Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

APOLOGÍA DEL FONÓGRAFO

 

Revista Martín Fierro
Agosto 1927
EDUARDO GONZÁLEZ LANUZA

Sólo los ciegos o los fracasados pueden asegurar que esta nuestra época lo es de decadencia i abatimiento de todos los valores espirituales, ahogados por una pretendida ola de materialismo.
Por el contrario, vivimos gloriosísimos días, no comparables a los de ninguna otra época de la humanidad, ni al tan cacareado siglo de Pericles, ni menos aún, al renacimiento, período apocado, de junta huesos i husmeadores de lo muerto.
Nuestros días soportan el milagro de desgarrarse en crisis no igualadas siendo al propio tiempo de una fecundidad asombrosa, como una madre que concibiera cantando.
Asistimos a la culminación de casi todas las artes, que se rejuvenecen i vigorizan, que compendian toda su larga experiencia de siglos en la brevedad del instinto, i se preparan para una nueva vida, i al mismo tiempo contemplamos el nacimiento de nuevas manifestaciones artísticas que los antiguos no pudieron ni sospechar.
I estos artes nuevos, totalmente nuevos, que dilatan las posibilidades de la sensibilidad humana, no entrevistos hasta el presente, han sido jenerados i asómbrense i horrorícense los detractores del maquinismo, i los vilipendiadores del materialismo científico! nada menos que por el desarrollo de la mecánica aplicada.
Estos artes modernos, para los cuales los helenizantes han de crear musas "ad hoc" son el cinematógrafo i del fonógrafo. Ahora me propongo hablar brevemente del segundo. El fonógrafo, cuya invención cumple cincuenta años en estos días, i cuya mayoría de edad ha sido declarada el año pasado con la aplicación del procedimiento ortofónico de grabado i reproducción, tiene para la música, la misma importancia fundamental que tuvo para la literatura la imprenta.
Casi me atrevería a decir que su importancia, es aún mayor, puesto que un poema (o un relato) es siempre más fácil de retener en la memoria, i por lo tanto, de ser transportado en vivo, que los complicados matices de una sinfonía.
Además, la representación escrita de las palabras, es traducible de inmediato, puesto que disponemos en todo momento del órgano adecuado para ello mientras que la escritura de los sonidos musicales, es un procedimiento que en el mejor de los casos, sólo nos da el fantasma de la composición, pero no nos permite vislumbrar su cuerpo, ni menos aún su alma. Leer una composición musical en el pentagrama, es algo así, como "oír" recitar un poema por señas a un sordomudo.
En la música, nada hasta ahora había podido reemplazar a los instrumentos. Todo aquel que quería ponerse en contacto con determinadas obras, especialmente si se trataba de sinfonías, cuartetos, tríos, o en jeneral piezas que exijen varios ejecutantes, tenía que esperar pacientemente a que fueran ejecutadas en un concierto, i de esa manera, sólo lograba asir la engañosa visión del primer vistazo.
El poder asistir a numerosos conciertos de buenos ejecutantes, i saborear asiduamente obras maestras, era el privilegio de ciertos núcleos reducidos i no seleccionados por cierto de acuerdo con su criterio o entusiasmo artístico, sino por su capacidad pecuniaria.
El fonógrafo, ha venido pues, a universalizar a la música, poniendo al alcance de todos, aunque no sean iniciados en la ciencia hermética y convencional del solfeo, las más variadas creaciones del jenio humano.
Los más célebres ejecutantes esperan sumisos el llamado que ha de permitirles ejecutar la pieza que deseamos.
Que esta es otra de las ventajas fundamentales del fonógrafo sobre el concierto común. 
Oímos lo que queremos i cuando queremos.
¡Cuántas veces hemos asistido a un concierto sin el ánimo preparado para ello, solo porque ese día ejecutaban tal pieza que deseábamos escuchar i nuestra disposición de ánimo se alzaba como una muralla entre ella i nuestra comprensión!
Al fonógrafo acudimos cuando sentimos necesidad de música, i de una música determinada. Por eso, es que ella se nos abre propicia i nos muestra sus intimidades más hondas, porque estamos a tono con ella, i somos dignos de entrar i poseerla.
Nos ahorramos además las ejecuciones inferiores o mediocres, por cuanto sabemos de antemano la calidad de cada disco. A los compositores, les brinda también el fonógrafo, la posibilidad de poder fiscalizar la ejecución de sus obras, impidiendo así versiones antojadizas que desfiguren su contenido.
La reproducción fonográfica, nos lleva al conocimiento topográfico de la música; llegamos después de algunas audiciones, a conocer cabalmente donde, en qué sitio queda cada compás i cada acorde, como los accidentes de un país amigo.
Todo esto bastaría para justificar al fonógrafo como instrumento de cultura i de difusión musical, pero no autorizaría, por cierto, a mis anteriores declaraciones en las que aseguraba que el fonógrafo creaba un arte nuevo.
I es que este aspecto que he presentado hasta ahora, es, tal vez, el menos importante del fonógrafo.
El mundo de las posibilidades, es tan inmenso e inexplorado aún, que, cuando la voluntad humana bucea tímidamente en él para extraer una sola moneda, jamás regresa a la superficie sin haber descubierto un tesoro. Así se ve que en todas las conquistas, el hombre llega invariablemente más lejos de lo que se había propuesto.
Así ha sucedido con el fonógrafo. Se trató de inventar una máquina que registrara i reprodujera los sonidos. Actualmente se ha conseguido un instrumento que afina, purifica y mejora los sonidos, o una buena parte de ellos.
Ya han habido críticos inteligentes que hablaron de las voces fotojénicas,o sean voces que ganan en encanto al ser reproducidas mecánicamente al igual de los rostros fotojénicos que poseen la milagrosa propiedad de superarse a sí mismos al ser fotografiados.
¿En qué reside el encanto de la fotojenia? A los hombres de ciencia especializados en acústica, corresponde el estudio de esta cuestión. A los artistas intelijentes, el saber aprovechar sus efectos.
Es decir, que el fonógrafo, no es pues, un simple reproductor de la realidad musical, sino un superador de esa misma realidad. En él, oímos más de cerca a los artistas, i esto, no es sólo lenguaje figurado, sino una realidad puesto que tenemos a toda una orquesta condensada a dos o tres metros de nosotros, i todas las voces, perfectamente diferenciadas, irradian de un solo punto, cosa no lograda hasta ahora.
Oyendo como digo a los artistas desde más cerca distinguimos al igual que en el cinematógrafo, mucho mejor la "expresión" de las voces, ya sean de los cantantes, o de los instrumentos.
Todavía ahora los discos, salvo algunos de jazz tocados con verdadero criterio fonográfico, adolecen de falta de técnica propia, pero es de suponer que los compositores i ejecutantes contemporáneos, i más aún los futuros, se compenetrarán de las necesidades de la técnica fonográfica.
Entonces, una audición de discos, será algo tan fundamentalmente distinto de un concierto actual, como lo son ahora una buena película cinematográfica i una función de teatro.
Además, con el fonógrafo, se pueden obtener efectos totalmente nuevos, especialmente en lo que se refiere al volumen, haciendo uso de resonancias que hacen que la música se destaque en el espacio estereofónicamente. No se debe perder tampoco de vista, lo factible de hallar nuevas posibilidades, fabricando discos con incisiones adecuadas que emitan sonidos imposibles de conseguir de otra manera.
Creo que todo esto, ya justifica, en cierta medida, al menos, mi optimismo al asegurar que estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo arte.
¿Que mis afirmaciones no se refieren a cosas demasiado concretas i que en ellas hay aún mucho de supuesto? tal vez, pero yo lo que digo es que está naciendo un arte, y no que ya haya logrado su madurez.

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