Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Otro tango en La Habana
Campero 2
Revista Somos
23.03.1984

 Ricardo Campero y Fidel Castro
En Cuba, entre puros y mojitos, se firmaron acuerdos para exportaciones argentinas por valor de 600 millones de dólares.

La misión Campero llegó a La Habana en la madrugada del miércoles 14. La capital cubana estaba ya hablando de otros argentinos: los artistas y músicos que esa misma noche participarían del festival. "Ayer y hoy, el tango", organizado por la Casa de las Américas. Para el secretario de Comercio, la silueta de la isla del Caribe —vista desde el avión— era bastante familiar: ya la había observado antes otras cuatro veces cuando debió ir a Cuba para organizar la venta de diversos equipamientos industriales en su condición de trader, experto en comercio exterior al servicio de distintas empresas argentinas. De aquellas gestiones la más importante fue la venta de un sistema de comercialización de pescado, totalmente diseñado en la Argentina, que modificó sustancialmente los hábitos de consumo en Cuba, volcándolos hacia los productos marinos.
Campero llegó acompañado por Ernesto Weinschelbaum y Héctor Traverso (subsecretarios de Industria y de Recursos Marítimos), el diputado peronista Norberto Imbelloni, Daniel Roel Mora —titular del Forum de Comercio Exterior argentino— y Juan Fábregas, empresario metalúrgico, vicepresidente de la UIA, entre otros. En los tres días que se extendió la gestión, el resultado concreto fue: operaciones por 600 millones de dólares, que incluyen la renegociación de un préstamo con destino a exportaciones hacia Cuba, 100 millones para la compra de productos de origen primario y 200 para manufacturas.
Pero al margen de las cifras, hay ciertos renglones que conviene detallar:
• El hecho más novedoso: el convenio para la elaboración en Cuba de jugos de fruta argentina con azúcar de la isla, tanto para consumo interno como para la exportación posterior a los países del Este europeo.
• Por primera vez, vino: un paquete de acuerdos y convenios comerciales y de cooperación científico-técnica permitirá a la Argentina insertarse en el próximo plan quinquenal de La Habana. Entre todos los ítem, está el vino, que por primera vez se le venderá a Cuba.
• Artefactos para el hogar: es notorio el interés del gobierno de Fidel Castro por la adquisición en la Argentina de bienes de tipo intermedio, como el caso de los artefactos para el hogar, que entraron a formar parte de los acuerdos.
• Repuestos: los cubanos insistieron en la necesidad de que se reanude el suministro de repuestos para los módulos azules de comercialización de pescado (con los que se instalaron 500 comercios en 1974). En Buenos Aires se exhibirán videotapes de esos locales, según quedó combinado durante la visita.

CARNE Y MOJITO. Durante su estada, el secretario de Comercio argentino no dejó de hablar con sus huéspedes de ciertos temas de la Argentina de hoy, sobre todo de
uno que enmarcó la salida y el regreso de Campero en esta gira por Alemania Oriental y Cuba: la comercialización de la carne. La ajetreada veda —resuelta horas antes de su partida de Buenos Aires— terminaría, precisamente, poco después de su llegada al aeropuerto de Ezeiza.
De carne y hábitos de consumo habló Campero con el ministro Manuel Vilas Sosa (tiene su mismo cargo en el gobierno de Castro), mientras todos los presentes sorbían de a poco el tradicional mojito (mezcla de ron, jugo de limón, soda, azúcar, hielo y una ramita de "hierba buena") y se encendían los infalibles cigarros. La reunión duró una hora.
En un momento determinado, Campero se dirigió a una de las pescaderías cercanas al edificio del ministerio. Pero la encontró cerrada: se le explicó que era la hora del descanso para el almuerzo de los empleados. Para llegar hasta allí cruzó a pie varias cuadras de la llamada "ciudad vieja", el casco colonial de La Habana, que está en remodelación, con materiales en la calle. El funcionario argentino también se apartó del protocolo al día siguiente, cuando junto a otros miembros de la delegación recorrió las angostas calles del casco viejo para ir a la famosa "Bodeguita del medio", uno de los lugares característicos de La Habana, donde se sirve comida típica: frijoles negros, carne de cerdo en variadas formas y el legendario "plátano a puñetazos", un plato de bananas verdes aplastadas que también se conoce como chatinos o tostones. Con el almuerzo Campero bebió mojito y cerveza.
Poco antes de retomar a Buenos Aires, bromeaba: "Mucho trabajo, todo bien, pero no fue el mejor programa, porque no me llevaron a Varadero", una de las principales playas de la isla.

HACE ONCE AÑOS. Con fuerte racionamiento de ciertos alimentos (carne, café), Cuba es un país con mucha demanda insatisfecha. Hacia 1980, según estadísticas de la ONU, importaba unos 6.300 millones de dólares, empezando por petróleo (20 por ciento), alimentos (17) materias primas no combustibles (6), barcos (5,8), automóviles (5,5), productos químicos (4,3) y textiles (3,6 por ciento). Obviamente, su mayor proveedor es la Unión Soviética.
Los acuerdos argentinos de mayor volumen datan de la gestión que inició en 1973 el gobierno peronista, cuando estaba al frente del Ministerio de Economía José Ber Gelbard. En esa ocasión la Argentina suministró a Cuba un virtual equipamiento ferroviario, con material producido por la empresa Fiat en su planta de Materfer, en Ferreira, Córdoba. Años después visitó la isla del Caribe una delegación comercial encabezada por el entonces secretario de Comercio y Negociaciones Económicas Internacionales, Alejandro Estrada, y luego se concretó (en septiembre de 1982) una reunión del grupo de trabajo argentino-cubano de comercio exterior.
El acta de entendimiento que firmaron Campero y el ministro Cabrizas Ruiz (Comercio Exterior) da un vuelco notable a los guarismos de las operaciones comerciales entre los dos países, que habían permanecido en niveles muy bajos en los últimos años: 167 millones de dólares en 1977, 118 un año después, para caer luego a cifras variables entre 50 y 70 millones.
Al retornar a Buenos Aires, Campero declaró que, como balance de la gira (incluía también su paso por Europa), "se logró en cantidad y calidad lo que nunca en la historia argentina". Y se exaltó: "Desafío papel sobre papel a cualquiera que demuestre si de 1810 a esta parte se hizo una cosa como la que hicimos nosotros en sólo una semana". En ese preciso momento salía también al cruce del fuego graneado de los periodistas que estuvieron aguardando pacientemente su llegada para preguntarle sobre la veda y los aumentos en los productos sustitutos de la carne, y sobre las versiones que hablaban de la subdivisión de su secretaría en dos partes, Comercio Interior y Comercio Exterior.
Horas después, en charla con SOMOS, volvía a tocar el tema de su gestión en Cuba. "Este es un comercio que se había pensado para arriba de los 200 millones de dólares, y sustancialmente de componentes industriales. Esto se revirtió durante el gobierno militar, y no por cuestiones ideológicas sino por influencia de la tablita cambiaría, como ocurrió también con las exportaciones a los demás países".
Lo ideológico, asegura, no cuenta en estas cosas. "Nosotros comercializamos con todos los países, sin distinción de ese tipo. Lo hicimos durante la presidencia de Illia al venderle un millón de toneladas de trigo a China, cuando era una herejía comerciar con ellos. Y vendimos el trigo sin esperar a que nos den una señal de afuera. Yo no creo en la dependencia política a partir de las situaciones económicas; creo en las debilidades estructurales del comercio cuando no está perfectamente diseñado en importación y exportación y cuando tampoco se tiene en cuenta la complementación económica."
En todo caso, ahora el nuevo desafío deberá ser el abordaje a otros mercados de mayor envergadura, caso los Estados Unidos, Europa y Japón. Un menudo trabajo para quienes tienen que demarcar la nueva estrategia comercial argentina.
E. R.
La Habana: Miriam Castro, de P. L.

 

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