Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


TV
ADAPTAR ES UN PLACER
Revista Periscopio
7-4-1970

"Claro que la idea de poner en el aire este programa fue mía", clamaba satisfecho, la semana pasada, Sergio Renán (36, casado, una hija, responsable del ciclo 'Las grandes novelas', emitido por el canal oficial a partir de noviembre del 69). Para concretarla, nucleó a tres equipos de adaptadores. En realidad, sus aspiraciones le hubieran permitido nombrar muchos más: "Trataba de crear varios grupos para dar oportunidad a los jóvenes. Me importaba —y me importa— que puedan desenvolverse, escribir para la televisión".
Satisfecho de su elección, Renán, enfundado en informal camisa roja, desgrana el nombre de sus compañeros de aventura: Víctor Pronzato y Pablo Palant; Mario Sábato, Francisco Paco Urondo y Juan Carlos Lalo Cernadas Lamadrid. "Son todos autores de una formación respetable —arriesga—, condicionados para abarcar distintas épocas y estilos muy diversos. Claro que los grandes frescos (léase burguesía pintada por Balzac, por ejemplo) son reservados al ingenio de Palant y, Pronzato; mientras que las situaciones de gran guignol, de humor, reclaman perentoriamente al adaptador Mario Sábato. El elemento mayor, de fuerte aliento poético, está reservado, sin ninguna duda, para un poeta como Paco Urondo. Todos están perfectamente adaptados entre sí, pese a sus lógicas diferencias generacionales. Se refleja su trabajo en las distintas maneras como coinciden en él —concluyó, admirado, Renán—. Mario y Paco —admite— ostentan la frescura de los no contaminados; es una relación claramente amistosa."
Más allá del rating que haya arañado su programa, la experiencia del a veces hermético Renán interesa como responsable de perpetuar la difícil y vapuleada profesión de los adaptadores.
El miércoles pasado, Palant agradecía a la técnica del video tape haber facilitado "a muerte" las adaptaciones: "Se trabajan generalmente unas 8 horas, para concretar un espectáculo de tan sólo una hora de duración."
LOS TRABAJOS Y LOS DIAS
Ducho en semejantes y agotadoras lides, Palant explica que todo adaptador tiene tres caminos para arribar a su meta. Una de las posibilidades es cortar la obra, es decir, extraer bloques de diálogos y unirlos: "Dos horas de teatro se reducen a 66 minutos para la televisión". Segundo, sintetizar la obra, y tercero, borrar y adicionarle elementos inventados, esto en caso de que la obra fuera débil. "Si el asunto es rico y está expresado con fuerza, hay que aprovechar el tema a fondo", dogmatizó.
Su próxima odisea (Tiempos difíciles, de Dickens) será librada a dúo con Víctor Pronzato (46, casado, dos hijos, dos libros de cuentos, Víctor Proncet como músico de teatro). "Soy quien ha escrito más música de escena en Buenos Aires: pero trabajos de adaptación es la primera vez que hago. Nosotros (Pronzato-Palant) trabajamos así: estudiamos, discutimos el material, y hacemos todo en conjunto." Palant había declarado, sin embargo, a Periscopio: "Yo escribo a máquina, porque yo no le permito a nadie que me toque la Remington: el artefacto es mío, sólo mío".
Pese a su flamante iniciación, Pronzato atesora ideas precisas acerca del complejo metier: "Se mantiene el diálogo original. Solamente se lo modifica dentro del espíritu total de la novela, cuando es muy necesario. Hay que buscar las situaciones y su progresión dinámica. En televisión se debe narrar la novela en forma dramática, nunca reflexiva o literaria. Hay que mantener en vilo al televidente, con la tensión de la continuidad."
El binomio Pronzato-Palant engendra sus coproducciones en la casa de este último. "Existe un problema de niños —susurra Pronzato—; los de mi colega con ya mayorcitos, de 20 años, y no molestan para nada. En cambio los míos son muy chicos. El menor de ellos tiene un hobby; inventa 'pensaciones' para las obras por adaptar, una mezcla de pensamientos y sensaciones". Y rubrica: "Hay que buscar la intriga que hoy se llama suspenso: este es el mejor gancho para atrapar audiencia. El de adaptador es un trabajo hermoso, que contribuye a enriquecer, dar vida dramática a la misión cultural de la televisión".
A veces las adaptaciones cumplen su cometido: Crimen y Castigo podría haber tenido un público de hasta 150 mil personas. Judith, acotó Palant, logró una audiencia de un millón trescientos mil televidentes. Hamlet, versión 1962, obtuvo 62 puntos de rating. "Le ganó al Inter, en un partido por la Copa del Mundo", comentó alborozado su colega. La música que enfatizaba sus escenas había sido lucubrada a dúo con Mario Cosentino.
"Adaptar novelas es un trabajo infernal —gemía ante Periscopio, el viernes pasado, el a ratos abogado Palant—. No hay decorados que den abasto cuando el autor decide saltar de París a Copenhague y de inmediato a un bosque ignoto, para terminar su periplo en un buque o una habitación. Además, las reflexiones líricas del autor, ese material tan rico, son imposibles de ser dramatizadas, se convierten en un verdadero lastre para lograr el gancho que reclama la tv. Entonces, la abundancia de material nos obliga a rechazar partes para ceñirnos a lo fundamental, e inventar sucedáneos."
"He adaptado ya Madame Bovary, de Flaubert —se ufana Urondo—, y estuve trabajando en Los Maias, de Eça de Queiroz. Integro uno de los equipos de adaptadores del 7. Las obras se dan una por mes, así que cada equipo adapta una novela cada 3 meses, o sea cuatro obras anuales."
Y aclara que es un trabajo difícil, mucho más difícil que escribir; pero muy gratificante. Prefiere, es verdad, imaginar un poema y no adaptar La Divina Comedia.
"Trabajo con Cernadas Lamadrid, mi compañero de equipo. Cada capítulo es una obra de teatro, que dura una hora y media. Son 6 horas de proyección mensuales, 120 páginas oficio. Para escribir cada página tardamos de 40 minutos a una hora. Lo que nos daría 120 horas de trabajo en un mes, un promedio de 6 horas diarias." Y concluye, con un suspiro: "Los profesionales tardan unos quince minutos por página, pero en fin, qué le vamos
a hacer, uno es un poeta...", y sus ojos claros se diluyen junto con sus palabras.
"Adaptar es un trabajo apasionante, hay muchísimo de recreación en ello —arriesgó Mario Sábato, otro de los elegidos de Renán (25, casado, una hija, heredero de Ernesto Sábato; hace documentales para televisión y cine publicitario: "de eso vivo")—. Debe existir un respeto profundo por la obra sobre la cual se trabaja, y en nombre de ese respeto, rescato el clima, la intención del autor, pero usando elementos del siglo XX."
Con 'Rojo y negro', le pidió a los actores que no leyeran la obra para no contaminarse.
Sábato confiesa que trabaja solo y de acuerdo a un método personal y secreto. Tantas penurias son aplacadas por la recompensa de un cachet astutamente silenciado. "En realidad —deslizó Urondo—, no tengo una idea clara. Se habla de un monto, y como luego el programa gusta más de lo pensado se nos paga en relación al éxito. Nuestro trabajo está bien remunerado, pero tampoco podría decir que es una maravilla", se apresura.
Por su parte, Palant se excusó: "En cuanto al cachet prefiero no hablar para obviar situaciones difíciles, sabe'".
Las obras que se ofrecen están dentro del dominio público y el arancel correspondiente pasa a manos del Fondo Nacional de las Artes; aproximadamente 60 mil pesos viejos por capítulo. Si la obra la traducen los mismos adaptadores, el 50 % les pertenece y el otro 50 % engruesa las arcas del Fondo.
Exhibiendo una dudosa indiferencia por las cifras, Renán espeta cuando se le inquiere por el éxito de su aventura: "Me preocupo de lo que es, de cómo salió, qué audiencia tuvo".

 

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Pronzato y Palant
Pronzato y Palant


 

 

 

 

 
Paco Urondo
Urondo
Sergio Renán
Sergio Renán

 

 

 

 

 

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