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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Daniel Viglietti
Trabajo de hormiga, canto de cigarra

Integrante de la camada de grandes cantores uruguayos de la década del sesenta, Daniel Viglietti es uno de los tantos artistas que hoy andan diseminados por el mundo. Reaparecido en la discografía argentina a través de la reedición de uno de sus discos y de sus versiones castellanas para los textos de Chico Buarque, reafirmó su vigencia en 1983 a 44 años de su nacimiento.

Juan José Salinas
revista humor
octubre 1983

 

 

Esta entrevista es el producto de una casualidad. El encuentro de un argentino residente en Cataluña -Salinas- con un uruguayo residente en París -Daniel Viglietti-, en el Colegio de Abogados de Barcelona.
A los 44 años, Daniel Viglietti sigue luciendo el mismo pelo llovido, el gesto de sinceridad y el aspecto de adolescente desorientado que le recordábamos. También, por qué no, un parecido evidente con César Luis Menotti, que se hace patente en las fotografías.
Antes de comenzar la nota, al hojear un diario que daba cuenta del apoyo de Massera al peronismo, Viglietti susurró: "¡Qué difícil es ser argentino!". Y no nos animamos a contradecirlo.

-¿Cómo te encontras después de tantos años de exilio y lejanía? Contá un poco de tu circunstancia...

-Más que de mi circunstancia te voy a hablar de hoy. Hoy estoy especialmente alegre y siento más confianza en el futuro que la que siempre tengo. Digo esto dejando claro que no me parece mal tener cierta angustia por las cosas que pasan, por las que nos han pasado. Tenemos que tratar de que no hayan pasado en vano y, claro, el recuerdo es una carga cotidiana. Esa memoria de lo que nos ha ocurrido, es una memoria que nadie debe secuestrarnos, que no debe desaparecer. Esta es quizá la mayor frustración, la mayor derrota de los terroristas de estado: no pueden quitarnos nuestra memoria. Estos sentimientos contradictorios conviven en cada exiliado; una mezcla de canto, de encuentro, de aprendizaje de otros pueblos, en mi caso también de intercambio con otros cantantes... Esta es mi vida de todos los días, llena de preguntas y de dudas, yo no creo en las respuestas absolutas, creo que las respuestas se forman a través de preguntarse muchas cosas. Pero hoy los vasos comunicantes hacen que tienda más hacia la alegría. Porque vengo de, escuchar a Tomás Borge, el compañero dirigente de la revolución sandinista, y sus palabras nos han hecho mucho bien a muchos de los que lo escuchamos. Han sido palabras fuertes pero que sin embargo no han tenido vergüenza de la ternura y del amor. Una fuerza humana, lo contrario de la fuerza de esos robots que terminan asesinando todo lo humano. Yo ya conocía a Borge; tuve la suerte de poder hablar con él en Managua, en ocasión del Festival de la Nueva Canción. Supongo que en la Argentina estarán enterados ya que participaron Mercedes Sosa y el Quinteto Tiempo entre otros...

-¿Tanto te impresionaron sus palabras?

-Sí, me pareció que en ellas había centenares de canciones, de poemas articulados en un hilo de discurso político. Fue muy hermoso.

-¿Pensas volver a la Argentina pronto?

-Quiero volver a mi casa, a nuestra casa de la que nos echaron. Volver a Buenos Aires, ir a cualquier otro rincón de la Argentina -porque en Argentina hay muchos aires buenos- es casi como estar en casa. Un casi, que es bien finito. Hay una prueba de identidad que es el hecho de poder pasar desapercibido. Ustedes en nuestro paisito, tanto como nosotros en su paisote, podemos hacerlo sin dificultad. Acá no; un exiliado, un inmigrante, es rápidamente ubicado como sapo de otro pozo. Es muy fuerte el deseo de regresar, no sólo por esto sino por todo lo ocurrido y porque el ser humano no está hecho para aceptar prohibiciones, mutilaciones, genocidios. Impedir que uno viva en el lugar en que nació y se crió es también una especie de genocidio, aun cuando sea incruento y de menor importancia. Pero la materia es la misma. Estoy fuera de mi ámbito natural y es evidente que ciertas canciones están hechas para ciertos oídos. Es como si sacaras a Raimon de Valencia y Cataluña. El ya fue y seguramente algún día volverá a cantar en el Uruguay, pero su sitio está aquí. Tengo tremendas ganas de volver, como tanta otra gente con otros oficios y otros quehaceres. Necesito esa comunicación con nuestra gente.

-¿Cuál ha sido para vos tu evolución musical en estos años? ¿Pensas que te enriqueciste?

-Es un proceso global que me resulta imposible describir. En un reportaje que en el 73 me hizo Mario Benedetti, me preguntó cómo me definiría. Yo le respondí que como músico. No como poeta ni como letrista, que esas son otras categorías... Ahora sigo pensando lo mismo. Pero no podría definir mi evolución; me parece que está tan unido lo que canta la garganta, lo que piensa la cabeza, lo que rasga mi mano, lo que me miente el riñón, me respira el pulmón o me dice el ojo que no sé qué decir. Yo presto mucha atención a la realidad, a un paisaje humano que siempre me ofrece enseñanzas ya sea de lo bueno o de lo malo. Cuando era botija fui al conservatorio; desde entonces éste se agrandó mucho y ahora sé que hay un solfeo de los sentimientos, una gramática diferente... Tampoco me siento un músico neto, ni un guitarrista ni un poeta. Me siento simplemente un hombre que transita esos cauces, un ser humano que trata de comunicarse con los demás, trata de recibir y trasmitir mensajes en un mundo organizado para destruir esos mensajes. El capitalismo los bloquea, los manipula, les cambia el sentido. Lo venía comentando hace un momento en el taxi respecto del tratamiento de los medios de comunicación masiva sobre el derribo del Jumbo surcoreano. Hay una guerra de la comunicación que no podemos perder, una guerra en la que el imperialismo hace con las noticias una destrucción tal como si utilizase la bomba neutrónica, deja en pie la apariencia mientras destruye la verdad...

-¿Consideras que ahora la música latinoamericana es bien conocida en Europa?

-Bueno... Lo que la cabeza, los ojos y los oídos de Europa no conocen, obviamente no es conocido por el resto. Es como lo que decía hace un rato Tomás Borge, que los europeos -refiriéndose al Poder, a su prensa y no a Juan Pueblo- sólo conocen una parte del cuerpo humano. Tienen cierta imagen de América Latina y también de su música. No es para nada una imagen profunda. De todas maneras cada vez esta visión va mejorando; a medida que en los países centrales se comienza a padecer una crisis que cada vez es más profunda, con toda sus secuelas políticas y sociales, los puntos de contacto entre las hormiguitas de cada continente -esas hormiguitas a las que yo les canto- empiezan a dar como resultado que se conozcan más las cosas de allí.

-Te habrás enterado que en Argentina se han publicado varios artículos, se comenta bastante acerca de los conflictos que se pueden producir, que quizá ya se están produciendo, entre los que nos fuimos y los que se quedaron. Entre las dos suertes de exilio; el interno y el externo. ¿Qué pensás vos de esto?

-Los roces son una de las formas de la comunicación, la discusión también. Es una etapa que no se puede eludir y que con un poco de buena voluntad puede ser muy positiva. Hay que confrontar dos experiencias que en principio parecen intransferibles, para las cuales no bastan para nada las cartas que cruzan el océano. Una carta, un encuentro fugaz, con todo lo hermoso que pueden ser, son insuficientes. Sólo estas experiencias se podrán procesar en un encuentro real y prolongado. Los amantes deben reencontrarse. El reencuentro será conflictivo, en nosotros está hacerlo positivo.

-Después de ocho años fuera del Uruguay, de siete que no estás en Argentina, ¿cuáles son tus proyectos?

-A veces pasa que son las tareas más prioritarias las que se retrasan. Yo tengo que poner al día mi discografía, tengo las canciones y las vengo cantando desde hace cuatro o cinco años. Sólo me hace falta parar de cantar, concentrarme y ponerme a hacer el primer disco -material tengo para hacer dos o tres-que se va a llamar Trabajo de Hormiga. Nunca estuve tan seguro de un nombre antes de grabar. En este disco se darán cita sentimientos que son y al mismo tiempo no son míos, que he aprehendido en todo este viaje circular...

-Fuera de lo musical, sé que tenes vinculaciones estrechas con varios escritores y hace un rato estabas con Galeano. ¿Que haces con ellos?

-El compartir el trabajo con algunos escritores ha sido una experiencia formidable en estos años. Hacemos experiencias en el escenario, música y textos poéticos sin ningún tipo previo de escenificación teatral. Sólo dos seres que naturalmente se sientan, uno en una silla para decir lo que piensa y lo que siente, otro en otra para tocar y cantar lo que siente y piensa. Con Eduardo Galeano lo hice muchas más veces porque estamos cerca; yo en París y él en Barcelona; con Mario Benedetti nos vimos menos porque vivía en Cuba -ahora se mudó a Madrid-, pero así y todo hicimos recitales en México, y tuve la gran alegría de poderlo hacer con Juan Gelman, a quien considero uno de los mayores poetas en lengua castellana. A mí me gusta mucho la poesía, soy un profundo admirador de César Vallejo y no por casualidad mi hijita se llama Trilce. Tampoco es casual que me guste tanto Gelman, ya que creo que en él aparece la misma raíz que en Vallejo. Tengo pensado, me gustaría mucho, seguir haciendo cosas con Eduardo, Mario y Juan, grabar un disco por ejemplo. Con Galeano, además de sus textos, hemos hecho lecturas de los muchísimos poemas que se han producido en las cárceles uruguayas. Tanto en el penal de Libertad como en el de Punta Rieles, donde están las mujeres, se ha escrito mucho y bueno. Cosa que no nos puede extrañar ya que en Libertad estuvieron presos mucho tiempo Aníbal Sampayo y Ricardo Collazo. Pero es que hay muchos otros cantores, poetas y periodistas, Y hay multitud de canciones, de artesanía, que creo que hay que dar a conocer. La actividad de los presos uruguayos ha supuesto en gran medida la continuidad de la creación en mi país y da la exacta medida de la impotencia de la dictadura para destruir la creatividad popular. En el centro mismo del laboratorio de la destrucción, la creación popular continuó.

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-¿Qué opinas del Canto Popular Uruguayo, del rock nacional argentino?

-Está relacionado con lo que te decía de los presos. Es un fenómeno cultural de gran importancia porque es la parte emergente de un gran sentimiento colectivo. Lo que se ve, lo que se oye de un sentimiento que estuvo reprimido y silenciado. Yo no descubro al Canto Popular Uruguayo ahora, ya que lo vengo siguiendo desde sus comienzos. Ellos se encargaron de que la irrupción de la dictadura no supusiera una interrupción casi, apenas un breve paréntesis. Los cantantes de mi generación o fueron expulsados o decidieron irse; entonces se produjo un vaciamiento, pero ya en el 74 y 75 comenzó a sonar tímidamente un relevo que en el 77 tomó definitivo cuerpo. El Canto Popular Uruguayo es hoy un movimiento con decenas de solistas, con decenas de grupos, con una amplitud de estilos que permite elegir. Hay experiencias muy exploradoras, muy inquietas, que rompen la tradición aun amándola y que son las que a mí más me gustan. Esto no impide que haya otra gente con una canción más tradicional, más prolongadora si se quiere de lo que se hizo antes. Me siento feliz de que el movimiento tenga repercusión en Argentina, me parece una hermosa muestra de la internacionalización de la canción, así como me parece maravilloso que en Argentina se escuche tanto a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanes y a la Nueva Trova Cubana...Las fronteras comienzan a saltar en pedazos; no hace mucho nos asombraba que Violeta Parra fuese escuchada en Argentina y Uruguay porque era un mérito titánico atravesar la cordillera. Aquella fue una de las primeras victorias sobre la política balcanizadora del imperialismo. Ahora ya saltamos muchos más escollos, incluso podemos escuchar el canto popular de Nicaragua... En Argentina, en gran medida un movimiento similar siguió su curso a través del rock. A mí particularmente me gusta mucho León Gieco y me alegró mucho saber que actuó con mucho éxito en Montevideo. Espero que de aquí en más nunca estemos aislados, que esta interrelación continúe y se profundice. Todos aprendemos de todos y al fin y al cabo, esto quiero que lo destaques, mi generación, yo en particular tiene una deuda de gratitud con Atahualpa Yupanqui. El es el padre de todos nosotros.

-¿Quiénes son nosotros? ¿Hablas de los cantantes uruguayos de tu generación?

-Sí, respecto a Yupanqui sí. Te puedo hacer un mapa de los cantantes uruguayos exiliados: Aníbal Sampayo y Ricardo Collazo están en Suecia; Héctor Numa Moraes está en Holanda; Jorge Estela, Ricardo Comba y Yamandú Palacios en España; Marcos Velázquez y yo en Francia... y del otro lado del océano están Los Olimareños y José Carbajal en México, Zitarrosa en Buenos Aires... y seguramente me olvido alguno.

-Volviendo a tu deseo de viajar a Argentina ¿nos podes adelantar una fecha aproximada? ¿Qué es lo que más ganas tenes de hacer apenas llegues a tu segundo hogar?

-Supongo que no mucho más tarde de fin de año estaré por allí. Lo primero que quiero hacer es cantar, antes que nada cantar.

-¿Y al Uruguay? ¿Tenes optimismo acerca de regresar pronto?

-Sí, claro. Pero es un optimismo que todavía no tiene fecha... Quiero que digas que al llegar a Buenos Aires lo que más me gustaría sería trabajar con Juan Gelman. Me gustaría volver y que él también pudiese volver conmigo.

-¿Tenes planificada alguna gira en lo que resta del año?

-Tenía una en los Estados Unidos pero como ya te dije me negaron la visa de entrada. Ahora voy a hacer un viaje rápido a México y después voy a ir a Alemania a ponerle música a una versión para la radio del Popol Vuh, el libro de las tradiciones sagradas de los mayas que los colonizadores españoles buscaron afanosamente destruir. Es un texto que nos habla sobre el origen de la vida, sobre el desarrollo de aquella civilización. Una muestra de la memoria histórica que fue salvada por los sacerdotes mayas y fue reconstruida y traducida por Miguel Angel Asturias y otros. Después iré a América Latina y ojalá tenga la posibilidad de estar en Argentina, de encontrarme una Argentina diferente.

 

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