Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

UNA BOMBA DE TIEMPO EN LOS REGISTROS ELECTORALES
Explotará algún día si algunos mujeres, entre cuatro millones y medio, no son llamadas a ocupar funciones de gobierno

EN los registros electorales del país, una bomba de tiempo aguarda su hora. Hay 4.150.249 mujeres inscriptas y 4.830.820 varones, guarismos ambos de gran significación. Pero el mapa electoral de la Capital muestra una realidad mucho más expresiva, que reclama la meditación honda: 896.056 electores femeninos y 855.599 masculinos.
Para los hombres de gobierno, políticos, empresarios electorales y estudiosos tales cifras tienen una importancia dada. Aquí preocupa otra cosa, porque desde el mirador de ESTO ES vemos el problema con otra lente y sólo queremos exhibirlo en función del interés general.
En una nota anterior señalamos la importancia que asume la actividad de la mujer en el mundo de estos días. De una larga revista de hechos —muestrario extenso en el exterior, de modesta dimensión entre nosotros—, extrajimos como consecuencia última la de que las mujeres recorren los caminos a paso vivo, en marcha forzadas, y están en las vísperas de un asalto mundial de posiciones.
Vimos, verbigracia, que en los Estados Unidos, en países europeos, en Chile, las mujeres actúan ya en un plano descollante de la actividad privada, la función de gobierno, la diplomacia y la política. Por vía de contraste anotamos, también, que en la Argentina sólo han escalado peldaños en la política y con muy pocas excepciones en el dominio de las empresas comerciales.
Referido a nuestro país, el hecho es curioso. Pone un poco de perplejidad en el ánimo, porque no se comprende cómo se ha podido dar lo más y negar lo menos. Aquellas cifras afirman la existencia de cuatro millones y medio de mujeres en condiciones de elegir desde presidente de la República hasta el último intendente de campaña. Es decir, tienen en sus manos el instrumento ideal para dar un rumbo a la política, al gobierno mismo. Admitido todo ello, veamos en qué medida las mujeres —electoras, vivos sostenes del quehacer nacional— han entrado a participar de actividades reservadas hasta ahora a los hombres.

El primer paso
Concedidos los derechos cívicos, el sector femenino figuró en listas de candidatos y ocupó bancas en legislaturas provinciales y en el Congreso Nacional. Fué un auspicioso comienzo, ensayo general de una obra que está en su primer acto.
La calidad del espectáculo no puede apreciarse a través de la sola actuación de las intérpretes. Su trascendencia, la honda vibración está en el hecho mismo de que haya sido posible representarlo ante la platea del país. Pero esa activa participación en la vida política no ha sido índice suficiente, demostrativo de una situación favorable al empinamiento de la mujer argentina.
¿Cuál ha sido la causa de que la impetuosa corriente desembocase en un remanso? Por vía conjetural, diríamos que hay una generalizada subestimación de la importancia de la labor femenina en la función pública. El "enemigo" atávico lleva agua, desde luego, a su molino, y con dos chistes y tres honrados lugares comunes pone en guardia, señala los presuntos peligros que encierra una intervención más directa de la mujer en tareas de gobierno. Otro de los motivos computables ha sido el retraimiento, la timidez de las propias mujeres. Un complejo de inferioridad que se manifiesta como una falta do confianza de las más en la capacidad de las menos, a pesar de que éstas no carecen de atributos para actuar en un pie de igualdad con el hombre. En verdad, el sentimiento de desconfianza no se justifica. Desde antiguo, a la mujer se le confían varias que implican una responsabilidad grande ante la sociedad toda. ¿Por qué se le entrega en la escuela la responsabilidad de formar la personalidad del hombre, y en el colegio y en la universidad la de acendrar cultura? Para una mujer moderna, evolucionada, que especula con los temas del conocimiento y hecho en muchas partes aportaciones considerables en las zonas de la sociología, del derecho, de la economía, de la educación y de las ciencias exactas no es tarea insuperable la que se ejerce desde el gobierno.

En otros partes
En estos mismos días se ha anunciado la visita de Amanda Labarca, directora de liceo, profesora universitaria, directora de los Cursos de Temporada de la Universidad de Chile, una de las grandes figuras de la pedagogía y la literatura de América, con títulos obtenidos en la Universidad de Columbia y de París. Tiene 68 años esta notable mujer chilena de joven corazón y lozano espíritu. Ha hecho por sus hermanas chilenas y americanas mucho más que los políticos y hombres de Estado de su tiempo.
Amanda Labarca ocupó funciones de gobierno y, juntamente con Gabriela Mistral, Ana Figueroa, Marta Brunet y otras compatriotas suyas, ha enaltecido el nombre de Chile en muchas partes del mundo. Chile, ciertamente, ha dado a la mujer la oportunidad de colaborar en diversos planos de la actividad general. Allí están Gabriela Mistral y Marta Brunet, diplomáticas; Ana Figueroa, representante de su país en las Naciones Unidas, en quien se reconocen los rasgos distintivos de una personalidad armoniosa.
Pero Estados Unidos es el gran ejemplo, la piedra de toque para quienes no creen todavía en la eficacia de la mujer en tareas importantes. Oswalda Bates Lord, por ejemplo, ha sido designada representante de su país en la Comisión de los Derechos del Hombre de las Naciones Unidas, en reemplazo de Mrs. Elinor Roosevelt, viuda del ex presidente norteamericano.
En trabajos para la UNBRA, grupos particulares de socorro y otras instituciones, la señora Betty Jacob, actualmente ayudante especial del director ejecutivo de UNICEF, organismo mundial dedicado a mejorar las condiciones de salud y aumentación de todos los niños, dio la medida de sus condiciones. A su vez, Susan Riley es presidenta de la Asociación Norteamericana de Mujeres Universitarias, que cuenta con 1200 filiales en cada uno de los 48 Estados y 2 en los territorios de Alaska y Hawaii, y un número de socias de 120.000 aproximadamente. Tiene relevante personalidad Claire Booth Luce, periodista, escritora, dramaturga, ex miembro del Congreso como representante del Estado de Connecticut y actualmente embajadora de los EE. UU. en Italia.
Similar interés ofrece Merze Tate, profesora de Historia de la Universidad de Howard, destacada autoridad en materia de desarme y cuyos dos libros sobre el tema se usan en el estudio de las relaciones internacionales de los Estados Unidos. Fué la primera mujer de color admitida en Oxford y la única de esa raza —hombre o mujer—, de los Estados Unidos, que recibió de aquella institución el grado más alto de investigación. Está, igualmente, Reva Beck Bosone, que ejerce funciones de juez, miembro de la Casa de Representantes de los Estados Unidos por el Estado de Utah. "Vea, escuche y vote", fué el "slogan" de Ivy B. Priest, asistente del presidente del Comité Republicano Nacional y jefa de su división femenina, de inteligente actuación en la campaña presidencial de su partido en 1952. Por su parte, India Edwards, vicepresidente del Comité Demócrata Nacional y jefa de su división femenina, es una de las muchas mujeres norteamericanas que mantienen puestos de responsabilidad e influencia para la campaña política y ejecutiva de los partidos.
En Suecia no han titubeado en ofrecer a las mujeres oportunidades en la función pública. El ejemplo, miss Katarina Bissmarck —26 años, rubia belleza deportiva— es la alcaldesa de Sala, localidad cercana a Estocolmo, después de haber desempeñado los cargos de juez de distrito y fiscal.

Las argentinas, olvidadas
El panorama argentino no es igual, precisamente. Las mujeres no han llegado todavía al gobierno. ¿No habrá, entre los 4.510.249 electoras inscriptas, mujeres capaces de ocupar una secretaría de Estado, de dirigir una gran repartición? ¿Por qué no hay mujeres al frente de representaciones diplomáticas argentinas en el exterior? La razón de sexo no cuenta, ya que ahí está el ejemplo de los Estados Unidos, que nombra embajadoras en Italia, en Dinamarca y en otras partes.
Pensamos que se ha dado un gran paso de avance con la incorporación femenina al terreno de la política y la ocupación de bancas en legislaturas de provincia y el Congreso Nacional Está bien, igualmente, que una mujer desempeñe el decanato de una Facultad de la Universidad del Litoral y otra haya sido designada miembro del directorio de una empresa del Estado. Por algo se empieza, y es plausible que otra mujer fuese llamada, en Entre Ríos, a una función ministerial, y que ocurriese lo mismo en Santiago del Estero, en el departamento de Obras Públicas. Alguna otra representante del "sexo débil" ejerce la presidencia de la Suprema Corte de Justicia en la provincia Presidente Perón, pero, de todos modos, el progreso es lento.
Esta es la hora estelar de las mujeres. No la deben dejar pasar ni ellas ni los hombres de Estado. Una ministra de Educación, por ejemplo, estaría en lo suyo. Y en Salud Pública, lo mismo y en otras carteras especializadas, también. ¿Y por qué Buenos Aires no puede tener un Lord Mayor con faldas? ¿Y en la Universidad, y en la Diplomacia? En fecha próxima, acaso, ESTO ES tendrá que hacer un reportaje a la primera mujer que en la Argentina haya sido nombrada para desempeñar un ministerio, o una embajada
Mario Belchar
Esto Es, 4/11/1954

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