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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Las opiniones de Salvador Dalí

Debe ser muy difícil vivir al lado de Salvador Dalí. Un hombre que se alegra de la muerte de García Lorca (su amigo, dice), que hace profesión de no ser sentimental, que experimenta placer en torturar y matar animales, es por lo menos un huésped enojoso en casa. Ese hombre lleno de dinero, y orgulloso de ello, es también un pintor de talento. Si no lo fuera ya habría sido empujado hacia el olvido. Pero como lo es, ha procurado publicitarse con infinitos pronunciamientos insolentes contra todas las cosas de este mundo, exceptuando desde luego su propia persona.
Para enumerar o quizás descifrar las insolencias, un periodista sometió a Dalí a un interrogatorio, cuyas respuestas constan en el texto siguiente. Allí se omite decir que este pintor catalán nació en Figueras en 1904, pero otros datos de orientación estética, concepción del mundo y actitud ante la moral aparecen bastante claros. El reportaje apareció en L'Express y su publicación en castellano es exclusiva de Panorama.

Revista Panorama
abril 1971

 

 

-Salvador Dalí, para mucha gente usted es uno de los más grandes pintores vivientes, un maravilloso grabador, una inteligencia, notable. Pero buena parte del público lo considera un mistificador arrebatado, que busca apasionadamente la publicidad. Usted mismo, ¿cómo se define?
-Soy uno de los raros artistas contemporáneos que siempre han rehusado pertenecer a un partido o a una agrupación política cualquiera. La Historia constituye mi pasión porque es "la categoría" por excelencia, mientras la política sólo es la anécdota efímera de la Historia.
-Dentro de la historia de la pintura, ¿acaso no es, usted también, una anécdota efímera?
-Lo dije y lo repito, considero que como pintor soy un artista mediocre. Mi mujer. Gala, me encuentra mucho más talento del que yo mismo me encuentro. Cuando me comparo con los grandes pintores del pasado, Vermeer, Velázquez y hasta Gérard Dou, a quien acabo de descubrir en el Petit Palais, en la exposición del Siglo de Rembrandt, me considero una verdadera catástrofe artística. Pero si, a la inversa, me comparo con mis contemporáneos, entonces, evidentemente, soy el mejor. No es que sea bueno. Pero los otros son tan malos que la comparación se revela imposible.
-¿En qué pintores piensa? ¿En Picasso?
-En todos. Poseen dos cosas terribles. Primero, la lógica, heredada de Descartes, que es una catástrofe. Segundo, lo que se llama el buen gusto. Con eso se ha construido todo un mito de la pintura moderna, absolutamente ilegítimo.
-¿Por qué es enemigo de Descartes y del sistema cartesiano?
-Porque Descartes basó todo en los fenómenos tradicionales de la inteligencia, y la inteligencia está produciendo su quiebra por doquier.
-¿Puede precisar los signos de esa quiebra?
-Habría que preguntárselo al príncipe de Broglie, o a Heisenberg. Los escritos de Heisenberg muestran la quiebra total de la inteligencia.
-¿Usted mismo, se considera inteligente?
-Soy un monstruo de inteligencia. En una sociedad como la nuestra, sería peligroso que hubiera muchos Picasso y Dalí. Felizmente, no es el caso.
-¿Lamenta ser inteligente?
-Lo lamento por mi pintura. Pintores mucho menos geniales que yo, por ejemplo Gérard Dou, pudieron ir mucho más lejos, a causa de su misma mediocridad. Eso me impresionó al ver, en el Petit Palais, el cuadro que representa "La mujer hidrópica". .La revelación de Dou es realmente el camino a Damasco de Dalí.
-¿Por eso se modificará su pintura?
-Totalmente. Como dije cien veces, adoré a Vermeer. Para mí era el más grande de todos los pintores. En Gérard Dou nunca quise siquiera detenerme, por oposición a mi padre, que siempre me decía: "Dou es el mejor". Pero mi padre hace rato que murió. Y el otro día, en el Petit Palais, por primera vez en mi vida, miré realmente los cuadros de ese Dou que -después lo supe- fue uno de los pintores favoritos de Luis XIV. Y entonces me encandilé.
Todo lo que antes dije sobre Meissonier, sobre los pintores pedestres: cero. El máximum del arte pedestre estaba allí, en ese cuadro de "La mujer hidrópica", pintado sin pretensión alguna, pero con una nobleza que lo supera todo, una cantidad de matices tal que no se puede imaginar que un ojo humano los hubiera advertido. La fotografía jamás será capaz de sutilezas semejantes. Es la voluptuosidad total. Indiscutiblemente, ése es el camino a seguir.
-¿Reniega de Vermeer?
-En absoluto. Es mucho más genial que Dou. Sólo que se mete en lo que no le concierne. Tiene una visión cósmica de las cosas. Después de haber mirado las obras de Dou, fui a ver "La bordadora" de Vermeer, que representa, como usted sabe, a una joven clavando en un cojín una aguja inexistente, sólo sugerida. Golpe teatral: me decepcionó. Es demasiado abstracto, demasiado moderno. Dou se atiene a lo que ve, a la visión puramente biológica de las cosas: el papagayo que el médico está examinando, los juegos de luz sobre una cortina. Mira y se contenta con reproducir lo visto mediante su pincel, lo más honestamente posible.
-¿Está por la honestidad en la pintura?
-Por la honestidad en todo.
-¿Cuál es su definición de la pintura?
-Fui el único, en pleno período surrealista, que lo dijo: "La pintura es la fotografía en color al pincel". Nada hay más surreal que la realidad. La existencia de la realidad es la cosa más misteriosa, más sublime y más surrealista que se dé. Pinté, dos veces en mi vida, cestas de pan. Creía que eran los cuadros menos surrealistas de toda mi obra, ya que sólo había cestas con pan adentro. Pero acabo de descubrir, leyendo a Michel Foucault, el sentido esotérico de la cesta. Ambas naturalezas muertas que, a mis ojos, en el momento en que las pintaba, no tenían ninguna trascendencia, quizás sean lo más surrealista que hice.
-¿Se puede ser surrealista sin saberlo?
-Sobre todo sin saberlo. Además, ésa era la opinión de Freud. Un día pretendió, ante mí, que los surrealistas no le interesaban. Y como me asombré, sabiendo de qué manera se fundamentaban en él, me dijo: "Prefiero los cuadros en los que no hallo ninguna huella aparente de surrealismo. A esos sí, los estudio. Allí encuentro tesoros del pensamiento subconsciente".
-Pero usted pertenece más bien a la categoría contraria. En sus cuadros más famosos, 'La metamorfosis de Narciso", que está en la Tote Gallery de Londres o en "El enigma de Guillermo Tell", en Estocolmo, el subconsciente se ostenta por doquier, dominan los temas psicoanalíticos.
-¡Ay, sí! Con todo soy producto del surrealismo consciente. Pero ahora que descubrí a Gérard Dou, todo eso va a cambiar.
-¿Cómo pintará en adelante?
-Quiero hacer cuadros surrealistas sin saberlo, como las cestas de pan. Y, para comenzar, pintaré el retrato de Gala, mi mujer, el ser a quien más amo, con el vestido de Dios que llevaba la noche de Navidad. Un vestido de lamé formado por minúsculas escamas de todos los colores. La cosa más difícil de pintar del mundo. Me tomaré el tiempo que haga falta. Será el cuadro más caro del mundo.
-¿Qué piensa de quienes coleccionan sus cuadros?
-Son personas que tienen un enorme sentido práctico. Aunque sólo se hable de arte abstracto, pretender que la fotografía reemplazó a la pintura... ¡Usted vio lo que pasó en Londres con la venta del Velázquez! Entre una fotografía, así sea la mejor, y un cuadro ultrafigurativo y verdaderamente .pedestre como "El esclavo" de Velázquez, hay sin embargo una diferencia de 31 millones de francos.
-¿Piensa que las personas que compran Dalí hacen una buena colocación?
--Pregúnteselo al señor Morse, que va a abrir un museo Dalí en Cleveland. Realmente parece nadar en el contento.
-La gran retrospectiva de su obra que tuvo lugar a principios de año, en Rotterdam, atrajo a 5.000 visitantes por día. Sobre todo a jóvenes. ¿Lo sorprende?
-No, no me sorprendió para nada, después de lo que vi en Nueva York. Los jóvenes, los hippies, cuando les muestran Cezanne, no le dan bolilla. Pero tienen una suerte de frenesí por los prerrafaelitas, por los cuadros pedestres. Les gusta lo que hace bien a la vista. Estoy seguro que adorarían a Gérard Dou.
-¿Se siente próximo a los hippies norteamericanos?
-Lo contrario. Son los hippies de San Francisco y de otras partes quienes se sienten próximos a mí. Como decía Eluard, poeta no es el que está inspirado, sino el que es capaz de inspirar a los demás. Timothy Leary, sacerdote del LSD, dijo que Dalí era el primer pintor LSD sin LSD. Jamás tomé droga alguna. A pesar de eso, todos los hippies reconocen en mí algo de su inquietud y su horror por la cultura burguesa.
-En su ciudad natal, en Figueras, Cataluña, tendrá este año su propio museo. ¿No es eso una manifestación de la cultura burguesa? ¿Qué piensan sus conciudadanos?
-En mi museo de Figueras acabo de pintar un cielo raso. Representa a Dalí -es muy tradicional- con cajones. Tengo un cajón en el vientre, otro en el pecho, un tercero en los talones. Todos los cajones están abiertos al revés. De ahí sale una lluvia de monedas de oro que caen generosa e hipócritamente (es un trampantojo) sobre 'la cabeza de mis conciudadanos. Están chochos.
-A su entender, ¿sirve para algo un museo?
-Es uno de los medios más seguros de aumentar mi fortuna y la de mi país.
-¿Con esa sola intención creó su museo de Figueras?
-Para mí, la idea que prima siempre es el dinero. Pero un museo ofrece una multitud de otras amenidades. Es un centro de cretinización incomparable. Cuadros con títulos falsos, visitantes en procura de explicaciones, indagadores que prosiguen sus investigaciones, psicoanalistas que examinan si en tal época yo era más loco que en tal otra... Todo eso representa un atractivo incalculable.
-Cuando responde a. reportajes, cuando hace publicidad por televisión, ¿tiene el sentimiento de favorecer lo que llama "la cretinización del público" o, por el contrario, de despertarla? ¿O se burla totalmente de él?
-Como soy rico y doy de mamar a todos con una generosidad sin límites, las tres cosas son verdad. Trato de cretinizar a la gente en la medida en que puedo, porque los cretinos son una de mis pasiones. Los auténticos cretinos, los gelatinosos, los revulsivos, completamente retardados, llenos de baba y de saliva. Al mismo tiempo, me las arreglo para dar siempre una patada en la pierna derecha de la sociedad. Si quiere que la gente lo recuerde, siempre hay que darle, en la primera juventud, una patada en la pierna derecha. Me resulta muy voluptuoso cretinizar a la gente Pero también despertarla.
-¿Cómo la despierta?
-Recibiendo a L'Express, por ejemplo.
-¿No le parece, que es una empresa de cretinización suplementaria?
-¡No, no y no! Por lo demás, cretinizo, despierto y, después, me ne frego: todo me da absolutamente lo mismo. A este respecto, querría añadir una precisión. Mientras usted me interroga, pienso, no dejo de pensar en otra cosa. En días o meses, puede que diga exactamente lo contrario de lo que acabo de decir. Así, durante 5 años, hablé mucho de hibernación. Un día viene a verme el doctor Laborit y me dice: "Querido maestro, hablemos de la hibernación". Le respondí: "Lo lamento, pero ya no me interesa".
Soy un poco como ese filósofo que preparaba su propia tumba, en Figueras. Quería un panteón extraordinario. Cada vez que veía a su contratista, le hablaba horas del asunto. Un día el contratista le dijo: "Señor, encontré el lugar ideal. Ante un paisaje maravilloso, sin tramontana ni humedad y, lo que es mejor, barato". El filósofo responde: "Ya no me interesa". Golpe teatral. "¿Por qué, pues?", inquiere el contratista. "Acabo de reflexionar, explica el filósofo. ¿A qué todo esto, si no muero?"
-En sus libros habló pésimamente de Le Corbusier. Lo llamó Corbu//sarnoso, Corbeau//cuervo//, etcétera. Afirmaba que él se había {equivocado totalmente con el hormigón armado. ¿Siempre es de esa opinión?
-Me pasó algo sorprendente a propósito de Le Corbusier. Un día que estaba en la estación de Perpiñán, me cruzó una idea por el espíritu: "Le Corbusier, la inteligencia más pesada del mundo, está ahogándose". Lo comuniqué al señor Pagés, inventor de la antigravitación, con quien acababa de encontrarme. Justo en ese momento llega un periodista que me hace saber la muerte de Le Corbusier. Ahogado. Entonces, de inmediato, encargué un manojo de flores.
Después, todos los años las hice llevar a su tumba. Estoy seguro de que es el único ramo de flores espléndidas que él recibe. Soy muy gentleman. Ni bien muere uno de mis enemigos, lo tapo de flores. Para que, si realmente está en alguna parte, trabaje para mí.
-¿Todavía tiene grandes enemigos vivos?
-Creo que ninguno. Pero querría que el mundo entero fuese mi enemigo. Las personas inteligentes que están contra mí son muy estimables. Lo peor, lo terrible, son las personas tontas que me defienden. Los subdalinianos.

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-¿A qué escritor estima más?
-Según mi parecer, el mayor genio es Raymond Roussel, es decir, exactamente lo contrario de Julio Veme. Considero a Julio Veme uno de los cretinos más fundamentales de nuestra época. Embarcó a la humanidad en las chiquilinadas... Empezando por la conquista del espacio, donde no hay absolutamente nada que encontrar, ya que todo el Universo converge hacia la Tierra, y la Tierra es el único planeta donde se manifiesta ese fenómeno inaudito que se llama vida. ¿Para qué conquistar la Luna si, inclusive en nuestro planeta, hay muchos terrenos que no valen nada? La única sección importante de la Tierra es, en definitiva, la región comprendida entre Figueras y Tolosa. Pero inclusive allí hay realmente muy pocas cosas que valgan la pena. Todo lo importante está concentrado en los alrededores de la estación de Perpiñán.
-Para usted, la estación de Perpiñán, ¿es el centro del cosmos?
-Es el lugar que resistió en el momento más trágico de nuestra historia geológica, el momento cuando se formó el golfo de Vizcaya. Cuando los continentes se separaron, se formó el golfo de Vizcaya. Si los Pirineos, en el paraje exacto donde se encuentra la estación de Perpiñán, no hubiesen resistido en ese momento, nos rodearía todo tipo de animales, y jamás habría habido ni Vermeer, ni Velázquez, ni el general Franco, ni Dalí, ni nada.
-Admitiendo que sea verdad lo que dice, y que. la suerte del planeta haya dependido realmente de esa punta de terreno, ¿por qué es tan importante, aún hoy, a sus ojos?
-Porque los fenómenos de orden geológico que acabo de evocar fueron seguidos allí por fenómenos de la cultura humana. Estoy estudiando por qué hay que restaurar la monarquía en Rumania. Muy simplemente, porque vino un día un señor, de Sevilla, e inventó Rumania. ¿Quién? El emperador Trajano. Por lo demás, todo esto está escrito con diáfana claridad en la columna trajana, en Roma, que es la primera dibujada en el mundo. Si las personas, en lugar de leer las columnas de los diarios, cuya información es lamentable, tuvieran la paciencia de leer la columna trajana, comprenderían muchas cosas. Y, ante todo, que la columna trajana fue esculpida por andaluces, es decir los Picasso de los tiempos de Trajano.
-El placer, la fiesta, ¿qué papel desempeñan en su vida?
-Un papel esencial. Creo que la vida debe ser una fiesta continua. Estoy contra Descartes porque era un señor que pensaba. Yo jamás pienso, juego. El hombre a quien más detesto en el mundo, se lo voy a decir, es Augusto Rodin. Porque es el autor de una escultura abominable que representa a un pensador, la cabeza apoyada en una mano. En esa posición nunca se puede crear. Ni defecar. Sólo se puede crear a condición de jugar. Los mayores cornudos de todos los tiempos, son personas como Rodin, Descartes y, sobre todo, como Karl Marx. Ahí tiene un tipo que pasó no sé cuántos años escribiendo El Capital. Todo lo que dijo es el revés de la realidad. Entre otras cosas, predijo la lucha de clases: ya no las hay porque las clases desaparecen. Por el contrario, él no había previsto la verdadera lucha de nuestra época, es decir la lucha de las razas. Sobre China, Japón, Israel, el mundo árabe, etcétera: nada, ni una palabra.
Eso no tiene nada de sorprendente. Karl Marx, como Descartes, era un individuo de tipo respiratorio. Los digestivos son de tipo mucho más interesante.
-¿Y usted, se clasifica entre los digestivos?.
-Yo digiero cada vez con mayor satisfacción. Descubrí que el momento más importante en la vida es el momento de la excreción. Una cosa que me revuelve es la trivialidad de las letrinas. Sea Kruschev, Stalin, todo el mundo está reducido a utilizar las mismas.
-¿Querría cambiar eso?
-Proyecté una suerte de sitial. Lo dibujé. Voy a exponerlo. Son delfines. En el "sepulcrum" de los romanos, dos delfines se entrelazaban por la cola. Yo pongo los delfines lomo contra lomo, la cola para abajo, ambas cabezas al aire. De modo que se pueda utilizar cada boca para su uso específico.
Eso me recuerda una historia maravillosa que me contó el poeta Federico García Lorca. Su amigo, el compositor Manuel de Falla, era muy meticuloso, muy maníaco. Un día le dijo a Lorca: "Me voy para un concierto. ¿Puedes prepararme la valija?" Y añade: "Toma esta tabla y ponla en el medio. -¿Para? -Porque jamás hay que mezclar lo que toca las partes nobles del cuerno con calzoncillos y medias. Siempre las separo en mi valija".
-Volvamos a la fiesta. ¿Qué significa esa palabra para usted?
-Para mí, la fiesta es el fuego de artificio constante. Es encontrar a gente a quien se ve muy poco, decirle cosas que la influyan, hacerla cambiar de opinión, trastornarla, cretinizarla, volverla más inteligente. Embellecer a los feos y afear a los bellos. Es manipular a la gente de mi época divirtiéndola.
-¿Cómo soporta la soledad?
-Nunca estoy solo. Tengo la costumbre de estar siempre con Salvador Dalí. Créame, eso es una fiesta permanente.
-¿Pintar forma parte de la fiesta?.
-¡Y no! En mi casa, en Port Lligat, cuando pinto sigo los consejos de Rafael, que decía: "Cuando se quiere lograr algo, hay .que pensar siempre y sobre todo en otra cosa". Por ende, cuando pinto, siempre está Gala que me lee libros. No escucho lo que lee, porque escucho la música que, al mismo tiempo, suena en el combinado. Pero, a decir verdad, tampoco escucho la música. Porque pienso en otras cosas. Al cabo de la jornada, me hallo muy sorprendido de lo que hice, sin saber cabalmente cómo salió. Cada cuadro es el producto de una fiesta perpetua de mi espíritu.
-¿La técnica no le da trabajo?
-No me preocupo por eso. Quienes se preocupan por la técnica yerran en todo.
-¿De dónde sacó la suya? ¿La aprendió en la escuela?.
-Frecuenté la Escuela de Bellas Artes de Madrid, una de las mejores escuelas del mundo. Pero no aproveché las lecciones que allí me daban, porque en ese momento hacía cubismo. A pesar de todo, algo debió quedarme. Un día, alguien me dijo: "Tiene una técnica absolutamente extraordinaria; tendría que escribir un libro sobre la técnica". Entonces, escribí ese libro. Jugando. Inventé recetas completamente fantasiosas. Ahora, cuando quiero pintar algo, me refiero a ese libro escrito en broma. Lo que quiere decir que en el fondo, yo jamás bromeo. A veces, digo cosas para asombrar a los periodistas, para chocar. A menudo, lo que dije en chiste se revela más verídico que lo que creía serio.
-Usted habla de su fiesta personal. ¿Pero no pinta jamas sus cuadros para el placer ajeno?
-No, no. El objetivo de los cuadros, de veras, es puramente comercial. Una frase de Gustavo Moreau me impresionó mucho: "Dejo de pintar mi pedazo, decía, solamente cuando veo que el oro surge de la punta de mi pincel". Yo observo eso al pie de la letra. Inclusive los pescadores de Cadaqués lo dicen: "Ese cerdo de Dalí, con su pincelito, hace oro". Soy místico como todos los españoles. Ser místico es hacer oro.
-¿No es ese amor por el oro el que lo malquistó con los surrealistas y especialmente con André Bretón?.
-Yo digo con Luis XIV: "El surrealismo soy yo. Todos los demás se engañaron, porque eran románticos". Dicho lo cual, me asombré mucho cuando recibí la participación de la muerte de André Bretón, al leer allí: "Buscó el oro del tiempo". Eso me pareció muy curioso, viniendo de un hombre que tanto me había acusado de avidez y que, para designarme, había inventado el sobrenombre "Ávida Dollars", anagrama de Salvador Dalí. Entonces pensé: "El buscó el oro del tiempo, y yo lo encontré".
-¿Qué lo autoriza a decir que el surrealismo es usted?
-Soy el único surrealista verdaderamente salido del romanticismo. Los otros, con su romanticismo, provocaron todas las catástrofes. La invasión de Hitler es el producto del surrealismo, la revolución de mayo de 1968 también, Yo soy el único surrealista clásico que vive cerca del Mediterráneo, en regiones claras, mientras que todos los demás están enmarañados por el romanticismo alemán.

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