Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Trote
Las carreras de los sulkys lentos

Cuando Juan Perón apuntó su artillería contra el Jockey Club, comenzó pensando en ahogarlo con la competencia y dispuso instalar un nuevo hipódromo en una porción de tierra fiscal en la zona de Campo de Mayo. Más tarde, esa idea quedó desechada porque se resolvió algo más drástico —la estatización de las pistas de San Isidro y Palermo—, quedando sin utilización en Hurlingham la pista de 1.720 metros y dos pequeñas tribunas. Esas instalaciones pasaron al Club Hípico Militar San Jorge, y posteriormente éste las cedió, en 1956, a la Asociación Bonaerense de Trote. De esta azarosa historia surge el desarrollo reciente en la Argentina de competencias que en los Estados Unidos atraen a multitudes y que en este país, por el momento, congregan a unas tres mil personas por reunión.
Hace pocos días, en el hipódromo de Hurlingham se repitió por novena vez en el año una escena que comienza a hacerse familiar para los pobladores de la zona: decenas de participantes llegaron desde la mañana con sus sulkys, caballos, cuidadores y ropajes especiales, para disputar cinco pruebas. Se instalaron, prepararon todo, y en las primeras horas de la tarde corrieron en pos de magros premios (entre 5.000 y 12.000 pesos, al ganador, según la categoría). Pero dentro de pocos días, en la segunda reunión de octubre, Hurlingham observará un movimiento aún mayor. Se correrá el Gran Premio Criadores Argentinos que, junto con el Campeonato de la Milla, iguala la mayor recompensa: 30.000 pesos para el ganador.
Las carreras de trote presentan interesantes particularidades. Por ejemplo: los competidores (dreaver o conductores) son los propietarios de los caballos. La Asociación desarrolla una política similar a la del Jockey Club: estrictas condiciones de admisión. Cuenta sólo con trescientos socios, de los cuales casi todos ingresaron para practicar ese deporte y no para presenciarlo. Contrariamente a lo que ocurre con los jockeys, a quienes se exige un peso máximo, el dreaver debe pesar sesenta kilogramos como mínimo. Además, no existen limitaciones hacia el sexo femenino, y no son pocas las mujeres que participan. La práctica de este deporte demanda una inversión mínima de 150.000 pesos. El sulky, una armazón de caños de aluminio sin costura, con ruedas de bicicletas y que pesa unos 15 kilogramos, cuesta 20.000 pesos y se fabrica en el país. Un caballo puro, de trote, se cotiza en 100.000 pesos, y la montura especial para asirlo al sulky cuesta 15.000 pesos.
El reglamento de estas carreras establece como condición ineludible el trote: "Si un caballo comienza a galopar, automáticamente queda descalificado." Por eso, una de las condiciones elementales que debe tener un buen conductor es saber frenar a tiempo a su caballo durante la carrera, para evitar que levante el trote.
Los finales no son tan emocionantes como en las carreras de lonja, pues difícilmente se gana por una cabeza. El vencedor suele cruzar el disco "a varios sulkys" de distancia de sus competidores. En los casos de bandera verde, un comisariato reemplaza al photochart Existen dos formas de largada: una, con los caballos parados, mediante la bajada de bandera; otra, con los competidores corriendo en una misma línea detrás de un aparato que repentinamente indica la largada.
Las reuniones incluyen 6 carreras, una para debutantes y el resto para las cinco categorías de iniciados. Los caballos, ubicados en la largada a diferentes distancias de acuerdo con el handicap que ofrezca cada uno de ellos (en estos casos se utiliza el método de partida a bandera), se individualizan con mandiles de distinto color, según su categoría y numeración. Los trotadores argentinos tienen un crack indiscutible: Reino, que larga 80 metros atrás de la línea de partida. Intentan disputarle la corona Trusty Hannover, Francis Long-fellou, Caudillo, Avispado y Jin Hannover. Los dreaver más ganadores son: Fernando Eyherabide, René De Wine, Salvador Torrisi, Domingo Torrodá y Hernán Ayerza.
Hay dos clases de trotadores: el que adelanta mano derecha y pata izquierda y el que avanza combinando mano y pata del mismo lado. Este último, conocido como 'pasuco', debe correr con un aparato, que le obliga a mantener el ritmo del trote, consistente en dos tensores de cuero que le toman la parte superior de patas y manos.
"Las carreras de trote comenzaron en Francia y luego se extendieron a Italia, Alemania e Inglaterra. Europa tiene los mejores caballos: los anglo-normandos. Pero en los Estados Unidos este deporte es mucho más difundido. Los norteamericanos encontraron la forma de hacerlo más espectacular: mezclaron los animales europeos con sus propios caballos y obtuvieron el pasuco, caballo que se adapta mejor a las distancias cortas. Ellos cubren una milla (1609 metros), mientras que los europeos no bajan de los 2.000 metros. Producen finales más divertidos y corren de noche, en pintorescos hipódromos bordeados de luces."
Los conocimientos básicos de este deporte son transmitidos a PRIMERA PLANA por el secretario de la Asociación, Pablo Iglesias (42 años; 3 hijos). "En Europa no admiten el pasuco ni las pistas arcillosas y peraltadas. Allá se corre en césped, como aquí, y en canchas parejas."
La Argentina conoce las carreras de trotadores desde principios de siglo, cuando los hipódromos de la Sportiva (en el lugar que ahora ocupan las canchas de polo de Palermo) y de San Martín vieron correr a los primeros caballos traídos al país por el turfman francés Paul Maury.
La promoción resultó poco lucrativa, y en 1920 los trotadores se mudaron al hipódromo Independencia, de Rosario. Pero en ese lapso, prestigiosas cabañas argentinas (Santamarina, Newton, Duggan) importaron los primeros anglo-normandos y american-trotters. En 1940, Hernán Ayerza fundó y presidió la Asociación Argentina de Trote, que hasta 1951 organizó reuniones en el Club Tortugas, de San Miguel, y en Rosario. Al desmembrarse, luego de una marcada presión oficial contra sus directivos, una reorganización posibilitó en 1952 la creación de la actual Asociación Bonaerense, que en un principio realizó las carreras en pistas particulares de Florencio Varela, hasta que le fue cedido el hipódromo de Hurlingham. La actual parece ser una de las temporadas más brillantes.
22 de septiembre de 1964
PRIMERA PLANA

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