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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


El día que liberaron al amor
Por MARCEL VERNET

Revista Vea y Lea
1-10-1964

 

CUESTA creer que en plena guerra, una división blindada del ejército francés haya sido desintegrada por un grupo de mujeres, sin bombardear sus poderosos tanques ni cañonearlos; sin disparar, siquiera, un solo tiro de fusil sobre su casi invulnerable coraza de acero.
Esa acción, librada hace veinte años en el corazón de París, ocurrió horas después de aquella inolvidable jornada del 25 de agosto de 1944. "Les girls", como les decían los soldados norteamericanos, invadieron las amplias avenidas para aclamar la presencia triunfal de la segunda división acorazada de su ejército —el verdadero, puesto que el otro no contaba— que regresaba a la Ciudad Luz luego de derrotar, junto con los británicos, al temido y escurridizo Afrika Corps comandado por el general Rommel. "El Zorro del Desierto", en África del Norte.


La resistencia en una barricada en las calles de París

francotiradores alemanes hacen fuego, los tanques responden mientras jóvenes parisienses se refugian bajo el blindado

 

 

Un arma infinitamente más sutil y penetrante que la metralla enemiga, el amor, "diezmó" a los rudos combatientes. Veinticuatro horas después de liberada París, se producía la deserción, dejando abandonados los tanques y los pertrechos en los bosques y paseos de la ciudad. Curtidos en los sacrificios del frente de batalla y habituados a todas las penurias y sufrimientos de la guerra, aquel glorioso cuerpo de soldados había demostrado estar adiestrado para todo, excepto para resistir el hechizo del amor, ante el cual concluyó por sucumbir, entregando sus armas y sus corazones.
Una semana después del romántico abandono en la ciudad enloquecida de entusiasmo, volvían a sus tanques para reanudar la lucha y exterminar al enemigo.
La voluntaria victima, presa de aquel dulce ataque de "Les girls", había recuperado París con apoyo de la cuarta división de infantería norteamericana, en cumplimiento de un plan acordado con el comando de la guarnición alemana que tuvo por objeto impedir que la hermosa ciudad se convirtiese en campo de batalla y fuese destruida por los cañones y las bombas.
La liberación de París era el principal objetivo aliado después del desembarco en las playas de Normandía, efectuado por las fuerzas al mando del general Dwight Eisenhower. A comienzos de agosto se vivieron horas dramáticas ante la orden de contraataque lanzada por Hitler. Pero su posterior colapso restó toda posibilidad de bloquear en Francia a los ejércitos libertadores, y ver convertida en escombros su tradicional capital
El desembarco en Normandía y la consiguiente apertura de un gran frente occidental, ansiosamente reclamado por los rusos, permitió perforar la poderosa defensa organizada por los ejércitos alemanes. El "Muro del Atlántico" comenzó a ceder aquel histórico 6 de junio de 1944, en que las tropas de Eisenhower hicieron pie en el sector de Arromanches, tras los aterradores bombardeos de la aviación, apoyada por el fuego de la marina.
Allí se estableció la cabeza de puente que fue ampliada a expensas de sangrientos combates que duraron todo el mes siguiente.
Los alemanes, sin embargo, no cedían. Con el fin de abortar esa ofensiva, a mediados de junio comenzaron a lanzar sobre Londres nuevos artefactos, los proyectiles teledirigidos V-1, precursores de los modernos vehículos espaciales. Los cohetes aumentaron los destrozos causados por la aviación en la capital británica, pero no dañaron el espíritu de su pueblo.
En esos días Hitler escapaba milagrosamente de un atentado en cuya preparación habían intervenido algunos destacados jefes de su ejército, y, mientras, se avecinaba el desmoronamiento nazi, que el mundo vislumbraba en medio del horror de la contienda, los aliados continuaban sus rápidos progresos a través de Francia.
Un nuevo contingente de tropas francesas al mando del general Lattre de Tassigny desembarcaba a mediados de agosto en la costa sur, junto a Saint-Raphael. Estos ejércitos reconquistaron, rápidamente, la Provenza y el Delfinado, dominados por los invasores y, tras esos éxitos, nueve días después —el 24 de agosto— las tropas de Leclerc entraban en París.
París era la meta pero no todos los jefes militares —Bradley, entre ellos— eran partidarios de liberarla de inmediato "Su liberación —argüía aquel general— nos obligará a alimentar a cuatro millones de personas. Y cada tonelada de alimentos que enviemos significará una tonelada menos de combustible para nuestros tanques".
Como objetivo militar la capital carecía de importancia. Lo vital, en aquellos momentos, era destruir por completo al enemigo. Pero al argumento de los estrategas militares se oponía otro no menos sólido. "París —sostenía la mayoría— es el verdadero corazón de Francia, el hogar sentimental de millones de hombres y mujeres en el mundo. Mientras la ciudad permanezca en manos del invasor, nadie pensará que Francia vuelve a ser libre."
En tanto las tropas aliadas avanzaban sobre la capital, los enemigos huían para agruparse en la pequeña población de Rambouillet, a escasos cincuenta kilómetros al oeste de París, donde cinco días antes de la llegada de los libertadores los patriotas de la resistencia habían levantado barricadas para luchar contra los alemanes.

MIENTRAS proseguía el avance, menudeábanlos rumores. El ejército supo que los patriotas se habían levantado en armas y resistían, en las barricadas levantadas en las calles de París, a los soldados de la guarnición a cargo del general Dietrich von Choltitz, en tanto en la capital se aseguraba que las fuerzas desembarcadas en junio en Normandía, estaban presionando en esos momentos en media docena de frentes distintos.
Por otros conductos llegaba al comando la versión de que los alemanes habían huido de París y que todo lo que restaba hacer a los aliados consistía, simplemente, en avanzar y ocupar la ciudad.
De todas esas versiones sólo la primera tuvo visos de verdad. La resistencia, efectivamente, se había levantado en armas y construido barricadas en los lugares estratégicos y, aunque se sabía derrotado, el jefe de la guarnición nazi se negaba a entregarse a las fuerzas irregulares. Había anunciado su decisión de capitular, pero sólo ante los ejércitos y cuando entrasen en París.
Un grupo de civiles fue autorizado a abandonar la ciudad para llevar ese mensaje al comando norteamericano. Cuando el general Patton se enteró del planteamiento, puso al grupo en contacto con el general Bradley y éste ordenó que la segunda división acorazada francesas y la cuarta división de infantería norteamericana avanzasen de inmediato.
La columna debió librar una escaramuza a las 9.57 de la mañana en las puertas de Orleáns con uno de los focos enemigos: éste fue drásticamente eliminado. Horas después desfilaban por las calles de París en un camino que no fue de rosas. El enemigo Oculto se aprestaba a darles todavía una de sus últimas sorpresas.

HOMBRES, mujeres y niños poblaron las calles y las avenidas para vitorear a los triunfadores, cubriéndolos de flores y... de besos. Toda la emoción contenida en los interminables cuatro años transcurridos desde aquel aciago día del mes de julio de 1940, cuando la cruz svástica ondeó bajo el cielo de París, estalló en un instante en ruidosas expresiones de entusiasmo. ¡París volvía a ser libre! Y mientras el enemigo comenzaba a huir despavorido, el francés volvía a sentirse otra vez dueño de sí mismo.
Parecía que la larga espera había terminado para siempre cuando de pronto, el tableteo de las ametralladoras acalló las risas jubilosas. La multitud se dispersó y en contados instantes, la calle, colmada por el gentío feliz, volvió a quedar desierta, sin más presencia que la de los tanques, que comenzaron a desplazarse apuntando con sus baterías los blancos de donde había partido la inesperada agresión de los emboscados.
Fue una acción muy rápida. Las "puntas de lanza" que resistían vanamente desde los balcones altos en el palacio de Luxemburgo y en la plaza de la Estrella, fueron silenciadas por el fuego de los tanques y por los combatientes de la resistencia.
Mientras éstos luchaban por la resurrección de Francia, el entonces presidente Franklin D. Roosevelt, enviaba desde Washington un mensaje adhiriendo al acontecimiento. "El júbilo que embarga los corazones de todos los hombres y mujeres civilizados ante la noticia de la liberación de París, sólo puede ser medido por la tristeza que se adueñó de la ciudad un día de julio, cuatro años atrás, cuando las tropas alemanas ocuparon la capital francesa. Esa sombría nube perduró a través de la marea ascendente de los triunfos aliados, y sólo hoy se ha disipado... París es un símbolo precioso de aquella civilización que Hitler y sus hordas armadas se propusieron destruir...."

VON Choltitz y sus oficiales esperaron en el hotel Meurice. Allí fueron tomados prisioneros y conducidos bajo escolta hasta Montparnasse, donde se realizó la ceremonia formal de la capitulación.
Con alegres risas y canciones, hombres y mujeres festejaron toda la noche la liberación de la ciudad, cuyos héroes habían sido, por supuesto, los soldados de la segunda división blindada que, después de caer en las sutiles redes del amor, volvieron a sus tanques para reanudar la lucha.
Un mes después quedaba liberada Bélgica, y en los primeros días de enero de 1945, deshecha la breve contraofensiva lanzada por von Rundstedt en las Ardenas, comenzaba el definitivo ocaso nazi.
Contemplando, a través del tiempo, aquel episodio que "diezmó" a la segunda división francesa, lo que más sorprende ahora es que haya durado sólo una semana.

 

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