Revista Siete Días Ilustrados
17.04.1972 |
El Fokker F27 realizó el primer aterrizaje sobre la flamante pista.
A la inauguración asistieron el gobernador inglés (de galera en la
foto de abajo, a la izquierda) y autoridades de ambos países.
Desde hace una semana, el lejano archipiélago austral ha quedado
enlazado -mediante vuelos regulares- con el territorio continental
argentino, gracias a una pista construida por la Fuerza Aérea
Cuando el vicecomodoro Raúl Barcalá detuvo los motores del Fokker
F.27 sobre la flamante pista de Puerto Stanley, una nueva era había
comenzado para los dos mil isleños que pueblan las Malvinas. Eran
las 11 de la mañana del pasado miércoles 15, y el gobernador inglés
del archipiélago, Ernest Gordon Lewis, encabezando la comitiva de
notables del pueblo, se dirigió hasta la escalerilla del avión para
recibir a la delegación oficial argentino-británica. En esos
momentos, un fortísimo viento del Oeste hacía flamear la bandera
celeste y blanca junto a la del Union Jack, izadas ambas sobre el
pequeño hangar que hace las veces de estación aérea: símbolo de que
el acercamiento entre las islas y el continente comenzaba a ser
realidad. Es que ese día, el aislamiento que padecían los malvineros
había ingresado en la historia. Frente a la Bahía Rompientes, a 6
kilómetros de Puerto Stanley, un aeródromo construido por la Fuerza
Aérea argentina quedaba oficialmente inaugurado; con él, la
frecuencia de un vuelo semanal a cargo de LADE (Líneas Aéreas del
Estado), que conducirá pasaje, carga y correspondencia, enlazando en
dos horas de viaje a la capital isleña con Comodoro Rivadavia (960
kilómetros en línea recta).
La pista, cuya extensión araña los 800 metros, fue concluida en
tiempo record: seis meses, durante los cuales 37 hombres (30 de
Fuerza Aérea, 2 de Ejército y 5 de Vialidad Nacional) trabajaron en
las más inhóspitas condiciones, debiendo soportar vientos de más de
100 km. por hora, intensas lluvias, neviscas y granizadas, amén de
una temperatura que durante los meses invernales se mantiene
inexorablemente entre uno y diez grados bajo cero. Las tareas, que
estuvieron dirigidas por el vicecomodoro César Alberto de la Colina
—quien también está a cargo de la agencia local de LADE, primera
oficina estatal argentina en las Malvinas—, se efectuaron mediante
12 máquinas viales, 12 camiones, una trituradora de piedra de alta
capacidad de molienda (30 a 50 toneladas por hora) que suministró el
Ejército y un obrador completo. Todos los equipos y maquinarias
habían llegado a Puerto Stanley a principios de mayo último, a bordo
del buque Cabo San Gonzalo, del Comando en Jefe de la Armada.
Básicamente, la infraestructura del aeródromo consiste en una pista
armada con gruesas placas de aluminio ensambladas entre sí, y
apoyadas sobre un terreno de turba consolidada. "Se ha construido
según la más avanzada tecnología aeronáutica —explica el
vicecomodoro De la Colina— y según nuestros cálculos tendrá una vida
útil de dos años; eventualmente, podría durar hasta 1976. Para ese
entonces, espero que el gobierno inglés haya comenzado a levantar un
moderno aeropuerto". Lo cierto es que la declaración conjunta del 1º
de julio de 1971 —las conversaciones mixtas sobre el status de las
islas datan de 1966—, mediante la cual los gobiernos de Buenos Aires
y Londres se comprometían a mejorar las comunicaciones entre el
archipiélago y el territorio continental, contemplaba la
construcción de una pista aérea por parte de Argentina. Pero,
tácitamente, las autoridades inglesas mantenían su intención de
erigir una aeroestación permanente apta para vuelos de largo
alcance. El proyecto, cuyo costo asciende a 4 millones de dólares,
fue elaborado por la empresa inglesa Rendel, Palmer y Tritton, y aún
está a estudio de la corona británica. El presupuesto de la pista
provisional habilitada, en cambio, fue considerablemente menor: m$n.
1.000.000.000
MAS CERCA QUE NUNCA
"Ya tenemos 35 reservas pedidas por los isleños para volar a la
Argentina", se ufana el vicecomodoro De la Colina en su despacho de
LADE, ubicado en Ross Road, la principal arteria de Puerto Stanley.
El flamante director de la agencia aérea supone que el tránsito
habrá de ser intenso en los próximos meses. "Por el momento, se
prevé operar con un Fokker todos los lunes, pero pienso que el año
próximo habrá que duplicar esa secuencia". Es que 44 plazas
semanales pueden resultar escasas cuando el turismo masivo asome en
Malvinas. En ese sentido, el Tourist Board local ya ha comenzado a
trazar flanes turísticos a muy corto plazo.
Indudablemente, el archipiélago cuenta con bellezas naturales y
otros atractivos muy aptos para atraer viajeros: buena pesca —en
especia! salmónidos—, panoramas inéditos, construcciones típicamente
escocesas y las obvias ventajas que depara el carácter de puerto
franco que poseen las islas. La tarifa promocional de LADE, por otra
parte, habrá de estimular el periplo: 25 mil pesos el pasaje hasta
Comodoro Rivadavia. Para los visitantes, empero, persiste un
problema: en Puerto Stanley existe un solo hotel —Upton Goose— con
veinte camas. Su confortabilidad y buena gastronomía no alcanzarán,
naturalmente, para satisfacer las necesidades de tours numerosos.
Frente a tal eventualidad, su propietario ha comenzado a realizar
urgentes trabajos de ampliación —una decena de habitaciones—, que no
concluirán antes de un año.
Para los pobladores de las Malvinas, la posibilidad de visitar el
suelo continental se verá facilitada cuando se formalice la entrega
de documentos personales emitidos por el Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto, donde figurarán el escudo nacional argentino y
consignarán la identidad del viajero en inglés y español. Tal
exigencia, a punto de concretarse, es uno de los 18 puntos
convenidos por la comisión mixta, cuya tercera rueda de
conversaciones se inició en Puerto Stanley el pasado lunes 20. Para
evitar suspicacias, el mismo documento expresa claramente que "los
isleños que viajen al continente estarán eximidos de toda carga
impositiva y de la obligación de enrolarse en el servicio militar".
Los primeros pasos concretos para la integración, pues, ya están
dados. Las etapas subsiguientes dependerán, en buena medida, de la
actitud de los nativos hacia el continente que ahora tienen a dos
horas de vuelo. En ese sentido, la construcción del aeródromo por
parte del gobierno argentino ha predispuesto favorablemente a la
población. El entusiasmo y la gratitud son compartidos tanto por los
viejos como por jóvenes, aunque obviamente los primeros mantengan
ciertos pruritos, alimentados en su mayor parte por la visión que
tienen de la realidad sociopolítica argentina. "Inglaterra está a 12
mil kilómetros de aquí y tal vez por eso nos ha tenido olvidados
—reconoce ante Siete Días, Graham Iredale (52), obrero de una
estancia próxima a Puerto Stanley—; recién ahora, y gracias a
ustedes los argentinos, tenemos una pista aérea. Pero eso sí,
seguimos y seguiremos siendo ingleses: en su país hay mucha
inestabilidad económica y no queremos que estos problemas sean
trasladados aquí, donde hay tanta paz que los cuatro policías del
pueblo se aburren soberanamente". En cambio, para Raymond Clement,
un técnico del BAS (British Antarctic Service, una base de
observación científica), el futuro status del archipiélago no admite
dudas: "Los jóvenes malvineros de 16 a 35 años entienden que la
integración con la Argentina es indispensable. Yo tengo 40, pero me
incluyo entre ellos. Hace 12 años que estoy aquí y pienso que tarde
o temprano las islas dependerán en todo sentido de un país que está
tan cerca y del que tanto necesitamos". Una auspiciosa convicción,
que sin duda habrá de solidificarse a medida que los pequeños Fokker,
comandados por los hábiles pilotos de la Fuerza Aérea argentina,
prosigan su misión de acercar cada vez más al lejano archipiélago
austral.
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el F27 |
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El Austin del gobernador Lewis
ante la agencia LADE en Puerto Stanley.
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