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"Primero te acuchillo y te
mando al hospital, después te hago engordar y te mato", dice uno de los proverbios
más populares en Ravanusa, pueblo natal de Cándido Ciuni, el hotelero de 44 años
asesinado por cuatro mafiosos la noche del 27 de octubre de 1970 en Palermo, la capital de
Sicilia. Su muerte no era más que la macabra confirmación del proverbio: seis días
antes, Ciuni había sido acuchillado en su hotel, primer paso de la inexorable sentencia
del tribunal de la mafia. Pese a la saña de los ejecutores, el expediente motivado por el
crimen es sólo uno más entre los centenares acumulados por la comisión antimafia del
parlamento italiano, durante una investigación de siete años. Explosivas conclusiones
que el 31 de diciembre pasado fueron entregadas a los presidentes de las dos cámaras.
"Hay nombres y apellidos. Personas insospechadas e insospechables. En el informe hay
dinamita y no será culpa nuestra si alguien intenta mojar la pólvora o apagar la
mecha", fue la prudente advertencia del presidente de la comisión, Francesco
Cattanei. Tratarán de hacerlo, por supuesto, aunque para algunos, seguramente, será
demasiado tarde: la ofensiva policial -iniciada hace bastante tiempo pero incrementada
hace algo más de dos meses- parece estar a punto de cobrar sus primeras presas.
Fue precisamente la noche del 29 de octubre, a sólo 53 horas del ametrallamiento
de Ciuni, que el jefe de la policía palermitana, Angelo Vicario (56), nativo de Messina y
brazo derecho desde hace más de tres años de Franco Restivo, ministro del Interior, puso
por primera vez el dedo en la llaga. Lo hizo en el curso de una conferencia de prensa
ofrecida en la oficina del prefecto de Palermo, y a la que asistieron un general de
carabineros y un alto funcionario de contraespionaje. "La mafia no bromea y no puede
ser tomada como algo sin importancia", fueron sus primeras palabras. Un juicio que
los numerosos enviados especiales que lo acompañaban tenían sobrados motivos para
compartir. No era novedad tampoco para Mauro de Mauro, periodista del diario Ora, de
Palermo, secuestrado en el portón de su propia casa y desaparecido desde hacía 45 días;
por otra parte, el caso Ciuni era un clásico ejemplo de lucha entre mafiosos, homicidios
que jamás dejaban rastro. Pero fue el nombre de Vito Ciancimino -recientemente electo
intendente de Palermo-, vigilado desde tiempo atrás por la comisión antimafia, lo que
precipitó los acontecimientos. "Descarto que en la lucha contra la mafia los
políticos italianos hayamos puesto obstáculos -reconoció Vicari-. Pero al permitirme
hablar como ciudadano libre debo decir que comparto las reservas hechas por la comisión
antimafia sobre la elección del intendente de Palermo, Ciancimino", supuestamente
emparentado a la logia.
La respuesta fue igualmente violenta. "Enjuiciaré inmediatamente a Vicari, y
con, él a todos los que me acusen de mafioso -amenazó Ciancimino-. Denuncio a la
policía de Palermo, que continúa emitiendo informes falsos sobre mi persona."
Entretanto, despreocupado, de las posibles consecuencias de su declaración, Vicari voló
a Roma para entrevistarse con los parlamentaristas de la antimafia. "No creo que esta
vez la policía se haya echado atrás", se ufanó antes de partir, satisfecho al
parecer de haber dado finalmente una respuesta a izquierdistas y socialistas, perplejos
ante el renovado empeño antimafioso del jefe de policía. Algo que el presidente de la
comisión, Cattanei, definió como "una tentativa de cercar y probablemente derribar
a un adversario en dificultades".
LOS VIRREYES DE PALERMO
A partir de ese momento, el hall
del Hotel delle Palme, donde el periodismo peninsular había instalado su centro de
operaciones, se convirtió en un verdadero campo de batalla. El primer dardo fue dirigido
contra un hombre que gobernó en el ámbito de la secta: Salvo Lima (42), intendente de
Palermo durante siete años, diputado electo en 1968 con una ventaja de más de 80 mil
votos. Convencerlo de que hablara, sin embargo, no resultó fácil. Después de largas
tratativas y tensas esperas acabó por acceder, no sin antes enviar una advertencia por
intermedio del asesor de trabajo de la región siciliana: "El señor desea un
encuentro leal, sin golpes bajos o trabas". Una vez en el hotel, apoltronado en uno
de los sillones del hall, el caudillo se mostró cauteloso en extremo. "La mafia
existe y es inútil negarlo sentenció en tono pacato. Además, no dudo en
reconocer que muchos políticos, asediados por el ansia electoral, hayan negociado en
Sicilia votos provenientes de la mafia. Actuaron estúpidamente o con ligereza, pero nadie
ha probado que estuvieran obligados a pagar un precio". Una ingenuidad que los
periódicos de izquierda de Italia se encargaron de destacar.
No hay ninguna seguridad de que la investigación parlamentaria señale
identifique a los verdaderos cerebros de la organización. A eso aludía el
propio presidente de la comisión en la amarga reflexión hecha pocos días antes de
Navidad: "No me parece justo esconder la verdad proclamó. El hecho es
que la verdadera mafia nunca ha sido castigada. Hablo de la llamada mafia dirigente, que
tal vez condena verbaImente el fenómeno mafioso, mientras teje a diario su trama. Se
trata de personas que están, en apariencia, por encima de toda sospecha, que gozan de
protección autorizada y, por lo tanto, muy rara vez sufren el infortunio de quedar
atrapados en la malla de la justicia. Hacia ellos debe apuntar la verdadera indagación.
Caso contrario, seguiremos como si nada hubiera pasado".
LO QUE RINDE UN REPOLLO
Es que conmover los cimientos de
una organización tan arraigada en el espíritu y las costumbres de un pueblo no es una
empresa fácil. Sus primeras manifestaciones pueden encontrarse hacia principios del siglo
XIV, cuando los barones feudales encargaban a los mafiosos la tarea de recaudar impuestos
sobre sus tierras. Fue a partir del 1700 que se inició su incesante crecimiento,
ejerciendo el control de los servicios públicos, los mercados de abastecimiento
alimenticio y las oficinas de recaudación municipal. Más adelante tocaría el turno al
boom edilicio y las drogas, el más rentable de los comercios en toda la historia de la
mafia.
Los grupos mafiosos italianos 18 organizaciones, a menudo enemistadas entre
ellas operan preferentemente en la Sicilia occidental. En Caltanissetta, reserva de
caza de Genco Russo y de Calogero Vizzini, hasta las oficinas electorales están bajo
control de la mafia. Lo mismo sucede en Trapani, donde se dio la paradójica situación de
que las barracas para albergar a los damnificados del valle de Belice durante las últimas
inundaciones fueran construidas por el grupo mafioso que comanda Salvatore Zizzo. Hasta no
hace mucho, Ruggero Montalbano, Calogero Capizzi y Carmelo Torretta regenteaban el
monopolio del mercado frutícola de Agrigento, región que produce la mejor fruta de
Sicilia. Cuando los tres fueron encarcelados, una nueva dirección mafiosa se hizo cargo
de las operaciones. Sin embargo, es en Palermo donde la organización cobra dimensiones
macroscópicas. Esa ciudad, de 740 mil habitantes, no es sólo la capital de Sicilia sino
también de la mafia. Desde allí se maneja una red ajustadísima de controles a la que no
escapan ni siquiera las flores y las pompas fúnebres. Ha sido precisamente en Palermo
donde la comisión antimafia recogió el material más explosivo.
Buscando controlar los mercados generales de la ciudad un comercio anual de
50 mil toneladas de frutas, 30 mil de verduras, 19 mil de papas y cebollas a los precios
más altos de Italia- se entabló de 1955 a 1959 una furiosa lucha entre dos, bandas
mafiosas: la de Giardini -que hacia 1930 controlaba hasta los pozos de agua de los campos
que rodean a Palermo- y la de Acquasanta. Fue necesario que 42 personas murieran a golpes,
arteramente, para que se llegara a un acuerdo y se dividiera el terreno, según
constancias recogidas por la comisión antimafia. Una investigación de setiembre de 1969,
hecha en los mercados de Palermo, demostró que operan con amplia libertad de acción 18
notables mafiosos -ya denunciados por asociación en la delincuencia-, 64 mayoristas y 32
comisarios de productos hortifrutícolas. Todos ellos regularmente inscriptos en la
Cámara de Comercio a pesar de sus antecedentes penales.
El 30 por ciento de los mayoristas que en los mataderos y frigoríficos de Sicilia
comercia 5 millones de kilos de carne fresca y 6 de carne congelada por año tiene
prontuario policial; algo similar a lo que sucede con el pescado, aunque en este caso se
observan algunos agravantes: de acuerdo a los documentos de la comisión parlamentaria,
uno de los distribuidores, el mafioso Angelo Ruggieri, ha negociado el 55 por ciento de
las 35 mil toneladas de pescado consumidas en Sicilia el año pasado: recogió una
utilidad equivalente a 10 mil millones de pesos viejos.
LA MAFIA EDILICIA
Es el rubro de la construcción,
sin embargo, el que parece más corrompido por la intervención de la onorata societá.
Según la comisión, la mafia controla directamente los precios de venta de los terrenos
edificables, de los materiales de construcción y hasta los servicios de autotransporte. |
Los negocios más brillantes en este
campo son concedidos inevitablemente a los mafiosos, llegándose a adjudicarles las
licencias de edificación ya otorgadas. Entre 1959 y 1963, el 80 por ciento de estas
licencias fueron concedidas a cinco testaferros de los grandes mafiosos. Un albañil tuvo
1.136 licencias y un vendedor de leña, 702. Hasta 1968, en que fue condenado a 22 años
de reclusión, Angelo La Barbera (44) fue el jefe indiscutido de la mafia edilicia al
viejo estilo; es decir, aquella que no mantenía relaciones con el mundo político. Hijo
de un vendedor de leña y carbón, emigró muy joven a los Estados Unidos, de donde tuvo
que salir apresuradamente en 1961 después de una escaramuza con mafiosos neoyorquinos.
Nuevamente en Italia, ingresó al negocio de la construcción como lugarteniente de uno de
los grandes bonetes, iniciando su ascenso al poder. De allí en adelante, todos los que
intentaron constituirse en obstáculo desaparecían de improviso y sin dejar el menor
rastro. En 1955, La Barbera accede por la fuerza a un puesto muy disputado: abastecedor en
exclusividad del constructor Salvatore Moncada. Para mantenerse debió soportar los
embates de otra ambiciosa banda; se cruzaron seis atentados y hubo 19 muertos en los
primeros ocho meses de lucha. Sólo cuando la policía consiguió probar su relación con
el tráfico de drogas fue encarcelado.
Desde entonces, el interés de la investigación está dirigido hacia las
actividades del empresario Coció Vassallo, cuya captura ha sido recomendada por la
policía. No obstante, la comuna y la provincia de Palermo ya invirtieron 700 millones de
liras en alquiler de algunos de sus edificios para destinarlos a escuelas. Es, pues, el
lento perfeccionamiento del soborno y la intensificación de los lazos con el mundo
político regional lo que ha fomentado el crecimiento de la mafia edilicia; no existe
concesión o terreno que no puedan conseguir algunas de las sociedades en las que,
inevitablemente, aparecen los nombres del mesinés Francesco Cambria y de las familias
Corleo y Salvo de Salemi. Nino e Ignacio Salvo, junto a Luigi Corleo, administran un
imperio cuyos beneficios trepan con facilidad al equivalente de 25 mil millones de pesos
por año.
Y EN ESO LLEGO FIDEL
En cierta medida la revolución
cubana es responsable de que la mafia ítalo-norteamericana de Nueva York haya instalado
en Palermo su cuartel general, para el tráfico de drogas. Fue en 1956 dos años
después del asalto al cuartel Moncada de La Habana que los jefes de Cosa Nostra
la mafia estadounidense decidieron abandonar Cuba y valorizar a Sicilia como
zona de tránsito entre Siria y América del Norte. Entre el 12 y 16 de octubre de 1957
los datos y referencias fueron obtenidos durante procesos en Nueva York y Detroit,
en 1964 los jefes internacionales de la droga Giuseppe Bonanno, Vito Vitali,
Francesco Garófalo, Giuseppe Genco Russo, Lucky Luciano y Gaspare Magaddino se
reunieron en el Hotel delle Palme, en Palermo, trazando un plan de acción que contemplaba
los mínimos detalles. En él se establecía que Russo debía asegurar el orden en las
filas de los díscolos jóvenes palermitanos, Garófalo las relaciones con Nueva York,
Magaddino la seguridad de las líneas de trafico. Para los primeros gastos en Sicilia se
destinaron el equivalente de 20 mil millones de pesos moneda nacional: eran muchas las
apetencias a cubrir y los funcionarios a sobornar, aparte de la necesidad de crear un
grupo de sociedades ficticias que enmascararan el comercio de estupefacientes. Magra suma
si se tiene en cuenta que el volumen anual del negocio no es inferior a los 250 mil
millones de pesos, con tendencia a mejorar.
Pese a todas las previsiones, los organizadores cometieron un error al no reparar
en que los mafiosos sicilianos aún no habían asimilado las severísimas leyes que rigen
Cosa Nostra (no emplear jamás ametralladora, comprar el silencio a toda costa, mantener
las filas unidas; castigar las deserciones) y erraron totalmente las tácticas. Los
desastres empezaron el 26 de diciembre de 1952, cuando la banda comandada por Angelo La
Barbera se enfrentó en un campo abierto con la de Totó Greco a causa de un fracasado
contrabando de drogas (23 kilos de heroína). En el primer encuentro Greco perdió a tres
hombres y respondió con un atentado del que a duras penas pudo escapar La Barbera, no sin
dejar en el camino a uno de sus hombres con 63 proyectiles de ametralladora en el cuerpo.
Pocos días después, el capo de la mafia edilicia era recogido por la policía gravemente
herido cerca de la estación ferroviaria de Milán.
Su puesto fue inmediatamente ocupado por Pietro Torretta, igualmente partidario de
las rudezas: diez días más tarde, en Ciaculli, una localidad cercana a Palermo, un Alfa
Romeo cargado de trotyl y destinado a la banda de Greco hizo saltar por el aire a siete
carabineros. En el proceso, librado en Catanzaro y finalizado la víspera de Navidad de
1968, desfilaron 113 imputados; casi todos resultaron absueltos. Torretta fue hallado
culpable de dos homicidios, pero no de los estragos de Ciaculli; fue condenado a 27 años
de reclusión. La Barbera purga todavía 22 años, mientras a Greco lo sentenciaron a 10
años de prisión. Michele Cavataio obtuvo una pena leve y, usufructuando de la libertad
condicional, dejó inmediatamente la cárcel. La alegría, sin embargo, no duró mucho
tiempo: once meses después moría bajo ráfagas de ametralladora en la oficina del
constructor Girolamo Moncada.
El resto es silencio. Una impenetrable cortina cubrió a partir de entonces la
actividad de la mafia, creando una zona de sombra en la que según la comisión
parlamentaria se esconden muchos intocables. Por otra parte, es posible que las
grietas abiertas en la organización siciliana por las últimas batidas policiales (170
arrestos, 96 secuestros de cargamentos, 93 condenas) hayan convencido a los jefes
neoyorquinos de que es preferible tratar directamente con los traficantes franceses y
alemanes, evitando las excesivamente tórridas costas de Sicilia. Una teoría que Interpol
y el FBI rechazan de plano. Para ellos, Sicilia y toda Italia continúa siendo la escala
principal para el tránsito de estupefacientes: simplemente, la organización se habría
perfeccionado, liberándose de incapaces y torpes. Un juicio que, en cierta medida, la
comisión antimafia avala cuando afirma que "la droga es ya el trasfondo de toda
operación financiera de alto nivel, conducida siempre con el beneplácito de la autoridad
política".
EL TIBURÓN Y LOS PECES PEQUEÑOS
Pero no se detienen allí las
afirmaciones del FBI: "La mafia ítalo-americana detenta el monopolio absoluto de la
importación y distribución de estupefacientes en los Estados Unidos. Existen algunas
grietas en Europa, pero se las ingenian para cerrarlas inmediatamente". Tienen
experiencia: llevan ocho siglos de práctica y nunca han militado en sus filas quienes no
tengan en sus venas un poco de sangre siciliana.
Nada más fácil que explicar este deseo de exclusividad, desde una perspectiva
mafiosa, por supuesto. La droga es uno de los negocios más redituables que ha inventado
el hombre. Según el informe que el senador Arthur Mc Clellan presentara al Congreso
norteamericano, cinco años atrás, un kilo de morfina en bruto cuesta en El Líbano o
Siria el equivalente de 400 mil pesos viejos. De ella, un traficante francés obtiene un
kilogramo de heroína pura que vende al mafioso siciliano en unos dos millones. El
mayorista norteamericano, ligado siempre a Cosa Nostra, la recibe a, un precio no inferior
a los 10 millones y la reparte entre cuatro distribuidores, recaudando 5 millones más. En
esta fase de la comercialización, el producto se adultera para que aumente de peso: aquí
es donde el kilo de heroína pura se multiplica 16 veces. Artesanos especialistas la
subdividen en 45 mil sachets que los revendedores de barrio venden a los toxicómanos a 5
dólares (2 mil pesos) cada uno. El valor final del primitivo kilo de heroína (desde las
indagatorias de Mc Clellan el precio se ha triplicado) araña ahora los 100 millones de
pesos viejos.
No puede extrañar, entonces, que en operaciones de esta envergadura estén
mezclados notables de todos los sectores. El mismo presidente de la comisión antimafia lo
atestigua: "Se ha demostrado que existen muchas bandas menores -denuncia- que se
dedican, por ejemplo, a los materiales de construcción; actividades que no son más que
pantallas para el tráfico de la droga, manejado por mafiosos de altísimo nivel, en
apariencia por encima de toda sospecha". También en los sectores de la
administración pública las ramificaciones de la mafia son incontables, y el caso del
intendente de Palermo representa apenas la punta de la madeja. Que llegue a desenredarse
no depende únicamente del fervor y la voluntad de quienes se han empeñado en hacerlo.
Los imponderables de siempre dificultarán, seguramente, la investigación. "Espero
que nadie nos ponga trabas -se ilusiona Cattanei-. Estoy convencido de que se exagera
mucho y las acusaciones pueden esconder juegos políticos subterráneos. Por eso, se debe
conocer toda la verdad." Por eso, también, a nadie asombraría que sus redes, tan
trabajosamente hiladas, atrapen sólo a los peces pequeños, como ha sucedido hasta ahora.
Al fin y al cabo, se está luchando contra una organización que no por casualidad ha
sobrevivido desde la Edad Media. |