Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

ESPOSA, SILVIA LEGRAND, MADRE, ABUELA Y ACTRIZ.
EL FIN DE UN EXILIO
DESPUES DE UN PROLONGADO LAPSO ALEJADA DEL AMBIENTE ARTISTICO, LA FAMOSA ACTRIZ RETORNA A LA TELEVISION. POR PRIMERA VEZ EN SU VIDA INTERPRETA UN PAPEL QUE JAMAS SE HABIA ATREVIDO A AFRONTAR. LA FASCINANTE EXPERIENCIA DE TRABAJAR CON NARCISO IBAÑEZ MENTA. SE SABE ACTRIZ AUNQUE LE CUESTE INTERPRETAR LAS ESCENAS PASIONALES. PROFUNDAMENTE LIGADA A SU ESPOSO, HIJAS Y SU PEQUEÑO NIETO, MANTUVO UN DíALOGO SINCERO Y DESCARNADO.

Tiene los ojos de un celeste apacible, invadidos a ratos por una tonalidad grisácea. Una sobria melena rubia enmarca este rostro doblemente famoso, estas facciones que ella siempre vio repetidas en alguien que estaba a su lado, en una hermana que compartió su infancia santafecina, sus sueños adolescentes, su llegada a la popularidad con ese apellido Legrand que las dos adoptaron. Después, cuando cada una de ellas se enamoró, sus vidas ya no fueron tan paralelas. Mirtha se casó con un director de cine, Daniel Tinayre, y nunca dejó de filmar o de hacer teatro. Silvia, esta mujer de mirada dulce, eligió otro camino. Durante mucho tiempo dejó de lado su profesión y vivió para su esposo y para sus hijas, lejos de Buenos Aires, junto a la cordillera. El hombre de quien se había enamorado, Eduardo Carlos Lópina, militar actualmente retirado, había sido destinado a Mendoza, y Silvia Legrand asumió con plenitud el destino que había elegido al casarse. No tuvo dudas sobre qué era lo más importante en su vida.
Una actriz no deja de serlo aunque postergue su profesión por algo que la acerque más a la felicidad, aunque haya creído en algún momento que su renuncia era definitiva. Silvia lo ha probado, ahora lo reafirma sin estridencias, con fe, con alegría.
"Me había retirado definitivamente cuando me casé, no extrañaba nada. No, ni siquiera el calor del público. Llenaba mi vida con otras cosas, mi marido, mis hijas. Siempre fueron lo más importante para mí y por supuesto que lo siguen siendo todavía.
—¿Por qué retornó a su actividad?
—Me llamaron para filmar "Los acusados", era una buena oportunidad. Las circunstancias de mi vida habían cambiado y me permitieron hacerlo.
—¿No tuvo miedo de fracasar?
—No.
Su negativa no conserva la firmeza de un desafío sino la serenidad de una respuesta natural, madurada interiormente como casi todo lo que dice. Tiene un cigarrillo entre los dedos, a veces lo mira como buscando un punto de apoyo para sus ojos.
—¿Quedó contenta con su interpretación?
—No estuve bien dirigida. Y en nuestra carrera el director es fundamental.
—¿Se considera buena actriz?
—Es una pregunta difícil de contestar —dice mientras cambia de mano el cigarrillo después de una bocanada profunda y se queda por unos instantes mirando las espirales de humo—. Yo pienso que sí, si no fuera así no estaría en el sitio en que me encuentro. La gente me sigue llamando para trabajar y no porque yo lo busque, ya que no frecuento lugares estratégicos y rechazo trabajos que no me satisfacen...
—¿A qué atribuye los altibajos de su carrera?
—Yo siempre he fracasado con un mal director.
—Tinayre no es un mal director, él la dirigió en TV, en "Carola y Carolina"; sin embargo el ciclo no tuvo éxito, ¿por qué?
—Fue un programa de gran jerarquía, nadie puede dudarlo. Artísticamente el ciclo no fracasó. Era un programa costoso y no tuvo el rating que se esperaba, eso fue todo.
—¿Por qué pasó algo parecido con "Bajo un mismo rostro"? Estaba muy bien realizada por Tinayre, actuaban usted y Mirtha, pero no llegó a ser un suceso popular. ..
—Eso pasó aquí en Buenos Aires, pero en el interior tuvo gran suceso, lo mismo que en casi toda Latinoamérica.
—¿Es que ya no interesan las hermanas Legrand trabajando juntas?
—Puede ser, por eso no volvimos a hacerlo. Son épocas distintas. Queremos conservar aquella imagen, pero no para avalar un presente en el que ambas hemos evolucionado y nos defendemos por nosotras mismas, sino para no quebrar esa hermosa nóstalgia de quienes nos recuerdan con cariño.
Silvia se levanta para buscar un nuevo cigarrillo, hace muy poco que apagó el anterior, es un refugio para su timidez, para su introversión. A él recurre para encontrar una respuesta, para pensarla.
—¿Qué significa para usted este nuevo retorno?
—No sé; yo nunca analizo mucho los hechos, no me gusta hacerlo. Los acepto o los rechazo, pero no los analizo. Me habían llamado antes para hacer tiras, pero es muy sacrificado, mi ritmo de vida no me permite este tipo de trabajo.
—¿Cuál es su ritmo de vida?
—La atención de mi familia, de mi casa. Soy muy hogareña.
—¿Tiene amigos?
—Amigos tengo pocos, pero a muerte. Son amigazos. Nunca me defraudaron porque los sé elegir muy bien. Pienso que tampoco yo los defraudé a ellos.
—¿Cómo es su relación con sus hijas?
—Somos verdaderas amigas, pero es una amistad respetuosa. Hoy en día existe otro tipo de relaciones entre padres e hijos que no me gustan, las chabacanas, por ejemplo.
—¿Y con su marido?
—Normal.
—¿Interfiere en su labor?
—Somos completamente independientes en nuestros trabajos. Él es muy personal y yo también. Le comento mis asuntos profesionales pero no lo consulto.
—¿Silvia Legrand es triste?
—Soy triste, a pesar de tener un gran sentido del humor.
Más que triste parece melancólica, discreta y tibiamente melancólica. De pronto habla de un tema que la llena de vida, que abre su boca en una gran sonrisa. Nombra a su nieto: ''Matías tiene 2 años, 8 meses, ha venido a llenar mi vida en un momento en que todavía soy joven, porque aunque tenga una hija de 25 años y otra de 23 no soy una mujer grande. Mi nieto es un remanso y un volver a vivir. Es como retornar a la época en que mis hijas eran chicas, cuando las veía crecer. Claro que ahora no hago tanto sacrificio como entonces. He alcanzado mi meta como mujer demasiado pronto."
—¿Y como actriz?
—Pienso que no. Los actores pensamos que nunca logramos la completa realización. Siempre nos falta el gran papel de nuestra carrera, la gran interpretación. Aunque actualmente el actor busca trabajar y trabajar, ganar mucho dinero para conservar o mejorar su status. Ya no interesa tanto la gran interpretación.
—¿Usted aceptaría un trabajo artísticamente inferior si le ofrecieran un gran cachet?
—Puedo permitirme el lujo de no hacerlo.
—¿Porque le teme al ridículo?
—Enormemente. ¿Qué argentino no le teme...?
—¿Cuál fue el momento más doloroso de su vida?
—Cuando murió mamá. Fue muy inesperado, ella había ido a Chile a visitar a mi hermano (José Martínez Suárez, director de cine) y murió allá. Fue un gran drama para mí. Después yo quería hablar de mi madre porque me parecía que la mantenía viva, pero la gente cambiaba de tema, hasta que yo también dejé de hacerlo. Creían hacerme un bien, pero ese silencio me hizo mucho daño.
—¿Cómo se siente ahora?
—Bien, aunque la sigo recordando. Me curé con el tiempo. A veces nos enfrentamos con hechos que estamos seguros de no poder dominar, pero con el tiempo los superamos.
—Desde "Los acusados" hasta hoy usted ha evolucionado mucho como actriz, ¿será porque está más tranquila?
—Todos sufrimos una evolución lógica de años de vida. No es una cuestión de tranquilidad, y no todas las evoluciones son favorables. Para mí la curva de la vida sí lo fue.
—¿Entonces, es feiiz?
—En este momento. . . —Silvia se refugia otra vez en el humo, piensa la respuesta— soy feliz.
—¿Por qué dudó antes de contestar?
—¿Hay alguien que sea plenamente feliz?
—¿A qué se debe ese aislamiento de casi cuatro años?
—No quería trabajar, fue un problema anímico después de ia muerte de mamá. Me aferré a mi familia, era mi refugio. Yo no voy a fiestas, no soy comunicativa ni hago vida social. Me aterran los estrenos de teatro y de cine. En aquellas circunstancias era mucho peor.
—Su hermana parece ser distinta en este aspecto. . .
—Quién sabe... A lo mejor su carrera le impide hacer la vida de hogar que ella quisiera. Aunque sí, somos distintas: yo soy un remanso y ella es un torbellino. Tiene una extraordinaria capacidad de trabajo. Yo soy fiaca... (Sonríe ante la casi travesura de haber dicho una palabra informal, aunque tal vez no le parezca informal y esté luchando dentro de su introversión para dejarnos saber más cosas, para comunicarse mejor, para lograr darnos algo de la calidez que han conquistado eso "amigazos" que tiene.)
—¿Cómo es Silvia, además de fiaca?
—Fuerte, muy fuerte. En todo sentido, física y espiritualmente. Para que algo me venza tiene que afectarme muy adentro. Soy segura, mis decisiones son irrevocables.
—¿Toma sus decisiones de golpe?
—No, las medito mucho. Cuando me decido nadie puede lograr que vuelva atrás.
—¿Y no tuvo que arrepentirse?
—Jamás, el tiempo siempre me dio la razón.
—¿Nunca recurrió al psicoanálisis?
—No. Me costó mucho superar la amargura que viví y la gordura que tenía, pero sólo utilicé voluntad y tiempo. Tenía conciencia de que estaba mal y calmaba mi angustia comiendo. Un día calmé mi angustia sin comida. Eso se llama voluntad. Es una palabra fea porque sabemos de antemano que es difícil. Siempre esperamos que los demás curen y solucionen nuestros problemas. La gente vive echando culpas a los demás. Es lo más fácil y cómodo.
—¿La quisieron ayudar?
—No pedí apoyo. Soy una introvertida, nadie se enteró de mi mal, por eso no me pudieron auxiliar.
—¿Y su familia?
—Ellos me ayudaban con su amor. Ahora me siento tranquila.
—¿Tiene paz?
—Sí.
—¿Cree que la hay en el mundo?
—No, y eso me afecta enormemente, pero no puedo remediarlo. Es un problema de individualización. Y hay tantas individualidades. . .
—¿Cuál fue el momento más inolvidable de su vida?
—Cuando nació Gloria Inés, mi hija mayor, y me la trajeron para que la viera. No me olvidaré nunca. Eso no significa que no quiera a Gloria y a Mónica, mis dos hijas, por igual.
—¿Por qué aceptó trabajar ahora?
—Nunca había actuado con Narciso Ibáñez Menta y me imaginé que iba a ser una experiencia fascinante. No me equivoqué. Su manera de trabajar, su talento, su vitalidad incansable e insaciable, hacen que viva en un asombro continuo desde hace una semana. Además tenía una fe ciega en Alberto Rinaldi, que me dirigió hace unos años en un ciclo de televisión por Canal 7 que tuvo gran éxito. Fue en 1964 y desde entonces cambié mi manera de interpretar. Espero cambiar mucho ahora también. Por lo menos hago un personaje que en otra época hubiese rechazado sin leer el libro: una prostituta.
—¿Qué defectos tiene la actriz Silvia Legrand?
—Conozco mis limitaciones, trato de superarlas y no caer en ellas.
—¿Superó algunas en los últimos años?
—Claro que sí.
—¿Cuáles?
—No me gustaría decirlas porque prevendría al público.
—Pero si ya las superó...
—Es que no las dominé totalmente. Y no sé si lo haré en e| resto de mi vida. Se trata de interpretar escenas pasionales. Instintivamente tengo que vencer una serie de limitaciones de orden personal y eso me cuesta mucho. Me siento muy molesta cuando tengo que hacerlas. Ahora lo que yo soy como mujer y eso me vence, me limita.
—Sin embargo, en el ciclo que ha comenzado con Narciso Ibañez Menta, "El robot", hay escenas vehementes. . .
—Me cuestan horrores, trato de ser profesional, pero la mujer vence al profesionalismo.
No hay angustia en la suave voz de Silvia, tampoco hay resignación. Tal vez porque sabe que su felicidad está en ser plenamente mujer y que, pese a las escenas pasionales más o menos convincentes, Silvia Legrand es realmente una actriz.
RICARDO JORDAN
Fotos: Juan Mestichelli
Revista Gente y la actualidad
09-04-1970

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