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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Marcinkus, Calvi y Casaroli

El Vaticano
El escándalo Calvi preocupa a Juan Pablo II

Revista Somos
octubre 1982
un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

 

La quiebra del Banco Ambrosiano y la misteriosa muerte de su factótum, Roberto Calvi, en Londres, pusieron en graves aprietos al Banco Vaticano, que había extendido cierto tipo de avales al financista. El escándalo llegó a preocupar al propio Juan Pablo II, que ordenó una exhaustiva investigación. Inevitablemente, los coletazos de estos hechos repercuten en la política interna de la Iglesia, con la declinación de Paul Marcinkus y el afianzamiento de Agostino Casaroli.

Roberto Tucci con el Papa

 

 

 

¿Por qué monseñor Paul Marcinkus. por primera vez en trece años, no organiza un viaje pontificio? Con esa pregunta los periodistas acreditados ante la sala de prensa vaticana acosaron al sacerdote Romeo Panciroli, el vocero papal. La respuesta fue invariable: "Monseñor Marcinkus está muy ocupado con sus tareas en el Vaticano y no puede ausentarse demasiado tiempo, como lo hacía antes. De allí que no acompañe al Papa en su viaje a España, pero eso no significa que haya sido exonerado de sus anteriores funciones". En el lenguaje diplomático del Vaticano, esta explicación puede traducirse así: Marcinkus no habría sido defenestrado formalmente de su responsabilidad de organizar los viajes papales, sino que habría sido reemplazado en forma momentánea. Esa es, al menos , la información oficial que viene de la Santa Sede. Pero en la trastienda hay una exigencia improrrogable: la de que Marcinkus esté presente en el Vaticano en las próximas semanas, que serán cruciales para las investigaciones que están realizando tres expertos internacionales en materia financiera sobre la situación del IOR (instituto de Obras de la Religión, más conocido como Banco Vaticano) y de sus vinculaciones con el resonante crack del Banco Ambrosiano. Todos los vaticanistas coinciden en que tanto Juan Pablo II como el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, estuvieron de acuerdo en considerar "poco oportuno" exponer a monseñor Marcinkus en el rol de primer acompañante del Papa en un momento en que la historia IOR-Ambrosiano se encuentra bajo la lupa de la opinión pública mundial. De ahí su sustitución —por lo menos hasta que se eche definitivamente luz sobre el asunto— por el jesuita Roberto Tucci, un napolitano de 61 años, director desde 1973 de la radio vaticana.

CAMPAÑA DIFAMATORIA
En la Santa Sede consideran que Marcinkus ha sido objeto en los últimos meses —y en especial después de la muerte del banquero Roberto Calvi, que apareció ahorcado debajo de un puente del río Támesis— de una campaña difamatoria de alcances internacionales. Incluso, L'Osservatore Romano —órgano oficial— salió en
su defensa con inusitada energía y dureza. Pero esta impresión —se asegura en fuentes responsables— no se contradice con el deseo expreso e inamovible de Juan Pablo II de aclarar una cuestión que en los últimos tiempos ha hecho considerable daño a la imagen de la Iglesia Católica y del propio pontífice.
Y no se trata sólo de las vinculaciones existentes entre el IOR y el Banco Ambrosiano de Calvi (entidad liquidada por insolvente hace pocos días en Milán), sino también de los comentarios y las denuncias que relacionan al banquero milanés desaparecido con tráficos de armas de diferente naturaleza, inclusive la denunciada —pero nunca probada— intervención en la venta de misiles Exocet a la Argentina durante la guerra de las Malvinas. Tráficos que, de encontrar alguna confirmación, molestarían profundamente a Juan Pablo II, de quien Marcinkus era, hasta ahora, uno de los allegados más directos. "La más mínima prueba en este sentido echaría en la desesperación al Papa Wojtyla. para quien nada es más importante que presentarse ante el mundo como predicador de la paz", dicen en el Vaticano. Una imagen que el pontífice ha asumido en primera persona, sin prejuicios de ninguna índole, viajando a Inglaterra y a la Argentina en plena guerra, exhortando a la paz a la convulsionada Irlanda del Norte e interviniendo con su palabra pacificadora en los acontecimientos de Polonia y del Medio Oriente.
Pero si Juan Pablo II está preocupado por este problema, detrás de los muros leoninos hay otros dos personajes que, con Marcinkus, viven con temor las eventuales implicancias que podría tener esta cadena de hechos. Se trata de Luiggi Mennini (71 años, padre de 16 hijos, factótum del IOR) y Pellegrino de Strobel, el contador-jefe del Banco Vaticano, por cuyas manos pasaron todos los avatares financieros del Instituto en los últimos 20 años. Tanto Marcinkus como Mennini y De Strobel han sido alcanzados por una comunicación judicial por la bancarrota del Banco Ambrosiano, junto con la plana mayor de la entidad, funcionarios del Ministerio de Comercio Exterior italiano y dos personajes de triste fama que están presos en Suiza: Licio Gelli y Flavio Carboni (el industrial sardo que acompañó a Calvi a Londres y a cuya cuenta bancaria fueron a parar fondos del Ambrosiano exportados ilegalmente de Italia). El solo hecho de que Marcinkus figure en una misma comunicación judicial con Gelli y Carboni es, para el Vaticano, un golpe bajo difícil de absorber.

CUESTIONES INTERNAS
En el Vaticano se asegura que, de toda esta historia, sale fortalecido quien desde un primer momento había mostrado reticencia y perplejidad frente a la desbordante actividad (no espiritual) de monseñor Marcinkus. Se trata del cardenal Casaroli, más de una vez disconforme con la autonomía y la independencia de Marcinkus, convertido en un verdadero factor de poder en el Vaticano, más allá de toda jerarquía establecida. La carrera ascendente de Marcinkus había comenzado en los primeros años del pontificado de Pablo VI, de quien primero fue intérprete y después organizador de sus viajes y responsable de su seguridad personal (una vez le hizo de escudo en Jerusalén para protegerlo de los desbordes de la gente). En 1971 tuvo la primera gran conquista: Pablo VI lo nombró presidente del IOR. Diez años después (septiembre de 1981) se produjo la consagración de su poder en la Curia vaticana: Juan Pablo II lo designó pro-presidente de la Comisión Cardenalicia del Vaticano, lo que en los hechos equivale a las funciones de gobernador del Estado pontificio.
Este último nombramiento provocó no pocas polémicas dentro y fuera de la Santa Sede, y algunos lo atribuyeron a una elección precisa de Juan Pablo II: receloso desde el primer momento de la herencia recibida al llegar al pontificado —consistente en vastos sectores de la Curia vaticana formados y mentalizados según el estilo y la filosofía de Pablo VI: la famosa filosofía del tacto y la negociación ante todo, de la que Casaroli es el máximo exponente— el Papa Wojtyla quiso contrarrestarla promoviendo a personajes vitales, con iniciativa propia, que estuviesen de acuerdo con su política de darle al Vaticano dinamismo y agresividad. Eso explicaría por qué el nuevo Papa se rodeó en especial de un grupo de prelados polacos, el que —según observadores del tema— terminó formando una Curia dentro de la Curia. Sus representantes más notorios son monseñor Andrzej Deskur (su amigo personal) y el cardenal Wlidyslaw Rubin. Este círculo áulico habría encontrado más receptividad en Juan Pablo II que otros funcionarios, como el cardenal Casaroli, quien —con la Secretaria de Estado— le habría aconsejado, por ejemplo, no realizar los viajes a Gran Bretaña y la Argentina. Marcinkus también era uno de los preferidos. Una estima especial que no disminuyó siquiera cuando su "mano férrea" se tradujo en un endurecimiento de las negociaciones con el sindicato de los empleados y dependientes vaticanos.

LAS "LETTRES DE PADRONAGE"
Aquí está el nudo de la cuestión: el IOR habría concedido al Ambrosiano ciertos avales (llamados lettres de padronage) que Calvi esgrimió fuera de Italia como garantías para determinadas operaciones financieras. De éstas, varias fueron efectuadas ilegalmente y consistieron en la exportación a misteriosas sociedades bancarias, subordinadas al Ambrosiano, de alrededor de 1.200 millones de dólares, cifra que es el famoso agujero que el Banco Central de Italia detectó en el Ambrosiano y que se tradujo en la declaración de insolvencia. Ahora el Estado italiano le exige al IOR que afronte la bancarrota con sus recursos, por haber emitido esas lettres de padronage. La semana pasada, el CONSOB, organismo que controla la Bolsa de Milán, dio a conocer un informe que podría acentuar las responsabilidades del IOR. Según el documento (30 páginas escritas a máquina, redactadas al término de la inspección hecha al Ambrosiano en agosto último) habría otras sociedades controladas por el Banco Vaticano, del que dependían directamente, y da nombres: Cascadilla, Lantana, Marbella, Ofeo, Financiera Estibina, Crédito Overseas. Todas con base operativa en Centro y Sudamérica.
Los tres expertos internacionales en finanzas que están estudiando las eventuales responsabilidades del IOR (el suizo Philippe de Weck, el italiano Carlo Cerutti y el norteamericano Joseph Brennan) se inclinarían por la tesis de que las lettres no implican la obligación de garantizar los pagos debidos a institutos o personas patronados. Dicen: "Desde el punto estrictamente legal es defendible la tesis del IOR de no tener que pagar las deudas contraídas por las sociedades sombras, o sea los socios extranjeros del Ambrosiano". Este documento está ahora en manos de Casaroli. También reforzó la posición del IOR la aparición de un documento firmado por Calvi, en el que el banquero eximiría al Banco Vaticano de todo compromiso (carta entregada el año pasado a Marcinkus).

EL DEBATE POLÍTICO
El viernes pasado, el ministro italiano del Tesoro, el democristiano Nino Andreatta, se presentó ante el Parlamento para poner al día el tema. Según él, el gobierno italiano no puede exigir el pago de deudas del Ambrosiano al IOR por tratarse de un banco extranjero (el Vaticano goza de extraterritorialidad en Italia). "Sólo la Santa Sede tiene los medios para ordenar al IOR un comportamiento distinto", dijo. Andreatta fue preciso en la exposición del rojo del Ambrosiano: "Son 1.287 millones de dólares discriminados así: 817 millones por financiaciones a sus asociados externos. Las sociedades deudoras no pagaron los intereses, que a cada vencimiento eran capitalizados, llegándose así rápidamente, con tasas del 23 y 24 por ciento, a esas cifras astronómicas. 176 millones concedidos a sujetos individualizados, pero cuya recuperación es difícil, y 294 millones sobre cuyo destino se están haciendo investigaciones".
Pero la nota polémica del discurso de Andreatta fue el pasaje en que sostuvo que la única posibilidad de pago es la directa intervención papal. Esta apelación despertó una durísima reacción en el propio partido de Andreatta, la Democracia Cristiana, cuyo presidente Flaminio Piccoli convocó a las autoridades partidarias para juzgar estas declaraciones consideradas "un absurdo intento de involucrar a la Santa Sede en un escándalo". El Vaticano también fue tajante en su réplica a Andreatta: "La Santa Sede está haciendo lo necesario para que la luz sea hecha, y, en tanto, ninguna de las partes puede esperar que sea tomada como 'verdad absoluta' la propia reconstrucción de las relaciones Ambrosiano-IOR".
En medio de esta barahúnda de información, versiones y desmentidas aparecieron en La Stampa —diario de Turin— declaraciones de Clara Calvi, viuda del banquero Roberto Calvi. La mujer responsabiliza por la muerte de su esposo a "la última operación preparada por Roberto, y por la que se había trasladado a Londres: la asunción de deudas del IOR por parte del Opus Dei". Y agrega: "Era una operación riesgosa, más política que económica. A cambio de la ayuda, el Opus Dei pedía poderes precisos al Vaticano, por ejemplo, en la determinación de la estrategia hacia países comunistas y del Tercer Mundo. En el Vaticano hay una profunda división entre sostenedores y adversarios de la Ostpolitik" (apertura hacia el Este). Después se pregunta: "¿Cómo excluir la tesis de que mi marido haya sido asesinado para impedirle que llevase a buen puerto un proyecto conservador como el de Opus Dei?".
Dice luego que la relación entre su marido y el Vaticano era la siguiente: "El Vaticano le había prometido la restitución de los créditos que le había concedido. Las posiciones del IOR y del Vaticano eran distintas: Marcinkus y Mennini, y también Casaroli, eran contrarios al plan de mi marido, pues para ellos significaba la pérdida, por lo menos parcial, de su poder y el comienzo del fin de la Ostpolitik. Pero el Papa estaba de acuerdo. Recibió a mi esposo a comienzos de este año y le dijo que le confiaría las finanzas del Vaticano para que las pusiera en orden".
La respuesta de L'Osservatore Romano fue durísima. Desmintió que Calvi haya sido recibido jamás por Juan Pablo II y sostuvo que las declaraciones de la viuda son "enormidades contrarias a los hechos y a las mismas evidencias". Al mismo tiempo, el Opus Dei negaba haber tenido jamás nada que ver con Calvi y con eventuales proyectos de hacerse cargo del agujero de 1.200 millones de dólares provocado por el Ambrosiano.
Pero además de estas desmentidas, los observadores señalaron dos aspectos de las declaraciones de la viuda de Calvi que no resistirían el menor análisis:
• El pretendido entusiasmo de Casaroli y de Marcinkus por la Ostpolitik vaticana, cuando en realidad ambos se oponen frontalmente a ella.
• La afirmación de que, por el enfrentamiento de su esposo con Casaroli, este último "no había sido confirmado para 1983", cuando en realidad el purpurado tiene asegurada su permanencia en la Secretaría de Estado hasta fines de 1984, de acuerdo a las normas de la Curia vaticana.
Romeo Panciroli, portavoz de la Santa Sede, declaró también que "no sólo el Papa no recibió nunca a Roberto Calvi, sino que jamás le confió o pensó en confiarle tareas del tipo que se dijo". Subrayó enseguida que "el proyecto de confiar el control de las finanzas vaticanas al Opus Dei ya fue desmentido dos veces por esa organización: el 20 de agosto y el 24 de setiembre".

EN BAJA Y EN ALZA
Al margen de todo esto, es indiscutible que la figura del cardenal Casaroli sale fortalecida. Y con él, toda la Secretaría de Estado, cuya eficiencia, tacto y sensatez en el manejo interno y diplomático de la Iglesia es en los momentos actuales la base de apoyo del pontificado de Juan Pablo II. Esto se debe —dicen los analistas del tema— a la coherencia y complementación que encuentra Casaroli en sus dos colaboradores más estrechos: el substituto español Martínez Somalo y el virtual canciller de la Iglesia, monseñor Achule Silvestrini. Otro personaje en alza es monseñor Luiggi Poggi, embajador viajero de la Santa Sede.
Sea cuales fueran los resultados de la investigación interna y del juicio por bancarrota del Ambrosiano, parece seguro que Juan Pablo II, pasada la tempestad, relevará delicadamente a Marcinkus de sus funciones financieras y pondrá algún nuevo tipo de control sobre el IOR. Seguramente para que desaparezcan, en el futuro, las nubes que oscurecieron el horizonte. 
Bruno Passarelli

 

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