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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES

 

Lawrence Olivier
El rey de Shakespeare

Revista Somos
octubre 1980
un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

 

Hamlet y Otelo peinan canas, Ricardo III sobrevivió a un cáncer, Shylock soportó una trombosis, el rey Lear escapó de una terrible enfermedad muscular, y sir Lawrence Olivier (73 años en mayo que viene), que los encarnó y pasó por esas enfermedades con una mezcla única de energía salvaje y de elegancia británica, juró enterrarlos a todos.

 

 

 

Después de haber sido el dentista sádico de Maratón de la muerte en 1970, interpretó en Un pequeño romance, de George Roy Hill, el papel de un jubilado francés gracioso y mitómano, y en Los niños del Brasil, de Franklin Schaffner, encarnó a un cazador de nazis vienés inspirado en Simón Wiesenthal. Hollywood le dio un Oscar especial por el conjunto de su carrera: nada menos que el tercero.
Honores y medallas ya recibió tantos, que podría tejerse una túnica. Par del Reino desde 1960, sólo usa el título, más simple, de Caballero (1947),y prefiere que lo llamen Sir Lawrence más que Lord Olivier. Y Larry, en familia. De cualquier forma, Lawrence no puede encontrar una distinción de su talla. Salvo una quizá: en 1944, su amigo el gran comediante John Gielgud (el escritor moribundo de Providence, de Alain Resnais) le mandó una gran caja al camarín donde se estaba maquillando. Lawrence Olivier abrió la caja y encontró una espada y unas palabras de Gielgud testimoniándole su admiración por la interpretación de Ricardo III. La espada, una de las más célebres de Inglaterra, había pertenecido al gran Edmond Kean, que la usaba en escena para ese papel, y como una corona (que va de rey en rey) la espada había pasado a Henry Irving y luego a Gielgud. quien después de reinar quince años reconocía con orgullo que desde ese momento Ricardo III era Lawrence Olivier. Treinta y cinco años más tarde, ¿a quién quería legársela sir Lawrence?: "A nadie. Es mía".
Hijo de un pastor anglicano conocido por el ardor de su prédica. Lawrence Olivier interpreta a los 10 años el papel de Brutus, a los 14 actúa en 'La fierecilla domada', y ya no se detiene.
Es a los 37 años, rengueando en el papel de Ricardo III, rey criminal y atormentado, cuando Lawrence Olivier entra en la leyenda del teatro. "Por primera vez, después de diecinueve años sobre las tablas, sentí el reconocimiento unánime del público. Los escuchaba murmurar: ¡Allí viene, ya llega! Lo podía aspirar como el aire del mar en Brighton. Y al momento me sentía como embriagado y tan vanidoso que me olvidaba de renguear." Después de haber interpretado todos los grandes personajes de Shakespeare, declaró un día que esos personajes eran caníbales: "Uno les da todo lo que tiene, y el autor le responde: ¿Es todo? Muy bien. Entonces, todavía más, más, más, más. . . Hasta que su corazón, su cerebro y sus tripas mueren."
Todos los que pudieron ver a Lawrence Olivier en escena guardan una impresión de fuerza y de presencia inigualada. El comediante fundó esta seducción del público en la sorpresa, cambios de marcha, de tono, de elocución, gritos aun en el momento más inesperado. "Cuando Edipo se entera de lo que ocurrió con su madre, lanza un grito de desesperación. Yo elegí gritar así: Euuurrhhh!, porque sonaba de manera extraña. Pero pienso que es el largo silencio que guardaba antes de ponerme a gritar —se me dijo que lo hacía durar una eternidad— lo que le hacía poner los pelos de punta a la gente".
"Un actor", dijo Sir Lawrence una vez, "debe tener algo de verdadero bribón si quiere convertirse en una estrella. De seguro, esto, y aun más, se aplica a mí, y es cierto que me sentí a menudo rechazado y náufrago, como dice Ofelia, tan completamente miserable, tan culpable. . . Entonces, gracias a Dios, me pude decir: Durante las tres próximas horas voy a ser Coriolano, que no tiene nada que ver conmigo ni con mis problemas. Y si él se odia a sí mismo como yo, entonces haremos un dúo. Ser actor puede realmente salvamos la vida."
Sir Lawrence ya no puede trabajar en teatro "porque no tengo ya la fuerza, los recursos físicos necesarios para ser un buen comediante, fuerte, expresivo. Gracias a Dios está el cine. Hago películas y pido una fortuna para actuar. Lo necesito porque siempre derroché el dinero. Los diarios me critican: ¿Por qué rueda todas esas tonterías? Se los voy a decir: para criar a cuatro hijos, para mi familia, para asegurar su futuro. ¿Tendría que pedir a los críticos que nos den ayuda financiera? ¿Eso les gustaría?"
Si halló el equilibrio con su tercera esposa, Joan Plowright, comediante, y sus tres hijos: Richard, de 17años;Tamsin, de 16. y Julie Kate, de 12, Lawrence Olivier conoció el gran amor de su vida, y el más trágico, con su segunda esposa. Vivien Leigh, la Scarlett O'Hara de 'Lo que el viento se llevó'. Cuando la dejó, ella tenía 45 años, padecía una psicosis maníaco - depresiva - dependía totalmente de él. Su separación acabó de hundirla en la enfermedad mental y le valió a Oliver reproches violentos de una parte del público, que no admitió que ese love story de veintiún años de duración terminara así.
"Ocurre a veces que uno está como en un barco de salvataje, donde sólo hay lugar para un reducido número de náufragos. Uno rechaza las manos de los que se aferran a la balsa porque de lo contrario se caería también: dos ahogados en vez de uno. ¿Qué podía hacer? Se trataba de algo más que mi vida. También tenía miedo de matarla a ella. Esto casi ocurrió un día en que ella me golpeó con unas ropas mojadas. Yo me encerré en mi cuarto. Ella se puso a golpear la puerta, tanto, que mis nervios cedieron. Salí, la golpee y la arrojé a través de la pieza. Se golpeó la cabeza contra la cama, cerca de la sien. A dos centímetros de la muerte. Supe que todo había terminado, que tal vez un día iría demasiado lejos. Era mejor cortar la mano que se aferraba a la barca. Es un poco lo que ocurrió entre Arthur Miller y Marilyn Monroe. Pero Miller cometió el error de hacer de ello una obra, y eso no es muy correcto".
Esta voluntad le permitió a Olivier sobrevivir no sólo a ese desastre sentimental sino también a una serie impresionante de enfermedades mortales. "Para el cáncer fue fácil. Le dije: Vete al diablo, muchacho, no es así como obtendrás mi pellejo. Entonces sobrevino la trombosis, y la pierna derecha pesaba diez kilos menos que la otra. Enseguida fue la miopatía. Es una grave inflamación de los músculos, que, simplemente, los devora. Uno se pone tan débil que no se sostiene en pie. Eso se perfila cuando uno come cada día un poco más. Cuando vino el médico a escuchar mi respiración, me dije: Este cretino cree que estoy tuberculoso. Y después comprendí: estaba escuchando mi último suspiro.
Cuando habla de la muerte recuerda al actor Stanley Baker, quien, atacado de cáncer, lo afronta solo, encerrado en una pieza, en España, sin testigos. O al torero Manolete, que bajó de su cama arrastrándose para su última corrida. "Hay que hacer como los animalitos del bosque, que van a morir escondidos en un zarzal. Es una actitud más noble que hacerlo en familia, en medio de pañuelos y mientras le toman el pulso. De todos modos, con mis 71 años no soy tan viejo, sino razonablemente joven, en cierto modo. El año pasado tuve que teñirme de negro cabellos y bigote para un papel. Después de eso debió ser operado de los riñones, y en plena convalecencia soportó una neumonía fulminante. "No me repuse del todo, estoy débil, me bamboleo un poco cuando camino. Pero todavía soy capaz de andar en bicicleta." Tozudo y talentoso como nadie, sir Lawrence Olivier no se rendirá jamás. Y aunque muera, seguirá viviendo.
Curtis Bill Pepper

 

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