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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

CHILE
UNA ZANCADILLA
TRAS OTRA


La prolongada huelga de los patrones camioneros, los rumores golpistas y la renuncia de los ministros militares tensan al máximo los hilos del enfrentamiento entre las derechas y la Unidad Popular. En tanto, los marxistas intentan frenar la escalada opositora mediante movilizaciones obreras.

revista siete días ilustrados
del 3 al 9 septiembre 1973
(para tomar en cuenta en la lectura de la crónica
el 11 de septiembre derrocan a Allende)

 


Allende


Prats


Thieme

 

 

 

El reformismo es incapaz de resolver los problemas del pueblo. (Del programa de gobierno de la Unidad Popular.)
A las 11 de la noche del pasado domingo 26 de agosto, ocho hombres y cuatro mujeres, elegantemente vestidos, ingresaron al coqueto restaurante Insbruck, del barrio Las Condes, en las afueras de Santiago de Chile. Una hora más tarde, mientras deglutían los postres, uno de los mozos llamó discretamente al comensal que parecía monopolizar la charla, invitándolo a salir a la calle. Afuera lo esperaban varios integrantes de los servicios de inteligencia chilenos, quienes lo apresaron. Caía así, en manos de las autoridades, Roberto Thieme, secretario general del núcleo fascista Patria y Libertad. Momentos después corrían igual suerte sus acompañantes, quienes no ofrecieron resistencia pese a poseer armas cortas. Los varones capturados en el restaurante pertenecían a la plana mayor de Patria y Libertad; las mujeres, en cambio, no eran dirigentes. Obvio: los ultraderechistas consideran que la política "es cosa de hombres". Un día después un comunicado del núcleo anunciaba que Ernesto Miller asumía la dirección de la organización clandestina.
Desde el abortado complot militar del 29 de junio pasado los choques entre el gobierno de la Unidad Popular y la oposición han trascendido el terreno de las declaraciones para comenzar a transitar los ríspidos carriles del enfrentamiento abierto. El 25 de julio, por ejemplo, comenzó la huelga de patrones de camiones. Cuando ésta llevaba más de tres semanas se aseguró que la falta de ingresos debilitaba a los huelguistas y tornaba probable un acuerdo entre los transportistas y el gobierno, proclive a otorgar concesiones a los rebeldes para solucionar el grave problema de abastecimiento creado. Súbitamente, el mercado negro chileno registró una masiva afluencia de dólares, al tiempo que los huelguistas se endurecían en sus posiciones. Según afirmaron líderes del oficialismo, las derechas habían insuflado aire a las casi exangües arcas de los camioneros. No sólo eso: también se afirmaba en esos mismos círculos que la afluencia de dólares se efectuó a través de las embajadas de Brasil y Paraguay.
Esa paralización de los suministros, unida a la falta de nafta, hace que sea casi imposible movilizarse en la capital chilena. Entre tanto, continúa la espiral inflacionaria y el auge del mercado negro. El Parlamento, dominado por la oposición, bloquea los proyectos izquierdistas y acusa al gobierno de "violar la Constitución".

¿LA HORA DE LA ESPADA?
En esa situación, las posiciones extremas son las que se consolidan y amplían sus áreas de influencia. Tanto los fascistas de Patria y Libertad como los guevaristas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), pese a no ser los grupos mayoritarios, son los que emergen con posiciones más nítidas, menos cautelosas. Los primeros, para derrocar al gobierno constitucional y restaurar —con una férrea dictadura— el antiguo régimen; los segundos, para aplastar a las derechas y acelerar la construcción del poder socialista. Y la crítica coyuntura provoca —no podía ser de otra manera— un reagrupamiento de fuerzas, que aún no ha culminado. En cada una de las colectividades políticas se vislumbran tácticas distintas, en ocasiones contrapuestas.
Dentro de la coalición gobernante se vislumbran dos líneas. Por un lado, una fracción del Partido Socialista, dirigido por el senador Carlos Altamirano, y la mayoría del Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU) sostienen una política dura ("Avanzar sin transar", es su consigna). Junto a ellos se alinea el MIR; estos sectores —cada vez más unidos— coinciden en crear nuevos embriones de poder obrero paralelo, una versión chilena de los soviets. Al mismo tiempo, se preparan para una eventual guerra civil. "Debemos intentar evitar un enfrentamiento sangriento —afirman—, pero tenemos que estar listos para triunfar si el conflicto estalla de todas maneras."
En otro andarivel se ubican el Partido Comunista, el sector del Partido Socialista que responde al presidente Salvador Allende y al ex secretario general Aniceto Rodríguez, y el Partido Radical (la tercera fuerza de la UP, luego del PS y el PC). Estos caratulan de 'ultraístas' las posiciones del MIR y se empeñan en lograr un diálogo con los sectores de la Democracia Cristiana que orienta el ex candidato presidencial Radomiro Tomic. De ese modo —suponen— aislarían a los núcleos reaccionarios de la DC que, piloteados por el ex presidente Eduardo Frei, actúan hoy estrechamente vinculados al derechista Partido Nacional.
Los sectores democristianos de centroizquierda, piloteados por Tomic, barajan la posibilidad de presentar, en las elecciones generales de 1976, un candidato junto a los grupos más moderados de la UP. En las antípodas se ubica Eduardo Frei. quien propugna un hostigamiento permanente al gobierno de Salvador Allende. Frei —insisten algunos observadores— sería partidario de la tesis de la pera madura: proyecto que contempla una incesante acción de desgaste contra el gobierno hasta que éste renuncie o pueda ser derrocado "con un simple empujón".
La oposición más acérrima, en cambio, no oculta sus planes golpistas. El abogado Sergio Onofre Jarpa, líder del Partido Nacional, intensifica actualmente sus contactos con los generales antimarxistas; los fuerzas de choque de la juventud del PN, además se movilizan junto a los activistas de Patria y Libertad. Los squadristi de ambas vertientes motorizan movilizaciones relámpago, cuya dirección militar ejercen los miembros de Patria y Libertad, cubiertos con cascos y con los rostros semiocultos tras gafas oscuras, pañuelos o bufandas. Ellos orquestan, además, los actos de terrorismo que ya han cobrado media docena de muertos y más de un centenar de heridos.

EL PODER MILITAR
"El factor más determinante hoy día en nuestro país y que adquiere cada vez más caracteres de arbitro, con poderes casi absolutos en el seno de la contienda de clase y hacia donde se dirigen las miradas, son las Fuerzas Armadas, el poder militar y su participación en esta contienda social." Esta frase integra la declaración de la Comisión Política del oficialista Partido Radical chileno, partidario de lograr un acuerdo con las FFAA y con la oposición, que diluya el fantasma de la guerra civil. El PR, además, "El factor más determinante hoy día en nuestro país y que adquiere cada vez más caracteres de árbitro, con poderes casi absolutos en el seno de la contienda de clase y hacia donde se dirigen las miradas, son las Fuerzas Armadas, el poder militar y su participación en esta contienda social" Esta frase integra la declaración de la Comisión Política del oficialista Partido Radical chileno, partidario de lograr un acuerdo con las FFAA y con la oposición, que diluya el fantasma de la guerra civil. El PR, además, tiene habitualmente una posición muy similar a la del presidente Allende y a la del PC. En consecuencia, esa evaluación puede reflejar a todo el sector moderado de la UP.
Es que la participación de los militares en el gabinete formado el jueves 9 de agosto fue considerada por Chicho Allende como "la última posibilidad que tenemos para atacar la subversión; tenemos que evitar que se separe al Gobierno del pueblo y al pueblo de las Fuerzas Armadas." No sólo eso: también el primer mandatario rompió lanzas con la llamada izquierda revolucionaria, al declarar que manejará la ley "en forma implacable contra los grupos de ultraderecha y ultraizquierda que se dan la mano (...) En Chile jamás habrá un Ejército paralelo."
Esta última parte del mensaje aludía a las proclamas del MIR en el sentido de formar milicias y profundizar "la discusión política en el seno de las Fuerzas Armadas", lo que provocó el apresamiento de 23 marineros por realizar propaganda mirista en el crucero Almirante Latorre y en el destructor Blanco Encalada.
Además, es notorio que izquierdas y derechas engrasan sus arsenales para un eventual enfrentamiento. Ya son frecuentes las escaramuzas callejeras entre los militantes del Partido Nacional y Patria y Libertad contra el MIR y las brigadas Elmo Catalán y Ramona Parra, que responden respectivamente al PS y al PC.
Pero el 23 de agosto, la renuncia del general Carlos Prats, ministro de Defensa y comandante en Jefe del Ejército, iniciaba una aguda crisis institucional. Se afirmaba que, luego del frustrado cuartelazo del 29 de junio, los mandos del Ejército habían retirado su confianza a Prats y le habrían sugerido que solicitase su retiro de ambas funciones. Eso provocó un sensible; golpe contra el oficialismo, agravado por las renuncias de los ministros de Hacienda (almirante Raúl Montero, comandante en Jefe de la Armada) y de Obras Públicas y Transportes (general del Aire César Danyau Ruiz, comandante en Jefe de la Fuerza Aérea). No obstante, el general Augusto Pinochet, flamante comandante en Jefe del Ejército, también se inscribe en la línea legalista de su antecesor.
Otra cuestión, además, agita a los partidarios de la UP. En 1970, al iniciar su período presidencial, Salvador Allende prometió una experiencia inédita: transitar hacia el socialismo, sin romper las instituciones del sistema capitalista. A poco de andar se advirtió que la oposición democristiana (que la UP suponía afín a su plataforma) se inclinaba hacia la derecha día a día y, junto al PN y a desprendimientos derechistas del Partido Radical, bloqueaba, desde el Congreso, todas las iniciativas oficiales.
El gobierno de la UP, en consecuencia, no logra articular una estrategia que le permita pasar a la contraofensiva, y sólo pone en marcha medidas reformistas, que no alteran —en el fondo —el sistema productivo chileno.
El martes 28 de agosto, la Cámara de Comercio Minorista (que dice contar con 250 mil adherentes) iniciaba un paro de 48 horas como señal de protesta ante el gobierno. Al mismo tiempo, miles de obreros convocados por la Central Única de Trabajadores se concentraban para expresar su respaldo al gobierno, los hilos se tensaban al máximo, esperando la hora decisiva.
revista siete días ilustrados
septiembre 1973

 

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