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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES

A Dios rogando y en política actuando

Los religiosos de América Latina considerarán próximamente un documento que, de aprobarse sus líneas generales, significará un cambio revolucionario de proporciones, entre otras cosas porque los religiosos constituyen la fuerza organizada más poderosa de la Iglesia en el Subcontinente. La Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) envió recientemente un documento de estudio en el cual se llega a la comprobación de que la pretendida indiferencia política de los religiosos no existe, porque de hecho, con su pasividad en esta materia, están apoyando el statu quo y por lo tanto se colocan en contra del cambio que proponen los Documentos de Medellín. Consideran entonces que en alguna medida deben hacer política, y fundamentan su postura diciendo que en la lucha por la Independencia sus antecesores se comprometieron políticamente con los estados nacientes, apoyando el proceso revolucionario, participaron inclusive como diputados o gobernantes y lucharon además en los ejércitos libertadores. Tal el caso del franciscano Luis Beltrán, que fabricó los cañones dé San Martín con los campanarios de las Iglesias.

Revista Dinamis
1972

 





 

 

ADIÓS A LA INDIFERENCIA
Dos hechos influyeron en los religiosos para llegar a la conclusión de que en el futuro no pueden permanecer indiferentes a la política. Por un lado, una tarea de integración entre las distintas comunidades que vivían en forma independiente y aisladas unas de otras; se llegó así a la creación de organismos diocesanos, nacionales y supranacionales —en este caso el CLAR—, que estudiaron los problemas comunes a todos. Por otro, el análisis de los Documentos de Medellín que cuestionaron a fondo su labor actual y los llevaron a preguntarse cuál es el papel que deben realizar para insertarse en el proceso de cambio que estamos viviendo.
Los religiosos integran la fuerza organizada de la Iglesia latinoamericana más poderosa. En total representan 39.000 hombres (sacerdotes y hermanos) y 130.000 religiosas. Son aquellas personas consagradas que han dado públicamente un voto público —temporal o perpetuo— de pobreza, obediencia y castidad y que además, practican la vida comunitaria. Ciento veintidós instituciones religiosas son masculinas (jesuitas, salesianos, dominicos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Maristas, etc.); quinientas tres, femeninas, entre ellas las Hermanas del Huerto, las Hijas de María Auxiliadora, las Hermanas de la Misericordia, etc. En los varones, el 45% Son extranjeros (la mayor parte españoles, italianos y norteamericanos, en ese orden); en las mujeres el porcentaje baja al 25% (españolas, canadienses e italianas).
CÓMPLICES DE LA DOMINACIÓN
Desde hace una década se notaba cierta inquietud en los medios religiosos. Se palpa un disconformismo por que no se hacía y no se realizaba. En 1966, el colombiano Cecilio De Lora, hacía notar en una reunión del CELAM celebrada en Mar del Plata, que los religiosos debían ensayar nuevos métodos de apostolado si pretendían estar presentes en el proceso de desarrollo que proponía la Iglesia. Se criticó entonces a las comunidades que se ocupaban de la educación de los hijos de las familias adineradas en lugar de prestar su atención a los sectores menesterosos. El documento de la CLAR formula algunas apreciaciones en este aspecto cuando puntualiza que "a través de obras, riquezas o influencia, la Iglesia se encuentra sin saberlo o sin quererlo, aliada con el poder económico y con los gobiernos y se hace así cómplice de la dominación de nuestros pueblos". Por eso propone que los religiosos "sean grupos comprometidos con la parte de la sociedad que más soporta la pobreza y la opresión".
De la reunión de Mar del Plata a la fecha se produjeron algunos cambios notorios. Si bien el grueso de las congregaciones latinoamericanas no se ocupa en atender la educación de las familias adineradas (solo alcanza al 5%), mientras que más del 50% se ocupa de la clase media, se advirtieron algunos cambios notorios en órdenes religiosas que cumplían este cometido. En Buenos Aires, las Hermanas de la Asunción vendieron el colegio que tenían en la residencial zona de Palermo y abrieron tres colegios en zonas pobres, las Hermanas del Sacré Coeur, dejaron asimismo un enorme colegio que tenían en el corazón del Barrio Norte y se replegaron a su casa de Almagro. En México, el colegio más importante del distrito federal, regenteado por los jesuitas desde la época de la colonia, cerró sus puertas produciendo una verdadera conmoción en los sectores de poder.
Mientras se evidenciaba esta retirada, los avances podían palparse especialmente en Brasil y también en Colombia, donde algunas religiosas comenzaban a adentrarse en apartadas zonas rurales en las que el sacerdote llegaba en contadas ocasiones, para asumir el papel de "párrocas". Pablo VI las alentó, autorizándolas a distribuir la comunión entre los fieles, dispensa que se ha extendido a muchos lugares.
Paralelamente, las congregaciones más rígidas comenzaron a experimentar una fuerte sangría que, en algunos casos, significó la deserción del 59 % de los religiosos. En congregaciones más reducidas —especialmente las que tenían sus máximas autoridades en Europa— se produjeron casos de éxodo casi total. En nuestro país tuvo gran resonancia el alejamiento de 19 jesuitas que en forma conjunta solicitaron la reducción al estado laical, por considerar que sus superiores no estaban dispuestos a realizar los cambios que las condiciones exigían. En otras congregaciones es perceptible una tensa situación entre el ala conservadora y la progresista que constituye una fractura irremediable, a pesar de la aparente cohesión que se pretende traslucir.
7.464 religiosos dejaron sus hábitos solo en Latinoamérica en el lapso que va de 1965 a 1968. 3.196 eran del sexo masculino y 4.268 mujeres. Cabe señalar que un número representativo de los que abandonaron la vida religiosa continuaron viviendo en pequeñas comunidades y enrolados en la causa del Evangelio, pero no se tienen cifras precisas de este fenómeno, muy singular en la historia de la Iglesia.
LAS MONJAS OBRERAS
No cabe duda que la deserción fue la que permitió aflojar la rigidez de ciertas normas, que se trasuntó en algunos detalles poco significativos en las órdenes femeninas, como el cambio de hábitos y el acortamiento de las polleras. Pero lo más importante es la libertad que se consiguió para iniciar algunas experiencias pilotos, como las monjas obreras de La Gallareta, en el Chaco santafesino.
"El vivir en una casita como las otras, abrió una dimensión nueva en nuestra vida religiosa. Insensiblemente nos fuimos desprendiendo de convencionalismos, de actitudes proteccionistas, de ese resabio de superioridad que da el hábito religioso", comentaba una hermana de San José, que decidió junto con otras desempeñarse en esta zona boscosa que tiene uno de los más altos índices de subdesarrollo de la Argentina.
"Nos ganamos la vida con nuestro trabajo, lo que sirvió de ejemplo a los vecinos. Desde entonces se esmeraron en hacer huerta, pozo para residuos, etc. Creo que estos ejemplos sencillos indican una labor de promoción. Pero lo importante es que la gente intuye una interioridad que aprecian como valor positivo."
Una religiosa enseña corte y confección y manualidades; otra oficia de enfermera y otra la catequesis y las reuniones de padres. "Al sentirnos hermanos sin privilegio alguno, compartiendo las mismas necesidades, hemos madurado como personas al tener que enfrentar y solucionar distintas situaciones y al compartir la inseguridad económica de los trabajadores."
EL COLONIALISMO RELIGIOSO
Es desde esta perspectiva que debe entenderse la afirmación inicial, de que las religiosas quieren hacer política, Si bien consideran que en algunos casos específicos, las circunstancias obliguen "a participar activamente en la política partidista u optar por cargos públicos", la norma general apunta "a vivir a fondo la solidaridad con los oprimidos, compartir su lucha y sus anhelos, recibir de ellos sus valores propios y creer que ellos son el reverso de la actual sociedad injusta, que aporta elementos de una nueva cultura".
Se tiende entonces a contribuir para que "los mismos oprimidos participen en la construcción de una sociedad nueva que les permita ser personas y expresarse en su propio lenguaje cultural". Pero esto significa la ruptura con un tipo de vida y de relaciones propios de los sectores privilegiados de la sociedad que se hará más patente "en la medida en que estas comunidades denuncien la injusticia y compartan las luchas del pueblo". Esto es lo que entienden los religiosos por hacer política.
Para ello deberán superar la incomprensión de sus máximos superiores que, por lo general, residen en Europa y a quienes, por lo tanto, se les hace difícil comprender la situación concreta por !a que atraviesan en estos momentos las comunidades instaladas en Latinoamérica. Solo el 7,38 % de las congregaciones masculinas tienen su gobierno en este subcontinente; en las órdenes femeninas el porcentaje llega al 27,63 %. En el resto, los centros de dirección están ubicados en Europa (principalmente Italia: 65 % los varones y 29 % las mujeres), en Estados Unidos y en Canadá.
Pero las deserciones sirvieron para ablandar las posiciones más rígidas y es factible pensar que en vistas a lograr la reducción del éxodo, los centros de poder adoptarán una postura más elástica y permitirán a los religiosos ensayar nuevos métodos que permitan la encarnación del Evangelio en un continente convulsionado, como es Latinoamérica.
LA DEPENDENCIA CULTURAL
Los religiosos están convencidos de que con su actual estructura contribuyen a mantener una situación de injusticia que ya no puede continuar y que no pueden seguir con una idea abstracta de la vida religiosa, válida para todos los lugares y todos los tiempos. Interpretan como necesario, recrearla en la presente situación histórica.
Basándose en sus antecesores, alegan que cuando en 1511, Fray Antonio de Montesinos denunció la injusticia del sistema de las encomiendas de indios, hacía política al jugarse por la defensa del pobre. Al igual que el dominico Bartolomé de las Casas, que denunció el estado de dependencia inhumana en que se encontraban los indios. No obstante otro religioso, Ginés de Sepúlveda, se puso en contra y basándose en textos aristotélicos defendió la dominación española por considerarla justa. El sistema de las reducciones jesuitas también constituyó desde este punto de vista, una acción política y, a tal punto, que al rey no le gustó nada que existiera un estado dentro de otro estado y por ello ordenó la expulsión de los religiosos.
Estos hechos —según el documento de la CLAR— tendían a que la Iglesia, mediante sus obras y su servicio, contribuyera a desarrollar al hombre y a despertar y hacer conscientes sus valores humanos, canalizándolos hacia una organización popular. Y que no se trata solamente de aportar la ayuda de bienes materiales, culturales y espirituales, sino de vivir a fondo la solidaridad con los oprimidos, de compartir su lucha y sus anhelos, de recibir de ellos sus valores.
Hoy los religiosos entienden, según el clásico esquema del marxismo-leninismo, que la emancipación del siglo XIX fue hecha por la burguesía colonial para sus propios intereses y que la segunda emancipación debe ayudar al pueblo a salir de su estado de atraso y marginación. Se ha perdido esperanzas en los intentos más o menos prometedores como la CEPAL, la Alianza para el Progreso y la UNSTAD; en cambio consideran que "Populorum Progressio" y los Documentos de Medellín "han de tener significación en el continente, y no convertirse en otras frustraciones más".
El documento analiza asimismo la situación de los asalariados y subempleados latinoamericanos, estimando que su trabajo se hace a bajo costo para extraer las materias primas que enriquecerán a las oligarquías nacionales, pero que serán elaboradas en los países ricos, desde donde volverán a precios que una sola minoría podrá pagar, o como productos que contribuirán a aumentar más la alienación.
Consideran que "las Instituciones del democratismo liberal ya no son adecuadas a la situación real", y lamentan el creciente desprestigio de los políticos tradicionales y la pérdida de fe por parte de los pueblos en las instituciones. Por ello sostienen que el pueblo carece de voz y de participación activa en el poder, que cae bajo la dominación de minorías que imponen sus decisiones por el poder que detentan; minorías alienadas a intereses, modos de vida y modelos económicos y sociales ajenos, y aún antagónicos, a las verdaderas necesidades y anhelos del pueblo que dicen representar.
UNA NUEVA MENTALIDAD
Esta comprobación impulsa a los religiosos a cuestionarse, toda su estructura que consideran trasplantada y con una mentalidad europea. Al secularizarse la acción de los religiosos, obviamente resulta imposible mantener el carácter universal o ecuménico, posible solo en el plano propio de la religiosidad. Pretenden ahora ubicarla en su nueva dimensión, lo cual supone la creación de nuevas formas apostólicas de acción y de pensamiento, adaptados a las instancias nacionales o regionales.
Por encontrarse ante un proceso de características singulares, tratan de evitar que sus comunidades sean un refugio para quienes intentan evadirse de los conflictos que sufre el continente, pero al mismo tiempo pretenden no identificarse con el cambio de las estructuras socio-políticas, lo que significaría una desviación.
En cambio intentan interesarse por los acontecimientos del país y del continente para realizar un replanteo de sus obras, para ver si ellas no contribuyen a favorecer a los privilegiados, postergando la promoción de los pobres y si su acción no debe atacar la raíz de los males que procuran remendar.
Como despertando de un sueño invernal, algunas órdenes religiosas inician actualmente un camino sembrado de incertidumbre. Para algunos pensadores católicos ese "despertar" se interpreta como un abandono de la actitud religiosa que podría llevar a muchos al abandono de su ministerio.
Un convencimiento es ya común, sin embargo, entre los sectores intelectuales de las distintas congregaciones: la vida religiosa tal como se aplica en Latinoamérica no responde a las necesidades de la población. Los religiosos, que en otras épocas constituían la avanzada en los problemas que acuciaban a la Iglesia, en estos momentos no lo son. La docencia es cuestionada tal como se la practica porque no se enseña a los necesitados, sino que se mantienen funciones que pueden ejercer otras personas. Lo mismo ocurre con algunas obras de caridad, donde católicos que se vienen desempeñando como asistentes sociales se encuentran capacitados para suplir en muchos aspectos la presencia de los religiosos. Los religiosos quieren ahora emprender nuevas tareas que estén más acordes con las necesidades actuales. Pero ya no quieren hacer el papel de intermediarios entre los ricos y los pobres, pidiendo las sobras a aquellos para ofrecérselas a los menesterosos. Intuyen una sutil diferencia entre la limosna, caridad y justicia, porque la limosna no siempre es caridad, y la caridad exige muchas veces que se haga justicia. Por eso quieren ahora ir a las raíces de muchos males, lo cual significa ponerse del lado de los pobres para exigir justicia al Estado. Esto es para los religiosos, hacer política.

 

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