Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Jean Paul Sartre
memoria y balance

Revista Somos
abril 1980
un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

Jean-Paul Sartre murió en París el 15 de abril. Tenía 74 años. Fue el padre del existencialismo. También uno de los pensadores políticos más controvertidos del siglo XX. SOMOS analiza su filosofía política comparándola con la de otros dos grandes del pensamiento francés: André Malraux y Raymond Aron.

Simone de Beauvoir, mujer de Sartre

 

 

 

"La muerte —decían los egipcios— es el espejo de la vida''. Por esa razón, probablemente como una imagen de la soledad política que padeció en los últimos años de su vida, el filósofo Jean-Paul Sartre no tenía ningún amigo junto a la cabecera de su lecho el martes 15 de abril, cuando le llegó la muerte. Las características de esa muerte reflejaron con precisión el aislamiento y la soledad —política e intelectual— que padeció Sartre. Uno de los filósofos más importantes del siglo XX, se había visto obligado a llevar una vida de ermitaño por la gravedad que alcanzaron sus enfermedades.
Pero en forma imprevista, hace dos meses, surgió de ese eclipse progresivo cuando decidió conceder una larga entrevista a Benny Levy, que se convirtió en su último pronunciamiento público y quizá en un testamento político. Sartre reconoció por primera vez el fracaso de algunos de sus principios filosóficos, su decepción con Cuba y la Unión Soviética y su búsqueda de una nueva forma de humanismo. "Con esta tercera guerra mundial que puede estallar, con este conjunto miserable que es nuestro planeta —confesó en la entrevista— vuelve a tentarme la desesperanza. El mundo me parece malo, feo, sin esperanza. Es la desesperanza tranquila de un viejo que morirá adentro de ese mundo. Pero justamente yo resisto y sé que moriré con esperanza. Pero a esta esperanza hay que fundarla."
Muchos historiadores reconocen actualmente como una verdad incontrovertible que el mayor drama de Francia en la posguerra fue la rivalidad política entre Charles de Gaulle y Pierre Mendés-France. El mismo fenómeno se advierte —en forma más acentuada— en el ámbito de la cultura y del pensamiento, especialmente en las rivalidades y los desencuentros que hubo entre tres de los intelectuales que ejercieron mayor influencia en el siglo XX: Jean-Paul Sartre, André Malraux y Raymond Aron. La existencia de esa tripolaridad política y cultural, que refleja con precisión las tres grandes corrientes que gravitaron en la historia reciente de Francia, resulta particularmente sorprendente porque fue protagonizada por tres hombres surgidos del mismo medio social y con idéntica formación, pero que adoptaron posiciones antagónicas en instantes decisivos de la historia: la guerra civil española, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la guerra fría, el stalinismo, el gaullismo, la guerra de Argelia, mayo de 1968 y el expansionismo soviético. Sartre —como Aron y Malraux— estuvieron en Berlín a partir de 1933. Pero, además de estudiar filosofía alemana y descubrir la fenomenología, Aron fue el único de los tres que regresó de Alemania con la convicción de que el nazismo incubaba el germen del holocausto.
Sartre siempre reconoció que su acto de mayor miopía política fue ignorar el peligro que representaba Adolfo Hitler. Esa diferencia original de perspectiva se advirtió luego en las actitudes que adoptaron cuando estalló la guerra. Sartre, que combatió en 1940 contra los alemanes, recién se sumó a la resistencia en 1941 con la creación de un grupo de intelectuales hostiles al nazismo denominado Resistencia y Libertad, pero en plena ocupación de París estrenó Las moscas (1942) y publicó El ser y la nada (1943). En cambio Aron se incorporó a los aliados y Malraux combatió en las guerrillas alsacianas contra los nazis.
Las divergencias fundamentales entre esos tres hombres comenzaron después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Aron advirtió las proporciones que alcanzaba la barbarie stalinista e intuyó los riesgos que representaba la Unión Soviética para el futuro político de la humanidad. Una profecía que se confirmó con la actitud expansionista adoptada por Moscú en los últimos años. En cambio Sartre se convirtió en propagandista de la Unión Soviética —y luego de Cuba— y en duro censor de los Estados Unidos. En el testimonio que publicó en L'Express después de la muerte de Sartre, Aron formuló una hipótesis que parece explicar con bastante precisión la actitud política del filósofo: "Llegado a la gloria con La náusea. El muro, Las moscas v A puerta cerrada, Sartre se encontró después de la guerra en un país y en un mundo desgarrados no sólo por las rivalidades de las grandes potencias sino también, como había profetizado Nietzsche, por los conflictos filosóficos''.
Después de haber sido durante más de 20 años Un compañero de ruta privilegiado de Moscú —aunque nunca se afilió al Partido Comunista— comenzó a comprender su error cuando se divulgó el Informe Khruschev sobre el stalinismo, se produjo la invasión rusa a Checoslovaquia en 1968, se conoció la verdad sobre el castrismo y se confirmó la existencia de un régimen de brutalidad ideológica en la Unión Soviética.
El fenómeno gaullista, la guerra de Argelia y mayo de 1968 fueron acaso los temas que revelaron con toda claridad las profundas diferencias políticas e ideológicas que existían entre esos tres hombres. Malraux, el aventurero y el romántico, se convirtió en el gran intérprete cultural de la grandeur gaullista, sostuvo su política en Argelia y cuando estalló el disturbio juvenil de 1968 encabezó la gigantesca contramanifestación que desfiló por Champs-Elysées para sostener a De Gaulle en el poder. Sartre, el contraste, combatió a De Gaulle desde las barricadas de la izquierda, una actitud que alcanzó su expresión más importante en mayo de 1968, cuando apoyó incondicionalmente la agitación estudiantil y se convirtió en el portavoz más notorio de ese acto subversivo. Su militancia contra la presencia francesa en Argelia alcanzó tanta repercusión que sufrió dos atentados con bombas, y las manifestaciones en Argel coreaban la consigna "Hay que fusilar a Sartre". Aron tampoco pudo coincidir nunca con De Gaulle, pero su oposición liberal se manifestó en desacuerdos políticos sobre la Constitución, la decisión de abandonar la OTAN, la forma —y no el fondo— del proceso de descolonización en Argelia y la incapacidad de reacción ante el estallido de 1968. Esas posiciones enfrentadas —que nunca permitieron lograr la menor fórmula de coincidencia entre tres de los mayores intelectuales franceses de este siglo— refleja en realidad la lucha de fondo que existió entre las tres grandes corrientes que pugnaron por el poder en Francia durante las últimas décadas: la izquierda, la derecha y el liberalismo. Cada uno de esos tres intelectuales expresaba con bastante fidelidad el sentimiento profundo de esas corrientes y reflejó —en sus actos políticos— sus debilidades y grandezas, sus aciertos y errores, sus virtudes y defectos. La muerte de Sartre actuó, en ese sentido, como un shock que obligó a examinar los desencuentros que existieron entre tres de los pensadores franceses más influyentes, más comprometidos, del siglo XX.
Carlos Mutto
Fotos: Gamma

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar