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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Francia y De Gaulle

Revista Vea y Lea
1-10-1964

 

POCAS VECES la historia presenta, como en el caso de Francia y de De Gaulle, tan íntimamente asociadas la grandeza de un pueblo y la grandeza de un hombre. Y pocas veces también, los destinos de un pueblo han estado tan ligados a un hombre. Así, desde hace un cuarto de siglo, Francia y De Gaulle parecen ser una misma cosa. Jefe de los franceses libres en 1940, presidente del Comité de Liberación formado en Argel en 1943, jefe del gobierno provisional de la República en 1944, jefe del gobierno con plenos poderes otorgados por la Asamblea Constituyente en 1945, organizador de la Reunión del Pueblo Francés en 1947; en 1951 se retiró de la vida pública para volver a formar, en 1958, el último gobierno de la Cuarta República, creando entonces la comunidad francesa de naciones, cuyas bases había echado en Brazzaville 14 años antes; el 28 de septiembre de 1958, el pueblo aprobó por abrumadora mayoría su proyecto de Constitución; dos meses después (23 y 30 de noviembre de 1958), los viejos partidos políticos eran barridos en las elecciones legislativas, y triunfa la Unión para la Nueva República, que se presenta como el partido de la fidelidad a De Gaulle; el 21 de diciembre de 1958, De Gaulle es elegido presidente de la República, la Quinta República Francesa. Unos 25 años comprenden un período de dramáticas transformaciones: la derrota del ejército francés en el continente europeo, la ocupación de Francia, la resistencia, la guerra de liberación, cambios radicales en el equilibrio político mundial, la destrucción de la amenaza nazi-fascista, el nacimiento de la era atómica. Para Francia misma, incluyó el fin de la Cuarta y el nacimiento de la Quinta República, y el desarrollo apresurado del proceso de descolonización completado en Evian con los acuerdos que condujeron a la independencia de Argelia, la reconstrucción económica nacional y la recuperación del prestigio internacional
francés con la apertura de una política hacia un nuevo orden europeo y un lugar reservado para Alemania.
Protagonista y actor principal de los cambios ocurridos y aun en marcha, el propio De Gaulle es el ejemplo vivo de las transformaciones experimentadas. En los días de la conferencia de Yalta, por ejemplo, ¿quién habría podido vaticinar que el entonces "pariente pobre" de los tres grandes que dictaban sus condiciones al mundo entero se trocaría en animador, vocero y abanderado de un tercer mundo ansioso de independencia?


De Gaulle en 1902 -12años-

1909 en la academia militar de Saint Cyr

1916 en la primera guerra mundial

25 de agosto de 1944, liberación de París

1948 en la oposición

1960, con Eisenhower

1958 en Argel

1961 con John Fitzgerald Kennedy

 

 

FRANCIA Y LA NOCIÓN DE INDEPENDENCIA
Para De Gaulle, "suceda lo que suceda", es indispensable que Francia tenga su parte en el destino francés. "Nos encontramos —dijo el general— en la era atómica, y vivimos en un país que puede ser destruido de un instante a otro. Esto justifica, simultáneamente, la alianza y la independencia". "Francia debe ser Francia, frente a todos los países por grandes que puedan ser", y "esta obligación de representar nuestro papel, de no dejar a nadie el derecho de hablar ni de actuar en nuestro nombre, marca nuestra participación en las empresas internacionales de nuestra época. De este modo, si consideramos que la Organización de las Naciones Unidas constituye un foro muy útil para que en ella se reúnan, se expresen y se informen las delegaciones de todos los estados miembros de la misma, no admitimos que esta organización se erija en una suerte de súper estado que pretenda imponernos cualquier cosa que pueda violentarnos".
La noción degaullista de la independencia francesa —reiteradamente ratificadas por abrumadoras mayorías de franceses— no va contra los Estados Unidos ni contra la Alianza Atlántica, pero sí reclama la tenencia de su propia fuerza disuasiva. "¿Quién puede oponerse, de buena fe —explicó De Gaulle—, a que Francia, directamente amenazada, a partir del momento en que otras naciones poseen los medios para destruirla en un instante, se arme a su vez de tal manera que ningún estado pueda soñar con matarla, sin correr el mismo riesgo de muerte?". Afirma que no existe hoy día potencia sin arma atómica, y las relaciones de potencia a potencia se miden en términos de energía nuclear.

"YO, EL GENERAL DE GAULLE"

Orgulloso de Francia y orgulloso de sí mismo, De Gaulle expresó más de una vez que "no hay nada grande sin grandes hombres. Sin jactancia y sin modestia se incluye, naturalmente, entre los grandes hombres dispuestos a hacer grandes cosas. De Gaulle entró en la historia al lanzarse, en junio de 1940, a la entonces dudosa aventura de Londres. Desde la capital británica hizo su célebre llamamiento a seguir la lucha: "...Fulminados hoy por la fuerza mecánica, podremos vencer en lo futuro con una fuerza mecánica superior. En esto estriba el destino del mundo. Pase lo que pase, la llama de la resistencia no debe apagarse y no se apagará". Ya se definía, desde Londres, como un símbolo de Francia, de su soberanía. El régimen de Vichy podría ser legal, pero era "fundamentalmente ilegítimo". "Yo soy quien detenta la legitimidad", afirmaba, en tanto proclamaba su obediencia al "pueblo soberano" y sentía que "cumplo una función que desborda en mucho a mi persona". En sus memorias escribió: "El hecho de encarnar ante los compañeros el destino de nuestra causa ante la multitud francesa el símbolo de su esperanza y ante los extranjeros la figura de una Francia indomable en medio de las dificultades, iba a determinar mi comportamiento e imponer a mi personaje una actitud que no podría cambiar".
"Yo, el general De Gaulle" fue y sigue siendo la fórmula inicial de sus mensajes a los franceses.

VISIONARIO DE LA GUERRA MODERNA
Pero el ingreso de De Gaulle en la historia no fue fruto de la casualidad o de la buena fortuna. Lo precedió una larga preparación.
Hijo de un profesor de filosofía y literatura, Charles André Merie Joseph de Gaulle nació en Lille el 22 de noviembre de 1890. En 1909 ingresó en la academia militar de Saint Cyr. Teniente en 1914, la primera guerra mundial lo encontró en un regimiento de infantería; ascendió a capitán en Verdún, tres veces resulto herido y hecho prisionero por los alemanes, éstos lo enviaron a un campo de represalias luego de cinco tentativas de evasión.
Tras su paso por la Escuela Superior de Guerra, pronto se destacaría como brillante teórico de la estrategia moderna. Su primer libro, "La discordia entre el enemigo", hizo que las máximas figuras del ejército francés —incluido el mariscal Petain— lo observasen con creciente atención. En 1932 aparece su tercer libro, considerado como la más importante anticipación de lo que serían las futuras fuerzas armadas terrestres. Ese libro es "Hacia el ejército profesional", y en él se anuncia la aparición de un nuevo tipo de fuerza mecanizada y motorizada. Allí, el teniente coronel De Gaulle abroga por la formación de una fuerza altamente armada, blindada y motorizada. Sostiene que la ofensiva es "la reina de las batallas".
Pero los reclamos de De Gaulle tropezaron con la pereza mental, la rutina de jefes militares y políticos, aferrados a la esperanza de que la línea Maginot salvaría a Francia de cualquier intento de invasión alemana.
El estallido y el desarrollo de la guerra mundial confirmaron la totalidad de las previsiones. Una campaña relámpago acabó con Polonia en pocos días. A la derrota polaca siguió un período de "guerra extravagante", limitada a escaramuzas a lo largo de la línea Maginot, y que sirvió para adormecer a la opinión francesa. Las advertencias de De Gaulle señalando el peligro inminente, siguieron cayendo en el vacío... Francia despertó a la realidad demasiado tarde.
Al mando de la cuarta división acorazada francesa, De Gaulle consiguió retrasar la ofensiva alemana en el Aisne, ascendiendo a general de brigada. En ese momento, es el general mas joven del ejército francés. Tiene 49 años.
Paul Raynaud, el único politice influyente que había creído en De Gaulle, lo llamó a París y le confió la Subsecretaría de Defensa y Guerra. Intentó oponerse al proyecto de armisticio sostenido por Petain y propuso el repliegue del gobierno a Bretaña. Al comprobar la inutilidad de sus esfuerzos, hizo su salto a Londres el 17 de junio de 1940, para erigirse, al día siguiente, en jefe de los franceses libres.

El De Gaulle desconocido...
que yo conozco

por JEAN DE MILLERET
El señor de Milleret, ciudadano francés y espontáneo colaborador en VEA Y LEA, es autor de un libro sobre la vida del presidente francés, de inminente aparición en la Argentina. Su militancia en la resistencia, durante la ocupación alemana a su patria, convierten a de Milleret —ahora radicado en Buenos Aires— en biógrafo de un De Gaulle inédito, cuya personalidad bosqueja en esta nota.

Todas las biografías del general De Gaulle nos dan una cantidad suficiente de datos cronológicos como para ubicarlo exactamente en los tiempos que vivimos. Pero su figura íntima es distorsionada por la influencia de gobiernos y grupos de presión sobre la prensa de cada país; y como su actuación política suscita violentas reacciones partidarias o internacionales conocemos así a un personaje muy diferente de su retrato fiel.
Además, en Francia —tal vez más que en cualquier otra democracia— es tradición burlarse libremente del Poder a través de las coplas satíricas de los "chansonniers", los dibujos de los caricaturistas y los libelos, a veces deshonestos, de algunos folicularios.
El tema mayor al cual se aferran "chansonniers" y caricaturistas es el físico del general. Su silueta de 1,92 m., longilínea y patilarga, se ha transformado muchas veces en Torre Eiffel y su nariz ha evocado a Cyrano y a Cleopatra —la de Pascal, no la de Liz Taylor, sobra decirlo—. Y los chistes de los "chansonniers" han repetido los apodos de su juventud estudiantil: el Galio, el Espárrago, Doble Metro, el Gran Charles. Este último era cariñosamente empleado entre los gaullistas combatientes, que lo reducían a el Grande, le Grand. Doble Metro lo siguió también cuando fue profesor en la Escuela Militar de Saint Cyr (1921-22) y el apodo resultó gracioso, cariñoso y respetuoso a la vez, porque hacía equívoco fonético —lo que se llama en Francia "Calembour"— entre Double Maitre (Doble Maestro) y Double Métre (Doble Metro), que se pronuncian igual en francés, pero el primero aludía a la calidad superior de su enseñanza y el segundo a su estatura.
Mas cuando estuvo prisionero en el famoso campo alemán de Ingolstadt ,(1916-18), su comportamiento, naturalmente poco comunicativo, se hizo más distante y altanero frente a sus carceleros, a tal punto que sus compañeros ingleses lo llamaron "the Commodore" y los franceses' "le Connétable", lo que implica una actitud llena de nobleza y dignidad.
Confieso que fue de misma naturaleza la impresión que me causó cuando lo encontré por primera vez, en el aeródromo de Bordeaux-Mérignac, pocos días después de la Liberación, en el momento de rendirle cuenta de la situación militar en la zona. La misma tarde anoté en mi Diario de bolsillo: "Dignidad con algo de majestad, pero la mano un poco floja". Su elocución pausada, su voz grave y un poco apagada, la precisión de sus preguntas, una frase de confortación, perfectamente medida y ajustada al problema que me angustiaba, me apaciguaron, creando un clima de serenidad que hizo en mí un impacto duradero.
Muchos escritores dicen que su retiro de ermitaño en Colombey, hasta mayo de 1958, ha influido hondamente sobre su comportamiento, que se ha vuelto más humano, sensible y comprensivo. Es indudable que al estudiar su manera de ser "antes y después de Colombey", el presidente De Gaulle se manifiesta sorprendentemente más dúctil, prudente, hábil en el manejo de la cosa pública o de los políticos, y más "maduro" políticamente que el general De Gaulle si bien persiste en él esta mezcla indefinible de idealismo y escepticismo aunque ahora matizada con cierta ecuanimidad y, tal vez, indulgencia. Pero, como siempre, sólo estima lo que es grande —hombre o causa— y desprecia todo lo mediocre.
El contacto con la naturaleza en su propiedad de La Boisserie, así como la sencillez de su vida familiar, han humanizado, sin duda, al hombre público que no se pertenecía, que no debía dejar asomar su emoción y que, a menudo, se vio obligado a tomar decisiones crueles a pesar suyo porque lo exigía el interés mayor de la Nación. Ahora mismo siente la necesidad de ir a descansar durante algunos fines de semana a Colombey, y allí toma de nuevo contacto con la Madre Tierra y el ambiente apacible y callado de un pueblito del campo. El domingo a las once y media en punto asiste a misa en la pequeña iglesia de su aldea y todos los paisanos lo saludan respetuosamente, sin molestarlo nunca con manifestaciones de simpatía intempestiva. Cuando algún forastero les pregunta lo que piensan de sus ilustres vecinos, contestan con toda sencillez: "Son gente muy buena. La señora ayuda en forma callada y eficaz a todas las obras de caridad de la comuna. El general se ve muy poco, pero siempre cortés con todos". Y añaden con esa picardía típicamente campesina: "Lo bueno del asunto es que la presencia de algunos vigilantes ahuyenta a los gitanos y, cuando el general está aquí, nadie viene a robarnos las gallinas".
Su vida cotidiana allí tiene la simplicidad de la que lleva cualquier francés de la clase media, y lo hace por gusto, tal como lo ha escrito en sus Memorias: Por gusto y por conveniencia mi vida privada es muy sencilla. Todos los días pasea por los senderos del bosquecito de su finca en ese parque recorrido quince mil veces, trabaja y medita en su gabinete, y se sienta a la mesa familiar donde come con robusto apetito platos sencillos: se dice que De Gaulle es muy aficionado a las sopas, que le gustan los bifes a la parrilla, que no desprecia el buen vino y que sus golosinas preferidas son la crema de chocolate y las peras "Bourdaloue". Algunos indiscretos han dicho que perdura en el general la travesura que tenía de chico, y que cuando vienen a su mesa algunos epicúreos de su "brain trust", les hace servir por broma un segundo plato de sopa.
Esta misma travesura permanente se traduce en chistes dichos con toda soltura o, a veces, escritos en sus Memorias, como cuando define al agente diplomático de Roosevelt en Argel, Murphy, que "tenia tendencia a identificar a Francia con la gente con quien jugaba a la canasta"; o cuando retrata al cardenal Spellman, "el arzobispo-embajador", cuya eminente piedad (...) no impedía que para él los negocios sean los negocios.
Pero es en el campo del "beau sexe", cuyos encantos dejan impávido al general, que sus chistes se hacen más tajantes. Por ejemplo, al reconocer, entre las delegadas de una asociación de viudas, a una periodista muy famosa en París por su pluma acérrima y su temperamento volcánico, el general exclamó: "¿Viuda, usted? ¿Desde cuándo?". También, cierta vez, uno de sus ministros le mostró una foto de Brigitte Bardot (entonces el mejor artículo de las exportaciones francesas) tomando su baño de sol hasta sin mokini, y el general, siguiendo con una mirada pensativa las curvas elocuentes, exclamó: "Y bien, me parece que esta... señora. .. demuestra una simplicidad de buena ley".
Ya que transcribí de mi libro varios "mots du Général" relativos a hombres políticos, voy a citar aquí tan sólo a uno que me viene a la memoria: en los primeros días calurosos de la primavera argelina, en 1944, el ministro socialista André Philip se presentó en el Consejo de Gobierno del G.P.R.F. de pantalón corto, y este atuendo infantil resultaba bastante ridículo en un hombre peludo, bigotudo y feo. El general no dijo nada hasta el final del Consejo, pero cuando Philip llegó a la puerta de salida, De Gaulle le gritó: "¡Philip!, la próxima vez venga también con sus juguetes".
Muchos de esos dichos, a menudo más punzantes, han permitido a ciertos libelistas tildar al general de dureza y maldad. En realidad Charles de Gaulle, duro consigo mismo, es exigente para con los que sirven a su lado, pero es capaz de una inmensa caridad, de la cual daré un solo ejemplo. Cuándo la Editorial Plon editó los tres tomos de sus "Memorias de guerra", la primera edición alcanzó los 583.000 ejemplares, y los derechos de autor representaron sumas abultadas que fueron, en gran parte, atribuidas a obras de beneficencia como la Cruz Roja, Entr'aide de l'Armée, Aide au Nord-Africains, Orphelinat des Cbemins de fer y varios otros. Bajo la advocación de su hija menor, muerta en 1948, creó la Fondation Anne de Gaulle, fundación importante en la cual son curados gratuitamente los niños lisiados. Y todo eso lo hizo con suma discreción, a tal punto que se supo sólo unos años después.
Todas estas facetas de la personalidad íntima de Charles de Gaulle nos dan un aspecto muy humano del gran hombre de Estado tan calumniado por sus adversarios. Creo que es justicia restituirle su humanidad, porque bajo la coraza impenetrable del hombre público está el padre que sufrió en la carne de su hijita Anne, el soldado que lloró de orgullo después de Bir-Hakeim, el hombre con el alma siempre desgarrada entre el deber cruel y la piedad por los hombres. Y sabemos así que es un hombre como nosotros, pero de los mejores, pues, por cualquier lado que se lo mida, todo en su persona lleva el sello de la grandeza... y la grandeza no se divide nunca. 

 

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