schnebel, un iconoclasta innovador que, evidentemente, hace sentir su gravitación sobre el influenciable Kagel.
La obra de Schnebel que ejecuta Zulueta se titula Concert sans orchestre (Concierto sin orquesta), una extraña partitura para piano y micrófonos de contacto. Estos se adhieren al encordado y se amplifican (y modifican) mediante el sintetizador electrónico. Pero si rasgo verdaderamente étonant de la pieza son las exigencias corporales, escénicas, que el compositor impone al ejecutante; irónicos saludos y reverencias, desplazamientos por el escenario, gestos a los espectadores que protestan, caras de espanto para pasajes seudoterroríficos, conjugan una serie de preocupaciones aleatorias. El compromiso para con ésos raptos de "actuación" llevó al concertista a requerir la colaboración de un director teatral en sus ensayos de la partitura.
Desde España, volverá a tierras del centro y norte: Hamburgo, Helsinki, y se terminó Europa. El siguiente paso será Washington, ya en el mes de mayo. Luego irá bajando, a medida que México, Puerto Rico, Caracas y otra media docena de ciudades latinoamericanas (algunas aún por concretar) escuchen sus diversas programaciones pianísticas. La caída por la conejera, acaba en este mundo de maravillas que es la Argentina; antes, Zulueta solicitaba a las instituciones extranjeras contratantes que procuraran reunir las fechas de actuación en un término de dos meses. Ahora no; ha decidido pasar, todos los años, unos 5 ó 6 meses afuera: "No vale la pena permanecer demasiado tiempo aquí —afirma—; lo único que gana uno son incontables rabietas innecesarias". Con todo, el recibimiento, en julio, no será desdeñable: lo esperan un concierto en la Sala Casacuberta, del San Martín, con la Orquesta de Cámara de Radio Nacional, y otro en el Colón, con la Filarmónica de la casa.
PRIMERA PLANA Nº 468 • 18/1/72

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