Revista Vea y Lea
11.11.1948 |
Ahora, de Plaza de Mayo al aeroparque en sólo cinco minutos de
viaje en automóvil
Por Ramón Antonio Chas
BUENOS Aires, centro vivo del país, ha resuelto su problema aéreo:
tiene ya un aeroparque. La metrópoli más austral del mundo (y una de
las más bellas, agregaremos nosotros) ha incorporado a su patrimonio
una obra de gran importancia. El crecimiento tentacular de nuestra
gran ciudad, que ya nos asombra a todos por su "gigantismo", devoró
todos los grandes espacios libres. Su apetito de terrenos espaciosos
es insaciable. Es así como el valor de las tierras alcanza, en
constante superación, precios fabulosos. El problema era, sin
embargo, muy urgente. Había que dotar a la ciudad de un aeroparque.
No se contaba con espacio suficiente; pero el ingenio se aguzó, como
siempre sucede cuando los problemas apremian, y. . . asistimos al
milagro. Buenos Aires tendrá muy pronto un magnífico aeroparque, a
cinco minutos de automóvil de la Plaza de Mayo (es decir, el más
cercano con que cuenta ciudad alguna) edificado en un lugar que fué.
. . (no nos avergüenza decirlo) vaciadero de basuras y con una
laguna donde sólo acuatizaban los mosquitos. El mérito de la obra es
así mucho mayor, y las soluciones halladas son ideales. Dótase a la
ciudad de instalaciones que le proporcionarán los múltiples
beneficios de la actividad aérea y se logra sanear al mismo tiempo,
una extensa franja de tierra que constituía un problema para la
salud pública.
EL PROBLEMA DE LOS AERODROMOS DISTANTES
Los viajeros que usan con frecuencia el avión coinciden en una
afirmación desconcertante: se emplea más tiempo para llegar a los
aeródromos y volver de ellos que en el vuelo efectivo durante una
travesía de distancias medias.
Aclaremos que no es éste un problema nacional. A medida que la
aviación fué progresando (a veces por períodos vertiginosos) fué
necesario resolver muchas dificultades que el medio aéreo creaba a
los usuarios. El punto neurálgico fué siempre la construcción de
aeródromos que, por su proximidad a los centros demográficos,
eliminaran en lo posible sensibles pérdidas de tiempo para el
traslado a los lugares de embarco de los pasajeros, y viceversa.
Sólo teniendo un aeródromo muy cerca de las ciudades era posible
gozar en toda su amplitud de los beneficios que en materia de tiempo
se obtiene viajando por el aire. Uno de los casos más típicos es el
del pasajero que realiza la travesía en vuelo Londres-París. La
duración del viaje aéreo es inferior al tiempo que emplea para
movilizarse del centro londinense al aeródromo, y del que resulta
después de viajar desde que baja a tierra en suelo francés hasta el
municipio parisiense.
DE UNA CENTELLA A UNA TORTUGA
¿Y qué le pasa ahora al pasajero aéreo argentino? Pues casi lo
mismo. El hombre de negocios, el profesional o el turista apurado
que llega del interior a Buenos Aires por vía aérea se frena en
Morón. Hasta allí llegó montado en una centella Pero ahora debe
proseguir el viaje en una tortuga. Como epílogo de su rápida
travesía por las dilatadas planicies nacionales se ve obligado a
realizar una prolongada y aburrida marcha en un ómnibus de la
compañía aérea, recorriendo (como si fuera a un remate en día
domingo) las poblaciones que circundan la gran urbe y que
constituyen con ella lo que ahora se denomina "el gran Buenos
Aires". Al hombre que ha volado a 300 kilómetros por hora desde
Mendoza, San Juan, Córdoba Tucumán o Salta, y que se asombra de
haber salido hace apenas unas pocas "horitas" de esos lugares
distantes, lo sorprende una rápida transición. Después de hamacarse
en las nubes se agita ahora en un ómnibus, pesado y lento, que
realiza un viaje con todos los inconvenientes derivados del intenso
tránsito circundante y que se prolonga en todos los casos 50 minutos
(tomando siempre a Morón por referencia).
Las conclusiones son rápidas y desconsoladoras. Si se considera que
el término medio de los viajes por vía aérea en nuestro servicio de
transporte interno no excede de las 3 horas y media (1.000
kilómetros en avión del tipo Douglas DC-3), se llega a la conclusión
de que todos los beneficios derivados del transporte aéreo se hallan
neutralizados por el tiempo que es necesario emplear para llegar al
aeródromo.
Hagamos una breve demostración: un viaje a Córdoba. Uno de los
aviones sale a las 7 de Morón; pero el pasajero tiene que estar a
las 5.30 (y levantarse a las 4) en el local de la compañía
transportadora. Es decir, que debe emplear una hora y media desde el
momento de decir "presente" al pasar lista en la compañía hasta el
instante de ocupar su asiento en la cabina. Al llegar a Córdoba,
después de dos horas y media de vuelo, debe emplear más de media
hora en su traslado al centro de la ciudad desde el campo de
aterrizaje. Total: que para un viaje aéreo efectivo de dos horas y
media, es preciso perder casi igual tiempo en tierra en sus
traslados a las pistas y de ellas.
Todos estos términos contradictorios, en un complicado problema que
hay que resolver sacando minutos de todas partes, va a ser resuelto
con el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires. No necesitará el
pasajero, cuando venga de un rápido viaje del interior, hacer un
largo y tedioso paseo en ómnibus de Morón al centro, a paso de
tortuga. En sólo cinco minutos desde la costanera, por la avenida
Alvear, estará en Plaza de Mayo. Y del mismo modo, cuando tenga que
partir, llegará rápidamente al aeródromo, volará casi en seguida por
la parte más bella y pintoresca de la ciudad, la apreciará desde lo
alto en todo su magnífico conjunto y podrá así despedirse a 500
metros de altura del intrincado conjunto urbano porteño.
DONDE ESTA Y COMO SERA EL AEROPARQUE
El lector se preguntará por qué se llama aeroparque y no aeródromo
el que tiene ahora Buenos Aires, adosado a su perfil costanero, La
misma palabra lo dice todo: se trata de una pista de aterrizaje
amplia, con un vasto plano de aproximación por el lado de nuestro
anchuroso río, que llena las funciones de un aeródromo racional;
pero que también servirá por sus plantaciones, disposición
arquitectónica y ubicación para embellecer una zona de la ciudad que
hasta hace poco tiempo era un vaciadero de residuos.
El aeroparque se construye en un amplio solar de propiedad
municipal, cedido a la Secretaría de Aeronáutica, entre la ribera
del río de la Plata y Palermo, a la altura de la avenida Sarmiento.
Es interesante reseñar la evolución seguida paso a paso por la obra,
porque así podrá apreciarse la dificultad de crear un aeroparque en
un terreno muchas veces desechado por quienes gustan de hallar
soluciones rápidas y fáciles.
Primer paso: Por la extensión reducida del terreno disponible la
Dirección de Infraestructura Aeronáutica construyó una pista
experimental de tierra, destinada a los aviones de tipo deportivo.
En enero de 1947, y después de dos meses de trabajo, concluyóse la
primera calle de aterrizaje. Allí posaron sus ruedas en cortos
descensos los pequeños aviones del tipo Pipper (turismo y escuela)
de la Dirección de Aeronáutica Deportiva. Había nacido el
"aerodromito" porteño en Palermo.
Segundo paso: Comenzó entonces la empresa mayor. El terreno tenía
una amplia laguna, rodeada de altos pastos, y en las inmediaciones
la Intendencia Municipal había plantado valiosas variedades de
árboles, pues se proyectaba crear allí un "bosque autóctono". Se
impuso, por lo tanto, una solución radical, pues lo específicamente
contrario a un aeródromo es un bosque. Con cuidado y dedicación se
trasplantaron todos los árboles a otros lugares del campo, para
conservar así el marco natural dentro del cual se construirían todas
las instalaciones afectadas al servicio aéreo. Al mismo tiempo que
se retiraban esos 300 árboles, se prosiguieron otros importantes
trabajos. Un tren de camiones llevó al lugar toneladas de tierra, y
paulatinamente fué cegada la laguna. 150.000 metros cúbicos de
tierra fueron esparciéndose además por el terreno para su
nivelación, el rellenamiento de las zonas anegadizas junto al río y
la preparación de la pista principal, orientada de Norte a Sur. En
agosto de 1947 quedó terminada la nueva pista de tierra, y el
aeródromo comenzó a tener una actividad más formal. No eran ahora
sólo las diminutas máquinas Pipper (los mosquitos del aire). Ya
volaban y descendían ante la vista de los pacientes pescadores del
suntuoso club de la avenida Sarmiento aviones de turismo y
comerciales.
Tercer paso: Con un nuevo terreno se amplió en 200 metros más la
extensión de la pista inicial y el aeroparque se incorporó a la
ciudadanía porteña en octubre del año anterior con los vuelos de
bautismo de la Semana de Aeronáutica, durante los cuales 4.000
personas remontaron la quieta atmósfera de Palermo, para extasiarse,
desde lo alto, con el trazado geométrico de los jardines y recorrer
la sinuosa curva de nuestro perfil ribereño. Poco después, los
Douglas de la Aeroposta comenzaron a salir del aeroparque para
realizar sus viajes a Mar del Plata y Bariloche. También lo hicieron
las máquinas de las Líneas Aéreas del Estado. Ya tenía Buenos Aires
su aeródromo comercial y los pasajeros podían gozar del beneficio de
un viaje de sólo 5 minutos desde la Plaza de Mayo hasta el costado
del avión.
CRECE Y SE PERFECCIONA EL AEROPARQUE
Había, sin embargo, un inconveniente. La pista era de tierra, y,
cuando llovía, había dificultades para la salida y llegada de las
máquinas. En tales casos la Aeroposta debía utilizar su aeródromo de
Pacheco, bastante distante también de la zona céntrica porteña. La
Secretaría de Aeronáutica dispuso, entonces, la construcción de una
pista definitiva, con un tipo de pavimento llamado de "base negra".
Un activo batallón de construcciones aeronáuticas libró la última y
definitiva ofensiva. Abrieron y sanearon estos animosos muchachos
los bolsones de lodo que amenazaban frustrar los resultados
obtenidos hasta entonces; desecaron el lago que había en el centro
del campo; nivelaron, con 50.000 metros cúbicos más de tierra, las
depresiones del terreno, y así, cuatro meses más tarde, sin que se
suspendieran entretanto las actividades de vuelo, se libró al
servicio una nueva pista pavimentada.
Más de 20.000 pasajeros han sido transportados desde aviones salidos
en servicio regular de esta pista, convertida en aeropuerto oficial
de la Secretaría de Aeronáutica. A la calle terminada, cuyo
recorrido se amplía ahora para habilitarla al uso de aviones
cuatrimotores, se agrega otra que formará una perpendicular con la
primera, y orientada conforme al régimen de vientos predominantes en
la zona.
Galerías cubiertas y terrazas rematarán el edificio, donde
funcionarán los servicios de radiocomunicaciones, regulación de
tránsito aéreo y dependencias administrativas. La construcción
emplazada sobre la calle Dorrego tendrá, asimismo, amplias playas
para el estacionamiento de vehículos. Sobre su costado sur estarán
los cobertizos y talleres, y en el extremo opuesto habrá un jardín
de infantes.
Se hará después una tercera pista. Serán tres entonces las calles
para el descenso de aviones totalmente pavimentadas, con un ancho de
80 metros. Se satisfarán así las exigencias de todo tipo de aviones,
los cuales tendrán asimismo amplias zonas laterales para el carreteo
por el campo.
El aeropuerto porteño crece a grandes zancadas. La compañía Zonda,
una de las más importantes del cabotaje interior, comenzará sus
servicios desde el 1º de enero desde allí, en lugar de Morón. Se
acabarán los paseos en ómnibus, y el pasajero que quiera salir de
mañana no tendrá que sacrificar para esta excursioncita terrestre
dos horas de su sueño. Más adelante llegarán los aviones mayores, o
sea los "grandullones" del aire, y se habrá completado la etapa
final de nuestro flamante aeródromo ciudadano. Pero no es todo. Más
al norte se construirá en breve el monumental edificio de la
Secretaría de Aeronáutica, y luego el hidropuerto previsto en la
prolongación de la avenida General Paz. Tendrá entonces Buenos Aires
todo lo que necesita para gozar de la suma de facilidades que
reporta el servicio aéreo moderno.
Ir Arriba
|
|
|
1-Uno de los equipos mecánicos que trabajan en la
preparación de la nueva pista. Al fondo se destaca la
arboleda de Palermo que presta un sobrio marco de belleza
natural al aeroparque.
2-Dos de las aplanadoras que trabajan en la preparación del
pavimento de las calles de acceso a los edificios en
construcción que completarán las instalaciones del nuevo
aeroparque.
3-La instalación de telecomunicaciones del aeroparque para
la transmisión y recepción de partes meteorológicos,
fiscalización aérea y enlace desde tierra con el avión en
vuelo, etcétera.
1-Fotografía tomada desde un helicóptero, sobe el río de la
Plata. Adviértense las construcciones en marcha, junto a la
pista principal.
2-Esta es la diminuta pista circular que tiene el aeroparque
para la práctica del aeromodelismo |
|
|
|
|