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-Salvador Dalí, para mucha
gente usted es uno de los más grandes pintores vivientes, un maravilloso grabador, una
inteligencia, notable. Pero buena parte del público lo considera un mistificador
arrebatado, que busca apasionadamente la publicidad. Usted mismo, ¿cómo se define?
-Soy uno de los raros artistas contemporáneos que siempre han rehusado pertenecer
a un partido o a una agrupación política cualquiera. La Historia constituye mi pasión
porque es "la categoría" por excelencia, mientras la política sólo es la
anécdota efímera de la Historia.
-Dentro de la historia de la pintura, ¿acaso no es, usted también, una
anécdota efímera?
-Lo dije y lo repito, considero que como pintor soy un artista mediocre. Mi mujer.
Gala, me encuentra mucho más talento del que yo mismo me encuentro. Cuando me comparo con
los grandes pintores del pasado, Vermeer, Velázquez y hasta Gérard Dou, a quien acabo de
descubrir en el Petit Palais, en la exposición del Siglo de Rembrandt, me considero una
verdadera catástrofe artística. Pero si, a la inversa, me comparo con mis
contemporáneos, entonces, evidentemente, soy el mejor. No es que sea bueno. Pero los
otros son tan malos que la comparación se revela imposible.
-¿En qué pintores piensa? ¿En Picasso?
-En todos. Poseen dos cosas terribles. Primero, la lógica, heredada de Descartes,
que es una catástrofe. Segundo, lo que se llama el buen gusto. Con eso se ha construido
todo un mito de la pintura moderna, absolutamente ilegítimo.
-¿Por qué es enemigo de Descartes y del sistema cartesiano?
-Porque Descartes basó todo en los fenómenos tradicionales de la inteligencia, y
la inteligencia está produciendo su quiebra por doquier.
-¿Puede precisar los signos de esa quiebra?
-Habría que preguntárselo al príncipe de Broglie, o a Heisenberg. Los escritos
de Heisenberg muestran la quiebra total de la inteligencia.
-¿Usted mismo, se considera inteligente?
-Soy un monstruo de inteligencia. En una sociedad como la nuestra, sería peligroso
que hubiera muchos Picasso y Dalí. Felizmente, no es el caso.
-¿Lamenta ser inteligente?
-Lo lamento por mi pintura. Pintores mucho menos geniales que yo, por ejemplo
Gérard Dou, pudieron ir mucho más lejos, a causa de su misma mediocridad. Eso me
impresionó al ver, en el Petit Palais, el cuadro que representa "La mujer
hidrópica". .La revelación de Dou es realmente el camino a Damasco de Dalí.
-¿Por eso se modificará su pintura?
-Totalmente. Como dije cien veces, adoré a Vermeer. Para mí era el más grande de
todos los pintores. En Gérard Dou nunca quise siquiera detenerme, por oposición a mi
padre, que siempre me decía: "Dou es el mejor". Pero mi padre hace rato que
murió. Y el otro día, en el Petit Palais, por primera vez en mi vida, miré realmente
los cuadros de ese Dou que -después lo supe- fue uno de los pintores favoritos de Luis
XIV. Y entonces me encandilé.
Todo lo que antes dije sobre Meissonier, sobre los pintores pedestres: cero. El
máximum del arte pedestre estaba allí, en ese cuadro de "La mujer hidrópica",
pintado sin pretensión alguna, pero con una nobleza que lo supera todo, una cantidad de
matices tal que no se puede imaginar que un ojo humano los hubiera advertido. La
fotografía jamás será capaz de sutilezas semejantes. Es la voluptuosidad total.
Indiscutiblemente, ése es el camino a seguir.
-¿Reniega de Vermeer?
-En absoluto. Es mucho más genial que Dou. Sólo que se mete en lo que no le
concierne. Tiene una visión cósmica de las cosas. Después de haber mirado las obras de
Dou, fui a ver "La bordadora" de Vermeer, que representa, como usted sabe, a una
joven clavando en un cojín una aguja inexistente, sólo sugerida. Golpe teatral: me
decepcionó. Es demasiado abstracto, demasiado moderno. Dou se atiene a lo que ve, a la
visión puramente biológica de las cosas: el papagayo que el médico está examinando,
los juegos de luz sobre una cortina. Mira y se contenta con reproducir lo visto mediante
su pincel, lo más honestamente posible.
-¿Está por la honestidad en la pintura?
-Por la honestidad en todo.
-¿Cuál es su definición de la pintura?
-Fui el único, en pleno período surrealista, que lo dijo: "La pintura es la
fotografía en color al pincel". Nada hay más surreal que la realidad. La existencia
de la realidad es la cosa más misteriosa, más sublime y más surrealista que se dé.
Pinté, dos veces en mi vida, cestas de pan. Creía que eran los cuadros menos
surrealistas de toda mi obra, ya que sólo había cestas con pan adentro. Pero acabo de
descubrir, leyendo a Michel Foucault, el sentido esotérico de la cesta. Ambas naturalezas
muertas que, a mis ojos, en el momento en que las pintaba, no tenían ninguna
trascendencia, quizás sean lo más surrealista que hice.
-¿Se puede ser surrealista sin saberlo?
-Sobre todo sin saberlo. Además, ésa era la opinión de Freud. Un día
pretendió, ante mí, que los surrealistas no le interesaban. Y como me asombré, sabiendo
de qué manera se fundamentaban en él, me dijo: "Prefiero los cuadros en los que no
hallo ninguna huella aparente de surrealismo. A esos sí, los estudio. Allí encuentro
tesoros del pensamiento subconsciente".
-Pero usted pertenece más bien a la categoría contraria. En sus cuadros
más famosos, 'La metamorfosis de Narciso", que está en la Tote Gallery de Londres o
en "El enigma de Guillermo Tell", en Estocolmo, el subconsciente se ostenta por
doquier, dominan los temas psicoanalíticos.
-¡Ay, sí! Con todo soy producto del surrealismo consciente. Pero ahora que
descubrí a Gérard Dou, todo eso va a cambiar.
-¿Cómo pintará en adelante?
-Quiero hacer cuadros surrealistas sin saberlo, como las cestas de pan. Y, para
comenzar, pintaré el retrato de Gala, mi mujer, el ser a quien más amo, con el vestido
de Dios que llevaba la noche de Navidad. Un vestido de lamé formado por minúsculas
escamas de todos los colores. La cosa más difícil de pintar del mundo. Me tomaré el
tiempo que haga falta. Será el cuadro más caro del mundo.
-¿Qué piensa de quienes coleccionan sus cuadros?
-Son personas que tienen un enorme sentido práctico. Aunque sólo se hable de arte
abstracto, pretender que la fotografía reemplazó a la pintura... ¡Usted vio lo que
pasó en Londres con la venta del Velázquez! Entre una fotografía, así sea la mejor, y
un cuadro ultrafigurativo y verdaderamente .pedestre como "El esclavo" de
Velázquez, hay sin embargo una diferencia de 31 millones de francos.
-¿Piensa que las personas que compran Dalí hacen una buena colocación?
--Pregúnteselo al señor Morse, que va a abrir un museo Dalí en Cleveland.
Realmente parece nadar en el contento.
-La gran retrospectiva de su obra que tuvo lugar a principios de año, en
Rotterdam, atrajo a 5.000 visitantes por día. Sobre todo a jóvenes. ¿Lo sorprende?
-No, no me sorprendió para nada, después de lo que vi en Nueva York. Los
jóvenes, los hippies, cuando les muestran Cezanne, no le dan bolilla. Pero tienen una
suerte de frenesí por los prerrafaelitas, por los cuadros pedestres. Les gusta lo que
hace bien a la vista. Estoy seguro que adorarían a Gérard Dou.
-¿Se siente próximo a los hippies norteamericanos?
-Lo contrario. Son los hippies de San Francisco y de otras partes quienes se
sienten próximos a mí. Como decía Eluard, poeta no es el que está inspirado, sino el
que es capaz de inspirar a los demás. Timothy Leary, sacerdote del LSD, dijo que Dalí
era el primer pintor LSD sin LSD. Jamás tomé droga alguna. A pesar de eso, todos los
hippies reconocen en mí algo de su inquietud y su horror por la cultura burguesa.
-En su ciudad natal, en Figueras, Cataluña, tendrá este año su propio
museo. ¿No es eso una manifestación de la cultura burguesa? ¿Qué piensan sus
conciudadanos?
-En mi museo de Figueras acabo de pintar un cielo raso. Representa a Dalí -es muy
tradicional- con cajones. Tengo un cajón en el vientre, otro en el pecho, un tercero en
los talones. Todos los cajones están abiertos al revés. De ahí sale una lluvia de
monedas de oro que caen generosa e hipócritamente (es un trampantojo) sobre 'la cabeza de
mis conciudadanos. Están chochos.
-A su entender, ¿sirve para algo un museo?
-Es uno de los medios más seguros de aumentar mi fortuna y la de mi país.
-¿Con esa sola intención creó su museo de Figueras?
-Para mí, la idea que prima siempre es el dinero. Pero un museo ofrece una
multitud de otras amenidades. Es un centro de cretinización incomparable. Cuadros con
títulos falsos, visitantes en procura de explicaciones, indagadores que prosiguen sus
investigaciones, psicoanalistas que examinan si en tal época yo era más loco que en tal
otra... Todo eso representa un atractivo incalculable.
-Cuando responde a. reportajes, cuando hace publicidad por televisión,
¿tiene el sentimiento de favorecer lo que llama "la cretinización del
público" o, por el contrario, de despertarla? ¿O se burla totalmente de él?
-Como soy rico y doy de mamar a todos con una generosidad sin límites, las tres
cosas son verdad. Trato de cretinizar a la gente en la medida en que puedo, porque los
cretinos son una de mis pasiones. Los auténticos cretinos, los gelatinosos, los
revulsivos, completamente retardados, llenos de baba y de saliva. Al mismo tiempo, me las
arreglo para dar siempre una patada en la pierna derecha de la sociedad. Si quiere que la
gente lo recuerde, siempre hay que darle, en la primera juventud, una patada en la pierna
derecha. Me resulta muy voluptuoso cretinizar a la gente Pero también despertarla.
-¿Cómo la despierta?
-Recibiendo a L'Express, por ejemplo.
-¿No le parece, que es una empresa de cretinización suplementaria?
-¡No, no y no! Por lo demás, cretinizo, despierto y, después, me ne frego: todo
me da absolutamente lo mismo. A este respecto, querría añadir una precisión. Mientras
usted me interroga, pienso, no dejo de pensar en otra cosa. En días o meses, puede que
diga exactamente lo contrario de lo que acabo de decir. Así, durante 5 años, hablé
mucho de hibernación. Un día viene a verme el doctor Laborit y me dice: "Querido
maestro, hablemos de la hibernación". Le respondí: "Lo lamento, pero ya no me
interesa".
Soy un poco como ese filósofo que preparaba su propia tumba, en Figueras. Quería
un panteón extraordinario. Cada vez que veía a su contratista, le hablaba horas del
asunto. Un día el contratista le dijo: "Señor, encontré el lugar ideal. Ante un
paisaje maravilloso, sin tramontana ni humedad y, lo que es mejor, barato". El
filósofo responde: "Ya no me interesa". Golpe teatral. "¿Por qué,
pues?", inquiere el contratista. "Acabo de reflexionar, explica el filósofo.
¿A qué todo esto, si no muero?"
-En sus libros habló pésimamente de Le Corbusier. Lo llamó
Corbu//sarnoso, Corbeau//cuervo//, etcétera. Afirmaba que él se había {equivocado
totalmente con el hormigón armado. ¿Siempre es de esa opinión?
-Me pasó algo sorprendente a propósito de Le Corbusier. Un día que estaba en la
estación de Perpiñán, me cruzó una idea por el espíritu: "Le Corbusier, la
inteligencia más pesada del mundo, está ahogándose". Lo comuniqué al señor
Pagés, inventor de la antigravitación, con quien acababa de encontrarme. Justo en ese
momento llega un periodista que me hace saber la muerte de Le Corbusier. Ahogado.
Entonces, de inmediato, encargué un manojo de flores.
Después, todos los años las hice llevar a su tumba. Estoy seguro de que es el
único ramo de flores espléndidas que él recibe. Soy muy gentleman. Ni bien muere uno de
mis enemigos, lo tapo de flores. Para que, si realmente está en alguna parte, trabaje
para mí.
-¿Todavía tiene grandes enemigos vivos?
-Creo que ninguno. Pero querría que el mundo entero fuese mi enemigo. Las personas
inteligentes que están contra mí son muy estimables. Lo peor, lo terrible, son las
personas tontas que me defienden. Los subdalinianos. |
-¿A qué
escritor estima más?
-Según mi parecer, el mayor genio es Raymond Roussel, es decir, exactamente lo
contrario de Julio Veme. Considero a Julio Veme uno de los cretinos más fundamentales de
nuestra época. Embarcó a la humanidad en las chiquilinadas... Empezando por la conquista
del espacio, donde no hay absolutamente nada que encontrar, ya que todo el Universo
converge hacia la Tierra, y la Tierra es el único planeta donde se manifiesta ese
fenómeno inaudito que se llama vida. ¿Para qué conquistar la Luna si, inclusive en
nuestro planeta, hay muchos terrenos que no valen nada? La única sección importante de
la Tierra es, en definitiva, la región comprendida entre Figueras y Tolosa. Pero
inclusive allí hay realmente muy pocas cosas que valgan la pena. Todo lo importante está
concentrado en los alrededores de la estación de Perpiñán.
-Para usted, la estación de Perpiñán, ¿es el centro del cosmos?
-Es el lugar que resistió en el momento más trágico de nuestra historia
geológica, el momento cuando se formó el golfo de Vizcaya. Cuando los continentes se
separaron, se formó el golfo de Vizcaya. Si los Pirineos, en el paraje exacto donde se
encuentra la estación de Perpiñán, no hubiesen resistido en ese momento, nos rodearía
todo tipo de animales, y jamás habría habido ni Vermeer, ni Velázquez, ni el general
Franco, ni Dalí, ni nada.
-Admitiendo que sea verdad lo que dice, y que. la suerte del planeta haya
dependido realmente de esa punta de terreno, ¿por qué es tan importante, aún hoy, a sus
ojos?
-Porque los fenómenos de orden geológico que acabo de evocar fueron seguidos
allí por fenómenos de la cultura humana. Estoy estudiando por qué hay que restaurar la
monarquía en Rumania. Muy simplemente, porque vino un día un señor, de Sevilla, e
inventó Rumania. ¿Quién? El emperador Trajano. Por lo demás, todo esto está escrito
con diáfana claridad en la columna trajana, en Roma, que es la primera dibujada en el
mundo. Si las personas, en lugar de leer las columnas de los diarios, cuya información es
lamentable, tuvieran la paciencia de leer la columna trajana, comprenderían muchas cosas.
Y, ante todo, que la columna trajana fue esculpida por andaluces, es decir los Picasso de
los tiempos de Trajano.
-El placer, la fiesta, ¿qué papel desempeñan en su vida?
-Un papel esencial. Creo que la vida debe ser una fiesta continua. Estoy contra
Descartes porque era un señor que pensaba. Yo jamás pienso, juego. El hombre a quien
más detesto en el mundo, se lo voy a decir, es Augusto Rodin. Porque es el autor de una
escultura abominable que representa a un pensador, la cabeza apoyada en una mano. En esa
posición nunca se puede crear. Ni defecar. Sólo se puede crear a condición de jugar.
Los mayores cornudos de todos los tiempos, son personas como Rodin, Descartes y, sobre
todo, como Karl Marx. Ahí tiene un tipo que pasó no sé cuántos años escribiendo El
Capital. Todo lo que dijo es el revés de la realidad. Entre otras cosas, predijo la lucha
de clases: ya no las hay porque las clases desaparecen. Por el contrario, él no había
previsto la verdadera lucha de nuestra época, es decir la lucha de las razas. Sobre
China, Japón, Israel, el mundo árabe, etcétera: nada, ni una palabra.
Eso no tiene nada de sorprendente. Karl Marx, como Descartes, era un individuo de
tipo respiratorio. Los digestivos son de tipo mucho más interesante.
-¿Y usted, se clasifica entre los digestivos?.
-Yo digiero cada vez con mayor satisfacción. Descubrí que el momento más
importante en la vida es el momento de la excreción. Una cosa que me revuelve es la
trivialidad de las letrinas. Sea Kruschev, Stalin, todo el mundo está reducido a utilizar
las mismas.
-¿Querría cambiar eso?
-Proyecté una suerte de sitial. Lo dibujé. Voy a exponerlo. Son delfines. En el
"sepulcrum" de los romanos, dos delfines se entrelazaban por la cola. Yo pongo
los delfines lomo contra lomo, la cola para abajo, ambas cabezas al aire. De modo que se
pueda utilizar cada boca para su uso específico.
Eso me recuerda una historia maravillosa que me contó el poeta Federico García
Lorca. Su amigo, el compositor Manuel de Falla, era muy meticuloso, muy maníaco. Un día
le dijo a Lorca: "Me voy para un concierto. ¿Puedes prepararme la valija?" Y
añade: "Toma esta tabla y ponla en el medio. -¿Para? -Porque jamás hay que mezclar
lo que toca las partes nobles del cuerno con calzoncillos y medias. Siempre las separo en
mi valija".
-Volvamos a la fiesta. ¿Qué significa esa palabra para usted?
-Para mí, la fiesta es el fuego de artificio constante. Es encontrar a gente a
quien se ve muy poco, decirle cosas que la influyan, hacerla cambiar de opinión,
trastornarla, cretinizarla, volverla más inteligente. Embellecer a los feos y afear a los
bellos. Es manipular a la gente de mi época divirtiéndola.
-¿Cómo soporta la soledad?
-Nunca estoy solo. Tengo la costumbre de estar siempre con Salvador Dalí. Créame,
eso es una fiesta permanente.
-¿Pintar forma parte de la fiesta?.
-¡Y no! En mi casa, en Port Lligat, cuando pinto sigo los consejos de Rafael, que
decía: "Cuando se quiere lograr algo, hay .que pensar siempre y sobre todo en otra
cosa". Por ende, cuando pinto, siempre está Gala que me lee libros. No escucho lo
que lee, porque escucho la música que, al mismo tiempo, suena en el combinado. Pero, a
decir verdad, tampoco escucho la música. Porque pienso en otras cosas. Al cabo de la
jornada, me hallo muy sorprendido de lo que hice, sin saber cabalmente cómo salió. Cada
cuadro es el producto de una fiesta perpetua de mi espíritu.
-¿La técnica no le da trabajo?
-No me preocupo por eso. Quienes se preocupan por la técnica yerran en todo.
-¿De dónde sacó la suya? ¿La aprendió en la escuela?.
-Frecuenté la Escuela de Bellas Artes de Madrid, una de las mejores escuelas del
mundo. Pero no aproveché las lecciones que allí me daban, porque en ese momento hacía
cubismo. A pesar de todo, algo debió quedarme. Un día, alguien me dijo: "Tiene una
técnica absolutamente extraordinaria; tendría que escribir un libro sobre la
técnica". Entonces, escribí ese libro. Jugando. Inventé recetas completamente
fantasiosas. Ahora, cuando quiero pintar algo, me refiero a ese libro escrito en broma. Lo
que quiere decir que en el fondo, yo jamás bromeo. A veces, digo cosas para asombrar a
los periodistas, para chocar. A menudo, lo que dije en chiste se revela más verídico que
lo que creía serio.
-Usted habla de su fiesta personal. ¿Pero no pinta jamas sus cuadros para
el placer ajeno?
-No, no. El objetivo de los cuadros, de veras, es puramente comercial. Una frase de
Gustavo Moreau me impresionó mucho: "Dejo de pintar mi pedazo, decía, solamente
cuando veo que el oro surge de la punta de mi pincel". Yo observo eso al pie de la
letra. Inclusive los pescadores de Cadaqués lo dicen: "Ese cerdo de Dalí, con su
pincelito, hace oro". Soy místico como todos los españoles. Ser místico es hacer
oro.
-¿No es ese amor por el oro el que lo malquistó con los surrealistas y
especialmente con André Bretón?.
-Yo digo con Luis XIV: "El surrealismo soy yo. Todos los demás se engañaron,
porque eran románticos". Dicho lo cual, me asombré mucho cuando recibí la
participación de la muerte de André Bretón, al leer allí: "Buscó el oro del
tiempo". Eso me pareció muy curioso, viniendo de un hombre que tanto me había
acusado de avidez y que, para designarme, había inventado el sobrenombre "Ávida
Dollars", anagrama de Salvador Dalí. Entonces pensé: "El buscó el oro del
tiempo, y yo lo encontré".
-¿Qué lo autoriza a decir que el surrealismo es usted?
-Soy el único surrealista verdaderamente salido del romanticismo. Los otros, con
su romanticismo, provocaron todas las catástrofes. La invasión de Hitler es el producto
del surrealismo, la revolución de mayo de 1968 también, Yo soy el único surrealista
clásico que vive cerca del Mediterráneo, en regiones claras, mientras que todos los
demás están enmarañados por el romanticismo alemán.
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